297. ME PERTENECES

SILAS

La diminuta abertura rosada se abría un poco, destilando miel embriagante que me tenía salivando.

Los regordetes pétalos a los lados y el clítoris elevado y duro mostraban lo excitada que estaba.

La yema de mis dedos índice y del medio acariciaron con lujuria a través de toda la abertura, recogiendo sus fluidos, mirándola como un pervertido.

Mi polla se movía temblorosa con la contracción rígida de todos mis músculos.

—Mmmm… —un gemido caliente salió de sus labios cuando comencé a tocar su flor virginal.

Arriba y abajo sin entrar en la estrecha abertura, solo tentándola.

Rodeé el clítoris y lo pellizqué un poco entre mis dedos, moviéndolo en círculos.

—Silas… —se retorció de placer, llamándome. Mis ojos conectaron con los suyos, nublados, húmedos.

Mierd4, mierd4, mierd4…

Me incliné sobre ella y comencé a besarla profundo, apasionado, desesperado.

Mis dedos exploraron y rodearon la tierna vulva.

Mi boca bajó por su cuello, dejando un rastro de besos enfebrecidos.

El dedo del
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