Mi intención era saber sobre los sentimientos de Jefersson y tratar de encontrar una solución a sus pesares, conseguir que recupere la fe, el entusiasmo y nuevamente sienta deseos de vivir y no de matarse o estar amenazando con hacerlo. Yo sabía que él era un empresario exitoso y por tanto hecho para los desafíos, entonces debía rescatar esos sentimientos de "puedo hacerlo" que permanecían ocultos en el interior de su alma, escondidos en algún rincón entre sombras de sus sentimientos. Yo había explorado sus miedos, sus temores, su forma de ser tan taciturna y apagada, su frustración por no poder concebir hijos y hasta su malhumor y las intenciones de matarse, para dejar de sufrir, sin embargo no había explorado sobre lo más profundo de su alma, si es que era capaz de amar, otra vez, como lo había hecho en su anterior relación, qué tan lastimado se encontraba, si tenía fijación en alguna otra mujer o si deseaba reanudar una vida sentimental acompañado de una persona distinta que lo
Estaba tan dolida, sentía mi corazón hecho añicos, me encontraba desalentada y humillada, vencida por mi propio orgullo, que esa noche me la pasé llorando y escribiendo poemas para el poemario que me había pedido Antonella, sumida en el llanto, gimoteando como una adolescente. Ella me había seguido insistiendo en que complete las 200 poesías y que estaba muy entusiasmada con mi trabajo. Yo tenía algunos garabatos en un cuaderno y con los que me fui inspirado por la decepción, fui completando lo que ella me pedía para el libro. -Ya tengo casi todos los poemas listos, me faltaban unos cuantos-, le escribí a su móvil. -Mándame uno, me muero de ganas de leerlos-, estaba ella muy entusiasmada. Elegí al azar, "Tuya", que en realidad era un canto a Marcus, una confesión de lo que sentía, a ese dolor que tenía clavada como una daga abriéndome el busto. -Soy solo tuya, la sombra que te acompaña y el viento que sutil te acaricia. Eres el dueño de mis labios y de los latido
-Wow, tú sí que estás enamorada-, me dijo extasiada Antonella. Era obvio que las llamas se habían encendido en sus entrañas y se sentía sexy y sensual. Los poemas habían motivado su máxima feminidad. Eso saltaba a la vista pues hasta sus pechos parecían globos emancipados en su blusa. -¿Te gustan?-, yo estaba muy entusiasmada por la euforia de ella. -Me encantan, ¿a quién le cantas?-, se interesó Antonella. -A un hombre que me decepcionó-, le confesé. -Vaya sí que es un tonto, fallarle a una mujer tan hermosa, bellísima como tú, y tan romántica, con un corazón muy amoroso-, me elogió la editorial. -¿Cuál te gusta?-, yo me sentía en la gloria. -"Bandida", me ha impactado-, me dijo. De pronto Antonella se puso de pie, jaló su minifalda, se soltó los pelos, se sacó los lentes y comenzó a recitar igual si fuera una mujer muy sufrida, haciendo gestos, declamando como si de repente estuviera delante de un selecto auditorio. -Esta noche asaltaré tu corazón convertida en
Julissa había dejado a su esposo y se alojó, de repente, a la casa de Marcus Green. Eso me lo dijo Marcia. Me llamó llorando una noche que tenía turno de madrugada en la clínica. Yo tomaba un café muy caliente y comía galletitas porque hacía mucho frío, cuando mi móvil empezó a timbrar iracundo y en forma reiterada. -¿Qué pasa, Marcia?-, me alarmé. Ella estaba llorando a gritos. -La amante de Marcus se ha mudado a la casa, está viviendo con él-, le entendí en medio de sus sollozos., Fue difícil porque ella no dejaba de chillar. Estaba demasiado dolida y afectada. -¿Qué ha dicho la mamá de Marcus?-, me alarmé. Ella se fue a Londres, abandonó la casa-, me contó en medio de su llanto. Eso no lo sabía. La madre de Marcus había hablado, hacía apenas dos días con Brown y le informó que su deseo era que su hijo continúe el tratamiento y las terapias para sacarse esa absurda idea de que provenía del siglo XVIII y que le impedía desenvolverse como una persona normal. -Marcus ya e
Llamé a Doris. Ella también estaba llorando. -Doctora, no deseo hablar, discúlpeme-, me dijo, sollozando. -Hablé con Marcia, me contó todo, que Julissa está viviendo con Marcus-, intenté ser diplomática y no herirla. -Yo también he dejado la casa, doctora, me voy a otra ciudad, donde mis padres, el joven Green me ha significado una gran decepción, estaba segura de que yo era su gran amor, nos amamos mucho a escondidas, en secreto, e imaginaba que tarde o temprano íbamos a consolidar nuestra relación, pero, ya ve, él eligió a esa mujerzuela-, me enfatizó y colgó porque no quería hablar más, estaba demasiado dolida. Supuse que todas las mujeres de la vecindad habían sufrido el mismo shock. No eran pocas mujeres tampoco. Todo el barrio seguramente estaba convulsionado y el hecho de que Julissa estaba viviendo, ahora, en casa de Marcus Green. Y, además, eso no le hacía nadita de gracia al marido celoso, por más que ella le haya dicho a Marcia que abandonó a su esposo. Por lo p
Decidí irme a toda prisa, huyendo de la casa de Green, cuando justo, de repente, en ese mismo instante, la puerta de la mansión se abrió. Marcus se alzó en las sombras. -¿Doctora?-, me preguntó sorprendido. Él estaba con el torso desnudo y la parte de abajo la había envuelto en una toalla. Me volví con mis ojos encharcados en lágrimas, apretando los puños y haciendo denodados esfuerzos por no llorar. -Estás obrando mal, Marcus-, fue lo que balbuceé hecha una tonta. Él acomodó mis pelos y eso hizo que de mis entrañas se encendieran largas lenguas de fuego, incinerándome en un santiamén. -Amo a Julissa, la amo con todas las fuerzas de mi corazón, solo me interesa ella, doctora-, fue él muy cruel conmigo. -Lo nuestro era tan lindo, Marcus-, mis lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas, mordí mis labios para no seguir llorando. -Siempre la recordaré, doctora, fue usted tan maravillosa y gentil conmigo-, continuó martillándome sin piedad. Yo ya lloraba a gritos. -Ha
Karlson hizo un mal trabajo, también, en triaje. Los doctores se quejaban porque derivaba a los pacientes a tropel, a cualquier consultorio, sin importarle las especializaciones, sin entender qué es lo que les afectaba, sin hacer cuadros clínicos ni apuntar las referencias que se requerían para su atención y terapias. Brown lo sabía, pero él quería llevar la fiesta en paz y les pidió a sus otros galenos paciencia, turnarse y hacerse enroques en los casos que no les correspondía porque, al final de cuentas, los pacientes no tenían la culpa de la ineptitud de Karlson. Y Karlson era ambicioso. Por eso se enredó con los sicarios que querían eliminar a Trevor. No fue difícil contactarlo. Karlson tenía mala fama, era conocido en el mundo del hampa, vendía medicinas en el mercado negro, sobre todo aquellas que requerían de recetas y que eran importadas de otros países. Las vendía a precios exorbitantes, pero los revendedores hacían su agosto porque eran fármacos cotizados y muy reclamados
Antes de terminar mi turno, ya bien tarde, muy de noche, hice una inspección a todos los pacientes internos en la clínica, constatando si estaban acostados, ya durmiendo y sin novedades, y al final de mi ronda, encontré a Frederick Hughes, muy afanoso, seleccionado sus mejores trabajos para la exposición que le había anunciado Katty y que se haría en una galería exclusiva en donde se habían presentando los mejores artistas del país y muchísimos renombrados artistas del mundo. Tenía ya casi trescientos pinturas pero solo podía exponer cien debido al espacio de las paredes donde se colgaban las obras. No sabía cuál escoger, tampoco porque todas le parecían "menos malitas" y no quería defraudar, tampoco, a su enamorada. Él deseaba muchos aplausos, reconocimientos, loas y que Woodward se sienta orgullosa de él. Por eso estaba muy hacendoso, revisando una y otra vez sus trabajos. A mí también todas sus obras me parecían maravillosas, elegantes, bien pinceladas, muy artísticas.. -Yo