Recién me daba cuenta por qué Leonela había roto con su anterior enamorado y decía que era demasiado tímido y poco audaz. Y es que a ella, a mi amiga, le encantaba la adrenalina, el suspenso, lo prohibido o lo ignoto y el otro chico resultaba apático en todos esos gustos a lo desconocido de Leonela. Y "Flecha" por lo mismo, el tratarse de un hombre desconocido, del que no teníamos ninguna referencia, tan solo sus poemas, le resultaba súper atractivo. Leonela me contó que se sentía muy atraída a "Flecha" porque simplemente le era extraño. A ella, desde pequeña le gustaba todo lo que era diferente, diferente, raro o extravagante. Y además mi amiga era bastante coqueta, demasiado diría yo. Siempre quería impactar a los hombres con su encanto, su mirada, su sonrisita, con su cuerpo bien pincelado, sus curvas bien pronunciadas y era amante de ponerse minifaldas, leggins o jean muy pegados que resaltaban todos las maravillas que la diosa naturaleza le había prodigado y que eran, en honor
Hughes estaba impaciente. Me esperaba muy nervioso en el comedor dando vueltas sin cesar. Estrujaba una revista que sostenía entre sus manos y su corazón tamborileaba de prisa en el pecho. Se empinaba para verme llegar y al no hacerlo, él se desilusionaba y volvía a pasearse por entre las mesas, inquietando a los otros pacientes que almorzaban en las mesas. Los enfermeros no adivinaban por qué estaba Frederick estaba tan impaciente. Apenas llegué a la clínica y marqué mi tarjeta, iniciando mi turno, ésta vez de tarde, Gladys me dijo que Hughes había estado preguntando por mí y que me aguardaba en el comedor y que se encontraba súper nervioso. Corrí apurada a mi consultorio, colgué mi cartera en la percha, me puse mi mandil y fui de inmediato al comedor. Allí, en efecto, estaba Frederick. Iluminó su rostro cuando me vio. -¡¡¡Doctora Andrea!!!-, exclamó, incluso bastante efusivo, haciendo brillar sus ojos. Me tomó de la mano y me llevó junto a una mesa, jaló dos sillas y cuando ya
El viernes que me tocó turno noche, luego de hacer un recorrido viendo a los pacientes, chequeando si habían tomado sus medicinas y estaban acostados, encontré a Hughes cuando estaba terminando un dibujo. Aún estaba en lápiz y el él daba muy animoso los últimos toques antes de pasarle colores. -¿Aún dibujando, Frederick?-, me interesé. Él levantó la mirada y mordió los labios. -Es un retrato muy especial, doctora-, me dijo. Me aupé para tratar de verlo. Era una mujer hermosa, destellante y brillante de mirada hipnótica y sugestiva. No podía ser yo porque sus pelos eran negros al igual que los ojos, tampoco Jessica ni Brenda. -¿Quién es?-, me dejé vencer por la curiosidad. -Es Katty, la periodista-, me dijo él, al fin. Me pareció un bonito detalle. -¿Se lo vas a regalar?-, le pregunté. -Sí, el lunes es su cumpleaños-, se emocionó Frederick aún más. Wow qué bonito regalo. Ningún enamorado mío me había hecho un regalo así, de un retrato tan lindo, emotivo, sugestivo, impecable
Antonio nos sirvió los menú. Katty nos contó sus aventuras periodísticas, sus entrevistas, en su móvil nos mostró sus fotos con grandes artistas, había estado en Louvré, Del Prado, Rijksmuseum, Acrópolis y Gemäldegalerie entre tantísimos otros lugares históricos y museos de mucha fama. Estuvimos creo, tres horas departiendo, hablando y haciendo chistes. A ella no le importaba el tiempo. La llamaban de la revista y le decían que tenía un reportaje en tal o cual sitio y Katty solo decía "ya", y seguía hablando y hablando, entusiasmada, sin dejar de contemplar los ojos de Hughes. -Eres un hombre muy tierno, Frederick-, le dijo ella cuando, finalmente, se despidió. Ella se puso de pie, jaló su falda, arregló sus pelos y acercó su mejilla para Hughes la bese. Él, sin embargo, estaba entre maravillado y dubitativo. Se balanceaba en la duda. -Usted es muy encantadora, Katty-, le dijo después de un rato, Frederick y de repente él ¡pum! la besó a ella en la boca. Ya se imaginarán,
Yo estaba a cargo de la clínica porque Brown había viajado a otra ciudad para participar en una conferencia muy importante con galenos y especialistas de todo el mundo. Le pedí a Jessica que me reemplace y fui en mi auto a toda prisa a la casa de Marcus. Bajé apurada del carro. Marcia me esperaba en la puerta. -Creo que se han ido a un hotel escondido en los suburbios-, me detalló. Conocía ese alojamiento. Volví a mi carro y recorrí a toda prisa la avenida, hasta aquel hotelucho escondido en medio de árboles tupidos, arbustos crecidos y muchas sombras haciéndolo oculto y discreto. El dependiente me miró con cara de pocos amigos. -¿Quiere un cuarto?-, me dijo mirándome de pies a cabeza. -Estoy buscando a un amigo, se llama Marcus Green-, le dije. Yo tenía la cara duchada de sudor, mi corazón latía de prisa en el busto y sentía truenos y relámpagos estallando en mi cabeza. Las piernas se me doblaban. -Lo siento, este hotel respeta la intimidad y privacidad de nuestros huéspedes-,
Leonela estaba demasiado nerviosa. Llegó por la mañana a mi casa. Desayunó con mis padres y con Jovana porque yo había tenido turno toda la madrugada. Descansaría todo el fin de semana, por lo que queríamos aprovechar para concretar la cita con el tal "Flecha". El romance entre el poeta y mi amiga había seguido y se mandaban incluso poemitas muy picantes a sus respectivas cuentas personales. Yo, en realidad, me suponía eso porque a mí ya nadie escribía, menos, por supuesto, "Flecha" je. ¡¡¡Todos me ignoraban, ahora!!! Había dejado de publicar poemas también. Mi fanatismo por Marcus acaparaba mis pensamientos y tenía bastante trabajo en la clínica. Mi nueva preocupación se llama Jefersson Wait que aunque estaba respondiendo muy bien a las terapias, temía que pudiera tener otro arrebato y ésta vez consumar sus tendencias suicidas. Llegué a la casa cerca de las nueve mañana muy cansada, despeinada, ojerosa, bostezando y con mis zapatos en las manos porque mis piecitos hacían bum bu
El domingo me dediqué a poner muy hermosa a mi amiga. Le peiné la cabellera a Leonela y la maquillé bien, le puse sombras en sus ojitos y me preocupé en pintarle las uñitas y los labios para que se vea súper sexy y cautivante. Al final Leonela lucía bellísima y estaba plenamente segura que el tal "Flecha" caería rendido a sus pies. Le presté uno de mis vestidos. Ella había traído solo ropa casual. -Es una cita especial, tonta, es mejor que lleves un vestido elegante, sensual, entallado, que resalte tu belleza-, le reclamé. Elegí uno violeta con poco escote y apropiado para una velada formal como la que iba a tener mi amiga en un restaurante exclusivo. Llevaría además zapatos blancos abiertos, pantimedias y una cartera de mano. Le presté, también mis pendientes de aros para que luzca bastante coqueta. Al final, Leonela quedó convertida en una reina de belleza. La cita era a las 7 de la noche, así es que llegamos cinco minutos más tarde porque queríamos ver primero al tal "Flecha"
"Flecha" trajo de regreso a mi casa a Leonela pasadas las dos de la mañana, no tuve que ir a recogerla. Ella ye me había enviado un mensaje de texto informándome que Claudio, así se llamaba el tal "Flecha", estaba con su carro y que la llevaría a la casa, que no me preocupara, sin embargo la esperé en vela, nerviosa e impaciente. Los vi llegar en un auto muy elegante, moderno, aerodinámico, corrí y abrí la puerta, pero no salí, me escondí detrás de las cortinas de la ventana. Él era bastante alto, buen mozo, de excelente porte, parecía un deportista, muy sobrio y elegante, pulcro en su manera en que caminaba junto a mi amiga, hablándole y riéndole, seguro diciéndole que la habían pasado muy bien. La acompañó hasta la entrada y cuando finalmente se despidieron, la besó tiernamente en la boca. Debió ser muy excitante porque mi amiga cerró los ojos, se estremeció y hasta levantó un pie extasiada. Yo trataba de ver pero me era difícil. Luego Claudio subió a su carro y se marchó igual c