310. ¿QUIÉN ERES?

KATHERINE

—Sí, su señoría —el mayordomo se retiró, cerrando la puerta.

Al quedarme a solas con él, mi corazón, por algún motivo, comenzó a ponerse algo nervioso.

Más aún cuando lo vi pararse y caminar cerca de la ventana, donde había unos licores sobre la mesita de bebidas.

—¿Desea algo de tomar?

—No, no, Duque. Vengo a hablarle de nuestra hija —fui enseguida al grano.

—¿Nuestra hija? —se giró con el vaso en la mano, alzando una ceja con sarcasmo—. Aquí no hay nadie más, Rossella. No tienes que fingir.

Apreté los puños, suspirando. Es cierto, él solo crio a una chiquilla impuesta a la fuerza.

—Bien, mi hija —rectifiqué fríamente—, y precisamente como es solo mía, creo que puedo escoger quién la cuida y quién no. No me gusta su nana. La eché del castillo.

—La Sra. Elena la ha estado cuidando desde bebé. Lavinia le tiene mucho cariño. No puedes despedir a una mujer honesta solo porque sí…

—¿¡Honesta!? ¿Sabes lo que decía a la niña mientras la bañaba? —di un paso adelante, indignada, y c
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