Dayana Berlusconi
Año nuevo es apena en unas horas y pensábamos regresar, pero la nevada que cae en Estocolmo imposibilita la salida de aviones por lo que pasaremos este momento en la cabaña mirando la chimenea mientras esperamos lo que se aproxima.
—Si mamá estamos bien, —observo su rostro por la pantalla del computador.
—Esperaba tenerte de frente ante la novedosa noticia que te quiero dar, —anuncia, Donovan llega hasta mi lado entregándome una taza de chocolate.
—Señora Laura, es bueno verla otra vez, —saluda.
—Ya te he pedido que me llames Laura, eso de señora m
Alexandro Bianchini Maldigo a todos los inventores de alarma cuando la mía me hace querer lanzarla, pataleo como pequeño y me estiro en la cama. Abro mis ojos mientras permanezco tirado en todo y en nada al mismo tiempo, cosa rara, pero así soy cuando me levanto de mal humor en las mañanas. Salgo de la cama y camino al baño, espero varios segundos para hacer mis necesidades por cuestiones de que soy hombre y tengo pene, es difícil mear con una erección sin chorrear todo el lugar. Después de que la felicidad de mi pierna vuelve a su estado de reposo hago lo que iba a hacer, me ducho y salgo con más energía, me voy a la cocina envuelto en mi toalla para preparar el café, Azucena no tiene que venir hoy y me toca calentar cualquier cosa o pedir mi cena al restaurante más cercano, Donovan era quien me alimentaba en estos días, pero está lejos por varios meses. &nb
Donovan Bristol —¿En serio no me dejarás recibir año nuevo unido a ti? —cuestiono mirando su rostro desde arriba, me presiono para que sienta mi erección que desea ser liberada. —Aún estoy manchando, no quiero arriesgarme, —anuncia, pero esto no es suficiente para convencerme además se nota ansiosa al sentirme de este modo, me froto contra su centro. —Donovan, —se queja antes de dejar salir un gemido. —Lo deseas tanto como yo y fue tu plan desde que salimos de California, —me acerco a su rostro para besar sus labios entreabiertos, suspira cuando la beso y finjo penetrarla ganando un gemido ahogado de recompensa.&nbs
Dayana Berlusconi Cuando menos lo esperábamos la tormenta de nieve paso y pudimos regresar a California haciendo el mismo recorrido, no tenía gana de nada al llegar y estaba muy cansada por todo el viaje, pero a la mañana siguiente Donovan se levantó temprano para ir a sus rutinas de ejercicio. Por ahora nos quedan tres o cuatro días más de vacaciones y volver a la empresa, Alexandro hizo un buen trabajo y me toco revisar la agenda de pendientes. Como mi cereal con fresas picadas, Donovan aparece en la cocina con una toalla colgada en su cuello mientras el sudor recorre su pecho descubierto. Antes era diferente y se acomplejaba por sus marcas en la espalda, pero ahora lo he hecho darse cuenta de que no es algo de lo que deba preocuparse y que no debe ocultarla cuando está conmigo. —Buenos días, —me besa con ca
Asher Jones Observo mi reflejo en el espejo, no me gusta vestir de esta manera tan descarada se podría decir, suspiro mirando a mi mejor amigo que sonríe abiertamente, Marcos y yo compartimos una amistad desde hace años después de conocernos a través de una app de cita y descubrimos que no éramos compatibles para algo más y surgió nuestra hermandad. —No me gusta esta ropa, —suelto, no soy como algunos gais que le gusta llamar la atención con atuendos reveladores y poco discreto, me gusta conservar mi apariencia masculina aunque mis facciones sean muy afeminadas y mi cuerpo por igual. —Solo será por esta noche, —suspiro. Las fiestas tampoco son de mi agrado, sé que me miro antisocial, pero así soy y no cambiaré eso nunca. Me gusta
Asher Jones —Sí, —digo para sentir sus labios alcanzar los míos, me besa con ansiedad y le sigo el beso, Alexandro pasea sus manos por mi cintura mandando electricidad por todo mi cuerpo que se concentra en mi entrepierna, me hace presionarme contra la suya y da miedo sentir lo enorme que es, me trae inseguridad sobre esto que hago, pero también estoy caliente y quiero dar este paso mandando a silenciar todas las malas ideas que pasan por mi cabeza. Alexandro me saca el top dejando mi torso al descubierto, me mira maravillado para luego besar mi cuello, hombro y muerde estirando la piel de mi clavícula la cual succiona, gimo y sé que me ha dejado varias marcas «Maldito» pienso. Tomó el cabello de su nuca para alejarlo y muerde su labio inferior, beso su ma
Dayana Berlusconi Despierto envuelta en los brazos de Donovan y ya es una costumbre… bueno a veces lo hago sola porque se va a su gimnasio personal a pesar de que paga una membresía en un club de golf que tiene todo eso incluido, me remuevo girando hasta poder mirar su rostro. Se nota relajado, me comento que su doctora pidió vernos a ambos y también me dijo que antes recordaba con frecuencia el momento en que estuvo secuestrado. Cada noche lo atormentaba la misma pesadilla y que ahora que estoy con él puede dormir con tranquilidad, se siente en paz y eso me alegra mucho. Toco su mejilla y luego su mandíbula donde su barba me da un picor en la palma de mi mano, Donovan empieza a despertar y sus ojos azules me mira por varios segundo. Los cierra y luego los abre despu&eacu
Donovan Bristol Volver a la empresa nunca se sintió de esta manera, se nota que cada empleado está feliz por este progreso que sea logrado con mucho desempeño y motivación donde cada quien aporto su granito de arena para que fuese de esta manera. Recibí felicitaciones por todo y por mi compromiso, Dayana me ha ayudado mucho a superar la pelea con Sonia y por más que deseo dejarla de lado y avanzar no puedo. Tuve que reactivar su cuenta, pero no soy idiota y le deje una cierta cantidad que le será suficiente para mantener sus propios lujos y no la exagerada deuda de Gabriel. Técnicamente, sé todo lo que hace ese par de sanguijuela y no permitiré que terminen derrochando el dinero de mi empresa en su mierda de vida que se jodan y que trabajen para pagar sus deudas. 
Alexandro BianchiniVolver a la oficina nunca me había gustado tanto después de las vacaciones, me siento en mi escritorio y cuando tocan mi puerta mi ansiedad aumenta, murmuro un pase y por esta ingresa Esther, no puedo evitar hacer una mueca. —¿Qué pasa Esther? —cuestiono. —Me informan que tu asistente el señor Jones, no puede venir porque se encuentra enfermo, —anuncia. —¿Qué tiene Asher? —me preocupo por el chico. —No le pregunte, pero esto es algo inaudito, no tiene ni siquiera cinco meses y ya comienza a faltar, —no puedo evitar fruncir mi ceño. —¿Te estás escuchando Esther? —interrogo—. Es