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Capítulo 7 — La cenicienta

— ¡Señor Collins! Qué gusto conocerlo finalmente, es un honor que me haya invitado a esta reunión… — Gianfranco estiraba su mano hacia Albert con gran entusiasmo.

— Mucho gusto, señor Rizzo, puede tomar asiento. — Contestó Albert, respondiéndole con un apretón de mano fugaz y mostrándose con mucha seriedad.

— Señor, gracias por esta oportunidad, estoy muy entusiasmado con la reciente inversión que hice en su empresa y si me lo permite, tengo algunos proyectos que creo, podrían interesarles… — Gianfranco fue a abrir una enorme carpeta, cuando Albert lo interrumpió.

— Disculpe, señor Rizzo, pero no lo mandé a llamar por eso… — Soltó Albert tajante con una expresión ceñuda.

— ¿Qué? — Gianfranco se detuvo, confundido, viendo que Albert sacaba un papel de una carpeta que tenía al frente.

— Señor Rizzo, no soy un hombre que se ande por las ramas, así que iré al grano… Lo mandé a llamar porque necesito que me diga, ¿quién es esta mujer y que relación tiene usted con ella? — Albert estiró la foto hacia Gianfranco, quien se quedó paralizado por un instante al ver la imagen.

— ¿Megan? — Balbuceó con los ojos abiertos de par en par.

Gianfranco reconoció de inmediato la foto y por el fondo, supo dónde fue tomada, era obvio que la había sacado de la cámara de seguridad que había en la entrada del salón, donde, hacía unos días, se hizo la fiesta en honor a Albert Collins.

La misma fiesta a la que Gianfranco había invitado a Megan y en la que ella había desaparecido.

— ¡Sí, exacto! Megan… ¿Cuál es su apellido? — Preguntó Albert echándose hacia adelante en su asiento, lleno de ansiedad.

— Megan Smith… — Murmuró Gianfranco, sin poder dejar de mirar la imagen, preguntándose ¿por qué Albert Collins preguntaba por Megan?, ¿de dónde la conocía?

— ¿De dónde la conoce, señor Rizzo? Porque… A juzgar por la manera que en la señorita está aferrada a su brazo, ¿debo suponer que son muy cercanos? — Preguntó Albert sintiendo la piquiña de los celos recorrerlo y carcomerlo, pero lo aguantaba.

Esta vez fue Gianfranco quien se mostró serio al levantar la mirada.

— Disculpe, señor Collins, pero, ¿para qué quiere saber eso?, ¿de dónde conoce a Megan?

— Señor Rizzo, quizás crea que le debo una explicación, pero no es así, mis asuntos no son de su incumbencia… — Gruñó Albert con autoridad, levantándose para caminar por la oficina. — Solo tiene que saber, que estoy reuniendo la mayor información posible sobre la señorita por un tema de gran importancia y, por lo tanto, espero de su completa cooperación… — Albert se giró sobre los talones, observando a Gianfranco con altivez. — Es un asunto privado.

Completó Albert y esa respuesta, le pareció extremadamente sospechosa a Gianfranco, ¿un tema de gran importancia?, ¿qué podría tratar un hombre tan importante como Albert Collins, con una mujer cualquiera como Megan?

Algo de esto no le encajaba a Gianfranco, quien decidió usar el poder de la información a su favor, él debía ser muy listo y prudente.

— Entiendo, señor Collins, disculpe, no quería sonar entrometido… Bien, Megan Smith asistió conmigo a la fiesta, sí, pero no es lo que usted piensa, ella me acompañó como mi asistente personal… Claro, en la imagen ella me toma del brazo, pero es solo porque estaba muy nerviosa, era un evento muy importante y lleno de mucha gente… — Intentó excusarse Gianfranco.

— ¿Ella es su asistente?

Albert sintió un alivio instantáneo, primero por haber descubierto que Megan no tenía ninguna relación sentimental con ese hombre, como Albert lo había pensado.

Segundo, por qué finalmente había dado con la hermosa mujer que ya era dueña de sus pensamientos y sueños.

— Sí, ella trabajaba conmigo, en una de mis empresas.

— ¿Trabajaba? — Albert arrugó el entrecejo, confundido, volviendo a acercarse a Gianfranco, de nuevo la preocupación volvió a abrumarlo.

— Así es, señor Collins, el día de la fiesta, ella desapareció y desde entonces, no la he vuelto a ver…

— ¿Cómo? — Albert se sostuvo del escritorio, incrédulo, algo en su pecho se removió, ¿desapareció después de pasar la noche con él?, ¿por qué?, un sentimiento de culpa lo golpeó.

— Por supuesto que la llamamos, intentamos contactarla por todos los medios, pero Megan nunca contestó… Por eso, hace poco envié a alguien a su apartamento y encontraron una escena terrible, todo estaba hecho un desastre, destruido, además había insultos y amenazas pintadas en las paredes, así como un símbolo de la mafia.

— ¿La mafia? — Albert abrió los ojos, consternado, sintiendo como el pulso se le había disparado, él sintió miedo, pánico, por la hermosa mujer. — Me imagino que usted dio aviso a las autoridades…

— Así es, señor Collins, puede ir usted mismo a la comisaria y constatar que la denuncia por la desaparición de Megan, ya fue hecha… — Gianfranco se levantó de su asiento, con una expresión afligida.

— ¿Y su familia?, ¿qué hay de la familia de ella?, ¿tiene alguna información? Quizás no esté desaparecida, puede que esté con ellos… — Preguntó Albert muy agitado.

— Sí, los contactamos, pero tal como nosotros, ellos no saben nada de Megan… Fue muy triste, señor Collins, su madre sufrió mucho cuando se enteró… — Gianfranco bajó la vista con desdén. Albert se quedó pensativo mientras lo escuchaba, no lo podía creer. — Megan… Ella era una grandiosa mujer, sobresaliente, lista y muy trabajadora… Jamás hubiera creído que ella estuviera involucrada con la mafia, fue una gran sorpresa…

— ¿Involucrada? Ella es una víctima… — Soltó Albert, evidentemente enojado con la acusación que ese hombre estaba haciendo.

— ¿Una víctima? Señor Collins, un importante grupo de pandilleros y mafiosos no arremetían de esa manera contra una inocente mujer por nada… — Gianfranco se mantuvo solemne. Albert seguía ceñudo, con la mandíbula apretada y con la respiración agitada por la rabia. — Quizás ella les debía algo o les hizo un trabajo mal hecho, también puede ser que estuviera involucrada con uno de esos mafiosos y terminó haciéndolo enojar, no se sabe, hoy en día, no se puede confiar en nadie…

— No lo creo… — Murmuró Albert apretando los puños.

Gianfranco se dio cuenta de que el hombre seguía muy molesto, su plan de desprestigiar a Megan, no estaba funcionando como esperaba.

— Bueno, hasta que ella no aparezca o las autoridades encuentren algo, no lo sabremos… — Gianfranco se encogió de hombros. — Me temo que el asunto urgente que tiene que tratar con ella, tendrá que esperar, señor Collins.

Gianfranco suspiró pesadamente, como si estuviera muy afectado por todo lo dicho, y nuevamente estiró la mano hacia Albert.

— Será mejor que me retire, señor Collins, supongo que en otro momento podremos hablar de mis propuestas para la empresa…

Albert miró la mano de ese hombre, la verdad no quería tener que darle un apretón, no le gustó como habló de Megan, pero había sido criado como un caballero.

— Señor Gianfranco, aun así, voy a necesitar que me envíe, de inmediato, toda la información de la señorita Megan Smith…

— Claro, claro, como diga… — Asintió Gianfranco incómodo. — Si gusta, puedo ponerlo en contacto con el agente que lleva el caso, él lo ayudara a…

— No, gracias. — Respondió Albert tajante, dándose la media vuelta para volver a su asiento tras el enorme escritorio de madera. — Prefiero moverme por mis propios medios.

— Entiendo, hasta luego. — Gianfranco salió de la oficina, sintiendo como se le Iba hirviendo la sangre paulatinamente.

Ese sujeto, Albert Collins, no era más que un engreído, pedante, que resultó desagradable.

Pero pronto sería el hombre más poderoso del país y a un hombre como ese, no era conveniente tenerlo como enemigo ni llevarse por las malas.

¿Cómo Albert no le creyó a Gianfranco las insinuaciones que hizo sobre Megan, siendo un empresario respetado?, eso tenía indignado a Gianfranco, pero por lo menos había dejado la espina, la duda y en algún momento Albert terminaría pensando que esa mujer no era digna de confianza.

Pero había un asunto más importante que ese, ¿por qué Albert Collins tenía tanto interés por encontrar a Megan?, ¿qué asunto urgente tendrían?

Ahora, Gianfranco tenía otra preocupación, él no podía permitir que Collins encontrara a Megan, pues ella ya conocía su secreto y si le contaba a Albert que, en realidad, él era un mafioso, estaría arruinado por completo.

*

La puerta de la oficina se cerró y Albert exhaló aliviado, ese sujeto por fin se había marchado, no sabía por qué, pero no le resultaba muy agradable, quizás por esa foto en dónde se veía tan cercano a Megan, esa sola imagen que Albert volvió a mirar por un instante, hacía estallar sus celos.

Albert volvió a levantarse de su asiento, para caminar hacia los enormes ventanales de la oficina, observó las calles, el tráfico, la gente diminuta caminando varios pisos abajo.

— ¿Dónde estás Megan? Por lo menos la cenicienta dejo una zapatilla, una pista, una herramienta para encontrarla, pero tú… No me dejaste nada más que el recuerdo. — Murmuró Albert, pensativo, para sí mismo, golpeando con su puño el cristal de la ventana, lleno de frustración.

*

La vida estaba agarrando de nuevo su rumbo, habían pasado tres meses, muy difíciles, lleno de llanto, dolor, rabia y malos recuerdos, pero Megan seguía adelante, ella no estaba dispuesta a rendirse.

La joven ya se había creado una rutina e intentaba olvidar todo, dejar a un lado lo mal que la había pasado, además había llamado a su familia, le contó todo a sus padres y hermana para no preocuparlos y ellos juraron mantener todo en secreto.

— Megan, hoy nos visitaron otros hombres preguntando por ti… — Contaba Melanie, su hermana, por teléfono.

— ¿Otros? Por Dios… — Megan suspiró afligida. — ¿Por cuánto tiempo más piensan buscarme?

— Eso no importa, no te encontrarán hermana… — Susurró Melanie, desde el teléfono público, en una acera de la calle.

— Lo sé… — Megan sonrió con cierta tristeza. — Hay veinte mil Megan en el país y nuestro apellido es todavía más común… Además, he mejorado mucho mi disfraz, es imposible que den conmigo.

— Me alegro de que te lo tomes así… Oye y hoy tienes la entrevista, ¿no es así?

— Sí, estoy muy entusiasmada, es un increíble trabajo con muy buen sueldo, la última vez me dijeron que ya el trabajo era mío, solo faltaba la revisión médica.

— ¡Estás hecha! Siempre has sido muy sana… No tengo por qué desearte suerte, hermana, el trabajo ya es tuyo.

— Gracias.

Megan sonrió con algo más de optimismo y luego de una corta despedida, colgó, debía volver a su apartamento para cambiarse, pues también hablaba por un teléfono público.

— Señorita Smith…

La llamaron de la oficina, era el momento de la verdad, finalmente su vida mejoraba, ya tenía un apartamento pequeño, pero cómodo y muy pronto, tendría su puesto de trabajo soñado.

Megan entró llena de seguridad.

— Aparentemente, todo está bien, es muy sana… — Murmuró la mujer de recursos humanos con algo de seriedad.

— Genial, ¿eso significa que tendré el puesto de trabajo?

— Me temo que no… Este es un puesto muy exigente, requiere de todo su tiempo y energía, buscamos una persona que lo ocupe a largo plazo…

— ¿Qué?, pero no entiendo, yo puedo hacerlo, puedo trabajar duro y quedarme por todo el tiempo que me lo permitan, ¿por qué?, ¿por qué no puedo tener el puesto?, por favor, deme una razón coherente. — Preguntó Megan consternada.

— Señorita Smith, usted está embarazada…

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