TOM VOELKLEIN.Tom Voelklein, con el peso del arrepentimiento y la sombra de un pasado oscuro, se encontraba corriendo en la pintoresca playa de California, donde el suave susurro de las olas y la brisa marina creaban una sinfonía relajante. Bajo el radiante sol, la arena dorada se extendía hasta donde alcanzaba la vista, un lienzo perfecto para la introspección de Tom.Mientras sus zapatillas dejaban huellas en la arena húmeda, su mente divagaba entre los recuerdos dolorosos y la necesidad de redención. La playa ofrecía un escape, un espacio vasto donde podía liberar las tensiones que lo atormentaban. El sonido rítmico de las olas chocando contra la costa proporcionaba un fondo calmante para sus pensamientos tumultuosos.El horizonte se extendía infinitamente, reflejando la esperanza de un nuevo comienzo. Tom corría con determinación, cada paso resonando con la firmeza de su decisión de cambiar. La brisa salada acariciaba su rostro, llevándose consigo parte de la carga emocional que
En un reducido espacio que apenas supera las dimensiones de mi trasero, la falta de consideración se hace evidente.La iluminación es prácticamente inexistente, limitándose a filtrarse a través de una diminuta ventana resguardada por robustos barrotes. Tom, visiblemente nervioso, deambula de un extremo a otro, devorando sus propias uñas.Mientras tanto, yo permanezco sentada en una cama que carece de la comodidad de un colchón real, sustituido por una estúpida lámina de cartón.—No puedo creer que nos hayan arrestado. —Hundo mi rostro en mis manos, frustrada, y luego lo miro—. ¿En qué estábamos pensando?—¿Te imaginas contarle esto a nuestros futuros hijos?—Dios, Tom, mira en lo que pensabas.—No me atrevo a llamar a mis padres para decirles que paguen la fianza —me confiesa, deteniendo su caminar—. Esto es vergonzoso.Un policía aparece detrás de los barrotes de la celda y nos mira, uniformado hasta los dientes, como si fuéramos criminales.—Tus padres están en camino, muchacho —nos
Al día siguiente, la verdad se desató como un vendaval en todos los rincones de la red, desde los sitios más respetables hasta los más sensacionalistas.La imagen de Tom y yo, atrapados entre las rocas, se volvió viral, destacando su trasero llamativo y mi presencia que añadía un toque de humillante misterio.Aunque éramos apenas una mancha borrosa en la foto, la situación estaba clara para todos aquellos que disfrutaban invadiendo nuestra privacidad.Las redes sociales se llenaron de comentarios y opiniones, como si las reacciones de los demás pudieran afectarnos de alguna manera. Aunque, en realidad, tratábamos de disimular que no nos importaba.La difusión de la foto de nuestra escapada a la playa no fue lo único. De repente, mi presencia se convirtió en tema de conversación en diversos foros, especulando incluso sobre mi identidad como la presunta hija no reconocida de Matt y Amy. La voracidad mediática no se detuvo ahí; capturaron imágenes mías saliendo del hotel en varias ocasio
Me expuso como las mejores.No sabía si debía ser yo quien pusiera fin a todo, o si dejaba que Tom lo hiciera por mí ahorcándolo.—No estoy enamorada de él —reí nerviosa—. Y gracias a la cena, he perdido el apetito —añadí mientras sujetaba a Mattia del hombro y lo levantaba de su asiento como podía.—Pero yo no he terminado de comer —carraspeó Mattia.—Sí, lo hiciste. Vámonos, ya hemos causado demasiado revuelo hoy —respondí.Una vez en mi habitación (gracias a Amy, parecía una suite presidencial), encendí la luz y Mattia se mostró indiferente.—Al principio tenía muchas ganas de enamorarte para luego asesinarte y escapar victorioso —confesó—, pero me encariñé contigo, Alex, y me disté cuenta de que no eres como esos amos que torturan y humillan. Te convertiste en mi amiga, y sería incapaz de matarte.—¡Lo sé, pedazo de tonto! —grité, sintiendo la vergüenza recorrerme— ¡Le dijiste a Tom que estoy enamorada de él! ¿Te volviste loco?Él se sentó en la cama con una expresión imperturbabl
Tom estaba en lo cierto. A las cinco de la mañana, una horda de individuos robustos, tanto hombres como mujeres con una impresionante constitución física, empezaron a llegar, sin la menor vacilación, a la residencia Voelklein. Invadían la propiedad como si estuvieran reclamando algo que les pertenecía, mostrando una opulencia y desfachatez que incluso los llevaba a tocar los cuadros de incalculable valor pertenecientes a la familia.La ama de llaves se esforzaba por atender a todos, pero la avalancha de visitantes era abrumadora. Mientras tanto, yo me encontraba atrincherada en mi habitación, al borde de sufrir un ataque de pánico ante la inesperada invasión.—¡La ven como un maldito pedazo de carne, Persefone! ¿Por qué no nos advertiste sobre este tipo de ritual estúpido? —Matt Voelklein la confronta mientras ella permanece apoyada en la puerta, sin mostrar ninguna expresión.—Esto no se avisa, ahí radica la tradición —se encoge de hombros—. Solo recházalos, querida, y ya está. Pero
Las hormonas desencadenaban un efecto peligroso al inducirte a cometer acciones impulsadas por la intensidad de las emociones que generaban.Esa comprensión me golpeó al poner un pie en el pasillo, moviéndome con sigilo mientras observaba el bullicio de hombres que aguardaban pacientemente al final. Algunos lucían trajes elegantes, mientras que otros ni siquiera se habían molestado en ponerse una camisa. En el momento en que me vieron (y me maldecí por ello), los ojos de todos brillaron con ansias y expectación.—¡La diosa Alex! —gritaron casi al unísono, y algunos permanecieron callados, simplemente mirándome como si fuese una piedra en bruto.Dios.Eran numerosos y atractivos, pero el solo hecho de que todos estuvieran esperándome allí me abrumaba. Varios de ellos se tomaron la molestia de acercarse a donde yo estaba.—Permíteme cargarte hasta la planta baja —se ofreció uno de cabello rubio, sin camisa. Sin esperar mi respuesta, me agarró entre sus brazos y me levantó como si fuera
ALEX VOELKLEIN.Nunca había soltado tantas carcajadas como esa noche. La noche era perfecta.¿Vieron cuando no hace ni frio ni calor? Bueno, así.Aunque, pensándolo bien, podría atribuirlo también a los efectos embriagadores del vino que fluía sin cesar por mi sistema.Las copas llegaban una tras otra con una insistencia que ahora entendía: buscaban ablandar mis resistencias y convencerme de aceptar la propuesta de ser la futura esposa de alguien.Demoré un poco en captar esa estrategia sutil, y cuando lo hice, ya me encontraba enfundada en un vestido blanco, largo y sugerente, con un escote que rivalizaba con mi propia incredulidad.Sostenía las telas entre mis dedos mientras me mecía, como si el arte del baile fuera una habilidad innata.En mi mente, me transformaba en una hábil bailarina que irradiaba risas contagiosas. Quizás, hasta podría haber pasado por una joven delicada salida de una película de Disney. Sin embargo, al observar a mi alrededor, noté que la mayoría de las mira
Voy tambaleándome como puedo por la casa en busca de Mattia. Debo concentrarme para llegar hasta él y averiguar qué quiere, aunque no estoy segura de poder encontrarlo entre tanta gente estando ebria. Todo da vueltas, siento que estoy separada de mi cuerpo y este se mueve automáticamente.La fiesta continúa, la casa es un completo desastre y temo que mañana esto podría empeorar, ya que la celebración durará unos tres días. Maldición.Es increíble que todos estos hijos de dioses estén aquí por mí. Si tan solo supieran que están perdiendo el tiempo, ya que no pienso casarme con ninguno de ellos.¿Qué pasaría si alguien tomara mi mano? ¿Seguiría estando en la tierra o automáticamente me trasladaría al Olimpo? Soy demasiado joven para morir. Porque vivir en el Olimpo es morir. Pero estar en el Inframundo es vivir. Bueno, ya estoy pensando estupideces.Con pasos tambaleantes, llego a las escaleras y me aferro al barandal como única tabla de salvación. Subir el primer escalón me resulta una