Ausencia.

Cataleya pasó sus manos por su cuerpo, al menos tenía su ropa interior, aunque no le daba la tranquilidad que necesitaba.

Con manos temblorosas, tomó la nota que estaba en la mesa y la leyó:

“Buenos días, Cataleya. No pasó nada anoche, así que no te preocupes. Estabas muy pasada de tragos, pero tu belleza brillaba con luz propia incluso en ese estado y no quería dejarte sola, por eso te traje aquí. Desayuna antes de irte. —A.P.”

Cataleya dejó escapar un suspiro de alivio, sintiendo cómo la tensión abandonaba su cuerpo. Saber que su amiga no tuvo acción, la tranquiliza de cierta manera. Se dejó caer de nuevo en la cama, cerrando los ojos por un momento mientras procesaba la información. Alguien había estado allí para cuidarla, asegurándose de que estuviera a salvo.

Después de unos minutos, se levantó y buscó su ropa. Se vistió rápidamente, sintiéndose un poco más tranquila, ahora que sabía que estaba en buenas manos, un buen caballero que no se aprovechó de su estado.

Salió de la habi
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