Cataleya se despertó al día siguiente con una mezcla de emociones. El anillo en su dedo era un recordatorio constante del contrato y del beso que compartió con Ezra. Una parte de ella ansiaba porque fuera de verdad, pero otro lado su subconsciente le decía que solo era el simple contrato que ahora compartía con su jefe. Así que se repetía mentalmente de mantener la compostura y seguir adelante, pero no podía evitar sentir que algo había cambiado entre ellos. —Estás loca, Cata, solo son imaginaciones. Deberías de escribir una novela, seguro te harás famosa. En la oficina, la tensión entre Cataleya y Ezra era palpable. Ambos se esforzaban por mantener las apariencias, pero sus miradas y breves momentos a solas hablaban de sentimientos más profundos, los cuales ninguno quería hacer mención. Y es que con solo una mirada puede decirse lo que los labios se niegan a gritar y el corazón a aceptar. Los rumores en la empresa comenzaron a disiparse lentamente, gracias a la firme postura de
Esa noche, Cataleya llegó a su apartamento, sintiéndose agotada. Se dejó caer en el sofá, cerrando los ojos mientras las palabras de Ezra resonaban en su mente. Las lágrimas comenzaron a brotar, sin poder contenerlas más. Recordó cómo él la había defendido, cómo le había dicho que le importaba de verdad. A pesar de que su corazón se aceleró en ese momento, la confusión y el dolor resurgieron con fuerza.Cataleya se levantó y caminó hacia la ventana, mirando las luces de la ciudad que brillaban en la oscuridad. Se abrazó a sí misma, tratando de calmarse, pero los recuerdos de su pasado la asaltaron. Pensó en Javier, en cómo la había abandonado sin explicación. El dolor seguía allí, latente, y ahora temía volver a pasar por lo mismo.—¿Por qué es tan difícil? —murmuró, su voz apenas un susurro. —Ezra es guapo, inteligente y parece preocuparse por mí… pero no puedo permitir que entre en mi corazón. No otra vez.Cataleya se secó las lágrimas, intentando recuperar la compostura. —No pue
Llegó el fin de semana, y Cataleya decidió que necesitaba una noche para olvidar sus preocupaciones. Llamó a su amiga Bea y juntas planearon una salida a una discoteca de la ciudad. Quería bailar, beber y perderse en la música, dejar atrás todo lo que la había estado agobiando.Mientras se preparaba para salir, recibió una llamada de Ezra. Su nombre en la pantalla la hizo suspirar, pero respondió de todos modos.—¿Y ahora qué quiere? —murmuró.—Hola, Ezra.—Cataleya, estaba pensando que podríamos salir esta noche, solo tú y yo. Podríamos ir a cenar o a algún lugar tranquilo —sugirió el hombre, su voz cálida.Cataleya cerró los ojos por un momento, luchando contra las emociones que eso le provocaba. —Ezra, lo siento, pero ya tengo planes con una amiga. Además, recuerda una de las cláusulas del contrato: mantener nuestras salidas profesionales al mínimo en lugares públicos.Ezra se quedó en silencio por un momento, sorprendido por su respuesta. —Tienes razón, Cataleya. Lo siento, no q
Mientras esperaban, Ezra no pudo evitar observar a Cataleya con preocupación. Aunque estaba disfrutando de la noche, no podía dejar de preguntarse si el alcohol había nublado su juicio.—Eres muy guapo —dijo Cataleya mirándolo a los ojos. Ezra solo sonrió, pero en su mente, las dudas persistían. ¿Estaba Cataleya consciente de lo que decía? ¿O el alcohol estaba influyendo en sus palabras y acciones? No quería aprovecharse de la situación, a pesar de que su mente y su corazón decían cosas diferentes. Después de un rato, Bea se acercó tambaleándose ligeramente debido a los tragos. Sus ojos se iluminaron al ver a Ezra, aunque no lo reconoció.—Cataleya, ¿quién es ese guapo hombre que está contigo? —preguntó Bea, su voz llena de curiosidad y deseo.Cataleya, con una sonrisa irónica, respondió sin pensarlo mucho. —Se parece a mi jefe, pero es tan serio, pero como un juez en un tribunal, que nunca iría a estos lugares. Debe ser su gemelo divertido.Bea soltó una carcajada, claramente pasa
Cataleya pasó sus manos por su cuerpo, al menos tenía su ropa interior, aunque no le daba la tranquilidad que necesitaba. Con manos temblorosas, tomó la nota que estaba en la mesa y la leyó:“Buenos días, Cataleya. No pasó nada anoche, así que no te preocupes. Estabas muy pasada de tragos, pero tu belleza brillaba con luz propia incluso en ese estado y no quería dejarte sola, por eso te traje aquí. Desayuna antes de irte. —A.P.”Cataleya dejó escapar un suspiro de alivio, sintiendo cómo la tensión abandonaba su cuerpo. Saber que su amiga no tuvo acción, la tranquiliza de cierta manera. Se dejó caer de nuevo en la cama, cerrando los ojos por un momento mientras procesaba la información. Alguien había estado allí para cuidarla, asegurándose de que estuviera a salvo.Después de unos minutos, se levantó y buscó su ropa. Se vistió rápidamente, sintiéndose un poco más tranquila, ahora que sabía que estaba en buenas manos, un buen caballero que no se aprovechó de su estado.Salió de la habi
La semana pasaba, y Ezra no regresaba a la oficina ni se comunicaba con Cataleya. Cada día que pasaba, la ansiedad de la mujer aumentaba. Intentó mantener su profesionalismo, pero no pudo evitar sentir que la ausencia de Ezra le recordaba dolorosamente a otra época de su vida.Cada vez que miraba su teléfono, esperaba ver un mensaje o una llamada de él. Si entraba a su oficina, esperaba encontrarlo allí, sentado detrás de su escritorio. Pero la realidad era que Ezra no estaba, y el vacío que dejó era palpable. Sin embargo, todo aumentó también cuando Ignacio no fue a mitad de semana. Un día, mientras organizaba unos documentos, los recuerdos de Javier comenzaron a invadir su mente. La forma en que él la había abandonado sin explicación, dejándola sola y sin respuestas. La sensación de incertidumbre y dolor que había sentido entonces era muy similar a la que sentía ahora.—No puedes seguir así, Cataleya —se dijo a sí misma, tratando de ahuyentar los pensamientos negativos. Pero las em
Cataleya Ríos no podía dejar de observar la carta en sus manos. Las palabras impresas parecían difusas tras sus lágrimas. Vestida con un sencillo vestido blanco, su cabello rizado caía en cascada sobre sus hombros. La sala estaba en penumbra, apenas iluminada por la luz tenue de la lámpara de la esquina.Había sido una carta inesperada, una despedida dolorosa de Javier Torres, su mentor y, durante un breve y fugaz momento, su amor. En ella, Javier confesaba que había decidido mudarse al extranjero para aceptar una oferta irrechazable y dar un nuevo rumbo a su vida. La noticia la tomó por sorpresa; habían compartido sueños y anhelos, pero ahora, se quedaba sola en un mar de incertidumbre.Cataleya se levantó lentamente del sofá, sus pies descalzos sintiendo el frío del suelo. Caminó hacia la ventana, viendo el mundo exterior que seguía su curso indiferente a su dolor. El reflejo en el vidrio mostraba a una mujer fuerte en apariencia, pero rota por dentro.Javier había sido más que un m
Cataleya se despertó temprano, aun sintiendo la mezcla de emociones del día anterior. El ruido constante de Nueva York era como una banda sonora de fondo para su nueva vida. Con una taza de café en mano, repasó mentalmente lo que esperaba lograr en Ferrer Global. Sabía que las primeras impresiones eran cruciales.Vestida con un traje color perla y tacones negros, Cataleya tomó un taxi hacia la oficina. Al entrar al edificio, la recibió una ráfaga de actividad: teléfonos sonando, empleados yendo y viniendo, y una energía palpable en el aire. Agradeció que su apariencia impecable ocultara su nerviosismo.En el ascensor, se encontró con Ignacio Ferrer, a quien había conocido brevemente el día anterior. —Hola, Cataleya. ¿Lista para un día emocionante? —dijo con su característica sonrisa amigable.—Claro, Ignacio. Lista para todo —respondió ella, devolviendo la sonrisa.Al llegar a su piso, fue recibida por Sofía Martínez, quien le mostró su nueva oficina. —Este será tu espacio. El Señor