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Capítulo 6 — Un cambio

Megan apretó los puños a los costados, sintiéndose tan enojada como humillada, pero también estaba desesperada y necesitaba ayuda.

— Por favor, se lo suplico, es una emergencia… — Musitó tragándose su orgullo.

— ¿Una emergencia?, ¿usted cree que me voy a creer eso? — Preguntó la mujer elevando una ceja con prepotencia.

— Sí, se lo ruego, déjeme subir o llámelo, dígale que la mujer que pasó la noche en la suite, está aquí.

— ¿Acaso no le da vergüenza? — Siseo la mujer con rabia, en el rostro de Megan. — Un hombre como esos, jamás estaría con mujeres de su clase y si es que tienen un desliz, sería con una supermodelo o algo así.

— Pero…

La puerta del ascensor se abrió y sin importar lo que dijera la mujer, Megan intentó saltar en el interior, no obstante, el mismo botones que estaba en el interior se encargó de sostenerla al ver qué una extraña chica intentaba entrar a la fuerza.

— ¡Sáquenla de aquí! — Ordenó la mujer al notar que los clientes comenzaban a acercarse, murmurando.

El botones la jaló para llevarla a la salida, pero Megan lo detuvo usando todas sus fuerzas.

— Por favor, por favor, se lo suplico, es una emergencia, es de vida o muerte… — Gimió Megan.

La mujer que no quería quedar mal frente a las personas que estaban alrededor observando, intentó sonar más compasiva.

— Muy bien, si es cierto que estuvo aquí anoche, solo dígame una cosa… ¿Cuál es el nombre de los huéspedes de la suite con los que estuvo?

— Yo… — Megan se paralizó. — Yo… No lo sé. — Balbuceó ella, llorosa.

— ¿Lo ve? Solo es una mentirosa aprovechada. — Replicó la mujer llena de satisfacción. — Llévatela. — Ordenó al botones quien no dudo en escoltar a la mujer hacia la salida.

— No, no, espere… — Insistió Megan, pero fue ignorada.

— ¡No se preocupen, aquí tenemos los más altos estándares de seguridad! — Voceo la mujer a los clientes curiosos, para luego volver a su puesto de trabajo.

Así, Megan fue arrastrada afuera del hotel, donde la empujaron, haciéndola caer en la calle.

*

— ¿Cómo que no hay ninguna Megan en la lista de invitados de la fiesta de anoche? — Preguntó Albert, muy concentrado, mientras hablaba por teléfono con Jorge, su escolta.

— No, señor, debió ser la invitada de alguno de los integrantes de la lista… — Respondió Jorge al otro lado del teléfono. — Y son muchos los invitados…

— Sigue investigando… — Gruñó Albert con la mandíbula apretada, para colgar el teléfono.

Albert se giró del mostrador, notando que la recepcionista volvía algo azorada, había un grupo de personas murmurando por los ascensores y apenas logró vislumbrar cuando un botones sacaba a una mujer por la puerta principal.

— ¿Ocurrió algo? — Preguntó Albert a la recepcionista.

— No, no se preocupe, señor Collins, no es nada importante…

— Noté que había mucha gente por los ascensores… — Insistió él con algo de interés.

— Una jovencita que quería colarse, seguramente para robar a alguno de nuestros huéspedes.

— ¿Qué?

— Sucede más a menudo de lo que usted cree, por eso somos muy precavidos… Bien, me decía que, ¿va a dejar la habitación?

— Sí, así es.

*

Megan se levantó de la acera, dónde todos la miraban, la joven bajó el rostro nuevamente y se limpió las lágrimas, su plan no resultó, solo le quedaba una opción, huir.

Era obvio que no podía irse en avión, gracias a las películas de detectives y mafias que había visto, irse en un vuelo significaba dejar un rastro, así que tomó un taxi y le indicó dirigirse a la estación de trenes.

¿A dónde iría? Ella observó por un rato la pantalla con las próximas salidas, el siguiente tren se dirigía a una ciudad bastante alejada y grande, una que ella no conocía y dónde mucho menos conocía a alguien, eso le pareció perfecto.

Ella solo necesitaba escapar, ya pensaría en que hacer después, así que solo tomó el tren sin pensarlo mucho más.

Al llegar, la joven se alojó en un modesto hotel, pidió una habitación pequeña porque sabía que necesitaría estirar sus ahorros y dio un nombre falso.

¿Gianfranco la encontraría aquí?, ¿los mafiosos darían con ella? Un estremecimiento le recorrió la columna con solo recordar lo sucedido.

Megan estaba destruida y cansada, no solo física, sino también emocionalmente, la joven decidió tomar un baño, en el cual se la pasó llorando y enjuagando sus lágrimas una y otra vez.

Su vida había cambiado por completo en una sola noche.

Luego de salir de la ducha, Megan se miró por largo rato en el espejo, las lágrimas todavía no dejaban de descender y ella todavía no dejaba de preguntarse, ¿por qué?, ¿por qué le pasaba esto?

Ella siguió mirándose llegando a una conclusión: su belleza, eso era lo que siempre le había traído problemas. Desde muy joven las personas solo eran agradables porque ella era bonita, los hombres se acercaban solo por eso también.

Había sufrido mucho, habían sido varias las veces en que los hombres intentaron atacarla, acercarse a la fuerza solo por su belleza o engañarla como Gianfranco, por eso siempre intento mantener un perfil bajo, con ropa modesta, sin maquillaje y, todavía así, Gianfranco apareció en su vida, guiado también por su belleza.

Por eso él intentó cambiarla, comprarle ropa y pagarle estilistas, solo quería presumirla como un trofeo, ¿por qué ella no lo vio antes?, ¿cómo no sospechó de la amabilidad de ese hombre?

Y si lo pensaba bien, era lógico que fuese un mafioso, Gianfranco era un hombre que salió de la nada y pronto se convirtió en un importante empresario.

Megan apretó los puños con impotencia al darse cuenta de lo tonta que había sido.

Su belleza era el centro de todos sus problemas y ella podría apostar lo que fuera, porque seguramente los hombres con los que se acostó, se la llevaron al hotel solo por eso.

¡Claro! Vestida con ropa elegante y costosa, nadie la hubiera echado como lo hicieron en ese hotel, pero con el aspecto común que llevaba, nadie la notaba.

¡Eso era!

Una loca, pero brillante idea llegó a la mente de Megan y esa era la mejor manera de desaparecer para siempre, de que nadie la lastimara de nuevo.

La joven tomó algo de dinero, salió de la habitación y se dirigió a la tienda de belleza más cercana.

— ¿La puedo ayudar en algo? — Le preguntó una vendedora, al verla muy concentrada en diferentes productos.

— No, estoy bien, gracias. — Contestó Megan sin siquiera mirarla.

La joven tomó varios productos y al cancelarlos volvió a la pequeña habitación del hotel, deteniéndose de nuevo frente al espejo.

Era hora de cambiar, no sabía cómo lo haría, pero lo lograría, haría varios intentos de ser necesario hasta conseguirlo, pues de eso dependía su vida.

Así pasó toda la noche, haciéndose un brutal cambio.

A la mañana siguiente, Megan salió a comprar un periódico, tenía que empezar por buscar un trabajo y conseguir el apartamento más decente y económico que pudiera pagar.

Ella caminó por las calles sintiéndose más segura, pues no parecía ni la sombra de la mujer que era antes.

Había usado un bronceador en lata, oscureciendo el tono de su piel, la cual antes era de un blanco lechoso y ahora lucía dorada. Se compró lentes de contacto de color marrón, ocultando el color azul de sus ojos, y también unos lentes de pastas gruesas, claro, con cristales sin aumento.

Ella se tiñó su rubio cabello de un tono negrísimo, eso fue lo que más le dolió de su cambio, además de alisarse las ondas naturales de su cabello y además compró una tinta para tatuajes temporales, con las que logró hacerse una buena capa de pecas en la nariz y mejillas.

También consiguió hacerse unos frenos falsos, logrando darle un toque diferente a su sonrisa, aunque ella ya no tenía ánimos para sonreír, pensó que eso la podía ayudar.

Y para concluir, decidió usar un guardarropa más insulso que el que ya tenía, nada quedó de la despampanante y hermosa rubia, Megan se convirtió en una mujer completamente diferente, hasta se podría decir qué se veía algo fea.

Megan caminaba por la calle y nadie volteaba a verla, al menos que fuese para murmurar sobre el suéter desgastado que llevaba; y mucho menos capturaba la atención de algún hombre, cosa que le dio la paz que necesitaba y buscaba.

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