Lucian salió del edificio sintiendo que el corazón se le saldría del pecho para ir a reencontrarse con Emma, su Emma. Las manos le picaban por la necesidad de tocarla y sentía el cuerpo pesado, como si todo su ser se negara a crecer la distancia entre ellos, pero ya no era suya.Estaba con alguien más, y era feliz.“Deberías ser tú, ahí con ella” con tristeza tuvo que darle la razón a la molesta voz de su cabeza, pero ya era demasiado tarde.Perdido en sus pensamientos, encendió un nuevo cigarrillo y camino de vuelta al departamento de su hermana que estaba a solo unas calles de ahí. El destino era una perra con un sentido del humor bastante cruel. Pensó mientras dejaba que sus pasos lo guiaran de vuelta, en su mente, se reproducían en bucle los días que pasó junto a Emma, su sonrisa sincera, tan llena de vida y alegría, su cabello ondulado que caía por su espalda de manera tan sensual, su cuerpo tan pequeño pero con una fuerza sorprendente, sus manos delicadas al tocarlo, sus labios,
“Sí, es el padre” Cuatro palabras. Solo eso bastó para que Lucian sintiera que la tierra se abría bajo sus pies y el corazón se moría dentro de su pecho. Cuatro palabras que le confirmaron que ya era demasiado tarde, la había perdido.“Ni siquiera la buscaste” Mencionó muy acertadamente su consciencia, y no estaba en un error. En un principio no la buscó porque estaba seguro de que Emma trabajaba para su hermano y qué juntos planearon sacarlo de su encierro para luego robarle los sellos del Rey. Después, cuando echó abajo la farsa que su hermano montó dentro de la organización y recuperó su trono, pudo investigar a cada uno de sus contactos y ninguno lo ligaba a Emma. Una parte de él creía que era inocente, pero se convenció a sí mismo de que no podía confiar en ella, por su hermana, por la gente que aún era leal a él, no podía correr el riesgo de ser traicionado una vez más. Por eso, nunca la buscó.—Felicidades. —Musitó, pero Emma estaba ya demasiado lejos como para escucharlo.Por
Una vez dentro del departamento, Emma se quitó los zapatos de tacón, el abrigo y la bufanda. Soltó su cabello y dejó todo sobre uno de los sillones antes de ir a la cocina para tomar una botella de agua. Era extraño tener ahí a Lucian, su presencia era igual de tranquilizadora, como inquietante, por momentos, Emma tenía la sensación de estar en medio de un sueño.—Habla. —Dijo, no tenía ganas de ser una buena anfitriona.Lucian fijó la vista en Emma, parecía como si el tiempo no hubiera pasado, se veía exactamente igual, hermosa, elegante, con esa fortaleza que lo enamoró desde el primer momento en que la vio. Seguía preguntándose; ¿cómo vivió tanto tiempo sin ella, cómo fue capaz de alejarse de ella?—Lo siento. —Dijo sincero. —Esa tarde, fui hasta donde trabajabas. No quería molestarte, solo deseaba verte. —Hizo una breve pausa, rememorando ese momento. —Te vi. Víctor estaba ahí, hablando contigo de manera tan familiar…El ceño de Emma se iba frunciendo a medida que las palabras de
Desde el otro lado de la habitación que era iluminada solo por una bombilla que se balanceaba de un lado a otro, Víctor observaba la escena frente a él. Los brazos cruzados sobre su pecho, la mirada fría, los labios apretados.—Te lo preguntaré una vez más. ¿Dónde están los sellos? —El mercenario a cargo acompañó la pregunta con un nuevo golpe a las costillas de la mujer que emitió un leve quejido antes de que todo su cuerpo colgara inerte.—Bien hecho, ahora ya no nos sirve. —El Master dejo su posición junto al italiano y se acercó a la anciana mujer que colgaba del techo por los brazos. —Aguanto menos de lo esperado. —La burla en su voz era más que notable.Víctor dejó caer los brazos a los lados de su cuerpo, se acercó a la mujer que prácticamente lo había criado como si fuera su propio hijo y la tomo por el cabello tirando hacia atrás de forma violenta para mirarla a la cara. —Qué maldito desperdicio. —Chasqueó la lengua con desprecio y le dedico una mirada llena de indiferencia a
Casi seis meses habían pasado. Los días se volvieron largos y tediosos, las noches frías y solitarias. Después de su encuentro con Lucian, Emma paso un par de semanas en Canadá, en el viejo hogar que compartieron ella y sus hermanos durante su juventud, el que conservaban tan solo por mero sentimentalismo. No le habló a nadie de lo sucedido, no quería preocupar sin razón a su familia, hasta dónde ellos sabían fue ahí para pasar tiempo con Matheo y qué él conociera el lugar donde ellos crecieron.Al volver a New York, una parte de ella esperaba encontrar a Lucian, incluso cuando fue ella quien lo dejo, tenía una pequeña gota de esperanza de que él estaría ahí, esperando su regreso. Sin embargo, los días pasaron, las semanas, los meses, y una vez más, él se desvaneció con el frío del invierno.Emma volvió a su rutina, con el corazón un poco más roto, pero con la seguridad de que había hecho lo correcto para ella, pero sobre todo, para Matheo.—¿Pensaste en lo que te dije? —Cuestionó Bet
—Tenemos un problema.Lucian frunció las cejas de forma amenazante al ser interrumpido por uno de sus hombres de seguridad. Hizo una seña con la cabeza a Francesco y este se disculpó con el resto de los presentes antes de retirarse. El ambiente en la sala de juntas, que ya de por sí era tenso, se volvió pesado, casi agresivo por ambas partes. El rey intentaba recuperar los lazos creados por su padre con la mafia asiática, en especial con una de las familias tailandesas que se encargaban de mover todo tipo de mercancía desde Europa hasta África y Asia. Era un trato muy importante para su organización, uno que no podía darse el lujo de perder, pues poseer vía libre para cruzar las fronteras significaba ampliar su territorio lo suficiente como para recuperar el poder que una vez poseyó La Fagmilia.—Parece que no instruyes a tu personal como es debido. —Comentó con clara burla y arrogancia el hermano de su posible próximo socio.—Lo mismo podría decir de ti, Tae Yuan. —Respondió Lucian,
—Encontraron a los guardias de Helena. —Informó Francesco mientras los dos descendían del avión privado que los había trasladado en tiempo récord desde Italia, un auto ya esperaba por ellos en el hangar.—¿Dónde están? Tenemos que hacerlos hablar…—Están muertos. —Interrumpió Francesco.Lucian sintió nuevamente como si le cayera un balde de agua fría encima. Era su culpa, debió dejar a Helena dónde estaba, en cinco años Víctor no pudo encontrarla gracias a que su mejor amigo la mantuvo a salvo, pero llegó él, con su estúpida arrogancia, su egoísmo, y la sacó de esa seguridad solo por su terca necesidad de verla, de no sentirse tan solo.—¿Dónde? —Repitió. Su semblante, ya de por sí sombrío, se oscureció aún más, dándole un aire peligroso del que cualquiera huiría en dirección contraria.—En un edificio abandonado cerca de la universidad, debieron emboscarlos mientras Helena iba de camino a sus clases. —Explicaba Francesco con la vista fija en el teléfono por medio del cual mantenía co
—Solo serán un par de días. —La madre de Lucian se inclinó para quedar a la altura de sus hijos, enfrentando la mirada de la más pequeña que mantenía un mohín de molestia en su precioso rostro. Las cejas casi juntas, los labios abultados, tan adorable. —Sophia se encargará de todo en nuestra ausencia. —La dulce sonrisa de su madre logró al fin que su hija cambiará el semblante. —Volveremos antes de que te des cuenta de que nos fuimos. —Aseguró llenando de besos las mejillas de la pequeña. Helena, de tan solo seis años, se abrazó al cuello de su madre y hundió la cara en el suave cabello de su madre, respirando su aroma con fuerza y conservarlo mientras ella y su padre estuvieran lejos. Era la primera vez que sus padres los dejaban solos en casa, si bien su padre viajaba mucho por trabajo, su madre siempre se quedaba en casa y cuidaba de ellos junto a su nana Sophia. Helena amaba a su nana, pero la mujer, incluso cuando era la persona más dulce que conocía, no le daba la seguridad que