Tal como prometió, Lucian se centró primero en la hija secuestrada de Alexander. Junto a Francesco hicieron una ardua investigación que los guio hasta un ostentoso salón de tabaco en la zona central de Londres. Desde el edificio de enfrente los italianos pudieron ver a hombres de todas las edades entrar y salir como si fueran dueños del lugar.—Tenemos un par de minutos antes del cambio de guardia. —Francesco miraba a través de los binoculares, buscando cualquier tipo de cambio en la rutina del lugar que les diera a entender que sabían de su presencia.—Diles a los nuestros que esperen. Si notan nuestra presencia podrían lastimar a las niñas. —Porque sabían que no solo la hija de Alexander estaba ahí. Por lo visto, el Master tenía una sucia predilección por las jovencitas y había creado una red a través de la cual LF le proveía por orden de Víctor de nueva mercancía para sus burdeles, a los cuales asistían la mayor parte de sus reclutados.Siempre supo que la supuesta justicia detrás
Manhattan, principios de 2023. La mañana estaba especialmente fría, algunos copos de nieve caían de forma esporádica tapizando el concreto de la acera de blanco por donde la gente no pisaba. Emma evitó chocar con una mujer que corría al lado de su perro y cruzó la calle junto al grupo de gente que esperaba el cambió de luz del semáforo. Un joven de no más de dieciocho años, cabello rubio, ojos azules y una preciosa sonrisa le abrió la puerta cuando estuvo frente al local de café que frecuentaba. —Listo latte con dos de azúcar y leche entera. —Daniel, el chico tras el mostrador, le entregó el café sin que tuviera que pedirlo o hacer fila. Un beneficio de ser cliente frecuente en la cafetería y sobre todo, ser hermana adoptiva del dueño de la mitad del local. —Si sigues regalándole el café nos iremos a la bancarrota. —Se quejó Pablo al salir de la cocina. La sonrisa en su rostro era algo a lo que Emma no se acostumbraba, pero que le alegraba bastante, pues sabía mejor que nadie que su
—De nuevo tienes el ceño fruncido. —Helena como siempre, llenó el espacio del despacho con su sola presencia. Y es que ella era como el sol en un nublado día de verano, aparecía y los colores se volvían brillantes, como si todo a su alrededor simplemente cobrara vida. Helena era apenas seis años menor que él. Era la bebé de la familia, la luz de los ojos de su padre, y de él también, pues la adoraba desde el momento en que su madre volvió a casa con ella entre sus brazos. Para Isabella, un año menor que él, no había sido fácil compartir la atención de sus padres con una niña extraña a la que no conocía de nada, al principio incluso se negó a estar cerca de ella, pero eventualmente se convirtió en su defensora número uno. Isa era entre ellos la ternura, la fuerza, la lógica. Lucian siempre la asoció con estar en su hogar, ella tenía esa energía familiar y tranquilizadora, quizás porque había heredado la belleza de su madre, sus facciones suaves, la pequeña nariz respingada, los ojos e
Durante los meses siguientes a su recuperación, Lucian se dedicó a recuperar la organización que le había sido arrebatada. Con ayuda de Francesco, Alexander, y el resto de los Signori, el rey se embarcó en una cacería interna contra todo aquel que fue corrompido por el enemigo. Que se aliaron con el asesino de su padre solo por un poco más de dinero y un puesto a un lado del poder. No tuvo piedad con ellos, como ellos no la tuvieron con él, ni con todos los inocentes que pagaron por su avaricia. Durante meses, los traidores fueron cayendo uno a uno, los negocios de los miembros de la organización fueron restaurados, las familias rotas reunidas, los enemigos apresados o eliminados. La Fagmilia volvió a tener su poderío y esplendor de antaño, las vidas recuperadas al sacar los negocios del Master de Europa les gano aliados inesperados que hicieron crecer su influencia por todo el continente.Para finales del año siguiente, Lucian pudo volver finalmente al hogar que lo vio crecer, junt
Durante todo ese día, Emma no fue capaz de concentrarse en su trabajo, su mente insistía en volver a esa mañana, al aroma que a su vez traía a flote recuerdos que creyó haber dejado atrás. “¡JA! Como si dejaras de pensar en él en algún momento del día” Intervino la odiosa voz de su cabeza.—¿Quieres que reprograme la cita con el cliente para mañana? —Maya, sentada frente a su escritorio esperaba por una respuesta, mirándola por encima de las gafas, un gesto muy de señora mayor para una jovencita de apenas veinticuatro años. —¿Está todo bien?Emma miró a su asistente, se reclinó sobre el asiento y suspiró con cansancio.—Ha sido un día extraño. —Mencionó sin dar más explicación, no era necesario. —Reprograma la cita y asegúrate de que el diseño esté listo antes. —Ordenó. Cerró su laptop y dio con esto por concluido su día laboral. —Nos vemos mañana, ten cuidado de camino a casa. —Dijo a Maya al levantarse, tomar sus cosas y salir de la oficina. Eran apenas pasadas las siete, normalment
El día posterior al que Lucian desapareció, Emma tuvo que obligarse a salir de la cama. No había dormido nada, simplemente se quedó en la oscuridad, mirando el techo, tratando de descifrar en su mente lo que había pasado. Aunque claro, no hacía falta ser un genio para darse cuenta. Lucian necesitaba ayuda y ella se la proporcionó, cuando ya no la necesitaba, se fue.“Prometió no hacerte daño…”—Las promesas se rompen todo el tiempo… —le respondió a la voz de su cabeza, se limpió las lágrimas y se preparó para ir a trabajar. Atribuyó las náuseas que sentía a la falta de sueño y el cansancio acumulado.Emma era una mujer fuerte, inteligente, razonable. Y, sin embargo, durante los siguientes días le costó mantenerse entera. Tenía el corazón hecho añicos, por un hombre al que conoció por un muy breve espacio de tiempo, de quien realmente no sabía nada más que su nombre y ya dudaba que fuera real. Pero el abandono no era nada nuevo para ella, tuvo los años que tenía de vida para acostumbra
Lucian salió del edificio sintiendo que el corazón se le saldría del pecho para ir a reencontrarse con Emma, su Emma. Las manos le picaban por la necesidad de tocarla y sentía el cuerpo pesado, como si todo su ser se negara a crecer la distancia entre ellos, pero ya no era suya.Estaba con alguien más, y era feliz.“Deberías ser tú, ahí con ella” con tristeza tuvo que darle la razón a la molesta voz de su cabeza, pero ya era demasiado tarde.Perdido en sus pensamientos, encendió un nuevo cigarrillo y camino de vuelta al departamento de su hermana que estaba a solo unas calles de ahí. El destino era una perra con un sentido del humor bastante cruel. Pensó mientras dejaba que sus pasos lo guiaran de vuelta, en su mente, se reproducían en bucle los días que pasó junto a Emma, su sonrisa sincera, tan llena de vida y alegría, su cabello ondulado que caía por su espalda de manera tan sensual, su cuerpo tan pequeño pero con una fuerza sorprendente, sus manos delicadas al tocarlo, sus labios,
“Sí, es el padre” Cuatro palabras. Solo eso bastó para que Lucian sintiera que la tierra se abría bajo sus pies y el corazón se moría dentro de su pecho. Cuatro palabras que le confirmaron que ya era demasiado tarde, la había perdido.“Ni siquiera la buscaste” Mencionó muy acertadamente su consciencia, y no estaba en un error. En un principio no la buscó porque estaba seguro de que Emma trabajaba para su hermano y qué juntos planearon sacarlo de su encierro para luego robarle los sellos del Rey. Después, cuando echó abajo la farsa que su hermano montó dentro de la organización y recuperó su trono, pudo investigar a cada uno de sus contactos y ninguno lo ligaba a Emma. Una parte de él creía que era inocente, pero se convenció a sí mismo de que no podía confiar en ella, por su hermana, por la gente que aún era leal a él, no podía correr el riesgo de ser traicionado una vez más. Por eso, nunca la buscó.—Felicidades. —Musitó, pero Emma estaba ya demasiado lejos como para escucharlo.Por