303. YO SOY ROSSELLA EVERHART

ROSSELLA

Miraba a través de la ventana del segundo piso, en la villa familiar campestre, cómo mi gemela practicaba una y otra vez para hacerse pasar por mí.

Una risa de ironía apareció en mis labios y luego el sabor a hierro subió desgarrando mi garganta.

Me llevé el pañuelo a la boca y comencé a toser con fuerza, sentía como si todos mis órganos se estuvieran haciendo una papilla, muriendo lenta y agonizantemente.

Era mi castigo, lo sabía, yo fui quien le robó a ella su vida en primer lugar.

Miro al delicado pañuelo manchado con una grotesca mancha sanguinolenta, mis ojos marchitos con la sombra de la muerte.

Recuerdo esos días, ahora más que nunca lo recuerdo, y los remordimientos estrujan mi alma.

«Había llegado de visita a las tierras del Ducado de Everhart. Éramos personas de campo, ni pobres ni ricos, solo clase media decadente.

Mi padre gastó casi todos sus ahorros, encaprichado con unos terrenos en venta dentro de ese ducado lejano, diciendo que era hora de progresar.

Cuando
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