Quería saber quién era Patricia. Ella aparecía apenas en la biografía de Marcus Green, el que murió en 1727, en un duelo de florete. En los datos del misterioso y enigmático poeta mencionaba, en efecto, que había estado casado "con una aristocrática dama escocesa" pero no se refería a hijos, tampoco mencionaba qué fue de la suerte de ella si, como dijo mi paciente, había quedado viuda. Lo que me sorprendía es que Patricia haya soportado tantas mujeres en la vida del poeta, manteniéndose fiel hasta el último instante de su vida. Un poema de Marcos me llamó la atención. Se llamaba "Infinito" y como sus otros versos, estos eran también sugerentes y audaces. -Pasemos esta noche durmiendo desnudos en la luna rodeados de los fulgores de nuestras carnes compitiendo con luceros y estrellas. Dejemos que los cometas nos besen, nos den su calor y los planetas nos abriguen colmándonos de caricias con sus colores y encantos. Hagamos de la galaxia nuestro nido de amor e
Empecé a sospechar de Davids. No solo era un mal médico, a quien no le interesaban los pacientes, sino que estaba segura que traficaba con las medicinas y que pertenecía a una mafia que vendía los costosos fármacos a gente inescrupulosa. Hablé con Brown sobre eso. -A mí tampoco me gusta ese sujeto-, me dio la razón Brown con el rostro ajado. -Karlson es su cómplice-, especulé. -Bueno, eso no sabemos, pero estaré atento. Hablaré con seguridad. La medicina es muy delicada-, suspiró Brown preocupado.***** Brown descubrió que Davids tenía muchos ingresos al depósito de las medicinas. Revisó los videos de las cámaras de vigilancia y vio que siempre salía del sótano con muchas cajas que llevaba hasta la salida. Lo llamó a su móvil y le preguntó qué medicinas se llevaba y si es que estaban autorizadas. -Es para el paciente Hughes. Es un caso complicado, pero mejorará con mi tratamiento, está basado en calmantes, está dando muchos resultados, ha dejado de delirar-, le decía Davids co
Brenda entró de prisa a mi consultorio. -Andrea, debes tener cuidado, Davids se marchó de la clínica y dijo a los cuatro vientos que "le romperé la cabeza a patadas a Povilaityté" y agregó que esto no se iba a quedar así y que la pagarás muy caro-, estaba ella aterrada. No lo voy a negar, tuve miedo. Esa tarde, después de cumplir con mi turno, cuando salí de la clínica, me fui corriendo a mi auto, puse el seguro y escapé de prisa del estacionamiento, chirriando las llantas, asustando a los vigilantes. Estaba segura que Davids me iba a atacar en cualquier momento y por sorpresa. Me aboqué a mi nuevo caso. La paciente Mary no estaba tan mal como suponía Karlson. Ella arrastraba un horrible trauma de adolescente, cuando presenció un terrible accidente automovilístico con dos autos estrellándose y siendo, luego, los carros, pasto de las llamas. En medio de ese horripilante dibujo, en el fuego, pintada por el humo, emergió una figura fantasmagórica y horripilante que pensó era
Y fue que Davids, efectivamente, me atacó en busca de vengar la afrenta de haber sido mejor que él y cobrarme de que lo echaran de la clínica, bastante tiempo después de aquel incidente. Yo no lo esperaba e incluso había bajado la guardia. Ya me había olvidado por completo de sus amenazas y estaba abocada a la atención de mis pacientes. Ese jueves, como todas las tardes, habíamos sacado a los pacientes de sus habitaciones para que caminen un poco por los jardines, se distraigan, conversen, se relajen y se diviertan. Yo estaba con Hughes y le contaba algunas tradiciones de Lituania, de su música, de sus comidas, cuando de repente se apareció Davids con un enorme cuchillo de cocina, echando humo de las narices y con los ojos inyectados de rabia. Se había infiltrado a la clínica por el patio posterior de la clínica y se metió aprovechando que la lavandería estaba desierta a esa hora. -¿Pensaste que me había olvidado de ti, perra?-, dijo amenazante Davids, haciendo blandi
Me entusiasmaba mucho el portal de poemas en la que ya venía recibiendo miles de likes de los poemitas que a veces escribía, con comentarios, críticas, mofas y también loas y ánimos que me daban para que siga escribiendo. Eso me emocionaba bastante y me motivaba a seguir garabateando versos sencillos, cantándole al amor y a los hombres, je je je. Uno de los internautas, incluso, me proclamó como la poetisa del siglo XXI. Me dio bastante risa pero también lo sentí como sui hubiera recibido un diploma al mérito. Por lo menos mis poesías conmovían a la audiencia, me decía animosa y afanosa, a la vez por mi repentino éxito. Así, con mi ego al tope, sintiéndome una gran literata, escribí un nuevo poema, el que hice pensando mucho en Marcus Green. En realidad, lo había garabateado toda la noche, imaginando sus besos y caricias de él, excitada y extasiada al máximo. Le puse "Estando contigo". Eran versos tiernos, con mucho sentimiento, algo espontáneo que me brotó del corazón pensa
Justo timbró mi móvil. Era Mercedes Green, la mamá de Marcus. Me invitó muy solemne y ceremoniosa para tomar el té de las tres como se estila en Escocia. -Mi hijo me insistió mucho para que vinieras-, me dijo subrayando sus palabras como lo hacía ella siempre. Me duché y me arreglé bien, dejé mis pelos sueltos, me puse un jean muy pegadito, botines vaqueros con flecos y una blusa floreada verde. Me colgué además una canasta. No esperaba hacer apuntes, simplemente quería departir con los Green y pasarla bien a su lado. Fui en mi carro y el valet me hizo pasar hasta la puerta de la casa. Los perros al principio me ladraron, pero después me hicieron fiesta, saltando, moviendo las colas, y lanzándose de pancitas. -Ya mis niños, también me alegra verlos-, les decía contenta mientras ellos me llenaban de saliva toda la cara. Marcia me esperaba, como siempre, sonriente, con la puerta abierta. -La señora Green y el joven Marcus la esperan en la estancia-, me dijo muy efusiva. La verda
Cuando llegué a la casa, encontré que habían muchos mensajes de "Flecha" en mi laptop. Me había hecho un poema, incluso, y esperaba respuestas y comentarios míos. Me lancé a la cama y leí los versos. La poesía se llamaba "Amarnos". Me pareció linda. -No digas nada, solo quiero probar tus besos y enredarme en el rubio de tus pelos. No hablemos, solo deseo prender tus ansias y arder como un bonzo en tus llamas. No perdamos tiempo, solo entreguémonos en el encanto de nuestros cuerpos desnudos. No hagamos otra cosa, que amarnos y disfrutar de nuestros besos y caricias y toda nuestra erótica pasión- Ayyyy, suspiré encantada, tirada sobre mis almohadas, golpeando, febril mis rodillas, jalando mi pelo, mi corazón repicando como campanadas dentro de mi pecho y pensando en los ojos radiantes y hermosos de Marcus Green. -Acaso él me hubiera cantado esos versos-, me dije, incluso, sumida en la excitación y el fuego chisporroteando por todos mis poros. En mi emoción
-Me gusta cómo ha venido tratando a Peña-, me dio alcance el doctor Brown cuando me dirigía donde un paciente que tenía muchas dificultades para hablar. Pese a que no presentaba problemas de dientes o encillas o de las cuerdas vocales, se enredaba demasiado, hilvanaba mal las frases y finalmente no se le entendía nada lo que decía. Ya llevaba tres años emitiendo tan solo en sonidos guturales. Para él su forma de hablar era normal incluso estaba seguro que se hacía entender y hasta charlaba animadamente, riendo y contando chistes que, obviamente, nadie entendía. -Son casos que requieren paciencia y calidez, nada conseguimos medicando a los pacientes, es simplemente dilatar los problemas y no solucionarlos-, le dije riendo coqueta a Brown por sus elogios. Brown sabía que era la oportunidad para una cita. Lo leí en sus ojos. -Los dos estamos libres el viernes, Andrea, ¿te puedo invitarla a cenar?-, se atrevió finalmente. Hacía buen tiempo que estaba muy interesado en mí. Yo le gus