Una vez dentro del departamento, Emma se quitó los zapatos de tacón, el abrigo y la bufanda. Soltó su cabello y dejó todo sobre uno de los sillones antes de ir a la cocina para tomar una botella de agua. Era extraño tener ahí a Lucian, su presencia era igual de tranquilizadora, como inquietante, por momentos, Emma tenía la sensación de estar en medio de un sueño.—Habla. —Dijo, no tenía ganas de ser una buena anfitriona.Lucian fijó la vista en Emma, parecía como si el tiempo no hubiera pasado, se veía exactamente igual, hermosa, elegante, con esa fortaleza que lo enamoró desde el primer momento en que la vio. Seguía preguntándose; ¿cómo vivió tanto tiempo sin ella, cómo fue capaz de alejarse de ella?—Lo siento. —Dijo sincero. —Esa tarde, fui hasta donde trabajabas. No quería molestarte, solo deseaba verte. —Hizo una breve pausa, rememorando ese momento. —Te vi. Víctor estaba ahí, hablando contigo de manera tan familiar…El ceño de Emma se iba frunciendo a medida que las palabras de
Desde el otro lado de la habitación que era iluminada solo por una bombilla que se balanceaba de un lado a otro, Víctor observaba la escena frente a él. Los brazos cruzados sobre su pecho, la mirada fría, los labios apretados.—Te lo preguntaré una vez más. ¿Dónde están los sellos? —El mercenario a cargo acompañó la pregunta con un nuevo golpe a las costillas de la mujer que emitió un leve quejido antes de que todo su cuerpo colgara inerte.—Bien hecho, ahora ya no nos sirve. —El Master dejo su posición junto al italiano y se acercó a la anciana mujer que colgaba del techo por los brazos. —Aguanto menos de lo esperado. —La burla en su voz era más que notable.Víctor dejó caer los brazos a los lados de su cuerpo, se acercó a la mujer que prácticamente lo había criado como si fuera su propio hijo y la tomo por el cabello tirando hacia atrás de forma violenta para mirarla a la cara. —Qué maldito desperdicio. —Chasqueó la lengua con desprecio y le dedico una mirada llena de indiferencia a
Casi seis meses habían pasado. Los días se volvieron largos y tediosos, las noches frías y solitarias. Después de su encuentro con Lucian, Emma paso un par de semanas en Canadá, en el viejo hogar que compartieron ella y sus hermanos durante su juventud, el que conservaban tan solo por mero sentimentalismo. No le habló a nadie de lo sucedido, no quería preocupar sin razón a su familia, hasta dónde ellos sabían fue ahí para pasar tiempo con Matheo y qué él conociera el lugar donde ellos crecieron.Al volver a New York, una parte de ella esperaba encontrar a Lucian, incluso cuando fue ella quien lo dejo, tenía una pequeña gota de esperanza de que él estaría ahí, esperando su regreso. Sin embargo, los días pasaron, las semanas, los meses, y una vez más, él se desvaneció con el frío del invierno.Emma volvió a su rutina, con el corazón un poco más roto, pero con la seguridad de que había hecho lo correcto para ella, pero sobre todo, para Matheo.—¿Pensaste en lo que te dije? —Cuestionó Bet
—Tenemos un problema.Lucian frunció las cejas de forma amenazante al ser interrumpido por uno de sus hombres de seguridad. Hizo una seña con la cabeza a Francesco y este se disculpó con el resto de los presentes antes de retirarse. El ambiente en la sala de juntas, que ya de por sí era tenso, se volvió pesado, casi agresivo por ambas partes. El rey intentaba recuperar los lazos creados por su padre con la mafia asiática, en especial con una de las familias tailandesas que se encargaban de mover todo tipo de mercancía desde Europa hasta África y Asia. Era un trato muy importante para su organización, uno que no podía darse el lujo de perder, pues poseer vía libre para cruzar las fronteras significaba ampliar su territorio lo suficiente como para recuperar el poder que una vez poseyó La Fagmilia.—Parece que no instruyes a tu personal como es debido. —Comentó con clara burla y arrogancia el hermano de su posible próximo socio.—Lo mismo podría decir de ti, Tae Yuan. —Respondió Lucian,
—Encontraron a los guardias de Helena. —Informó Francesco mientras los dos descendían del avión privado que los había trasladado en tiempo récord desde Italia, un auto ya esperaba por ellos en el hangar.—¿Dónde están? Tenemos que hacerlos hablar…—Están muertos. —Interrumpió Francesco.Lucian sintió nuevamente como si le cayera un balde de agua fría encima. Era su culpa, debió dejar a Helena dónde estaba, en cinco años Víctor no pudo encontrarla gracias a que su mejor amigo la mantuvo a salvo, pero llegó él, con su estúpida arrogancia, su egoísmo, y la sacó de esa seguridad solo por su terca necesidad de verla, de no sentirse tan solo.—¿Dónde? —Repitió. Su semblante, ya de por sí sombrío, se oscureció aún más, dándole un aire peligroso del que cualquiera huiría en dirección contraria.—En un edificio abandonado cerca de la universidad, debieron emboscarlos mientras Helena iba de camino a sus clases. —Explicaba Francesco con la vista fija en el teléfono por medio del cual mantenía co
—Solo serán un par de días. —La madre de Lucian se inclinó para quedar a la altura de sus hijos, enfrentando la mirada de la más pequeña que mantenía un mohín de molestia en su precioso rostro. Las cejas casi juntas, los labios abultados, tan adorable. —Sophia se encargará de todo en nuestra ausencia. —La dulce sonrisa de su madre logró al fin que su hija cambiará el semblante. —Volveremos antes de que te des cuenta de que nos fuimos. —Aseguró llenando de besos las mejillas de la pequeña. Helena, de tan solo seis años, se abrazó al cuello de su madre y hundió la cara en el suave cabello de su madre, respirando su aroma con fuerza y conservarlo mientras ella y su padre estuvieran lejos. Era la primera vez que sus padres los dejaban solos en casa, si bien su padre viajaba mucho por trabajo, su madre siempre se quedaba en casa y cuidaba de ellos junto a su nana Sophia. Helena amaba a su nana, pero la mujer, incluso cuando era la persona más dulce que conocía, no le daba la seguridad que
—¿Por qué tengo que ir yo también? —Víctor frunció el ceño y cruzó los brazos sobre su pecho con notable molestia.—Deja de quejarte, no te hace daño aprender a defenderte. —Lucian a su lado terminaba de ponerse el equipo de entrenamiento.—Ya te lo expliqué. —Su padre se detuvo frente al menor y apoyó ambas manos en los hombros de su hijo, enfrentando su mirada. —Nuestra familia tiene muchos enemigos, y es deber tuyo y de tu hermano acabar con todos ellos, antes de que ellos terminen con nosotros. —Volvió a explicar pacientemente.—¡Qué estupidez! —Rezongó el menor.Carlo, que no era conocido por ser un hombre paciente, tomó al menor de sus hijos por el brazo y la nuca, y en un rápido movimiento lo hizo volar por encima de su cabeza, estampando el menudo cuerpo contra la alfombrilla del gimnasio, sin darle tiempo a reaccionar hizo un giro dejándolo de cara al suelo y presionó con la rodilla tanto el brazo del menor que aún sostenía por la muñeca, como su espalda.—Una estupidez que t
Víctor conocía demasiado bien a su hermano mayor. O por lo menos eso pensaba antes de haberlo traicionado e ir en busca de su hermana menor. El muy bastardo preparó todo un elaborado plan que solo incluía a un par de personas y a Helena, quienes desaparecieron sin dejar rastro alguno, llevándose con ellos su única oportunidad para conocer el paradero de los sellos reales.Durante años intentó sin éxito obtener esa información directamente de su hermano, pero el bastardo aguanto todo tipo de torturas sin decir una sola palabra. Pero Víctor sabía, conocía la debilidad de su hermano. La noche del temblor en Génova, la suerte le sonrió por primera vez en años. Por mera casualidad estaba cerca de la iglesia cuando Lucian era llevado fuera por una mujer a la que no había visto jamás en su vida. Una desafortunada coincidencia que la puso en la línea de tiro.Discretamente, los siguió hasta el hotel que estaba frente a la Villa Imperiale, justo el mismo en el que él se hospedaba, pues era épo