Cataleya se despertó temprano, aun sintiendo la mezcla de emociones del día anterior. El ruido constante de Nueva York era como una banda sonora de fondo para su nueva vida. Con una taza de café en mano, repasó mentalmente lo que esperaba lograr en Ferrer Global. Sabía que las primeras impresiones eran cruciales.
Vestida con un traje color perla y tacones negros, Cataleya tomó un taxi hacia la oficina. Al entrar al edificio, la recibió una ráfaga de actividad: teléfonos sonando, empleados yendo y viniendo, y una energía palpable en el aire. Agradeció que su apariencia impecable ocultara su nerviosismo. En el ascensor, se encontró con Ignacio Ferrer, a quien había conocido brevemente el día anterior. —Hola, Cataleya. ¿Lista para un día emocionante? —dijo con su característica sonrisa amigable. —Claro, Ignacio. Lista para todo —respondió ella, devolviendo la sonrisa. Al llegar a su piso, fue recibida por Sofía Martínez, quien le mostró su nueva oficina. —Este será tu espacio. El Señor Ferrer quiere verte en su despacho a las nueve. Buena suerte con eso, señorita Ríos —le dijo, guiñándole un ojo. Cataleya se acomodó en su oficina, revisando algunos documentos antes de dirigirse al despacho de Ezra. Tocó suavemente la puerta y al recibir la orden de entrar, se encontró nuevamente con la imponente figura de Ezra, ahora absorto en unos papeles. —Buenos días, Señor Ferrer —dijo Cataleya con firmeza. Ezra levantó la mirada y le hizo un gesto para que tomara asiento. —Buenos días, Señorita Ríos. Vamos a revisar algunos puntos importantes sobre el proyecto en el que estarás trabajando. Mientras discutían los detalles del proyecto, Cataleya no pudo evitar admirar la dedicación y el conocimiento de Ezra. Sin embargo, también sentía la presión de estar a la altura de sus expectativas. La reunión fue intensa pero productiva, y al finalizar, Ezra le ofreció una sonrisa breve pero genuina. —Eres muy capaz, Señorita Ríos. Confío en que harás un excelente trabajo —dijo Ezra. —Gracias, Señor Ferrer. No lo defraudaré —respondió ella, con una determinación que resonó en su voz. A lo largo del día, Cataleya se sumergió en su trabajo, descubriendo más sobre la dinámica de la empresa y formando alianzas clave con colegas como Sofía e Ignacio. Aunque su enfoque principal era el trabajo, no podía ignorar la creciente atracción que sentía por Ezra, a pesar de su firme decisión de mantener su corazón cerrado. Esa noche, mientras cenaba con su amiga Bea en un pequeño restaurante italiano, Cataleya le compartió sus impresiones sobre el primer día. —Es todo lo que imaginaba y más, Bea. Pero hay algo en Ezra… no sé cómo explicarlo —dijo, moviendo su tenedor en los espaguetis. —¿Atractivo, enigmático y un poco intimidante? —sugirió Bea con una sonrisa pícara. —Exactamente. Pero no estoy ahí para eso. Este trabajo es mi oportunidad de crecer y dejar atrás todo lo que pasó con Javier —respondió Cataleya, decidida. —Lo sé, amiga. Solo recuerda que también tienes derecho a ser feliz —le dijo Bea, tomando su mano con afecto. Cataleya asintió, sabiendo que tenía razón, pero también consciente de que su enfoque debía estar en su carrera y en proteger su corazón de más dolor. ●◉◎◈◎◉● Los días siguientes en Ferrer Global fueron un torbellino para Cataleya. Desde el primer momento, Ezra no dudó en asignarle tareas complejas y desafiantes. Él era exigente, siempre esperando lo mejor de ella, pero también ofrecía una dirección clara y precisa. Y así, cada mañana, Cataleya se levantaba temprano, lista para enfrentarse a las pruebas del día. Llegaba a la oficina con su atuendo siempre impecable: elegantes trajes de colores sobrios y su cabello perfectamente recogido. Pasaba largas horas en reuniones, analizando reportes financieros y desarrollando estrategias empresariales. En una de esas reuniones, Ezra la observaba con atención. Sabía que la estaba poniendo a prueba, pero también quería verla crecer. —Señorita Ríos, necesito que prepare un análisis detallado del mercado para nuestra próxima expansión en Asia. Debe estar listo para el viernes —le dijo con tono firme. Cataleya asintió, aceptando el reto. Pasó horas en su oficina, investigando, recopilando datos y preparando su presentación. Cada vez que se sentía abrumada, recordaba sus objetivos y su deseo de demostrar su valía. Ezra, por su parte, no era fácil de impresionar. Tenía un ojo crítico y esperaba perfección en todo momento. A veces, sus comentarios eran duros, pero siempre constructivos. —Este análisis es bueno, pero puedes profundizar más en estos aspectos —le decía, señalando áreas específicas para mejorar. Cataleya aceptó sus críticas con gracia, trabajando aún más duro para cumplir con sus expectativas. Sentía una mezcla de admiración y frustración hacia Ezra. Admiraba su dedicación y conocimiento, pero su nivel de exigencia era agotador. —Siento que moriré sin poder disfrutar de todos los placeres de la vida —susurro para sí misma. Una noche, mientras revisaba su presentación en su apartamento, recibió un mensaje de Ezra, algo que la tomó por sorpresa. —Cataleya, necesito que revises estos documentos antes de la reunión de mañana. Confío en que harás un excelente trabajo. Cataleya suspiró, pero se sentía impulsada por la confianza que Ezra depositaba en ella. Trabajó hasta tarde, asegurándose de que cada detalle estuviera perfecto. Finalmente, llegó el día de la presentación. Cataleya entró en la sala de reuniones con la cabeza en alto, sus notas bien organizadas y su confianza renovada. Ezra, junto con otros ejecutivos, la observaban atentamente mientras exponía su análisis. Cataleya se desenvolvió con seguridad, presentando datos, gráficos y estrategias con claridad y precisión. Cuando terminó, hubo un breve silencio antes de que Ezra hablara. —Maravilloso trabajo, señorita Ríos. Este es el nivel de calidad que esperaba —dijo Ezra, con una sonrisa de satisfacción. Cataleya sintió una oleada de alivio y orgullo. Había superado uno de los mayores desafíos hasta el momento y, aunque sabía que Ezra seguiría exigiéndole, estaba decidida a seguir creciendo y aprendiendo. Esa noche, mientras se relajaba en su apartamento, recibió un mensaje de Bea: —¿Cómo te fue hoy? ¡Cuéntame todo! Cataleya sonrió y comenzó a escribir: —Fue intenso, pero creo que estoy empezando a encontrar mi lugar aquí.Apenas unas semanas después de la exitosa presentación de Cataleya, la calma en la oficina se vio interrumpida por el regreso de Rafael Delgado. Había estado de unas largas vacaciones, disfrutando del sol del Caribe mientras el estrés del trabajo quedaba muy lejos. Rafael, un hombre atlético con ojos oscuros y penetrantes, era conocido por su carácter explosivo y su actitud posesiva.Él ocupaba el puesto de Director de Operaciones en Ferrer Global. Su papel era crucial, supervisando las operaciones diarias y asegurándose de que todo funcionara sin problemas. Había trabajado arduamente para llegar a donde estaba, pero su ambición y su naturaleza controladora habían afectado su relación con Cataleya en el pasado. Al entrar en la oficina, Rafael fue recibido con aplausos y sonrisas de sus colegas, quienes siempre admiraban su energía y determinación. Pero su alegría se desvaneció rápidamente cuando, al revisar los informes de Recursos Humanos, descubrió un nombre inesperado en la lista
Los días en Ferrer Global se sucedían con un ritmo frenético. Cataleya se había ganado la confianza y el respeto de muchos de sus colegas, pero su relación con Ezra era un campo minado de tensión. La atracción entre ellos era innegable, aunque ambos se esforzaban por mantener las cosas profesionales.Una mañana, mientras Cataleya trabajaba en su oficina, recibió un correo de Ezra convocándola a una reunión urgente. Se ajustó el traje beige y se dirigió al despacho del CEO. Al entrar, encontró a Ezra revisando unos documentos, su expresión grave y concentrada.—Buenos días, Señor Ferrer —saludó Cataleya, tratando de mantener la calma.—Buenos días, señorita Ríos. Necesito que revises estos informes y prepares una presentación para la junta directiva. La reunión es en dos días —dijo Ezra, entregándole una carpeta gruesa.Cataleya tomó los documentos, sintiendo la presión aumentar.—Entendido. Me pondré a trabajar de inmediato.Ezra la observó por un momento, notando la tensión en su ros
Ezra, aun lidiando con el malestar por las noticias familiares, se encontraba en su oficina intentando enfocarse en el trabajo cuando recibió una llamada de Rafael Delgado. Este había notado la creciente tensión entre Cataleya y su jefe, viendo una oportunidad para influir en la percepción que Ezra tenía de ella.—Señor Ferrer, ¿puedo hablar con usted un momento? —preguntó Rafael al entrar en la oficina sin esperar respuesta.Ezra levantó la vista, notando la mirada intensa de Rafael. —Claro, Rafael. ¿Qué necesitas?Rafael se acercó, cerrando la puerta detrás de él. —He estado observando a Cataleya y tengo algunas preocupaciones. No estoy seguro de que sea la persona adecuada para el puesto que ocupa.Ezra frunció el ceño, sintiendo una oleada de molestia. —¿A qué te refieres?—Es solo que… parece que su rendimiento no es consistente. Y me preocupa que su presencia aquí pueda generar problemas a largo plazo. Sabes que tenemos proyectos cruciales y no podemos arriesgarnos —dijo Rafa
Cataleya estaba en su oficina, concentrada en los informes del nuevo proyecto, cuando Rafael entró sin previo aviso. Su presencia siempre traía una sensación de incomodidad, y hoy no era la excepción.—Hola, bella Cataleya, tan divina como una flor —dijo Rafael con una sonrisa que no alcanzaba sus ojos—. ¿Cómo va todo?Cataleya levantó la vista, tratando de mantener la calma y no darle una bofetada.—Hola, Rafael. Estoy ocupada con los informes. ¿Necesitas algo?Rafael se acercó, apoyándose en el borde de su escritorio.—Solo quería ver cómo estabas. Sabes, me preocupa que estés asumiendo demasiado. No quiero que te quemes.Cataleya sintió la tensión en el aire.—Estoy bien, gracias. Puedo manejarlo, no tienes por qué preocuparte, sobre todo cuando no somos nada.Rafael la miró fijamente, su tono volviéndose más insinuante.—Cataleya, sabes que siempre puedes contar conmigo. No tienes que hacerlo todo sola.Cataleya frunció el ceño, su paciencia agotándose.—Rafael, ¿por qué siempre t
Rafael, cada día que pasaba, se sentía consumido por una rabia ardiente que no podía contener. La intervención de Ezra en el pasillo, defendiendo a Cataleya, había sido una bofetada para él. El dolor de haber sido dejado por Cataleya en el pasado se mezclaba con el resentimiento de ver cómo ella parecía prosperar en su nuevo entorno.De regreso a su oficina, Rafael no podía dejar de pensar en cómo humillarlo y recuperar algo del control que sentía haber perdido. Su mente empezó a trabajar rápidamente, buscando formas de socavar a Cataleya y hacerle pagar por las heridas del pasado.—Si ella quiere jugar en las grandes ligas, tendrá que enfrentarse a las grandes consecuencias —murmuró Rafael para sí mismo, su mente maquinando un plan.Sabía que Ezra confiaba en Cataleya y que cualquier error podría dañar esa confianza. Decidió que la mejor manera de hacerla quedar mal era manipular uno de los proyectos en los que trabajaba. Si lograba que pareciera que Cataleya había cometido un error
Esa noche, mientras Ezra reflexionaba en su lujoso apartamento, no podía dejar de pensar en Cataleya y en los rumores que estaban afectando su reputación. Sabía que tenía que hacer algo drástico para protegerla y, al mismo tiempo, satisfacer sus propios deseos. La idea de tener a Cataleya solo para él se volvía cada vez más tentadora.Ezra se sentó en su escritorio, mirando la ciudad iluminada a través de la ventana. Tomó una hoja de papel y comenzó a escribir un contrato, uno que no solo protegería a Cataleya de los rumores, sino que también la acercaría más a él de una manera personal y exclusiva.**Contrato de Relación Personal**Partes Involucradas:· Ezra Ferrer: CEO de Ferrer Global· Cataleya Ríos: Asistente personal de Ezra Ferrer. Términos y Condiciones:1. Relación Exclusiva: · Cataleya Ríos aceptará ser la novia exclusiva de Ezra Ferrer durante el período de un año. · Ambas partes se comprometen a mantener la relación en privado y profesional dentro del entorno labor
Cataleya había aceptado la propuesta de Ezra, y aunque seguía sintiéndose confundida, estaba decidida a enfrentar el reto. No había vuelta atrás. Los días pasaron, y ella y Ezra trabajaban más estrechamente que nunca. La tensión entre ellos crecía, tanto profesional como personalmente.Un viernes por la tarde, después de una semana agotadora, Ezra decidió invitar a Cataleya a cenar para discutir algunos asuntos relacionados con el contrato. Aunque la verdad es que únicamente quería tenerla más cerca. —Cataleya, ¿te gustaría acompañarme a cenar esta noche? Creo que deberíamos hablar sobre algunos detalles del contrato en un ambiente más relajado —propuso, su tono más informal de lo habitual.Cataleya, aunque sorprendida, aceptó, ya que no sabía que más cosas podían hablar referente a eso. —Claro, Ezra. Me parece bien.Esa noche, se encontraron en un elegante restaurante en el corazón de Nueva York. Ezra, vestido impecablemente con un traje oscuro, la esperaba en la entrada. Cataleya
Cataleya Ríos no podía dejar de observar la carta en sus manos. Las palabras impresas parecían difusas tras sus lágrimas. Vestida con un sencillo vestido blanco, su cabello rizado caía en cascada sobre sus hombros. La sala estaba en penumbra, apenas iluminada por la luz tenue de la lámpara de la esquina.Había sido una carta inesperada, una despedida dolorosa de Javier Torres, su mentor y, durante un breve y fugaz momento, su amor. En ella, Javier confesaba que había decidido mudarse al extranjero para aceptar una oferta irrechazable y dar un nuevo rumbo a su vida. La noticia la tomó por sorpresa; habían compartido sueños y anhelos, pero ahora, se quedaba sola en un mar de incertidumbre.Cataleya se levantó lentamente del sofá, sus pies descalzos sintiendo el frío del suelo. Caminó hacia la ventana, viendo el mundo exterior que seguía su curso indiferente a su dolor. El reflejo en el vidrio mostraba a una mujer fuerte en apariencia, pero rota por dentro.Javier había sido más que un m