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Capítulo 10 – Eres muy afortunada

Capítulo 10 – Eres muy afortunada

Narrador:

Luego de su encuentro tanto en el banco como en el coche con Izan, Brenda había quedado muy perturbada y buscando la manera de terminar con ese trato, el cual la estaba volviendo loca, le solicitó al chófer que la llevara a casa de su abuela.

‒ Brenda, pero ¿qué carajos haces aquí?

‒ Abuela – y se lanzó a los brazos de la anciana a llorar

‒ ¿Pero qué sucede?, ya suéltame – y se quitó a su nieta de encima – no puedes estar aquí Brenda, el trato fue que tú y yo no volviéramos a mantener contacto nunca más

‒ ¿Por eso es que cambiaste de número telefónico?

‒ Exacto y me hubiera mudado si no estuviera segura de que no vendrías jamás – frunció el ceño – pero parece que me equivoqué, pues aquí estás, llamando a mi puerta

‒ Abuela no doy más – y la joven se internó en la casa – esos hombres…

‒ ¿Qué sucede con ellos? No creo que el paralítico te pueda hacer algo malo

‒ Él no, pero su hermano Izan sí

‒ ¿Y qué te ha hecho?

‒ Como Mateo no puede tener bebés, los tengo que tener con él

‒ Bueno, esos procedimientos médicos son muy comunes y sencillos ahora, no tienes nada de que temer

‒ No me estás entendiendo abuela, es a la antigua

‒ ¿Cómo que a la antigua?, explícate criatura, que no te entiendo

‒ Que va por las noches a mi habitación y abusa de mi

‒ Ah, eso – la anciana sonrió – eres muy afortunada

‒ ¿Qué dices?, ¿te digo que abusa de mí y dices que soy afortunada?

‒ Y lo eres, piensa en el futuro de mir*da que te esperaba si te quedabas conmigo, ahora eres la Señora Amery, llena de dinero, estatus y puedes acostarte nada más ni nada menos que con Izan Amery, el soltero más codiciado del país, además de ser un hombre por demás atractivo. Cualquier mujer se sentiría honrada de estar en tu situación

‒ No puedo creer que me estés diciendo que me sienta afortunada de ser vio*lada noche tras noche

‒ Ah, no uses ese término tan feo

‒ Es que es eso abuela

‒ Deberías tratar de relajarte y agradecer la oportunidad que te ha brindado la vida

‒ Al final va a ser cierto, solo una cosa tiene de bueno todo esto

‒ ¿Ves, ya empezaste a tomarle el gustito? ¿Y qué es?

‒ Que no volveré a verte en lo que me resta de vida – y se marchó llorando.

Sin más demora le solicitó al chófer que la llevara de vuelta a la mansión, pues irónicamente la sentía más su casa que cualquier otro sitio. No podía creer que su abuela supiera y, aun así, lo permitió haciendo ese nefasto trato en el que la condenaba a una vida de abusos sin fin. Lloró durante todo el viaje, al llegar a la mansión entró corriendo, pero en el salón principal se encontró con Mateo.

‒ Brenda, ¿qué te sucedió?

‒ Sería más sencillo de responder, ¿qué no me sucedió?

‒ ¿Tan mal está?

‒ ¡En el banco me di cuenta que me ha puesto un precio!

‒ No debes hacerle caso al imbécil de Izan

‒ ¿Y cómo sabe usted que fue su hermano quien me lo hizo ver?

‒ Te dije que no me trates con tanta formalidad

‒ Eso no va a pasar, pero ¿no ha respondido mi pregunta?

‒ ¿Quién puede ser tan canalla de meterte esa loca idea en la cabeza sino él?

‒ También me encontré con Izan en el banco y fue muy incómodo

‒ ¿Te dijo algo fuera de lugar?

‒ En realidad sí, pero no fue delante de nadie, en eso se cuida muy bien

‒ Hablaré con Izan, no volverá a suceder

‒ Hable cuánto quiera, pero está muy claro que él hace lo que se le antoja cuando se le antoja sin importar a quien dañe en el proceso

‒ Siempre ha sido así, pero te prometo que no volverá a suceder

‒ Como quiera – y se retiraba

‒ ¿El chofer traerá tus compras?

‒ No hay compras, luego del banco fui a lo de mi abuela…

‒ ¿A lo de tu abuela?

‒ Sí, pero descuide que no volveré a verla, no por el arreglo que tienen, sino porque cuando creía que no podía ser más mala conmigo, lo fue. Luego de encontrarme con su hermano y hablar con mi abuela, no tenía ánimo ninguno como para salir de compras

‒ Pero lunes es el coctel

‒ Descuide, algo encontraré para ponerme entre todo ese mundo de ropa que me ha comprado ya

‒ Como gustes, Brenda, sino yo ahora si puedo acompañarte – ella se acercó a Mateo

‒ Dejemos algo bien en claro – y apoyó sus manos en los posa brazos de la silla de ruedas – yo con usted no deseo ir ni al jardín, a menos que sea por obligación, como es el caso del coctel. Nunca vamos a tener una interacción normal, no quiero, es más, de ahora en adelante tendré diferentes horarios a los suyos, para comer, así no coincidimos y nos vemos lo menos posible – pero Mateo no era un pobre discapacitado, era un hombre que, pese a estar confinado a una silla de ruedas, se ejercitaba bastante, sobre todos sus brazos y su complexión era fornida como la de su hermano Izan, así que la tomó de los brazos y la obligó a sentarse sobre sus piernas y la aprisionó para que no pudiera soltarse

‒ No te confundas, chiquilla, que sea amable no quiere decir que puedas hacer y decir lo que se te antoje. Aquí soy el que manda y tu obedeces, es así de simple, si entiendes eso y acatas las reglas, tu vida puede ser maravillosa, sino puede ser un verdadero calvario y lo que te haga Izan será un paseo entre rosas comparado con lo que yo te haré – Brenda lo observaba en silencio – ¿has comprendido? – ella seguía sin hablar – ¡Dime que has comprendido o lo tomaré como un no! – le gritó muy cerca de su rostro

‒ Sí, le he comprendido, no volverá a suceder

‒ Bien, eso me complace – se acercó para besarla, pero se detuvo casi al rozar sus labios y terminó besando la punta de su nariz

‒ ¿Puedo retirarme ya?

‒ Si, puedes irte – y la soltó de su agarre

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