Karlson hizo un mal trabajo, también, en triaje. Los doctores se quejaban porque derivaba a los pacientes a tropel, a cualquier consultorio, sin importarle las especializaciones, sin entender qué es lo que les afectaba, sin hacer cuadros clínicos ni apuntar las referencias que se requerían para su atención y terapias. Brown lo sabía, pero él quería llevar la fiesta en paz y les pidió a sus otros galenos paciencia, turnarse y hacerse enroques en los casos que no les correspondía porque, al final de cuentas, los pacientes no tenían la culpa de la ineptitud de Karlson. Y Karlson era ambicioso. Por eso se enredó con los sicarios que querían eliminar a Trevor. No fue difícil contactarlo. Karlson tenía mala fama, era conocido en el mundo del hampa, vendía medicinas en el mercado negro, sobre todo aquellas que requerían de recetas y que eran importadas de otros países. Las vendía a precios exorbitantes, pero los revendedores hacían su agosto porque eran fármacos cotizados y muy reclamados
Antes de terminar mi turno, ya bien tarde, muy de noche, hice una inspección a todos los pacientes internos en la clínica, constatando si estaban acostados, ya durmiendo y sin novedades, y al final de mi ronda, encontré a Frederick Hughes, muy afanoso, seleccionado sus mejores trabajos para la exposición que le había anunciado Katty y que se haría en una galería exclusiva en donde se habían presentando los mejores artistas del país y muchísimos renombrados artistas del mundo. Tenía ya casi trescientos pinturas pero solo podía exponer cien debido al espacio de las paredes donde se colgaban las obras. No sabía cuál escoger, tampoco porque todas le parecían "menos malitas" y no quería defraudar, tampoco, a su enamorada. Él deseaba muchos aplausos, reconocimientos, loas y que Woodward se sienta orgullosa de él. Por eso estaba muy hacendoso, revisando una y otra vez sus trabajos. A mí también todas sus obras me parecían maravillosas, elegantes, bien pinceladas, muy artísticas.. -Yo
El ataque que había coordinado Karlson con los sicarios para matar a Trevor y matarme a mí, fue de madrugada que era la hora propicia porque la vigilancia era menor, no había ningún movimiento en la clínica, los internos se encontraban acostados, solo estaba el personal de turno y en emergencia, las calles de la ciudad permanecían desiertas y había la seguridad en los sicarios de que Trevor y yo estaríamos desprevenidos y podrían abatirnos sin ninguna dificultad. Yo hice ese turno. Karlson sabía que el doctor Ferro, quien hacía el horario de las noches, celebraba su cumpleaños y por ende pedía permiso a Brown, para no laborar. Eso ocurría todos los años y como yo era la encargada de reemplazar los descansos, me correspondía suplirlo. Para mí no era problema. Me gustaba ese horario nocturno porque era muy tranquilo, con contadas emergencias, me permitía leer algunos libros valiosos que había en la biblioteca de la clínica, departía con los enfermeros de turno, con los miembros de la
Luego del recorrido por las habitaciones y constatar que todo se encontraba en orden, reinaba la normalidad y los pacientes estaban bien, fui a mi consultorio a revisar las historias clínicas y navegar un poco por el internet. -Me informas cualquier emergencia, Harry-, le pedí al enfermero que se hallaba a cargo de la recepción. -Es una madrugada tranquila, doctora, no creo que se presente nadie-,se mantenía optimista Harry. También bebía una gran taza de café y mordía un pan untado con mucha mantequilla como a él le gustaba. Abrí mi laptop y me puse a buscar informaciones recientes de psiquiatría cuando Brown me llamó. Trataba de mantenerse calmo sin embargo descubrí que estaba bastante nervioso y tragaba mucha saliva. -No te alarmes, Andrea, pero los sicarios van a atacar la clínica-, me dijo con la voz trémula intentando mantenerse sereno. Me alcé asustada. -¿Qué dices?-, desorbité los ojos aterrada. -Te pedí que no te alarmes, todo está controlado. La policía se encu
Jefersson Wait recibió el alta un jueves por la mañana. ya lo había evaluado en forma intensa una semana entera, haciéndole numerosos test y le insistí mucho en las terapias. No solo ello, todos esos días se había reintegrado a su trabajo, reasumió sus negocios y se reencontró con su personal, sus empleados y por supuesto con Mary. Trabajaba todo el día y retornaba en las noches a dormir en la clínica. Yo lo esperaba, incluso fuera de mi horario, para saber cómo había estado, sus reacciones, si estaba deprimido o desalentado pero al contrario siempre llegaba hecho una fiesta, muy efusivo y me hablaba de que había cerrado importantes transacciones y que su empresa había vuelto a flote. Eso me daba gusto. Ese mismo día que le di de alta a Wait, satisfecha de sus progresos, Mary le confesó sus sentimientos. Ella misma me lo contó cuando tomábamos desayuno en un restaurante a pocos metros de la oficina de Jefersson. -Él como siempre llegó al trabajo preocupado por los negocios, i
Cuando llegué a la casa, encontré a mi padre abriendo su puesto de periódicos. Él me vio llegar asustada y empalidecida. -¿Qué pasa hija?, se extrañó con mi semblante, ¿tuviste problemas en la clínica?- -No, nada, papá, todo bien-, le dije y entré de prisa a la casa. Quería olvidar todo, la balacera, los intentos de Karlson de matarme y ahora la aparición intempestiva de Ferdinand. Era como si me hubiera atrapado un remolino donde no podía escapar ni salir a flote. Ferdinand llegó una horas después a la casa. Harry, el encargado de la recepción en la noche, le dio mi dirección. Ferdinand le dijo que era mi primo que había llegado de Alemania y quería darme una sorpresa y lo convenció fácilmente. -¡¡Andrea!! ¡¡He venido por ti!!-, gritó alertando a todos los vecinos. Mi padre había terminado de ordenar los diarios y las revistas y se sorprendió con la intempestiva aparición de mi ex enamorado. Él no conocía a Ferdinand. Yo no se lo había presentado nunca y nuestra relación f
La exposición de los trabajos, dibujos y obras de Hughes se haría en un museo exclusivo de la ciudad. La revista de Woodward había promocionado el evento y también se publicitó en las páginas webs dedicadas al arte. Todos los gastos corrieron a cargo de Tadeus Howard. Él, como siempre, muy generoso, atendió los ruegos de Katty. -Si es paciente de mi amigo, el doctor Brown, no hay problema, yo lo pago todo-, le dijo a Katty. Yo estaba muy emocionada y aún más agradecida con aquel millonario tan noble y generoso que se portaba tan de maravillas con la clínica. Muchas personalidades vinculadas al mundo del óleo y los pinceles, habían confirmado su asistencia y según Katty, habría un centenar de invitados, entre ellos autoridades de la ciudad. Yo estaba más nerviosa que Frederick, temblaba incluso. Me puse un vestido verde Nilo, muy entallado, con un escote discreto, zapatos blancos abiertos, con tacto catorce para verme enorme, pantimedias, me solté mis pelos, me colgué unos pend
Llegamos en mi carro, justo a tiempo. Katty estaba hermosísima con un vestido largo, ceñido, oscuro, con guantes y tenía sus pelos sobre los hombros. Le dio un gran besote en la boca a Frederick y me dijo que ya había mucha gente esperando para que se abran las puertas. -Han venido muchos periodistas, harán videos para las redes y estarás en la televisión-, le fue contando ella a Hughes. Yo me apuraba en quitarle las pelusitas al saco de Frederick. La idea era abrir, primero, las puertas del museo, para que todos admiren los trabajos de Hughes, y luego Katty haría la presentación oficial. Así, a las siete, en punto, se inició la exposición. Todo el gentío ingresó a la sala, desatando una intensa vocinglería. Ya se imaginarán. Yo me comía las uñas de la angustia intentando saber qué pasaba. Escuchaba los murmullos de la gente, muchos "ohhhhhhhhhh" de admiración y barullos de aprobación. Luego, a las siete y treinta, Woodward, entró a la sala. -Su atención, por favor, todas e