La semana pasaba, y Ezra no regresaba a la oficina ni se comunicaba con Cataleya. Cada día que pasaba, la ansiedad de la mujer aumentaba. Intentó mantener su profesionalismo, pero no pudo evitar sentir que la ausencia de Ezra le recordaba dolorosamente a otra época de su vida.Cada vez que miraba su teléfono, esperaba ver un mensaje o una llamada de él. Si entraba a su oficina, esperaba encontrarlo allí, sentado detrás de su escritorio. Pero la realidad era que Ezra no estaba, y el vacío que dejó era palpable. Sin embargo, todo aumentó también cuando Ignacio no fue a mitad de semana. Un día, mientras organizaba unos documentos, los recuerdos de Javier comenzaron a invadir su mente. La forma en que él la había abandonado sin explicación, dejándola sola y sin respuestas. La sensación de incertidumbre y dolor que había sentido entonces era muy similar a la que sentía ahora.—No puedes seguir así, Cataleya —se dijo a sí misma, tratando de ahuyentar los pensamientos negativos. Pero las em
Cataleya Ríos no podía dejar de observar la carta en sus manos. Las palabras impresas parecían difusas tras sus lágrimas. Vestida con un sencillo vestido blanco, su cabello rizado caía en cascada sobre sus hombros. La sala estaba en penumbra, apenas iluminada por la luz tenue de la lámpara de la esquina.Había sido una carta inesperada, una despedida dolorosa de Javier Torres, su mentor y, durante un breve y fugaz momento, su amor. En ella, Javier confesaba que había decidido mudarse al extranjero para aceptar una oferta irrechazable y dar un nuevo rumbo a su vida. La noticia la tomó por sorpresa; habían compartido sueños y anhelos, pero ahora, se quedaba sola en un mar de incertidumbre.Cataleya se levantó lentamente del sofá, sus pies descalzos sintiendo el frío del suelo. Caminó hacia la ventana, viendo el mundo exterior que seguía su curso indiferente a su dolor. El reflejo en el vidrio mostraba a una mujer fuerte en apariencia, pero rota por dentro.Javier había sido más que un m
Cataleya se despertó temprano, aun sintiendo la mezcla de emociones del día anterior. El ruido constante de Nueva York era como una banda sonora de fondo para su nueva vida. Con una taza de café en mano, repasó mentalmente lo que esperaba lograr en Ferrer Global. Sabía que las primeras impresiones eran cruciales.Vestida con un traje color perla y tacones negros, Cataleya tomó un taxi hacia la oficina. Al entrar al edificio, la recibió una ráfaga de actividad: teléfonos sonando, empleados yendo y viniendo, y una energía palpable en el aire. Agradeció que su apariencia impecable ocultara su nerviosismo.En el ascensor, se encontró con Ignacio Ferrer, a quien había conocido brevemente el día anterior. —Hola, Cataleya. ¿Lista para un día emocionante? —dijo con su característica sonrisa amigable.—Claro, Ignacio. Lista para todo —respondió ella, devolviendo la sonrisa.Al llegar a su piso, fue recibida por Sofía Martínez, quien le mostró su nueva oficina. —Este será tu espacio. El Señor
Apenas unas semanas después de la exitosa presentación de Cataleya, la calma en la oficina se vio interrumpida por el regreso de Rafael Delgado. Había estado de unas largas vacaciones, disfrutando del sol del Caribe mientras el estrés del trabajo quedaba muy lejos. Rafael, un hombre atlético con ojos oscuros y penetrantes, era conocido por su carácter explosivo y su actitud posesiva.Él ocupaba el puesto de Director de Operaciones en Ferrer Global. Su papel era crucial, supervisando las operaciones diarias y asegurándose de que todo funcionara sin problemas. Había trabajado arduamente para llegar a donde estaba, pero su ambición y su naturaleza controladora habían afectado su relación con Cataleya en el pasado. Al entrar en la oficina, Rafael fue recibido con aplausos y sonrisas de sus colegas, quienes siempre admiraban su energía y determinación. Pero su alegría se desvaneció rápidamente cuando, al revisar los informes de Recursos Humanos, descubrió un nombre inesperado en la lista
Los días en Ferrer Global se sucedían con un ritmo frenético. Cataleya se había ganado la confianza y el respeto de muchos de sus colegas, pero su relación con Ezra era un campo minado de tensión. La atracción entre ellos era innegable, aunque ambos se esforzaban por mantener las cosas profesionales.Una mañana, mientras Cataleya trabajaba en su oficina, recibió un correo de Ezra convocándola a una reunión urgente. Se ajustó el traje beige y se dirigió al despacho del CEO. Al entrar, encontró a Ezra revisando unos documentos, su expresión grave y concentrada.—Buenos días, Señor Ferrer —saludó Cataleya, tratando de mantener la calma.—Buenos días, señorita Ríos. Necesito que revises estos informes y prepares una presentación para la junta directiva. La reunión es en dos días —dijo Ezra, entregándole una carpeta gruesa.Cataleya tomó los documentos, sintiendo la presión aumentar.—Entendido. Me pondré a trabajar de inmediato.Ezra la observó por un momento, notando la tensión en su ros
Ezra, aun lidiando con el malestar por las noticias familiares, se encontraba en su oficina intentando enfocarse en el trabajo cuando recibió una llamada de Rafael Delgado. Este había notado la creciente tensión entre Cataleya y su jefe, viendo una oportunidad para influir en la percepción que Ezra tenía de ella.—Señor Ferrer, ¿puedo hablar con usted un momento? —preguntó Rafael al entrar en la oficina sin esperar respuesta.Ezra levantó la vista, notando la mirada intensa de Rafael. —Claro, Rafael. ¿Qué necesitas?Rafael se acercó, cerrando la puerta detrás de él. —He estado observando a Cataleya y tengo algunas preocupaciones. No estoy seguro de que sea la persona adecuada para el puesto que ocupa.Ezra frunció el ceño, sintiendo una oleada de molestia. —¿A qué te refieres?—Es solo que… parece que su rendimiento no es consistente. Y me preocupa que su presencia aquí pueda generar problemas a largo plazo. Sabes que tenemos proyectos cruciales y no podemos arriesgarnos —dijo Rafa
Cataleya estaba en su oficina, concentrada en los informes del nuevo proyecto, cuando Rafael entró sin previo aviso. Su presencia siempre traía una sensación de incomodidad, y hoy no era la excepción.—Hola, bella Cataleya, tan divina como una flor —dijo Rafael con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. ¿Cómo va todo?Cataleya levantó la vista, tratando de mantener la calma y no darle una bofetada.—Hola, Rafael. Estoy ocupada con los informes. ¿Necesitas algo?Rafael se acercó, apoyándose en el borde de su escritorio.—Solo quería ver cómo estabas. Sabes, me preocupa que estés asumiendo demasiado. No quiero que te quemes.Cataleya sintió la tensión en el aire.—Estoy bien, gracias. Puedo manejarlo, no tienes por qué preocuparte, sobre todo cuando no somos nada.Rafael la miró fijamente, su tono volviéndose más insinuante.—Cataleya, sabes que siempre puedes contar conmigo. No tienes que hacerlo todo sola.Cataleya frunció el ceño, su paciencia agotándose.—Rafael, ¿por qué siempre t
Rafael, cada día que pasaba, se sentía consumido por una rabia ardiente que no podía contener. La intervención de Ezra en el pasillo, defendiendo a Cataleya, había sido una bofetada para él. El dolor de haber sido dejado por Cataleya en el pasado se mezclaba con el resentimiento de ver cómo ella parecía prosperar en su nuevo entorno.De regreso a su oficina, Rafael no podía dejar de pensar en cómo humillarlo y recuperar algo del control que sentía haber perdido. Su mente empezó a trabajar rápidamente, buscando formas de socavar a Cataleya y hacerle pagar por las heridas del pasado.—Si ella quiere jugar en las grandes ligas, tendrá que enfrentarse a las grandes consecuencias —murmuró Rafael para sí mismo, su mente maquinando un plan.Sabía que Ezra confiaba en Cataleya y que cualquier error podría dañar esa confianza. Decidió que la mejor manera de hacerla quedar mal era manipular uno de los proyectos en los que trabajaba. Si lograba que pareciera que Cataleya había cometido un error