Luca CooperDespués de una mañana llena de risas, escapando momentáneamente de las locuras de mi pequeña hermana, por fin me he liberado de su energía inagotable para venir a la empresa y enfrentar lo que me corresponde. Sus carcajadas aún resuenan en mi cabeza, pero ahora todo se siente más frío, más calculado. Aquí no hay espacio para la ligereza.Mi hermano Gerardo, siempre el mayor, siempre el protector, decidió dejar en mis manos todo el peso de nuestro legado. No solo la empresa, sino también el cuidado de Leticia. Ahora, soy yo el nuevo gerente general de todas las empresas, tanto nacionales como internacionales. Las riendas del imperio familiar están firmemente en mis manos, y con ellas, la responsabilidad de no dejar que nada ni nadie lo derrumbe.Gerardo siempre veló por nuestro bienestar. Desde la muerte de nuestros padres, él asumió el papel de líder. Me apoyó en cada etapa, incluso cuando decidió enviarme a México para hacerme cargo de nuestras empresas allá. Ahora que ha
Valeria Sanroman El agua salpica a mi alrededor, y la risa de Santiago retumba como un eco que no se extingue. Estamos en un parque acuático, un lugar que él ama más de lo que debería, rodeado de peces de todos los colores imaginables y con exhibiciones que parecen transportarnos a un mundo submarino. No puedo evitar sonreír al verlo tan emocionado, aunque este no sea precisamente mi plan ideal de domingo.—¡Mira ese, Val! —me grita mientras señala una enorme pecera con un pez exótico que parece salido de un cuento de hadas. Sus ojos brillan como si hubiera descubierto un tesoro escondido.—Santiago, ya hemos visto como veinte iguales —respondo entre risas, haciéndome la desinteresada, aunque en el fondo disfruto ver cómo su pasión por los animales marinos siempre logra animarlo.—No seas amargada, Val. Este es diferente, míralo bien —dice con una sonrisa traviesa mientras me da un pequeño empujón hacia la pecera.Me acerco, cruzando los brazos, y finjo examinar el pez. Santiago siem
Luca CooperEl sol está en su punto más alto mientras el campo de golf se extiende ante mis ojos, un verde que parece infinito. Tomo mi driver y me preparo para golpear la pelota. A mi lado, Leonardo, mi mejor amigo, se ríe de algo que dijo hace un momento, pero yo no presto atención. Mi mente está demasiado ocupada, demasiado concentrada en otras cosas. Cosas que no quiero admitir ni a mí mismo.—Luca, ¿me estás escuchando? —dice, y yo asiento sin verlo, clavando los ojos en el punto donde quiero que caiga la pelota. Suspiro, tratando de despejarme, pero en cuanto levanto el palo y hago el swing, su rostro aparece en mi mente.Valeria.El golpe es fuerte, y la pelota vuela alto, alejándose hacia el lago. Leonardo silba, admirando el tiro, pero en mi cabeza no hay espacio para el orgullo. Todo lo que puedo pensar es en lo que pasó en el parque acuático, en cómo sus manos me empujaron, en cómo sus ojos me retaban mientras todo su cuerpo temblaba entre el deseo y el odio.—¿Qué demonios
Valeria Sanroman El aire fresco del jardín de la mansión Cooper apenas ayuda a calmar el mareo que me envuelve. Camino despacio entre los setos, alejándome del personal y los demás para que no noten mi malestar. Es la única manera en que puedo mantener mi fachada intacta, pero siento que el suelo bajo mis pies se tambalea. Me apoyo en una columna, cierro los ojos un momento, rogando que se me pase.Respiro hondo, tratando de concentrarme, pero algo dentro de mí insiste en girar. Abro los ojos cuando siento la brisa mover mi cabello, y por un segundo pienso que estoy sola, hasta que una voz detrás de mí me hace saltar.—¿Qué haces aquí sola, Valeria? —La voz grave de Gerardo me sobresalta, haciéndome girar tan rápido que casi pierdo el equilibrio.—¡Ah! No me esperaba... —trato de sonreír, pero no puedo esconder del todo lo mal que me siento.—¿Estás bien? —pregunta con el ceño fruncido, caminando hacia mí. Puedo ver la preocupación en sus ojos, pero también el interés que intenta ocu
Luca CooperLa reunión con mi socio, el anciano que ha estado lidiando con problemas de salud, se prolonga más de lo que había anticipado. Me siento en su oficina, revisando los documentos que le he traído, mis pensamientos dispersos. La idea de buscar a su hija perdida se aferra a mí como un peso que no puedo soltar.—Luca, sé que esto es difícil para mí, pero es crucial que la encuentre. —su voz es un susurro cansado, cargado de desesperación.—Entiendo, y lo haré. —mi respuesta sale firme, aunque en el fondo, no puedo evitar sentir que mis propias prioridades están tambaleándose.Cuando finalmente salgo de su oficina, el ruido de la ciudad me da un respiro momentáneo. Pero a medida que camino hacia mi coche, un deseo incontrolable de distraerme me empuja en una dirección inesperada.El Angels Cabaret está a solo unos minutos, y aunque sé que debería resistir la tentación, mi mente me lleva a ese lugar donde el ruido y el desenfreno son la norma. Al entrar, la música vibrante me env
Valeria SanromanEl viento suave acaricia las flores del pequeño jardín del convento mientras camino hacia la capilla, sintiendo el peso de las últimas horas aplastándome el pecho. Cada paso me acerca más a lo inevitable, a la confesión que aún no estoy preparada para hacer. Sor Carmela siempre ha sido mi refugio, mi guía en los momentos más oscuros, pero esta vez... esta vez siento que la oscuridad dentro de mí es demasiado grande, demasiado pesada para compartirla con alguien más.Me detengo frente a la puerta de su despacho, dudo por un segundo, pero luego respiro hondo y toco suavemente. La puerta se abre despacio, y la cálida sonrisa de la hermana Carmela me recibe.—Valeria, hija mía, sabía que vendrías. Entra, por favor —me dice con esa calma que siempre me ha dado fuerzas.Entro en la pequeña sala, donde el olor a incienso se mezcla con la luz suave que entra por la ventana. Me siento en la vieja silla frente a su escritorio de madera desgastada. Mi mirada se clava en mis mano
Luca CooperHan pasado meses desde aquel día, el día en que Valeria irrumpió en mi oficina. Lo recuerdo como si fuera ayer. Su rostro desencajado, sus ojos llenos de dolor y decepción, y luego su salida precipitada. Me quedé paralizado por unos segundos, y cuando salí tras ella, lo único que vi fue el camión de mudanza alejándose, tragándose su figura, su vida, y toda la maldita posibilidad de arreglar las cosas entre nosotros. No pude alcanzar ni siquiera una dirección. Desde ese momento, todo se vino abajo.Valeria desapareció. Como si se la hubiera tragado la tierra, y cada intento de encontrarla ha sido inútil. Nadie sabe dónde está, nadie ha oído de ella, ni siquiera Santiago, su maldito amigo inseparable. Y eso me consume. Cada noche la busco en sueños, cada mañana me despierto con la amarga certeza de que, una vez más, no la encontraré. El hueco que dejó es abrumador, y aunque me niego a admitirlo abiertamente, lo siento con cada latido. La necesito, maldita sea, más de lo que
Valeria SanromanMientras empujo el carrito por los pasillos del supermercado, la vida que dejé atrás aparece en mi mente como pequeñas ráfagas de recuerdos. No puedo evitar recordar cómo era mi rutina antes de decidir desaparecer. La mansión Cooper, las discusiones, las miradas cargadas de deseo… Todo parece tan lejano ahora, casi irreal.Toco mi vientre abultado, donde mi bebé se mueve lentamente. A veces me pregunto cómo habría sido todo si hubiera enfrentado a Luca, si le hubiera contado sobre el hijo que llevo dentro. Pero el orgullo, el miedo, y sobre todo, esa imagen que nunca podré borrar de mi mente —Luca con otra—, me mantienen firme en mi decisión de no volver.—¿Te falta algo más? —pregunta Santiago, empujando su propio carrito mientras se ríe con una de las cajeras que intenta coquetearle.Santiago ha sido mi roca. Sin él, no sé cómo habría soportado estos meses. Es el único que sabe la verdad, el único que conoce mi nueva dirección, mi nueva vida… y mi secreto. Aunque me