Rafael

Apenas unas semanas después de la exitosa presentación de Cataleya, la calma en la oficina se vio interrumpida por el regreso de Rafael Delgado. Había estado de unas largas vacaciones, disfrutando del sol del Caribe mientras el estrés del trabajo quedaba muy lejos. Rafael, un hombre atlético con ojos oscuros y penetrantes, era conocido por su carácter explosivo y su actitud posesiva.

Él ocupaba el puesto de Director de Operaciones en Ferrer Global. Su papel era crucial, supervisando las operaciones diarias y asegurándose de que todo funcionara sin problemas. Había trabajado arduamente para llegar a donde estaba, pero su ambición y su naturaleza controladora habían afectado su relación con Cataleya en el pasado. 

Al entrar en la oficina, Rafael fue recibido con aplausos y sonrisas de sus colegas, quienes siempre admiraban su energía y determinación. Pero su alegría se desvaneció rápidamente cuando, al revisar los informes de Recursos Humanos, descubrió un nombre inesperado en la lista de nuevos empleados: Cataleya Ríos.

Su corazón dio un vuelco. No podía creer que Cataleya, su ex, estuviera ahora trabajando en la misma empresa. Con el ceño fruncido, se dirigió a la oficina de Sofía Martínez para obtener más detalles.

—Mi bella Sofía, necesito saber por qué Cataleya Ríos está en Ferrer Global —exigió, su tono firme y decidido.

Sofía, sorprendida por su reacción, le explicó con calma. 

—Rafael, Cataleya es una profesional talentosa y Ezra Ferrer personalmente aprobó su contratación. Está haciendo un trabajo excepcional.

Rafael apretó los puños, tratando de mantener la compostura. 

—Gracias, hermosa Sofía. Solo quería asegurarme que no fuera un error. Ya sabes que no cualquiera entra aquí. 

De vuelta en su oficina, Rafael no podía dejar de pensar en Cataleya. Sus sentimientos eran una mezcla de enojo y deseo. Recordaba su relación, los momentos felices y las peleas intensas. No había superado su partida y, al verla de nuevo, sus emociones conflictivas resurgieron con fuerza.

Esa tarde, mientras Cataleya trabajaba en su oficina, Rafael decidió confrontarla. Golpeó suavemente la puerta antes de entrar sin esperar respuesta.

Cataleya levantó la mirada, sorprendida y tensa al ver a Rafael. 

—Rafael… ¿Qué haces aquí?… no esperaba verte aquí… —Cataleya se detuvo al fijar su mirada en el carnet que colgaba del cuello del hombre. 

—Yo tampoco esperaba verte aquí —respondió él, su voz cargada de emociones —¿Qué estás haciendo en Ferrer Global, Cataleya? ¿Acaso me persigues? ¿Te has dado cuenta de que soy el amor de tu vida? 

—Trabajo aquí ahora. Es una gran oportunidad para mí —contestó ella, tratando de mantener la calma—. Y no es por ti. 

Rafael se acercó, sus ojos brillando con una mezcla de ira y anhelo. 

—Sabes que no me gusta que estés aquí. No después de lo que pasó entre nosotros.

Cataleya se puso de pie, enfrentándolo con determinación. 

—Rafael, esto es mi carrera. Lo que tuvimos quedó en el pasado. Estoy aquí para trabajar y no dejaré que nada me detenga.

Rafael apretó la mandíbula, claramente frustrado. 

—Espero que sepas en lo que te estás metiendo —dijo antes de girar y salir de la oficina, dejando a Cataleya con una sensación de inquietud.

Esa noche, mientras reflexionaba sobre el encuentro, Cataleya se dio cuenta de que trabajar en Ferrer Global iba a ser aún más desafiante de lo que había anticipado. Pero también sabía que era fuerte y que no dejaría que Rafael, ni nadie, la hiciera retroceder.

●◉◎◈◎◉●

El fin de semana llegó como un suspiro de alivio para Cataleya. Decidió reunirse con Bea en su café favorito, un rincón acogedor con aroma a café recién hecho y risas siempre presentes. Al entrar, vio a Bea agitando la mano enérgicamente desde una mesa cerca de la ventana.

—¡Cataleya! Aquí, aquí viejita —gritó Bea con su usual entusiasmo.

Cataleya se sentó y pidió su latte de siempre.

—Bea, no sabes lo que me pasó esta semana.

Bea arqueó una ceja, siempre lista para el drama. 

—Cuéntame todo, sabes que mis oídos no pueden vivir sin el chisme. 

—Rafael trabaja en Ferrer Global —dijo Cataleya, dejando que las palabras se hundieran en el aire.

Los ojos de Bea se abrieron como platos. 

—¿Qué? ¿Ese Rafael? ¿El Rafael de la universidad? ¿El que tenía más músculos que cerebro, pero también te hacía reír como nadie?

Cataleya asintió, suspirando. 

—Ese mismo. Es el Director de Operaciones y parece que no está contento de verme allí.

Bea se echó a reír, atrayendo algunas miradas curiosas de las otras mesas. 

—¡Oh, Dios! ¿Te imaginas si empieza a hacer flexiones en medio de la oficina para impresionar a todos? Siempre fue un poco dramático.

Cataleya no pudo evitar sonreír. 

—Sí, y cuando se ponía celoso, era como ver a Hulk transformarse.

Bea fingió una voz grave, imitando a Rafael. 

—Cataleya, no me gusta que hables con otros chicos. ¿Quieres que les muestre mis bíceps?

Ambas estallaron en carcajadas, y el peso en el pecho de Cataleya se alivió un poco. 

—Gracias, Bea. Necesitaba reírme de esto.

—Amiga, siempre estaré aquí para hacerte reír. Aunque eso signifique recordar a tu ex con su obsesión por el gimnasio. Pero en serio, no dejes que te intimide. Tú eres fuerte y capaz, y vas a brillar en Ferrer Global.

Cataleya tomó un sorbo de su café, sintiendo la calidez y el apoyo de su amiga. 

—Tienes razón. Voy a concentrarme en mi trabajo y no dejaré que Rafael ni nadie me detenga.

Bea levantó su taza en un brindis imaginario. 

—¡Por Cataleya! La mujer que conquistará el mundo, incluso si eso significa enfrentarse a los exnovios musculosos.

Ambas amigas soltaron una carcajada que resonó en el lugar. 

Bea tomó un sorbo de su capuchino y, con una sonrisa, cambió el tema. 

—Entonces, amiga, ¿cómo está tu familia? Hace mucho que no hablamos de ellos.

Cataleya suspiró, agradecida por el cambio de dirección en la conversación. 

—Mis padres siguen con su pequeña tienda de abarrotes. Están bien, aunque siempre preocupados por mis hermanos menores. Ya sabes cómo son.

Bea asintió, recordando las veces que había visitado a la familia de Cataleya en su barrio de la infancia. 

—Y tus hermanos, ¿qué tal van?

—Laura está en su último año de la universidad, estudiando medicina. Está tan enfocada que a veces me pregunto si realmente es humana —bromeó Cataleya, con una sonrisa orgullosa—. Y Andrés sigue en la escuela secundaria, pero ya tiene claro que quiere estudiar ingeniería. Es el cerebrito de la familia.

Bea sonrió, admirando la determinación de la familia de su amiga. 

—Me alegra saber que todos están bien. ¿Y tus padres? ¿Cómo llevan lo de tener a su hija mayor en la gran ciudad?

Cataleya se rio, recordando las videollamadas con sus padres. 

—Están orgullosos, pero siempre me están diciendo que me cuide y que no trabaje demasiado. Ya sabes cómo son. Mi mamá sigue enviándome recetas de sus guisos para que no me olvide de casa.

Bea la miró con afecto. 

—Tienes una familia maravillosa, amiga. Y hablando de familias, ¿cómo van las cosas con tu jefe? ¿Ya has conocido a su familia?

Cataleya negó con la cabeza. 

—Solo he conocido a Nacho, su hermano, y a su madre en una cena de negocios. La Señora Ferrer es todo un personaje, elegante y muy dedicada a sus obras de caridad. Nacho es un encanto, siempre tiene una broma lista para alegrar el día, es muy diferente a su hermano Ezra. 

—Suena como una familia interesante. Y dime, ¿qué tal es la Señora Ferrer? —preguntó Bea, curiosa.

Cataleya sonrió. 

—Es muy sofisticada, pero también cálida y acogedora. Se nota que quiere lo mejor para sus hijos y para la empresa. Aunque no sé mucho de la relación entre Ezra y su padre, parece un tema delicado.

Bea asintió, comprendiendo. 

—Bueno, al menos tienes el apoyo de Nacho y la Señora Ferrer. Eso es importante.

Cataleya tomó un último sorbo de su café, sintiéndose un poco más ligera después de la charla con su amiga, a la vez que no le prestó mucha atención a lo última que esta dijo. 

—Gracias, Bea. Siempre sabes cómo animarme.

—Para eso estamos las amigas —respondió Bea con una sonrisa— Y recuerda, si Rafael intenta hacer de las suyas, solo llámame. Podemos planear algo divertido, como llenarle la oficina de globos.

Cataleya rio, sintiéndose agradecida por tener a Bea en su vida. Sabía que, sin importar los desafíos que enfrentara, siempre tendría a su amiga a su lado.

—No sé qué haría sin ti. 

—Fácil, tu vida sería un funeral eterno, viejita ja, ja, ja. 

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