Valeria Sanroman El aire fresco del jardín de la mansión Cooper apenas ayuda a calmar el mareo que me envuelve. Camino despacio entre los setos, alejándome del personal y los demás para que no noten mi malestar. Es la única manera en que puedo mantener mi fachada intacta, pero siento que el suelo bajo mis pies se tambalea. Me apoyo en una columna, cierro los ojos un momento, rogando que se me pase.Respiro hondo, tratando de concentrarme, pero algo dentro de mí insiste en girar. Abro los ojos cuando siento la brisa mover mi cabello, y por un segundo pienso que estoy sola, hasta que una voz detrás de mí me hace saltar.—¿Qué haces aquí sola, Valeria? —La voz grave de Gerardo me sobresalta, haciéndome girar tan rápido que casi pierdo el equilibrio.—¡Ah! No me esperaba... —trato de sonreír, pero no puedo esconder del todo lo mal que me siento.—¿Estás bien? —pregunta con el ceño fruncido, caminando hacia mí. Puedo ver la preocupación en sus ojos, pero también el interés que intenta ocu
Luca CooperLa reunión con mi socio, el anciano que ha estado lidiando con problemas de salud, se prolonga más de lo que había anticipado. Me siento en su oficina, revisando los documentos que le he traído, mis pensamientos dispersos. La idea de buscar a su hija perdida se aferra a mí como un peso que no puedo soltar.—Luca, sé que esto es difícil para mí, pero es crucial que la encuentre. —su voz es un susurro cansado, cargado de desesperación.—Entiendo, y lo haré. —mi respuesta sale firme, aunque en el fondo, no puedo evitar sentir que mis propias prioridades están tambaleándose.Cuando finalmente salgo de su oficina, el ruido de la ciudad me da un respiro momentáneo. Pero a medida que camino hacia mi coche, un deseo incontrolable de distraerme me empuja en una dirección inesperada.El Angels Cabaret está a solo unos minutos, y aunque sé que debería resistir la tentación, mi mente me lleva a ese lugar donde el ruido y el desenfreno son la norma. Al entrar, la música vibrante me env
Valeria SanromanEl viento suave acaricia las flores del pequeño jardín del convento mientras camino hacia la capilla, sintiendo el peso de las últimas horas aplastándome el pecho. Cada paso me acerca más a lo inevitable, a la confesión que aún no estoy preparada para hacer. Sor Carmela siempre ha sido mi refugio, mi guía en los momentos más oscuros, pero esta vez... esta vez siento que la oscuridad dentro de mí es demasiado grande, demasiado pesada para compartirla con alguien más.Me detengo frente a la puerta de su despacho, dudo por un segundo, pero luego respiro hondo y toco suavemente. La puerta se abre despacio, y la cálida sonrisa de la hermana Carmela me recibe.—Valeria, hija mía, sabía que vendrías. Entra, por favor —me dice con esa calma que siempre me ha dado fuerzas.Entro en la pequeña sala, donde el olor a incienso se mezcla con la luz suave que entra por la ventana. Me siento en la vieja silla frente a su escritorio de madera desgastada. Mi mirada se clava en mis mano
Luca CooperHan pasado meses desde aquel día, el día en que Valeria irrumpió en mi oficina. Lo recuerdo como si fuera ayer. Su rostro desencajado, sus ojos llenos de dolor y decepción, y luego su salida precipitada. Me quedé paralizado por unos segundos, y cuando salí tras ella, lo único que vi fue el camión de mudanza alejándose, tragándose su figura, su vida, y toda la maldita posibilidad de arreglar las cosas entre nosotros. No pude alcanzar ni siquiera una dirección. Desde ese momento, todo se vino abajo.Valeria desapareció. Como si se la hubiera tragado la tierra, y cada intento de encontrarla ha sido inútil. Nadie sabe dónde está, nadie ha oído de ella, ni siquiera Santiago, su maldito amigo inseparable. Y eso me consume. Cada noche la busco en sueños, cada mañana me despierto con la amarga certeza de que, una vez más, no la encontraré. El hueco que dejó es abrumador, y aunque me niego a admitirlo abiertamente, lo siento con cada latido. La necesito, maldita sea, más de lo que
Valeria SanromanMientras empujo el carrito por los pasillos del supermercado, la vida que dejé atrás aparece en mi mente como pequeñas ráfagas de recuerdos. No puedo evitar recordar cómo era mi rutina antes de decidir desaparecer. La mansión Cooper, las discusiones, las miradas cargadas de deseo… Todo parece tan lejano ahora, casi irreal.Toco mi vientre abultado, donde mi bebé se mueve lentamente. A veces me pregunto cómo habría sido todo si hubiera enfrentado a Luca, si le hubiera contado sobre el hijo que llevo dentro. Pero el orgullo, el miedo, y sobre todo, esa imagen que nunca podré borrar de mi mente —Luca con otra—, me mantienen firme en mi decisión de no volver.—¿Te falta algo más? —pregunta Santiago, empujando su propio carrito mientras se ríe con una de las cajeras que intenta coquetearle.Santiago ha sido mi roca. Sin él, no sé cómo habría soportado estos meses. Es el único que sabe la verdad, el único que conoce mi nueva dirección, mi nueva vida… y mi secreto. Aunque me
Valeria SanromanEstoy en la habitación principal, limpiando los últimos rincones. El cansancio me pesa, mi vientre parece una esfera a punto de estallar, y mis movimientos son torpes. Solo faltan unas semanas, lo sé, pero no puedo permitirme detenerme. Cada centavo cuenta ahora más que nunca. Me arrodillo para recoger la cubeta, pero el agua resbala por el borde y, en mi intento desesperado por evitar que se derrame, pierdo el equilibrio. Un grito se me escapa justo cuando caigo al suelo con un golpe seco, sintiendo una punzada que sube por mi espalda.Antes de poder siquiera procesar el dolor, la puerta se abre de golpe. El dueño del departamento, el hombre maduro que rara vez veo, está parado en el umbral con el ceño fruncido y los ojos llenos de preocupación. En cuestión de segundos, está a mi lado, sujetándome con cuidado.—¿Estás bien? ¡Dios mío, no te muevas! —Su voz es baja, pero firme, llena de una calma controlada que me tranquiliza de inmediato.—Estoy bien... creo —susurro
Luca CooperSalgo del coche y me encuentro en la entrada del antro. La música retumba, vibrante, haciéndome sentir como si estuviera en un mundo ajeno. Mi hermana Leticia me lanza una mirada de preocupación. A veces, creo que puede leer mis pensamientos; hoy, me ve peor que cuando rompí con mi anterior amante.—Venga, hermano, diviértete un poco —me dice, empujándome suavemente hacia el interior.Las luces parpadean en una danza hipnótica y la multitud se agita en un vaivén de cuerpos. Leticia me presenta a sus amigas, chicas alegres y llenas de vida, pero yo me siento atrapado en una burbuja de melancolía. Las risas me parecen lejanas, como ecos de un tiempo que ya no tengo.Trato de sonreír, de dejarme llevar, pero la falta de Valeria se siente como un puñal en el pecho. Sus ojos, su risa, esa chispa que iluminaba mis días. Me empujan a bailar, y aunque mis pies se mueven, mi mente está lejos, atrapada en recuerdos que no puedo dejar atrás.—¿Te encuentras bien? —me pregunta una de
Valeria SanromanEl sol brilla intensamente, y el bullicio del mercado se mezcla con el olor de frutas frescas y especias. Estoy arrastrando las bolsas llenas de víveres, mis manos se sienten cansadas y la sombra de mi vientre avanza, pesada y cálida. Me detengo un momento, buscando un lugar donde recargarme, y es entonces cuando siento que algo cambia dentro de mí.Un retortijón agudo se apodera de mi abdomen, como si un nudo se hubiera apretado en mi interior. Respiro hondo, tratando de calmarme, pero el dolor se intensifica. Me apoyo en un poste de madera, sintiendo su superficie rugosa contra mi piel. Mis piernas tiemblan, y el sudor comienza a brotar en mi frente.No sé a quién acudir. He dejado el teléfono en casa, en la prisa por salir. La idea de estar sola en este momento me llena de ansiedad. Otro dolor me atraviesa, y esta vez es más fuerte, más desesperado. Mis bolsas caen al suelo, la fruta rodando por el pavimento, los tomates y las manzanas dispersándose a mi alrededor.