Tom no fumaba, al menos así se lo repetía a sí mismo.Era un hábito enterrado en los recovecos de su pasado, un vicio que había jurado abandonar durante sus años universitarios, cuando la realidad de su adicción le había golpeado con fuerza.Sin embargo, ahora se encontraba al borde del abismo una vez más.El estrés, ese monstruo voraz, era el único catalizador que podía empujarlo hacia el tabaco.Cuando las presiones de la vida apretaban con fuerza, cuando los exámenes finales se cernían amenazantes sobre su horizonte académico, la nicotina volvía a seducirlo con su siniestro consuelo.En aquel momento de agobio, con el peso del mundo en sus hombros y el humo del cigarrillo en sus pulmones, Tom se refugió en el balcón de su habitación.Desde allí, observaba a la gente que meticulosamente cuidaba sus hogares, cortando el césped con una destreza que solo podía surgir de la rutina y la serenidad, algo que él anhelaba pero que parecía escapársele una y otra vez.El viento llevaba consigo
ALEX KLEIN.El carrito del supermercado se desliza con mi peso en él. Suavemente, las ruedas giran, marcando un ritmo constante que me acompaña en mi tarea.Mis pensamientos vagan mientras avanzo por los pasillos abarrotados de productos de todos los colores y sabores.No estoy prestando mucha atención a lo que estoy haciendo. Mattia me envió a hacer las compras mientras él se encarga de la limpieza en casa.Nuestra rutina ha cambiado desde que llegó a mi vida.Parece que ha tomado la decisión de quedarse unos días conmigo hasta que pueda descifrar exactamente qué hacer con su propia vida.Como él mismo dice, vinimos a este mundo sin un manual de instrucciones, y ahora, en California, estamos tratando de encontrar nuestro camino en medio de la incertidumbre.Recorro los pasillos del supermercado en busca de lo básico: leche, azúcar, algunas galletas y un poco de variedad en el sector de frutas y verduras.Mientras selecciono cuidadosamente los productos, no puedo evitar pensar en cómo
AÑOS ATRÁS…Amy Steele y Matt Voelklein se vieron obligados a separarse debido a la división entre sus distintos mundos. Amy, siendo hija de una de las diosas del Olimpo, y Matt, hijo de Hades, estaban destinados a vivir en realidades separadas.El destino los unió en un acogedor café donde Amy trabajaba. En el momento en que Matt la vio, se enamoró perdidamente, y Amy pronto cayó en la tentación de entregarse a él en cuerpo y alma.Decidieron unir sus vidas en matrimonio, comprometiéndose a amarse eternamente. Sin embargo, su amor perfecto se vio eclipsado por su propia herencia: no les estaba permitido estar juntos.El Olimpo y el inframundo de Hades estaban completamente separados, prohibiendo cualquier relación entre ellos para evitar confusiones y conflictos.Por esta razón, a lo largo de los siglos, se dictaminó que el amor entre descendientes del Olimpo e hijos de Hades estaría prohibido.Amy estaba por tener el primer hijo de Matt, el cual resultó ser una niña. Ambos estaban a
Dice que no me recuerda.Me echo a reír en su cara mientras desvío la mirada hacia cualquier punto que no sea ella y su expresión de lástima. Es como si estuvieran jugando conmigo, burlándose a mis espaldas.—¿No se cansan de mentirme? ¿Les divierte? —exclamo, sintiendo la frustración creciendo dentro de mí.Me observan con seriedad, pero no me dejaré persuadir. Sé que soy más fuerte que las caras tristes y las falsedades que intentan imponerme.Camino hacia la puerta de salida del hotel, un nudo apretado en mi pecho. Esta situación me supera, me abruma y me duele en lo más profundo de mi ser.—Esta noche habrá una fiesta de beneficencia en nuestra casa —insiste ella, esta vez con voz más firme—. Tienes que ir, ahora eres parte del hotel y tienes un rol fundamental Alex.Me doy la vuelta.—¡¡¡Por supuesto que iré—me rio—, hay que darle la noticia a todo el mundo de que tuvieron a una bastarda de la cual nunca se han hecho cargo porque estaban demasiados ocupados con él!!!Mi mirada re
Mattia y yo exploramos varias tiendas hasta dar con una que nos cautivara a ambos. Me probé diversos vestidos que me fascinaron, y simplemente al vestir algo más elegante, me sentía como una princesa.El estilo de Persefone me atraía: vestidos largos y blancos que dejaban ver bastante piel, combinados con joyas doradas y cinturones que realzaban la cintura. Incluso cuando recogía su cabello, dejando caer algunos mechones ondulados como si no le importara, le quedaba aún más encantador.Por supuesto, sabía que no podía igualar la belleza de Persefone, pero al menos podía intentarlo. Después de todo, ella fue la mujer que me crió en medio de todo el caos. En cierto modo, era mi única figura materna, mientras ansiaba que la verdadera cruzara la puerta de mi habitación y me dijera que había llegado para llevarme.Después de encontrar el vestido que tanto deseaba, salí de la tienda y me dirigí a donde Mattia estaba escogiendo un traje carísimo con un precio que equivalía al salario de un a
—Bueno, eres valiente y puedes tú solita con Perséfone, adiós—se despide Mattia y antes de que pueda reclamarle ya se ha metido entre los invitados, dirigiéndose a su mesa.Mierda.Dios, me dejó sola en este instante crucial. Siento una mezcla de emociones abrumadoras, entre la desolación y la rabia que bullen en mi interior. Mi mirada busca desesperada un refugio en este lugar abarrotado, evitando a toda costa sentarme en esa mesa que ahora parece un abismo.Todos parecen haberse percatado de mi presencia, sus ojos curiosos posados en mí, como si aguardaran a que decida unirme a ellos.El ambiente del elegante bar para los invitados se vuelve una tentadora escapatoria y estoy a punto de dirigirme hacia allí, cuando una mano morena se aferra con determinación a la mía.Sigo el recorrido desde su brazo hasta su pecho, para encontrarme finalmente con sus ojos de un verde profundo.Tom me observa en silencio, sin soltarme, y siento cómo la sequedad en mi boca se acentúa, nervios que se a
Una ola de remordimiento me invade. Amelia tenía razón, me había comportado pésimamente. Me había olvidado de su presencia por completo mientras bailaba con Tom. Había centrado toda mi atención en él, descuidando a todo lo demás.Salgo del baño y observo la mesa Voelklein a lo lejos. Para mi sorpresa, todos están disfrutando de una animada conversación, riendo y brindando como si estuvieran celebrando en el festín de los dioses del Olimpo.Los comensales en la mesa Voelklein parecen haber emergido de un cuadro mitológico, convertidos en reyes del Olimpo en medio de su corte celestial. Ataviados con trajes elegantes que desprenden un aire de sofisticación divina, su presencia irradia una gracia y esplendor que evoca a los dioses antiguos.Matt Voelklein, con su porte majestuoso, se sienta en el centro como el Zeus de esta reunión, su mirada esbozando un carisma y encanto que rivalizan con el mismísimo rey de los dioses.Entre los comensales, Persefone, ahora reina del inframundo, irrad
A veces el calor de un abrazo tapa las heridas que te puede causar la otra persona.Tom y yo no éramos nada, ni siquiera conocidos. Él no conocía mis mierdas ni yo las suyas. Había sido calentura del momento.Pero por más que se había disculpado conmigo por lo que me soltó la otra vez en mi sala, cuando se me apareció en medio de la noche en esta en un intento de intimidarme porque había amenazado a su madre…yo sentí como sus palabras se clavaron en mi, abrieron una herida que aún seguía latiendo de ardor.Yo era todo y a la vez nada.Todos somos todo y a la vez nada.Las palabras de la hija de Afrodita me recordaron esa noche en la sala. No la había pasado para nada bien. Las palabras de Tom fueron un recordatorio constante de mi baja autoestima.La subasta comenzó con ofertas de vacaciones a varios destinos en el mundo, pero pronto incluyó propiedades y objetos de gran valor. Todos los presentes parecían verdaderamente comprometidos en ayudar a quienes no tenían ni un dólar para com