—¡¿Qué?!, ¡¿quién se cree usted para hablarme de esa manera y para venir a amenazarme así?! — Gritó la encargada con rabia.—¿Quién soy? — Voceo Albert elevando una ceja con cierta arrogancia. — Mi nombre es Albert Collins Sinclair, el próximo dueño de esta cadena de tiendas.La mujer se quedó pasmada, una expresión de horror se formó en su expresión, todos veían la escena con sorpresa, no se escuchó ni un murmullo más, Megan quedó impresionada con el impacto que había causado Albert en el lugar, parecía que todos alrededor se hubieran paralizado.—No… No puede ser… — Terminó balbuceando la mujer después de que pudiera tragar grueso.—¿Ah, no? — Albert sacó su billetera.Él no mostraría una identificación, él sacó una reluciente y extremadamente exclusiva tarjeta de crédito platinada, la cual brilló ante los ojos de la mujer cuando la detalló al ver el nombre del propietario marcado sobre ella.—Yo… Yo lo lamento mucho, señor Collins. — La mujer se inclinó inmediatamente, m
—Espera un minuto… ¿Tú…? ¡¿Tú me estás dejando?! — Voceo Rosalyn, sorprendida.—No, no te estoy dejando, Rosalyn, eso es lo que quiero que entiendas, no estamos en una relación, no somos novios, ni lo fuimos… — Intentó explicar Albert, nuevamente.—Pe… ¡Pero hemos estado saliendo! — Se quejó Rosalyn.—Sí, salimos algunas veces, como amigos, para conocernos…—Pero nuestros padres…—Aquí no hay nada arreglado, Rosalyn, no hay matrimonio, ni una relación impuestas por nuestros padres, ellos solo quisieron que nos conociéramos, eso es todo… — Contó Albert con toda la paciencia que pudo.—Pero es que era obvio, Albert, nadie tenía que ordenarlo porque era lo lógico, se supondría que saldríamos, anunciaríamos nuestra relación, nos comprometeríamos y terminaríamos casados… — Explicó Rosalyn paso a paso, casi que haciendo un cronograma, se podía ver claramente en su expresión su frustración.—¿Casarnos? Rosalyn te equivocas, solo accedí a conocerte, pero no estoy obligado a cas
—Sí, es correcto, yo mismo revisé ese archivo y todos los demás, esos inversionistas han tenido perdidas, por eso retiraron sus fondos de la empresa. — Explicó Albert.—Pero yo lo vi, señor, se lo puedo asegurar, recuerdo que me pareció extraño que el señor Ruiz se retirara de la empresa cuando obtuvo tan buenos ingresos. — Insistió Megan.—Debes estar equivocada. — Albert se levantó de su asiento acercándose a ella.—Señor, si me permite, me gustaría revisar en ese depósito otra vez y…—Eso es imposible. — Albert se detuvo frente a ella, observándola con mucha seriedad. — Luego de que tuvieras ese accidente, ordene limpiar ese depósito, deshacerse de los archivos más antiguos de los que se tuvieran respaldo.—Pero señor…—Estos los mandé a imprimir, si gustas puedo enviarte el respaldo por correo para que los revises, pero el que vayas al depósito será solo una perdida de tiempo. — Aclaró Albert.Megan cerró la carpeta, pensativa y confundida, ¿qué había sucedido?, ella
Fue como una revelación.Megan entró con algo de inseguridad en cada paso, sonriendo tenuemente al ver a la distancia a Albert esperándola, mientras que él seguía estático.Albert se había prometido a sí mismo no volver a pensar en eso, pero en ese instante, era imposible que la idea no pasara por su mente: «Ella se parece mucho a aquella mujer» sopesó, recordando aquel apasionado encuentro de hacía más de cinco años con la otra Megan.Para los ojos de cualquier otro hombre, esta Megan Smith lucia como una mujer común, como lo que era, una asistente sin mucha gracia, vestida elegante y algo arreglada, eso es todo.Pero para los ojos de Albert, ella se veía diferente, hermosa, con un aire a esa Megan del pasado que habría sido el amor de su vida, él no quería compararlas, pero en ese instante, resultó imposible no hacerlo.¿Cuál era la mayor diferencia entre ellas?, que esta Megan era morena y siempre lucia poco arreglada, ¿podría ser posible, que esta mujer pudiera ser la misma y
Megan se quedó allí, en el arco de la entrada, ella no estaba escondida, pero tampoco estaba expuesta, el instinto le dijo que no interviniera en esa conversación, por lo que solo escucho.—Por favor, señor Ruiz, somos hombres de negocios, seamos claros, sé que hay algo que le incomoda, algo que lo detiene… — Declaró Albert.—No, no, se equivoca, señor Collins.—Señor Ruiz, nuestra familia siempre ha contado con su apoyo, sé que usted es un hombre honesto e íntegro… — Albert sostuvo el hombro de Ruiz con firmeza, al mismo tiempo que lo miró a los ojos con convicción. — Así que, cuento con usted, cuento con que será sincero si hay algo de nuestra empresa que no le gusta… Usted sería sincero y nos lo diría, ¿no es así? — Murmuró Albert, dejando a Ruiz algo pensativo por un instante, hasta que, luego de un largo suspiro, el hombre habló.—Albert, sabes muy bien que todas mis inversiones están hechas en las empresas de tu familia, cualquier idiota con cuatro dedos de frente y dine
—Muchas gracias por contarme esto… — Albert estiró su mano hacia el señor Ruiz para darle un apretón.—Lo hice, porque espero que tomes cartas en el asunto, sé que su familia es muy correcta, los conozco desde hace mucho tiempo, pero con el escándalo con el que se vieron involucrados hace años…—Sí, lo sé, con mi abuelo… — Murmuró Albert.Él recordaba bien la historia que le había contado sus padres sobre su abuelo, Maximiliano, o mejor dicho Gerardo Ortiz, el padre de Máximo Collins.Ese hombre ya había fallecido en prisión hacía varios años, solo y muy enfermo, ni Albert, ni sus hermanos, llegaron a conocerlo, pues hacía mucho tiempo, antes del nacimiento de Albert, su abuelo tuvo un juicio muy comentado en el país.Se había hecho público, y demostrado, que el padre de Máximo Collins, estuvo involucrado con la mafia. Esa fue una época muy tumultuosa para ambas familias, los Collins y los Sinclair, en las que salieron muchos secretos oscuros.—Exacto… Después de tal escánda
Albert la arropo entre sus brazos, Megan se acurrucó en él, sintiendo el calor y la protección de su cuerpo, ella podía escuchar los rápidos latidos de su corazón, ese ritmo fue como un arrullo que fue disipando sus lágrimas y temores lentamente.Así estuvieron por largos minutos, sobre el colchón algo espichado de la vieja cama de Megan, poco a poco se acercaban más el uno al otro, se aferraban y los problemas en los que ambos pensaban, se iban disipando, desaparecían momentáneamente.La respiración de Albert se hizo más regular de un momento a otro, Megan se imaginó que él se había quedado dormido, ella se separó un poco, levantó el rostro para verle la cara y terminó encontrándose con esos hermosos ojos verdes, que parecían más oscuros en la tenue oscuridad.—Eres muy hermosa… — Le susurró Albert, mirándola fijamente, sin los anteojos.Y poco a poco, los labios de los dos, se fueron acercando, hasta unirse en un tierno y dulce beso. El abrazo se hizo más fuerte, el calor de
El clímax llegó para ambos, quienes, en medio de un gruñido y un gemido, estallaron.Así se quedaron, Albert estaba sobre Megan, recostando todo su peso en sus esculpidos brazos, ambos se observaron por un rato, con la respiración agitada.Él notando pequeños detalles en las facciones de ella que no había visto antes y ella, preguntándose de quién eran esos ojos verdes que había visto en su mente.Una extraña sensación abrumó a Megan, ¿qué había sido ese recuerdo?, ella había podido jurar que esos ojos, esos ojos verdes que ella recordó por un instante, eran los de Albert.O por lo menos eran muy parecidos, casi idénticos.Albert se tiró a su lado, abrazándola, acercándola a su cuerpo, besando con suavidad su cabello, la cien, su oreja, dándole a Megan un montón de pequeños besos que afianzaban todo lo que él sentía por dentro.Él inhalaba su aroma, se relamía el sabor de su cuerpo, Albert se aferraba a Megan muy seguro de que ella le pertenecía y esta vez iba a ser para siempre