Pasión

Comenzó a quitarme la camiseta lentamente, enrollándola sobre mi cabeza. Después se arrodilló con las piernas a los lados de mi cuerpo, sin dejar de observarme.

- ¿Estás decepcionado al ver mi ropa interior de algodón simple? - bromeé, viéndolo sonreír al recordar nuestra conversación de la noche anterior.

- ¿Desilusionado? ¡Jamás! Puedes llevar lo que sea y te verías condenadamente sexy - respondió trazando con sus dedos delicados arabescos sobre el borde de la braga.

Desabrochó uno a uno los botones de su camisa. Si yo era sexy, él era un maldito pecado andante. Lamí mis labios nerviosamente, mi boca haciéndose agua ante ese pecho tallado por los dioses que se presentaba firme, sin marcas ni cicatrices y deseé como nunca hacerle una, dejarle un pequeño recuerdo de este momento.

- ¿Te agrada lo que ves?- preguntó roncamente, mordiendo las yemas de mis dedos.

- No es nada del otro mundo- mentí, viéndolo sonreír nuevamente- he visto mejores, abogado.

- ¿De veras?- contestó con picardía
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