KATHERINE—Sí, su señoría —el mayordomo se retiró, cerrando la puerta.Al quedarme a solas con él, mi corazón, por algún motivo, comenzó a ponerse algo nervioso.Más aún cuando lo vi pararse y caminar cerca de la ventana, donde había unos licores sobre la mesita de bebidas.—¿Desea algo de tomar?—No, no, Duque. Vengo a hablarle de nuestra hija —fui enseguida al grano.—¿Nuestra hija? —se giró con el vaso en la mano, alzando una ceja con sarcasmo—. Aquí no hay nadie más, Rossella. No tienes que fingir.Apreté los puños, suspirando. Es cierto, él solo crio a una chiquilla impuesta a la fuerza.—Bien, mi hija —rectifiqué fríamente—, y precisamente como es solo mía, creo que puedo escoger quién la cuida y quién no. No me gusta su nana. La eché del castillo.—La Sra. Elena la ha estado cuidando desde bebé. Lavinia le tiene mucho cariño. No puedes despedir a una mujer honesta solo porque sí…—¿¡Honesta!? ¿Sabes lo que decía a la niña mientras la bañaba? —di un paso adelante, indignada, y c
ELLIOTLa nana de Lavinia iba gritando mientras era arrastrada por el cabello, sostenido en el puño inflexible de Rossella, hasta el rellano de la escalera.—¡Te vas a buscarle mujer a tu hijo en otra casa, desgraciada! —le gritó Rossella por encima de los alaridos de la Sra. Elena, quien se agarraba el cabello con expresión de dolor.De un momento a otro, en medio del forcejeo, los ojos en pánico de la mujer se cruzaron con los míos.—¡Su señoría, se lo suplico! ¡La Duquesa me está acusando injustamente! ¡Solo he cuidado a su pequeña como una madre! ¡Ella… AAAAHHHH!El grito estridente resonó cuando Rossella la lanzó sin compasión, empujándola escalera abajo, justo como hice yo el día de su llegada con el cadáver del contador.Ni siquiera me inmuté al ver el cuerpo rodar entre gemidos amortiguados, sus manos manoteando en el aire, intentando agarrarse de algo, hasta que cayó con un sonido sordo en el recibidor.Mi mirada no podía despegarse de la mujer fría e implacable que bajaba la
KATHERINEMi corazón latía deprisa con la adrenalina recorriendo mis venas. El Duque nos incluyó bajó su protección aunque fuese un acto fingido.Qué bien se sentía el poder de tomar decisiones, de no ser solo el títere de otro, una muñeca sin vida.El poder absoluto que representaba este hombre parado delante de mí… lo miré intensamente, reafirmando los objetivos en mi mente a pesar de las barreras.Ordenó que se llevaran a la nana y al tal Theodore, que obviamente estaba preparando el camino para abusar de la inocencia de mi hija y luego ascender de mozo a esposo de una noble.Esas ideas macabras no se le ocurrían a un joven de 14 años, eso era obra de su madre.El Duque al fin se giró y volvió a mirarme, solo unos instantes. Sus ojos azules fulguraban con hermosos destellos dorados, quizá por el reflejo del sol. Pasó a mi lado sin decir una palabra más.—Gracias, su Señoría —le susurré en voz baja sin esperar que me respondiera.Tomé un largo respiro, estirándome la falda. Hoy
KATHERINEEs una doncella que me avisa de nuevo sobre la cena.—Lleven la comida a mi habitación, hoy no cenaré en el comedor —" ni hoy ni nunca más".La veo retirarse con un asentimiento.—Nana… —Piénsalo bien, no hay apuro. No va a nacer un heredero en unas horas. Ve, ve y date un buen baño, relájate y medítalo con la almohada. Yo cuidaré a Lavinia. —Suspiro y me levanto, inclinándome hacia ella.Le doy un beso en su frente arrugada. Esta mujer ha sido la única madre que he conocido en mi vida.—Zalamera, tan pegajosa como cuando eras una cosita revoltosa. Vete a descansar, que te esperan duras peleas —me palmea las manos.Me voy hacia mi habitación. La verdad es que mi cabeza está que casi hecha humo de tantas preocupaciones. Nadie dijo que vivir la vida de otra sería cosa sencilla. Apenas cierro la puerta de mi habitación, unos golpes se escuchan en la madera a mi espalda.Abro y veo al mozo que atiende el comedor. —Disculpe, Duquesa, la cena ya está lista. —Pásela entonces
ELLIOTMis pasos impetuosos, amortiguados por la alfombra de la salita, avanzaron hasta la puerta de la alcoba.Era tanto mi cabreo que ni siquiera me paré a pensar en que estaba invadiendo su privacidad.Agarré el picaporte y entré de golpe.—Aaaww, Duque… ahhh —un gemido ronco resonó en la habitación.Me quedé congelado en la entrada, el olor intenso a deseo y lujuria de lavanda flotando en el aire, haciéndome estremecer.Mi respiración se aceleró ante lo que veía de frente.Rossella, sobre la cama, con las piernas completamente abiertas hacia mí, su rosado coño destilando jugos que rodaban por la raja de sus nalgas, empapando las sábanas.Dos dedos penetraban profundamente la pequeña abertura, que no podía dejar de mirar.Mi cuerpo calentándose como un volcán, mi polla endureciéndose ante esta provocadora visión.Se retorcía, con los pies de puntillas sobre el colchón, la espalda arqueada por el placer desbordante, sus ojos cerrados en deleite y el cabello castaño mojado, se abría c
KATHERINE—No, ese vestido tan elegante no, metan en el baúl cosas más prácticas, sí, sí, ese pantalón de montar está bien —le indicaba a las dos doncellas que empacaban mis necesidades para este loco viaje.Caminé hacia la ventana mientras ellas hacían sus deberes. La noche avanzaba afuera, tan oscura que no se veía más allá de las sombras de los enormes faroles.¿Dónde estaba el Duque y por qué no había regresado?Tenía una preocupación muy grande: ¿estaría en la casa de su amante?Necesito averiguar bien quién será, de seguro una mujer hermosa y a su altura.¿Estará acostándose con ella ahora mismo?Subí el dedo pulgar para mordisquearme la uña. La ansiedad crecía en mi interior, la inseguridad de que esa mujer quedase embarazada y peligrara nuestra posición aquí.Solo tenía la casa vieja de mi padre, ni siquiera las tierras de cultivo. Rossella lo vendió todo. Nos quedaríamos con una mano adelante y otra atrás.De repente, en medio de la bruma nocturna, escuché el relincho de u
KATHERINESalí con mi vestido sencillo y cómodo para el largo viaje. Me acomodé los guantes, y el ama de llaves me ayudó a subir al espacioso carruaje, explicándome algunas cosas.—Que tenga un buen viaje, Duquesa —me dijo al final, y le agradecí, corriéndome a un lado en el aterciopelado asiento, dejando espacio para el Duque.Todo por dentro estaba forrado de un damasco verde con patrones plateados, elegante y hermoso.Debajo de los asientos enfrentados había compartimentos cerrados. El ama de llaves me dijo que ahí se guardaron provisiones de comer.Se notaba el lujo, pero obvio, se trataba del dueño y señor de estas tierras.Y hablando del Duque, lo esperé y esperé y nada.Cerraron la puerta del carruaje, sentí que se estremeció cuando el cochero tomó su lugar y luego el chasquido del látigo y su exclamación azuzando al caballo.Enseguida me incliné sobre la ventanita y aparté la cortina. Entonces lo vi.El Duque iba montado sobre ese hermoso caballo blanco de anoche, con otros h
KATHERINE— Solo estoy dando una vuelta para ver las instalaciones, lo puede hacer sola, se puede retirar —le respondí con firmeza, aunque por dentro mi el corazón me palpitaba acelerado.—Insisto, no debería…—¿Quién eres tú para decirle a la Duquesa dónde o no debe estar dentro de sus propias tierras? —la voz autoritaria del Duque me hizo dar un suspiro de alivio.Ya me estaba preparando para gritarle a todo pulmón.—Duque… señoría, yo no, solo la intentaba ayudar… —el hombre se giró, bajando la cabeza y su postura de matón.—Nadie pidió tu ayuda, y no me gustó para nada tu forma con mi esposa. Sr. Philip, saque a este hombre de las cosechas —ordenó implacable. Se veía molesto, su aura amenazante nos hacía temblar a todos.—Sí, sí, señor —el contador sacó un pañuelo para secarse la frente.El jornalero no dijo nada. Iba a salir con la cabeza baja, pero lo detuve.—¡Espera! Antes de marcharte, mueve estas pacas. Quiero ver qué hay detrás y debajo —le ordené fríamente. Vi cómo se te