Valeria San RománAl llegar a mi departamento, pedí al portero que me ayudara a subir todas las bolsas repletas de adornos navideños. Finalmente, mi hogar estaría decorado, ya que Santiago, con su entusiasmo festivo, había transformado su departamento un mes antes. Apenas el portero se fue, cerré la puerta y me dirigí a mi habitación. Dejé caer la ropa en el suelo y me entregué al calor de una ducha larga, dejando que el agua arrastrara mis pensamientos errantes.Con el cabello aún húmedo, me enfundé en un cachetero suave, dejando que la tela abrazara mis caderas, y me puse encima un suéter enorme que me llegaba a media pierna, adornado con la caricatura de un elfo reno que Santiago me había regalado. Era absurdo lo mucho que esa prenda me hacía sentir reconfortada.En la cocina, preparé café mientras contemplaba las galletas que había comprado más temprano en el centro comercial. Me senté en un taburete y comencé a devorarlas, cada bocado dulce acentuando el sabor amargo de mis pens
Luca CooperValeria está en mi cabeza, como una espina que no puedo arrancar. Camino por el pasillo de la mansión, fingiendo estar enfocado en todo, menos en ella. Miento, porque cada vez que la veo, una parte de mí se desmorona. Y lo peor es que no lo soporto. No soporto verla, no soporto sentir esto. Odio que su presencia me afecte tanto. Odio... que me importe.Cometí la estupidez de ir a su casa y permitir que se diera cuenta que me interesa mas de lo normal, es mi jodida sirvienta, y nada más, repito en voz alta tratando de convencerme.Gerardo está cerca de ella más de lo que debería. Cada vez que sus dedos rozan su cabello, cuando le sonríe, cuando hace comentarios que la hacen reír, quiero... ¿qué quiero? No lo sé, pero definitivamente no es seguir permitiendo que se acerque a ella. ¿Por qué demonios me molesta tanto? Ella no es nada para mí. Es solo la maldita empleada que hace su trabajo en la mansión. Una cualquiera. Nada más.Estúpido recuerdo que me atormenta, cuando los
Valeria SanromanMe dejo caer sobre la cama, el cuerpo me pesa como si llevara una tonelada de emociones a cuestas. “¿Qué mierda pasa con ese idiota?”, pienso mientras cierro los ojos y trato de ignorar las lágrimas que ya empiezan a rodar por mis mejillas. ¿Quién se cree Luca? ¿Qué derecho tiene de aparecer en mi cabaret y exigirme, como si fuera tan sencillo? Ah, claro... Olvidé que, para él, solo soy una prostituta más, una mujer a la que se puede usar y desechar cuando se le antoje. La verdadera idiota soy yo, por soñar despierta.Abrazo la almohada con fuerza, tratando de acallar el dolor que me oprime el pecho. Respiro profundo, intentando calmarme, pero las imágenes de esa noche siguen invadiendo mi mente. La frustración es sofocante, y siento cómo mi corazón se retuerce en mi pecho. Tomo el teléfono con manos temblorosas, buscando el consuelo de alguien que me entiende.Yo: "Necesito verte. Algo me pasó. Quiero tus abrazos. Trae tu sexy trasero a mi departamento."Eduardo, mi
Luca CooperPasadoRegreso a mi departamento y me dejo caer sobre la cama, aún procesando el caos que ha sido este día. Pamela, esa maldita mujer a la que llamaba prometida, me engañó de la forma más humillante posible. Verla montada sobre otro hombre fue un golpe directo a mi orgullo, más que a mi corazón. No es que estuviera enamorado de ella, ni de lejos, pero el simple hecho de que gritara otro nombre en medio de sus gemidos me revuelve las entrañas. Mi ego, herido.La primera reacción fue salir de ahí. No me importaba escucharla intentar darme explicaciones, mucho menos sus disculpas. Necesitaba descargar esta ira, esta frustración. Conduje sin pensar hasta el lugar más lógico para mí en este momento: el Àngels Cabaret.El cabaret siempre ha sido mi refugio. Solía ir con Gerardo cuando éramos más jóvenes, cuando la vida era mucho más sencilla. Recuerdo que había una mujer que se movía en el escenario como una diosa, provocando erecciones con solo una mirada. No había vuelto desde
Luca CooperDespués de una mañana llena de risas, escapando momentáneamente de las locuras de mi pequeña hermana, por fin me he liberado de su energía inagotable para venir a la empresa y enfrentar lo que me corresponde. Sus carcajadas aún resuenan en mi cabeza, pero ahora todo se siente más frío, más calculado. Aquí no hay espacio para la ligereza.Mi hermano Gerardo, siempre el mayor, siempre el protector, decidió dejar en mis manos todo el peso de nuestro legado. No solo la empresa, sino también el cuidado de Leticia. Ahora, soy yo el nuevo gerente general de todas las empresas, tanto nacionales como internacionales. Las riendas del imperio familiar están firmemente en mis manos, y con ellas, la responsabilidad de no dejar que nada ni nadie lo derrumbe.Gerardo siempre veló por nuestro bienestar. Desde la muerte de nuestros padres, él asumió el papel de líder. Me apoyó en cada etapa, incluso cuando decidió enviarme a México para hacerme cargo de nuestras empresas allá. Ahora que ha
Valeria Sanroman El agua salpica a mi alrededor, y la risa de Santiago retumba como un eco que no se extingue. Estamos en un parque acuático, un lugar que él ama más de lo que debería, rodeado de peces de todos los colores imaginables y con exhibiciones que parecen transportarnos a un mundo submarino. No puedo evitar sonreír al verlo tan emocionado, aunque este no sea precisamente mi plan ideal de domingo.—¡Mira ese, Val! —me grita mientras señala una enorme pecera con un pez exótico que parece salido de un cuento de hadas. Sus ojos brillan como si hubiera descubierto un tesoro escondido.—Santiago, ya hemos visto como veinte iguales —respondo entre risas, haciéndome la desinteresada, aunque en el fondo disfruto ver cómo su pasión por los animales marinos siempre logra animarlo.—No seas amargada, Val. Este es diferente, míralo bien —dice con una sonrisa traviesa mientras me da un pequeño empujón hacia la pecera.Me acerco, cruzando los brazos, y finjo examinar el pez. Santiago siem
Luca CooperEl sol está en su punto más alto mientras el campo de golf se extiende ante mis ojos, un verde que parece infinito. Tomo mi driver y me preparo para golpear la pelota. A mi lado, Leonardo, mi mejor amigo, se ríe de algo que dijo hace un momento, pero yo no presto atención. Mi mente está demasiado ocupada, demasiado concentrada en otras cosas. Cosas que no quiero admitir ni a mí mismo.—Luca, ¿me estás escuchando? —dice, y yo asiento sin verlo, clavando los ojos en el punto donde quiero que caiga la pelota. Suspiro, tratando de despejarme, pero en cuanto levanto el palo y hago el swing, su rostro aparece en mi mente.Valeria.El golpe es fuerte, y la pelota vuela alto, alejándose hacia el lago. Leonardo silba, admirando el tiro, pero en mi cabeza no hay espacio para el orgullo. Todo lo que puedo pensar es en lo que pasó en el parque acuático, en cómo sus manos me empujaron, en cómo sus ojos me retaban mientras todo su cuerpo temblaba entre el deseo y el odio.—¿Qué demonios
Valeria Sanroman El aire fresco del jardín de la mansión Cooper apenas ayuda a calmar el mareo que me envuelve. Camino despacio entre los setos, alejándome del personal y los demás para que no noten mi malestar. Es la única manera en que puedo mantener mi fachada intacta, pero siento que el suelo bajo mis pies se tambalea. Me apoyo en una columna, cierro los ojos un momento, rogando que se me pase.Respiro hondo, tratando de concentrarme, pero algo dentro de mí insiste en girar. Abro los ojos cuando siento la brisa mover mi cabello, y por un segundo pienso que estoy sola, hasta que una voz detrás de mí me hace saltar.—¿Qué haces aquí sola, Valeria? —La voz grave de Gerardo me sobresalta, haciéndome girar tan rápido que casi pierdo el equilibrio.—¡Ah! No me esperaba... —trato de sonreír, pero no puedo esconder del todo lo mal que me siento.—¿Estás bien? —pregunta con el ceño fruncido, caminando hacia mí. Puedo ver la preocupación en sus ojos, pero también el interés que intenta ocu