Capítulo 99

Estaba tan dolida, sentía mi corazón hecho añicos, me encontraba desalentada y humillada, vencida por mi propio orgullo, que esa noche me la pasé llorando y escribiendo poemas para el poemario que me había pedido Antonella, sumida en el llanto, gimoteando como una adolescente. Ella me había seguido insistiendo en que complete las 200 poesías y que estaba muy entusiasmada con mi trabajo. Yo tenía algunos garabatos en un cuaderno y con los que me fui inspirado por la decepción, fui completando lo que ella me pedía para el libro.

-Ya tengo casi todos los poemas listos, me faltaban unos cuantos-, le escribí a su móvil.

-Mándame uno, me muero de ganas de leerlos-, estaba ella muy entusiasmada.

Elegí al azar, "Tuya", que en realidad era un canto a Marcus, una confesión de lo que sentía, a ese dolor que tenía clavada como una daga abriéndome el busto.

-Soy solo tuya,

la sombra

que te acompaña

y el viento que sutil te acaricia.

Eres el dueño

de mis labios

y de los latido
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