Amaia Domínguez García
León, Guanajuato, México
Con ese primer beso que Axel me había dado, yo confirmé lo que había intuido y sabido siempre, que él besaba de maravilla y no sólo eso, que fue tan intensa la sensación del beso que provocó que me corriera ahí, sin siquiera tocarme en el asiento del auto, me quedé en una especie de trance cuando nos separamos un poco para tomar aire y él que siempre me ha sabido leer a la perfección, lo notó.
–Amaia, ¿Estás bien, cariño? – El me estudiaba con sus preciosos ojos, clavados en los míos – Quizás, no debió de pasar esto.
Esto debió pasar desde hace tiempo, no se iba a retractar ahora, no lo dejaría porque ya había probado un poco de cómo podría ser, si se cumplían todos mis propósitos.
–Estoy mejor que bien – Le sonreí – Axel, esto es lo mejor que me ha pasado en mucho tiempo, espero que signifique un sí, que si me dejarás hacerte feliz.
Se me encogió el estómago de solo imaginarme lo que podíamos llegar a hacer nosotros dos, si con ese solo beso me había llevado al mismo cielo, que sería cuando ya estuviéramos sin nada que nos separara, desnudos frente a frente.
–No lo sé, estamos por entrar a una situación de mucho peligro y tengo miedo, de las consecuencias que podamos tener después, los dos. Tú con tu padre, con mi socio y yo, con él también y además con Cecilia.
Yo estaba dispuesta a todo, nadie iba a impedir que llegara hasta las últimas consecuencias, porque no iba a dejar escapar esta gran oportunidad, necesitaba que accediera, no que se echara para atrás.
–A mí no me importa lo que me pase, mientras me beses así – Declaré con seguridad – La pregunta sería ¿Tú te atreves a esto?
Lo miré directo a los ojos, no me podía mentir, porque el estaba en las mismas condiciones que yo, por que no solamente se trataba de lo que yo sintiera o lo que él me hacía sentir, sino también de lo que él se había guardado durante tanto tiempo.
–Claro que me atrevo, Amaia, pero tenemos que tener cuidado. – Lo dijo muy convencido.
Dicho eso, prácticamente me había dado un sí. De inmediato empezamos a besarnos apasionadamente y sin ningún tipo de control, entre beso y beso yo le quité el saco que terminó en el asiento trasero del auto y él mientras me besaba, me atrajo de tal modo que quedé sentada encima suyo entre el volante y él, estaba enloquecida del puro deseo.
Seguíamos besándonos, él deslizó sus manos por mis piernas, haciéndome sentir una desesperación única en su tipo, la intensidad del beso iba subiendo y yo, le quité la corbata y le desabroché la camisa, dejando su abdomen muy bien trabajado expuesto para mí y comencé a acariciarlo lentamente, provocando que él se desesperara aún más, hasta que me detuvo. Y entonces me di cuenta, que el auto estaba todo empañado.
–Amaia, lo primero que te digo y lo primero que yo, no hago – Se empezó a reír – Tenemos que irnos de aquí, te he dicho que tengamos cuidado y estamos aquí afuera de la tienda y en plena vía pública, dando todo un espectáculo.
No era como si lo estuviéramos haciendo a la vista de todos, solamente que se tratara de gente muy curiosa que se acercara a ver qué era lo que estábamos haciendo, no era nada malo que una pareja se estuviera besando dentro de un auto.
–Axel, no toda la gente está pendiente de nosotros y, además, ya está oscureciendo un poco son las 7 de la noche, relájate – Respondí despreocupada sin soltarme de él – Mejor, sigamos en lo que estábamos.
–Sí, pero vayamos a otro sitio. Es peligroso estar aquí, nos puede ver alguien.
Muy bien, entonces que hiciéramos lo que el señor correcto quería, no íbamos a ser los rimeros a los que encontraran en esa situación, pero sería mejor irnos a otro lado como lo estaba sugiriendo él.
–Está bien, me iré a mi lugar. – Contesté.
Me cambié al asiento del copiloto y me recompuse un poco la ropa y Axel hizo lo mismo. Yo sentía que, mi corazón latía desbocado y desesperado por lo que acababa de pasar y eso que nos habíamos detenido. Axel puso en marcha el auto y cuando ya estábamos en movimiento, fue él esta vez quién me tomó mi mano para besarla, al detenernos ante una luz roja en una Avenida.
Mordí mi labio inferior, seguía demasiado excitada, un estremecimiento me recorrió la espalda cuando tomó mi mano y entrelazó nuestros dedos. El solo contacto me decía que esas manos me llevarían justo a la gloria, porque siempre me habían gustado sus manos, grandes y fuertes, muchas veces me las había imaginado recorriendo todo mi cuerpo.
–Amaia, me encantas. Gracias por la oportunidad, te aseguro que después de estar conmigo, no vas a querer estar con nadie más.
Yo sabía que si llegaba a estar con él no iba a pedir nada más, porque en cuanto lo veía se me olvidaba cualquier cosa, como si todo dejara de existir, me sentía embelesada y eso, no lo había logrado cualquiera.
–Puntos extras por la seguridad, guapísimo – Me tenía hechizada con sus ojos – A todo esto, ¿Dónde nos vamos a parar?
Debíamos continuar y terminar lo que habíamos empezado, no me importaba donde, pero me urgía seguir sintiendo sus labios en los míos y sus manos sobre mi piel.
–No tengo idea, ¿Alguna sugerencia?
–Vamos al mirador, del Boulevard del Yacimiento – Sugerí risueña – Ahí nos podemos terminar las bebidas y seguir en lo que estábamos.
Me sentía como si no estuviera en mis cabales, no me acordaba de haber sido antes tan extrovertida, era como si él sacara esta mujer arriesgada que llevaba dentro, como si se hubieran ido mis reservas hacía los hombres, me sentía diferente y él me daba esa fuerza para ser osada y que mo me diera pena decir lo que quería.
–A este punto, ya no me interesan las bebidas sino lo segundo – Me guiñó un ojo – Eres tan dulce Amaia, que no sé cómo pude aguantarme tanto tiempo, sin saborear tus dulces labios.
–Tú esperaste porque quisiste, yo hubiera sido tuya en el momento que me lo pidieras. No es un secreto, que siempre me has traído muerta.
Ya mi lengua no se detenía y estaba confesándole lo que había estado guardando durante tanto tiempo, ya no me importaba seguir escondiéndolo.
–Amaia, ya por favor no sigas – Me suplicó y volvió a besar mi mano – Que, he de reconocer que, lo que ha pasado ha superado por mucho a lo que yo, llevo tiempo soñando.
No había estado equivocada, porque esas miradas que me dedicaba, cuando pensaba que no me daba cuenta no eran de un amigo, eran de alguien que me deseaba, pero no me decía nada.
–Sólo por curiosidad, dime Axel ¿Qué llevas tiempo soñando? No me dejes así, te lo pido, sabes que odio que me dejen con una duda.
–Lo tienes que descubrir tú, cariño – Se reía de mí porque, era claro que me iba a dejar con la duda – Sé que no te gustan muchas cosas, pero, conmigo tendrás que acostumbrarte a varias de ellas. Ya hablaremos de eso después.
–Sí, Axel. – Me detuve por un momento. –Métete por esa salida y es todo derecho. Hasta llegar al fondo, está el mirador.
–De acuerdo, cariño.
Axel tomó la salida y en cuestión de minutos llegamos al mirador. El detuvo el auto ahí y solamente necesitamos mirarnos fijamente para que él, volviera a sentarme encima de sus piernas y seguimos como lo dijimos, en lo que estábamos.
Amaia Domínguez García León, Guanajuato, MéxicoÉl volvió a besarme apasionadamente y el beso en cuestión de segundos, detonó una chispa entre los dos, que causó que siguiéramos perdiendo el control, mientras su lengua invadía mi boca y su mano se introdujo debajo de mi vestido. Él comenzó a tocarme cerca de la ingle y yo, estaba teniendo estremecimientos involuntarios de placer, me estaba volviendo loca y esto era solo el principio, pensé.–Amaia, ¿Estás bien, cariño? – Creo que nunca pensó que con lo que acababa de hacer, le bastaría para ponerme así – Dime, si quieres que me detenga.Yo no podía articular ninguna palabra, sólo quería que siguiera haciendo lo que sea que me estaba haciendo. En ese punto yo ya no sabía nada. Sólo sabía que él y todo él, me volvía loca y que si por mí fuera, si me quisiera hacer suya en ese mismo momento, yo aceptaría encantada. No le respondí nada y sólo volvimos a besarnos.Nos perdimos en el beso nuevamente y ahora la desesperada fui yo, que torpe
Axel Vega LazcanoLeón, Guanajuato, MéxicoEstudiando la expresión que acababa de ver en la cara de Amaia, me pude dar cuenta perfectamente que no le había parecido para nada en absoluto, la cláusula de intimidad exclusiva conmigo, ya que de inmediato ella quiso cambiarse a su lugar, pero no pudo hacerlo porque yo la tenía abrazada, no iba a dejar que se bajara de mi regazo.–Axel, es que en eso último no estoy de acuerdo – Admitió con desanimo – Porque yo, si me tendré que hacer a la idea, que en las noches estás teniendo eso con Cecilia y ¿Por qué no eres justo conmigo?No quería entrar en discusión por eso, ahora que la iba a tener no la compartiría con nadie, me consideraba muy egoísta para eso y si no iba a ser así, mejor que no empezáramos nada.– ¿Sabes, cariño? Es mejor, dejarlo aquí – Le dije, con todo el dolor de mi corazón – Veo que eso, va a afectarte mucho el que yo esté con Cecilia y perdóname, pero no puedo permitir que tú seas de nadie más. Vamos a recomponernos la rop
Axel Vega LazcanoLeón, Guanajuato, MéxicoMe había dejado con ganas de más, sus labios eran tan dulces y me hubiera gustado que siguiera el beso por un tiempo más.–Axel, ya que luego no te voy a querer soltar – Sugirió ella – Pero a ti, te falta algo ¿Dónde cayó la corbata?No me había gustado el término del beso, pero como tenía ella razón en decir que después no me iba a soltar y yo tampoco la soltaría. –Debe de estar detrás del asiento cariño, ya la busco. Que buena observadora eres, se me fue por completo que no tenía puesta ya la corbata.–Tu camisa, está un poco arrugada, pero vas a sobrevivir mi señor perfección – Ella me sacó una sonrisa.Busqué la corbata y cuando la encontré me la puse, Amaia volvió a su lugar y proseguimos la marcha del auto, llegamos a casa de Ale, en cuestión de segundos, dado que estábamos literalmente atrás de su casa. Me estacioné y rodeé el auto, para abrir la puerta y ayudé a Amaia a bajar, caminamos juntos a la entrada y cuando ella iba a sacar
Amaia Domínguez García León, Guanajuato, MéxicoAxel volvió a besarme sin poder, ni querer soltarme hasta que aún sin ganas de hacerlo, nos tuvimos que soltar, para entrar de nuevo a la casa con Alejandra, no podíamos demorarnos más de la cuenta.–Ahora sí, los dejo trabajar – Le di un beso a Ale y otro a Axel – Que les sea leve, su noche de trabajo.Miré a Axel y me mordí el labio inferior, como me gustaría que no estuviera aquí mi hermana, desde que llegamos ya nos las hubiéramos montado a lo grande. Pero bueno, no era mi casa.–Buenas noches Amaia, ya duérmete que ya es tarde – Me ordenó Ale – Que descanses.Muchas veces mi hermana se comportaba como si fuera mi mamá, pero se lo agradecía, porque no tenía más a donde ir y ella se estaba ganando el cielo al permitir que viviera con ellos.–Buenas noches, Amaia que duermas bien y que sueñes bonito – Me dijo Axel haciendo que me temblaran las piernas – Nos vemos, mañana.Le tiré un beso a escondidas, luego se lo daría con creces, me
Amaia Domínguez García León, Guanajuato, MéxicoEl volvió a abrazarme y me atrajo a sus brazos, nos empezamos a besar lento y despacio, lo que provocó una mayor desesperación entre los dos, yo sentía que me derretía en sus brazos y que mientras me besaba todo el mundo dejaba de girar, para detenerse en ese momento en que sus labios y los míos se dejaban llevar por toda la pasión y el deseo que ese beso encerraba.Axel, sin pensar, me levantó en sus brazos y me sentó en la mesa del comedor y yo involuntariamente presa de la desesperación que me estaba haciendo sentir con solo besarme, abrí las piernas y él se colocó entre ellas, para después bajar su cabeza y besar mi cuello y haciendo que me quisiera hacer para atrás, su tacto me hacía ver estrellas.–Axel, hazme el amor aquí – Le dije muy agitada – Ya no aguanto más.No sabía que era lo que tenía Axel, que desataba en mí unas ganas intensas de que me poseyera en el lugar donde estuviéramos, me nublaba la razón y lo deseaba con locur
Axel Vega LazcanoLeón, Guanajuato MéxicoTan pronto dejé a Amaia en su escuela, me fui a los juzgados para alcanzar allá a Ale, antes que se fuera a poner peor de lo que ya estaba en la mañana. De camino para allá, sólo podía pensar en una cosa, en ella en mi Amaia. Así la veía y la sentía desde ayer y me tenía vuelto loco y eso que solo nos habíamos besado y acariciado.Era muy hermoso lo que me estaba pasando con ella, tanto que todo el tiempo sentía que no pisaba el suelo, permanecía en las nubes, me sentía como cuando me enamoré por primera vez hacía algunos ayeres. El sonido de mi celular, me sacó de mis pensamientos y era quién yo pensaba, Alejandra, mi colega.–Hola Ale, ¿Qué paso? Ya voy para los juzgados – Me justifiqué – Voy de regreso de dejar a Amaia en el Tec, siempre si la fui a llevar para no tardarme en pasarle carga, pero ya estoy llegando allá.Le tuve que explicar para que no dijera nada indeseable, y en verdad ya estaba por llegar, no iba a tener que esperarme dem
Axel Vega LazcanoLeón, Guanajuato MéxicoCuando Mauricio terminó de decirme lo que le había pasado a mi dulce Amaia, estaba seguro que se me habían ido los colores del rostro, quise estar en ese momento en el Tec, no me la podía imaginar allá solita.–No te preocupes Mauricio, yo paso a buscar a Amaia y la llevaré a que la atiendan, desde luego ya que sepa lo que pasa con ella, te llamo para avisarte. Pierde cuidado.–Gracias Axel, quedo pendiente de tu llamada.–Por nada socio, buen día. – Le dije con premura.Al colgar con Mauricio, Ale se me quedó mirando como notando mi preocupación y sólo pude decirle a manera rápida el recado de su padre. No podía decirle otra cosa, pues era lo que sabía.Salí como loco a buscar el auto, mi corazón estaba latiendo como desesperado y de mis ojos salieron unas cuantas lágrimas de la impotencia, quería legar allá lo antes posible, me desesperé en el tráfico y no recuerdo ni cómo llegué al Tec tan rápido, hasta que me encontré en la enfermería, bus
Amaia Domínguez García León, Guanajuato, MéxicoAxel y yo nos acomodamos la ropa después de ese faje tan intenso que habíamos tenido en la casa de Elisa. Estuvimos con ella en su casa el resto del día, yo me fui sintiendo mucho mejor con el analgésico que me dieron y unos tés de hierbas. Por la noche cuando Axel me llevó a casa de Ale, se detuvo en la calle de atrás para que nos despidiéramos como siempre.–Amaia, cariño. Necesito que le digas a Ale que harás algo el fin de semana, preciosa – Axel me tomó de la mano – Te tengo una sorpresa y nos iremos mañana cuando salgas del Tec.–Sí mi amor, está bien. Yo veo que le digo a Ale, pero por favor sólo me dejas y te vas – Le pedí – No se te vaya a ocurrir decirle que me desmayé o no me dejará salir todo el fin de semana.–Tenemos que ir a que te hagan esos análisis que pidió la doctora el lunes temprano, ¿Me lo prometes, cariño?–Sí mi rey, te lo prometo.Axel me tomó entre sus brazos lo mejor que se pudo, pues estábamos dentro del aut