Capítulo 16

Le serví un café humeante a Rosemary, la paciente que había perdido el habla después de ver morir a su marido atacado por un puma. Su hija me dijo que ella había estado muy pensativa en esos últimos días, sin llorar ni con la mirada hundida, sino, por el contrario, era como si intentara hilvanar ideas, recuerdos e imágenes, es lo que le parecía a su hija. Nos dejó solas mientras ella almorzaba. La chica recién había venido de la escuela cuando me encontró en la puerta esperando, preparada para la terapia. Yo había llevado mi laptop y un usb con música agradable, pensando en que podía emocionarla con algunas melodías muy apacibles y románticas pues, mi intención, era forzar sus recuerdos y volver a prender los sentimientos en su alma alicaída.

-¿A qué se dedicaba tu marido?-, le pregunté entonces a Rosemary. Ella no me contestó ni tomó el café que le acomodé en una mesita. Seguía, en efecto, con la mirada perdida, extraviada, seguramente, en imágenes que bailoteaban en sus pensa
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