Dice que no me recuerda.Me echo a reír en su cara mientras desvío la mirada hacia cualquier punto que no sea ella y su expresión de lástima. Es como si estuvieran jugando conmigo, burlándose a mis espaldas.—¿No se cansan de mentirme? ¿Les divierte? —exclamo, sintiendo la frustración creciendo dentro de mí.Me observan con seriedad, pero no me dejaré persuadir. Sé que soy más fuerte que las caras tristes y las falsedades que intentan imponerme.Camino hacia la puerta de salida del hotel, un nudo apretado en mi pecho. Esta situación me supera, me abruma y me duele en lo más profundo de mi ser.—Esta noche habrá una fiesta de beneficencia en nuestra casa —insiste ella, esta vez con voz más firme—. Tienes que ir, ahora eres parte del hotel y tienes un rol fundamental Alex.Me doy la vuelta.—¡¡¡Por supuesto que iré—me rio—, hay que darle la noticia a todo el mundo de que tuvieron a una bastarda de la cual nunca se han hecho cargo porque estaban demasiados ocupados con él!!!Mi mirada re
Mattia y yo exploramos varias tiendas hasta dar con una que nos cautivara a ambos. Me probé diversos vestidos que me fascinaron, y simplemente al vestir algo más elegante, me sentía como una princesa.El estilo de Persefone me atraía: vestidos largos y blancos que dejaban ver bastante piel, combinados con joyas doradas y cinturones que realzaban la cintura. Incluso cuando recogía su cabello, dejando caer algunos mechones ondulados como si no le importara, le quedaba aún más encantador.Por supuesto, sabía que no podía igualar la belleza de Persefone, pero al menos podía intentarlo. Después de todo, ella fue la mujer que me crió en medio de todo el caos. En cierto modo, era mi única figura materna, mientras ansiaba que la verdadera cruzara la puerta de mi habitación y me dijera que había llegado para llevarme.Después de encontrar el vestido que tanto deseaba, salí de la tienda y me dirigí a donde Mattia estaba escogiendo un traje carísimo con un precio que equivalía al salario de un a
—Bueno, eres valiente y puedes tú solita con Perséfone, adiós—se despide Mattia y antes de que pueda reclamarle ya se ha metido entre los invitados, dirigiéndose a su mesa.Mierda.Dios, me dejó sola en este instante crucial. Siento una mezcla de emociones abrumadoras, entre la desolación y la rabia que bullen en mi interior. Mi mirada busca desesperada un refugio en este lugar abarrotado, evitando a toda costa sentarme en esa mesa que ahora parece un abismo.Todos parecen haberse percatado de mi presencia, sus ojos curiosos posados en mí, como si aguardaran a que decida unirme a ellos.El ambiente del elegante bar para los invitados se vuelve una tentadora escapatoria y estoy a punto de dirigirme hacia allí, cuando una mano morena se aferra con determinación a la mía.Sigo el recorrido desde su brazo hasta su pecho, para encontrarme finalmente con sus ojos de un verde profundo.Tom me observa en silencio, sin soltarme, y siento cómo la sequedad en mi boca se acentúa, nervios que se a
Una ola de remordimiento me invade. Amelia tenía razón, me había comportado pésimamente. Me había olvidado de su presencia por completo mientras bailaba con Tom. Había centrado toda mi atención en él, descuidando a todo lo demás.Salgo del baño y observo la mesa Voelklein a lo lejos. Para mi sorpresa, todos están disfrutando de una animada conversación, riendo y brindando como si estuvieran celebrando en el festín de los dioses del Olimpo.Los comensales en la mesa Voelklein parecen haber emergido de un cuadro mitológico, convertidos en reyes del Olimpo en medio de su corte celestial. Ataviados con trajes elegantes que desprenden un aire de sofisticación divina, su presencia irradia una gracia y esplendor que evoca a los dioses antiguos.Matt Voelklein, con su porte majestuoso, se sienta en el centro como el Zeus de esta reunión, su mirada esbozando un carisma y encanto que rivalizan con el mismísimo rey de los dioses.Entre los comensales, Persefone, ahora reina del inframundo, irrad
A veces el calor de un abrazo tapa las heridas que te puede causar la otra persona.Tom y yo no éramos nada, ni siquiera conocidos. Él no conocía mis mierdas ni yo las suyas. Había sido calentura del momento.Pero por más que se había disculpado conmigo por lo que me soltó la otra vez en mi sala, cuando se me apareció en medio de la noche en esta en un intento de intimidarme porque había amenazado a su madre…yo sentí como sus palabras se clavaron en mi, abrieron una herida que aún seguía latiendo de ardor.Yo era todo y a la vez nada.Todos somos todo y a la vez nada.Las palabras de la hija de Afrodita me recordaron esa noche en la sala. No la había pasado para nada bien. Las palabras de Tom fueron un recordatorio constante de mi baja autoestima.La subasta comenzó con ofertas de vacaciones a varios destinos en el mundo, pero pronto incluyó propiedades y objetos de gran valor. Todos los presentes parecían verdaderamente comprometidos en ayudar a quienes no tenían ni un dólar para com
No pensé nunca que un hombre me haría llorar de esta manera.El velo de la noche se mezclaba con la danza sutil de mi fumar, como si cada bocanada de humo tejiera un hechizo que envolvía mis emociones en una penumbra dolorosamente hermosa. Me había escondido un rincón de la casa, en un precioso balcón lejano pero que aún me permitía oír la música de la fiesta.Saber que a partir de ahora lo vería todos los días ya sea en el hotel o con Matt y Amy hacia la cosa más difícil.¿Cómo puedes olvidar a alguien al que ves todos los días? ¿Cómo empezar un contacto cero?—Te enamoraste de él.La voz de Amy Steele me sorprende, provocándome un respingo repentino. Volteo hacia atrás y la descubro adentrándose en el balcón en plena oscuridad de la noche. Su entrada es un despliegue de elegancia envidiable: sus manos entrelazadas reposan con gracia a la altura de su vientre, acariciando la exquisita tela de seda de su vestido azul noche que fluye con la cadencia de sus pasos.—¿Cómo puedes saberlo?
TOM VOELKLEIN.Tom Voelklein, con el peso del arrepentimiento y la sombra de un pasado oscuro, se encontraba corriendo en la pintoresca playa de California, donde el suave susurro de las olas y la brisa marina creaban una sinfonía relajante. Bajo el radiante sol, la arena dorada se extendía hasta donde alcanzaba la vista, un lienzo perfecto para la introspección de Tom.Mientras sus zapatillas dejaban huellas en la arena húmeda, su mente divagaba entre los recuerdos dolorosos y la necesidad de redención. La playa ofrecía un escape, un espacio vasto donde podía liberar las tensiones que lo atormentaban. El sonido rítmico de las olas chocando contra la costa proporcionaba un fondo calmante para sus pensamientos tumultuosos.El horizonte se extendía infinitamente, reflejando la esperanza de un nuevo comienzo. Tom corría con determinación, cada paso resonando con la firmeza de su decisión de cambiar. La brisa salada acariciaba su rostro, llevándose consigo parte de la carga emocional que
En un reducido espacio que apenas supera las dimensiones de mi trasero, la falta de consideración se hace evidente.La iluminación es prácticamente inexistente, limitándose a filtrarse a través de una diminuta ventana resguardada por robustos barrotes. Tom, visiblemente nervioso, deambula de un extremo a otro, devorando sus propias uñas.Mientras tanto, yo permanezco sentada en una cama que carece de la comodidad de un colchón real, sustituido por una estúpida lámina de cartón.—No puedo creer que nos hayan arrestado. —Hundo mi rostro en mis manos, frustrada, y luego lo miro—. ¿En qué estábamos pensando?—¿Te imaginas contarle esto a nuestros futuros hijos?—Dios, Tom, mira en lo que pensabas.—No me atrevo a llamar a mis padres para decirles que paguen la fianza —me confiesa, deteniendo su caminar—. Esto es vergonzoso.Un policía aparece detrás de los barrotes de la celda y nos mira, uniformado hasta los dientes, como si fuéramos criminales.—Tus padres están en camino, muchacho —nos