Capítulo 8 — No pierdo nada con intentarlo

— ¡Albert, hijo! ¿Cómo estás? — Isabella entró emocionada para saludar a su hijo con un efusivo abrazo.

— ¿Qué tal todo, hijo? — Máximo, su padre, entro más atrás, dándole un par de palmadas en el hombro.

— Estoy bien, con mucho trabajo, poniéndome al día… — Contestó Albert, complacido por la repentina visita de sus padres. — Bueno, díganme, ¿a qué se debe esta sorpresa? — Retomó su lugar tras el escritorio.

— Pasamos porque queríamos felicitarte por tu nuevo puesto… — Dijo Isabella, al tiempo que se acomodaba en un asiento al otro lado del escritorio.

— Bueno, en realidad ustedes mismos fueron quienes me dieron este puesto… — Comentó Albert, conteniendo una sonrisa y viendo como su padre se sentaba junto a ella.

— Sí, por qué te lo ganaste, hijo, estamos muy impresionados, con los resultados que conseguiste en la empresa como CEO… — Contó Máximo, lleno de orgullo. — Además, ya era momento de que tomaras un cargo con mayor responsabilidad, ¡Director General del grupo de empresas de la zona este! Es el siguiente paso que te servirá de experiencia…

— Gracias padre, solo intento dar mi mayor esfuerzo… — Sonrió Albert, conmovido.

— Y dentro de poco tiempo, llegará el momento en que tu madre y yo, te cedamos el puesto como cabecilla de las familias Collins/Sinclair… — Concluyó Máximo satisfecho.

— Todavía falta para eso, padre… — Asintió Albert.

— Quizás, pero pensamos que mientras eso sucede, ahora que estás en una nueva ciudad, mucho más grande y con un nuevo cargo, te haría bien salir un poco y conocer a otras personas, ya sabes, crear lazos… — Continuó Máximo, dejando a Albert extrañado.

— ¿A qué te refieres?

— Ya sabes… Salir… Como en una cita. — Concluyó Máximo.

— ¿Una cita…? — Albert elevó una ceja, perplejo.

— Así es, te hemos arreglado una cita… Es una joven hermosa, inteligente y amable, se llama Rosalyn, viene de una muy buena familia, los Harrington… Y lo mejor, es que ella está ansiosa por conocerte. — Contó Máximo con entusiasmo.

— ¿Qué?… Es que… Acaso ustedes… ¿Piensan arreglarme un matrimonio? — Preguntó Albert arrugando el entrecejo.

— No, no, claro que no, solo es una cita, Albert… — Aclaró Isabella.

— ¿Y luego qué?, ¿querrán casarme con esa mujer?

Albert se levantó de golpe de su asiento, sintiendo como la molestia e incomodidad por lo que decían sus padres, iba en aumento.

— No es así, ya te lo aclaró tu madre, es solo una cita… — Replicó Máximo con autoridad al notar la altivez de su hijo. — Y si así fuese, ¿qué tiene de malo? Tu madre y yo nos casamos por un matrimonio arreglado y estoy seguro de que jamás hubiera podido amar a otra mujer como la amo a ella, agradezco todos los días el haberme casado con ella.

Contó Máximo, recordando aquel momento, en que ambos, fueron obligados a casarse para unificar a las familias más poderosas del país, los Collins y los Sinclair.

Isabella miró a su esposo, sintiéndose cautivada por sus palabras y con el corazón agitado, tal como sucedía desde los primeros meses de su matrimonio, en dónde se enamoró perdidamente de Máximo.

— Pero hay una gran diferencia, padre… — Replicó Albert con la mandíbula apretada. — ¡Yo ya estoy enamorado!

— Lo sabemos, pero… — Isabella se detuvo, dudando de lo que iba a decir.

— ¿Pero…? — Albert la insto a seguir.

— Hijo, estamos preocupados por ti… — Isabella suspiró con una expresión llena de aflicción.

— ¿Qué?— Albert los observó, confundido.

— Albert, ya han pasado más de cinco años, ¡cinco años!, y todavía sigues buscando a esa chica… — Intervino Máximo, mostrándose serio.

— ¡Sí, porque me enamore de ella!… Se los conté todo, me enamoré de Megan y dijeron que me apoyarían. — Replicó Albert, ceñudo y lleno de frustración.

— Lo que tu padre quiere decir… — Interrumpió Isabella. — Es que entendemos que te hayas enamorado, sabemos lo que debes sentir y por eso te hemos apoyado durante todo este tiempo, pero nos preocupa que te hayas obsesionado.

— Debes rehacer tu vida, hijo… Ya han pasado más de cinco años y no la has encontrado, ¿no crees que eso debe ser una señal? — Volvió a retomar Máximo.

— ¿Una señal? — Replicó Albert irritado.

— Dime una cosa, ¿qué pasará si nunca la encuentras?, ¿no harás una vida?, ¿no te casarás y tendrás hijos? Albert, ya eres un hombre hecho y derecho, pronto tomarás el puesto como cabecilla, pasarás a dirigir toda una dinastía, prácticamente a un país… Y mientras tanto, te encierras, obsesionado con esa mujer, sin siquiera tomarte el tiempo de conocer a alguien más, no te das la oportunidad de enamorarte de nuevo…

— Padre, no trabajo con los ojos vendados, en mi trabajo vivo rodeado por mujeres hermosas, socializo con todas y no me interesan, así de simple, solo pienso en una mujer, Megan Smith, y todavía hoy, después de cinco años, aun sueño con ella…

Aclaró Albert, sin una chispa de dudas, se dio la media vuelta, enojado y caminó hacia la ventana, intentando controlar la rabia, tomó aire.

— ¿Se dan cuenta de lo que están diciendo? Creí que siempre me apoyarían porque desde que tengo memoria, nos han enseñado a mis hermanos y a mí, lo importante que es luchar por amor, ¿y ahora me salen con esto? — Gruñó Albert con los puños apretados.

— Hemos hecho todo lo posible para ayudarte, tú lo has visto, pero no sé logró nada, ya debes superarlo… — Máximo se acercó a su hijo, hablándole con autoridad desde atrás. — Rosalyn vendrá a verte y saldrás con ella… No te lo estoy pidiendo, Albert, te lo estoy ordenando, lo hago por tu bien, en un futuro me lo agradecerás. — Concluyó Máximo ceñudo, para darse la media vuelta hacia la salida.

— Max… — Isabella lo llamó, preocupada.

— Te espero en el auto… — Respondió Máximo a su esposa, antes de salir.

— Madre… — Albert se acercó a Isabella, él todavía estaba enojado, pero al ver la expresión de tristeza de ella, no pudo evitar sentirse mal.

— Está bien… — Ella se volteó hacia su hijo con una sonrisa fingida. — Ya sabes que tu padre puede ser algo obstinado algunas veces… — Intentó tranquilizar a su hijo. — Pero Albert, sabes que lo hace por tu bien, ¿Verdad?

— Mamá, no he podido olvidar a Megan ni un solo día… — Susurró Albert y en sus ojos, se podía ver la frustración.

— Me hubiera encantado conocerla y que todo hubiera sido diferente… Pero… — Isabella suspiró con tristeza. — Sal con Rosalyn, conócela un poco, complace a tu padre y si al final, decides que no te agrada, lo entenderemos. — Explicó Isabella con dulzura. — Te queremos mucho, hijo. — Le dio un beso en la mejilla.

— Y yo a ustedes, madre.

Isabella se fue, dejando a Albert pensativo y frustrado.

El corazón de Albert gritaba que no debía aceptar, pero la parte racional, veía algo de razón en las palabras de su padre.

Él no podía pasarse el resto de su vida esperando a una mujer con la que estuvo una sola noche hace más de cinco largos años.

Aunque esa única noche, fue la más memorable de su vida, la que terminó cambiando por completo su mundo.

— Bien… — Suspiró Albert pesadamente al pensar en la cita. — No pierdo nada con intentarlo.

*

— Señora Smith, aunque entendemos perfectamente el malestar de su hija, debemos hacer hincapié en qué su comportamiento fue inaceptable. — Hablaba la mujer tras el escritorio.

— Lo sé… — Respondió Megan.

— Le hemos pedido que se disculpe, porque comprendemos que son niños y que algunas veces se les hace difícil controlar sus emociones, pero ella se ha negado rotundamente y eso me parece una grave falta de respeto…

— Entiendo, lo lamento. — Murmuró Megan.

— Le pedimos que, por favor, tomé cartas en el asunto y hable muy seriamente con su hija, porque no podemos pasar por alto otra falta como está.

— Sí, señora, le prometo que hablaré con ella.

— Gracias, puede retirarse. — Concluyó la directora.

Megan caminaba lentamente de regreso a casa tomando la mano de su hija, la pequeña iba cabizbaja y eso le rompía el corazón, pero lo que dijo la directora del colegio era cierto, era importante hablar sobre lo sucedido.

— April… ¿Por qué lo hiciste?

— ¿Mmmm?

La niña levantó el rostro con esa expresión llena de tristeza que desarmaba a su madre, Megan tuvo que respirar profundo y llenarse de valor.

— ¿Por qué golpeaste a la niña? Sabes que eso estuvo muy mal, ¿por qué lo hiciste?

— Mami… — April la miró con los ojos cristalinos.

Megan se detuvo inmediatamente, agachándose a su lado.

— Por favor, April, dime qué sucedió, tú no eres así, tú eres una niña muy dulce y tierna, quiero entenderte y no puedo hacerlo si no me cuentas.

— Ella se rio de mí…

— ¿Por qué?

— Por qué no tengo papá…

— Ay, cielo… — Megan abrazó a su hija.

— Hoy era la fiesta de los papás, me preguntaron por el mío, yo no sé quién es y se rieron… — La niña se apretó a su madre, largando las lágrimas.

— Lo siento, amor, pero ese no es motivo para que la golpees…

— Esa niña es mala, mami, siempre se ríe de mí, dice que mi mamá es fea y ahora, que no tengo papá… Yo sé que eres la mamá más linda del mundo, pero, ¿por qué no buscamos a papá? Y así no se ríen…

— Ya te lo dije, no sé dónde está, él se fue por trabajo hace mucho y desapareció… Lo lamento. — Megan se separó de su hija, mirándola a esos hermosos ojos verdes llorosos.

— Mamá, ya no quiero que se rían y que me digan cosas feas… — Gimió la niña entre lágrimas, Megan sentía como se le estrujaba el corazón.

— ¿Sabes qué? Por qué no pedimos tu pizza favorita para cenar hoy y hablamos de esto en casa… — Le sonrió Megan, intentando animarla.

— Sí, mami… — La pequeña intentó limpiarse las lágrimas.

— Bien, solo déjame hacer una llamada…

Se acercaron al teléfono público desde el cual Megan siempre se comunicaba con su familia. Al llamar, su hermana de inmediato contestó.

— ¿Cómo te fue?, ¿por qué te llamaron del colegio? — Preguntó Melanie, preocupada.

— Tuvo una pelea, de nuevo se estaban burlando de ella… — Murmuró Megan, intentando que su hija no la escuchara.

— Tienes que cambiarla de ese lugar, hasta cuándo…

— Sabes que no me alcanza para pagar por un sitio mejor…

— Y nunca puedes estar con ella porque tienes dos trabajos. — Completó Melanie.

— ¿Qué puedo hacer? — Megan recostó la frente en la cabina, sintiéndose frustrada. — Soy una pésima madre…

— No digas eso, eres la mejor, te esfuerzas cada día… Solo necesitas una oportunidad…

— ¿Y de dónde?, no tengo una lámpara mágica para pedir un deseo…

— Pero tienes a una hermana que te apoya…

— ¿Qué? — Preguntó Megan confundida.

— Escucha, te conseguí la oportunidad que necesitas, me tomé el atrevimiento de enviarle tus papeles a una amiga, ella me dijo que tienes un buen perfil y que puede ayudarte, solo tienes que ir a una entrevista, ya todo está arreglado…

— ¿Qué hiciste? — Megan sonó preocupada.

— Tranquila, Megan, ya han pasado cinco años y tú sigues con la paranoia, esos hombres dejaron de venir hace tiempo… Tienes que rehacer tu vida, estudiaste mucho y ahora andas de mesera y mucama, con unos salarios que no te alcanzan para nada…

— Melanie, sabes que esos son puestos muy exigentes…

— Este no, tiene un buen horario y pagan superbién, si se ponen exigentes, pasarás algo de menos tiempo con tu hija, pero por lo menos tendrás dinero para darle una vida mejor y un colegio en donde no la jodan tanto… — Aclaró Melanie, decidida de convencer a su hermana. Megan suspiró pensativa.

— Bien, no pierdo nada con intentarlo.

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