—¡Oiga, señorita…!El escolta que acompañaba a Albert se acercó con la intención de quitársela de encima, pues no era la primera vez que una mujer se le lanzaba en los brazos a su jefe, molestándolo.Pero en esta ocasión Albert levantó la mano en un rápido movimiento, indicándole que se detuviera.La joven seguía observándolo, parecía no haber notado al escolta o estar ignorándolo por completo, ella solo miraba fijamente a Albert.Los ojos de aquella hermosa jovencita se habían convertido un pozo azul en el que Albert podría hundirse, se veían apenas cristalizados, lo que le daba un brillo especial.Las mejillas sonrojadas de ella le daban a entender que sentía vergüenza, sin embargo, por la forma en que ella se aferraba a su cuerpo, se podía sentir que había un genuino deseo y pasión.No era la primera vez que una hermosa mujer se le lanzaba a los brazos invitándolo a la cama, pero sí era la primera vez que él sentía que se le paralizaba el mundo ante una sola mirada.Parecía
Albert se despertó para darse cuenta de que lo sucedido no fue un sueño, aquella hermosa y sensual mujer que se había lanzado en sus brazos la noche anterior, esa extraña que se entregó a él sin reparos, era real, muy real.Él se quedó allí por un rato, acostado, observándola dormir y recordando la noche salvaje que habían tenido juntos, solo de pensarlo, el corazón de Albert se aceleraba.¿Era posible?, ¿enamorarse de una persona sin conocerla?, por lo menos sin conocerla del todo, pues aunque Albert ya había marcado cada centímetro de piel de esa mujer como suyo, él todavía no conocía la personalidad de aquella chica.Albert suspiró profundamente, conteniendo las intensas ganas que tenía de despertarla, besarla y saltar sobre ella para reclamarla como suya una vez más, él sonrió para sí mismo llegando a una simple conclusión.No sabía qué clase de hechizo o embrujo había usado esa chica sobre él, pero definitivamente, se había enamorado y ya habría tiempo para conocerla, cosa qu
El momento de tranquilidad, solo duró el tiempo que le llevó al taxi dejarla en el edificio en qué vivía.Megan llegó a su apartamento para encontrarse con una escena de horror, los muebles tirados y rotos; cuadros, jarrones y vidrios quebrados por todas partes, las paredes ralladas con una pintura color rojo con palabras insultantes.La chica se llevó las manos a los labios de la impresión, el cuerpo le temblaba con terror, los ojos se le cristalizaron nuevamente.Intentando mantener la calma en la medida de lo posible, Megan se adentró en ese horrible escenario con mucho cuidado, temerosa de que todavía estuviera algún intruso allí.Pero no se escuchaba nada, solo las bocinas de los autos a las afueras del edificio, la joven recorrió cada habitación del apartamento con el corazón en la boca y por cada espacio por el que avanzaba, estaba en peor estado que el anterior.Al llegar a su habitación, ella se encontró con todas sus prendas regadas por el piso, pero la ropa más bonita
Megan apretó los puños a los costados, sintiéndose tan enojada como humillada, pero también estaba desesperada y necesitaba ayuda.—Por favor, se lo suplico, es una emergencia… — Musitó tragándose su orgullo.—¿Una emergencia?, ¿usted cree que me voy a creer eso? — Preguntó la mujer elevando una ceja con prepotencia.—Sí, se lo ruego, déjeme subir o llámelo, dígale que la mujer que pasó la noche en la suite, está aquí.—¿Acaso no le da vergüenza? — Siseo la mujer con rabia, en el rostro de Megan. — Un hombre como esos, jamás estaría con mujeres de su clase y si es que tienen un desliz, sería con una supermodelo o algo así.—Pero…La puerta del ascensor se abrió y sin importar lo que dijera la mujer, Megan intentó saltar en el interior, no obstante, el mismo botones que estaba en el interior se encargó de sostenerla al ver qué una extraña chica intentaba entrar a la fuerza.—¡Sáquenla de aquí! — Ordenó la mujer al notar que los clientes comenzaban a acercarse, murmurando.
—¡Señor Collins! Qué gusto conocerlo finalmente, es un honor que me haya invitado a esta reunión… — Gianfranco estiraba su mano hacia Albert con gran entusiasmo.—Mucho gusto, señor Rizzo, puede tomar asiento. — Contestó Albert, respondiéndole con un apretón de mano fugaz y mostrándose con mucha seriedad.—Señor, gracias por esta oportunidad, estoy muy entusiasmado con la reciente inversión que hice en su empresa y si me lo permite, tengo algunos proyectos que creo, podrían interesarles… — Gianfranco fue a abrir una enorme carpeta, cuando Albert lo interrumpió.—Disculpe, señor Rizzo, pero no lo mandé a llamar por eso… — Soltó Albert tajante con una expresión ceñuda.—¿Qué? — Gianfranco se detuvo, confundido, viendo que Albert sacaba un papel de una carpeta que tenía al frente.—Señor Rizzo, no soy un hombre que se ande por las ramas, así que iré al grano… Lo mandé a llamar porque necesito que me diga, ¿quién es esta mujer y que relación tiene usted con ella? — Albert estir
—¡Albert, hijo! ¿Cómo estás? — Isabella entró emocionada para saludar a su hijo con un efusivo abrazo.—¿Qué tal todo, hijo? — Máximo, su padre, entro más atrás, dándole un par de palmadas en el hombro.—Estoy bien, con mucho trabajo, poniéndome al día… — Contestó Albert, complacido por la repentina visita de sus padres. — Bueno, díganme, ¿a qué se debe esta sorpresa? — Retomó su lugar tras el escritorio.—Pasamos porque queríamos felicitarte por tu nuevo puesto… — Dijo Isabella, al tiempo que se acomodaba en un asiento al otro lado del escritorio.—Bueno, en realidad ustedes mismos fueron quienes me dieron este puesto… — Comentó Albert, conteniendo una sonrisa y viendo como su padre se sentaba junto a ella.—Sí, por qué te lo ganaste, hijo, estamos muy impresionados, con los resultados que conseguiste en la empresa como CEO… — Contó Máximo, lleno de orgullo. — Además, ya era momento de que tomaras un cargo con mayor responsabilidad, ¡Director General del grupo de empresas
—¡Albert! — La puerta se abrió sin previo aviso, haciendo resonar la voz de una mujer. Albert de inmediato arrugó el entrecejo. — ¿Cómo estás, cariño?—Rosalyn… — Albert se levantó de su asiento tras el escritorio. — ¿Qué haces aquí?—Vine a verte, ¿no es obvio? — La mujer se adentró en la oficina, mientras Albert veía que su secretaria provisional lo observaba avergonzada desde la puerta.—Lo siento mucho, señor. — La secretaria bajó la vista con vergüenza. — La señorita no quiso esperar a ser anunciada.—Obvio no iba a esperar… — Rosalyn le dirigió una mirada fulminante a la secretaria. — Estamos saliendo…—Está bien, por favor, cierra la puerta. — Le respondió Albert a la secretaria, para dirigirse nuevamente a su inesperada visitante. — Rosalyn, te preguntaré de nuevo, ¿qué haces aquí?—¿Qué pasa, cariño?, no me digas… — La joven le sonrió con sensualidad, acomodándose en el asiento frente al escritorio. — Eres de los que amanecen de mal humor, ¿no?—No, no es eso…
—Disculpe, primero tengo que llamar a recursos humanos… — La recepcionista intentó esconder su expresión de sorpresa y desagrado, al tiempo que se volteaba para tomar la bocina del teléfono.—Está bien.La recepcionista llamó y al cabo de unos minutos, apareció taconeando una mujer elegante y hermosa, quien miró a Megan de arriba para abajo con una expresión llena de rabia.—¿Tú eres? — Preguntó la mujer, sin presentarse, revisando el interior de una carpeta que llevaba en la mano.—Yo… Soy… Megan Smith. — Respondió ella, algo nerviosa.—¡No lo puedo creer! — La mujer volvió a dirigirle una mirada a Megan, con una mueca despectiva, como si sintiera asco. — ¡¿Tú eres la chica que viene recomendada?!—Eh… Yo… Eso creo… Una amiga de mi hermana… Ella… — Balbuceó Megan, sintiéndose cada vez más pequeña.—¡Agr! — Gruñó la mujer volteando los ojos. — No sé por qué acepté hacer este favor… Bien, pasarás a la entrevista, ya no se puede hacer nada, ya di mi palabra y estás en la l