309. MI ESPOSA, LA INTELIGENTE

KATHERINE

—Duquesa, ¿deseaba algo? —el insufrible del mayordomo fue quien me abrió la puerta.

—Deseo ver al Duque —le respondí, igual rayando en la mala educación, porque su tonito superior no me gustaba para nada.

—Sabe que tiene que sacar cita para ver a su señoría, puedo darle una para la semana que viene…

—Es de emergencia y necesito verlo, ahora —hice hincapié en el "ahora".

Podría sentir los sonidos del Duque dentro de la habitación.

No sé si lo hacía a propósito, pero se escuchaban las cosas moverse sobre el escritorio y él leyendo algún documento.

—El Duque está ocupado con la sesión matutina, no puede ser hoy… ¡oiga, nmmm! —gimió de dolor cuando le hundí el tacón de los botines a fondo en su pie.

Aprovechando su descuido, lo empujé y pasé adelante, a la oficina de ese prepotente.

—Lo lamento, su señoría, por interrumpirlo, pero debo hablar un asunto urgente con usted —le dije, aguantando mi genio.

“Soy Rossella, soy Rossella, ¡soy la maldit4 sumisa enamorada de mi hermana!”
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