Capítulo 97

-Ese tipo estacionó su carro donde no debía y me insultó, él es el culpable de todo-, decía muy alterado mi padre lazando puñetazos al aire, rebuznando como un rinoceronte furioso. Intenté calmarlo, pero él era un barril de pólvora a punto de hacer explosión. Los policías querían llevarlo detenido. -Ese tipo fue el que inició la pelea-, reclamé, también colérica defendiendo a mi padre. Los vecinos me estimaban mucho, sabían que yo era doctora, que ayudaba a pacientes con problemas graves, y se pusieron de mi lado. -Es verdad, allí está el carro, frente a la cochera de los Povilaityté. El señor vende periódicos, es un hombre honrado y bueno, él es picapleitos, al otro llévenselo detenido-, dijeron a una voz a los vecinos. Eso me alegró y emocionó mucho. No éramos parias, después de todo.

El sujeto tuvo que irse humillado. Los policías sin embargo recomendaron a mi padre ser menos violento.

-Ay papá, ya no sé qué hacer contigo-, me molesté con él. Mi padre regaló pegatinas y revi
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