SIGRID No supe qué decir ni hacer; una lágrima silenciosa rodó por la esquina de mis ojos que solo miraban hacia el cielo. ¿Cómo no lo vi antes? Ahora me resultaba tan evidente. El hombre que hablaba con calidez a mi espalda, que me abrazaba y susurraba palabras de amor en mi oído, mi mate, es el supuesto villano. El más temido, el más cruel y sanguinario, es increíble cómo los vencedores pueden tergiversar la historia. —… pero me puedes seguir llamando Silas, en realidad Umbros no es un nombre que me sea ya familiar, no me gusta … —¡No lo menciones más! —me giré de repente y le tapé la boca con mis manos—. Te llamas Silas, eres mi Silas, ese nombre no… ¡no lo menciones más…! Le grité intentando no quebrarme, como si solo no mencionar la palabra, pudiese cubrir su destino, la destrucción que él representaba. —Sigrid, ¿qué sucede? ¿Por qué lloras? —apartó mi mano de la boca, su rostro mostrando extrema preocupación y con sus dedos enjugó mis lágrimas que caían sin cesar. Me a
NARRADORA—Parece que está enamorado de Sigrid. —Peor todavía, Alessandre, tenemos a una bomba andante, ¿qué pasará cuando ella se marche a su mundo? —se quedaron mirándose en silencio, la respuesta era obvia. —Sin embargo, por ahora, Sigrid lo controla y necesitamos más aliados fuertes de nuestro lado, creo que lo más inteligente es usarlo y tenerlo cerca, ese hombre debe odiar a Lucrecia con su alma —Alessandre hacía sus propios cálculos y Renata también.Si Alessandre le llevaba la cabeza de Lucrecia Silver a la Reina, como el héroe que logró derrocar la amenaza de las brujas, además de controlar a los vampiros y jurar lealtad a la corona, podrían aceptarlo como el próximo Rey y esposo de Renata. —No podemos demorar nuestros planes, Sigrid se puede marchar en cualquier instante, no sé si encuentre el camino… —Amor —Alessandre la interrumpió, la decisión tomada en su mente— Lucrecia me invitó en unos días a una de sus “fiestas privadas” —Asquerosa —Renata hizo una mue
SIGRID Un gemido bajo escapó de entre mis labios entreabiertos, siento el calor ardiente que me consume. Algo demasiado placentero irrumpe en mi descanso, una sensación húmeda y deliciosa lamiendo entre los pétalos de mi intimidad.—Mmmm —me retuerzo en el limbo de mis sueños y la realidad, se siente tan bien, mmm, quiero más. Gimo contra una superficie blanda, mis manos se agarran a algo suave debajo de mí, abro mis piernas, empino mis nalgas. Dejo que manos rudas me manoseen y acaricien, que jueguen con mi clítoris, que devore mi intimidad, que me lleve a la lujuria extrema.—Silas —murmuro llamando su nombre.Un peso me presiona, mi cuerpo se siente dominado, las piernas abiertas, músculos duros como acero que no me dejan moverme, solo esperar y recibir.—Aaahh —mis ojos se abanican abriéndose a la realidad, mi boca no puede parar de gemir.En mi oído siento el gruñido contenido, los jadeos masculinos mientras me penetra. Algo duro y palpitante, una vara ardiente se abre paso
SIGRIDSu boca deliciosa me da besitos sensuales, complacidos, en esta habitación bañada por el cálido sol que se cuela por las rendijas de las ventanas de madera.No he tenido tiempo de examinar nada, no con este despertar tan apasionado, como quisiera despertarme todos los días de mi vida.—Silas —susurro contra sus labios, su pene va perdiendo dureza, pero aún lo mantiene penetrándome, sacándome suspiros.El olor a sexo salvaje, flota en el aire.Miro de repente a su cuello, ahora que pasé la resaca de lujuria, veo la fea marca de dientes. Sin mis caninos afilados de loba o vampira, debe dolerle mucho más.—No, no, ¿te lastimé? Amor, lo lamento. —Está bien, no importa —levanta una mano y se tapa la herida— Te gusta morder y a mí me gusta que me marques.Me responde como si fuera algo natural, y miro a sus ojos brillantes.No parece que mienta, además sé que con el poder que posee ahora puede sanarse al momento y elige no hacerlo.Diosa, ¿cómo pude siquiera pensar en esa atrocidad
SIGRIDLa estrecha cama de hierro negro, paredes de madera, el techo con vigas algo descuidadas, el viejo sillón junto a la ventana y unos arcones de madera en una esquina. Todo se ve deteriorado, roto, pero no sucio, ni desagradable. —Recordé la cabaña de mis padres, anoche te traje aquí, es un lugar al que siempre deseé regresar —me confesó y me dio ternurita en el corazón. No me ha dicho por lo claro, pero creo que sus padres murieron, quizás intentando salvarlo de cuando se lo llevaron, o del dolor de perderlo, no lo sé y no quiero despertar esas heridas en él.—¿Y te pasaste la noche limpiando? Si estaba abandonada, ¿de dónde sacaste las sábanas? —le pregunté frunciendo el ceño y notando algo obvio. —Bueno, no había nadie, yo… no me di cuenta, solo necesitaba descansar contigo, estaba algo atormentado —se incorpora también, mirando a los detalles.—Silas, ¿cómo se te ocurre que algo va a permanecer igual por tanto tiempo? Ay Diosa, se nota que alguien vive aquí… — hice por le
SIGRIDDespués de varios rounds de enfrentamientos, al fin, las cosas más o menos se aclararon. Silas y yo inventamos que éramos una pareja; nadie habló de mi verdadero origen, ni mencioné que era una hechicera.Con suerte no me reconocerían, y los elementales no sentían el poder en los seres sobrenaturales tan fácilmente, por eso a menudo habían sido engañados.Resulta que la señora era la curandera del pueblo, otra elemental, pero que conocía las plantas medicinales, ayudaba en los partos y tenía algo de conocimiento en medicina. Al estar vacía esta cabaña tantos años, se la dieron para vivir, ya que prefería la tranquilidad, estar más alejada y cerca del bosque. —Mi padre, él… debería ser el dueño de esta casa —dijo Silas de pie detrás de mí. Ambas estábamos sentadas sobre la mesita cuadrada de madera que hacía de comedor. —Eres el niño que fue robado de aquí, ¿cierto? —ella preguntó un poco más calmada. Silas asintió con un susurro ronco. —Tu padre… después de que te llevar
NARRADORALes rugió con los colmillos afuera, las pupilas rojas estrechándose, el aura intimidante de un vampiro poderoso, el comando del nuevo líder y los guerreros salieron de su asombro para obedecer. ¡BAM! Las puertas fueron abiertas de par en par y él entró con pasos firmes, desplegando todo su poder superior, aplastando cualquier idea de rebeldía.Su madre lo miraba con los ojos rojos, estupefacta, al fondo de la estancia, frente a las mesas de los líderes. Se llevó la mano a la boca llorando cuando vio la cabeza de su esposo, ella lo supo, el dolor lacerante de perder a su compañero, solo que no entendía cómo, si él acababa de irse a hablar con su hijo. Ahora, todo tenía sentido y su corazón temblaba sumido en el dolor y la traición. Alessandre ni siquiera la miró mientras avanzaba y subía las escaleras, luego se giró a la multitud que cenaba en el banquete, en largas mesas llenas de manjares y esclavos elementales hermosos, para servir y toquetear.—¡A PARTIR DE ESTE MOME
NARRADORA —¿Este es el pueblo de elementales donde naciste? —Sigrid se agarraba el sombrero de paja de ala ancha para que no fuese volado por el viento. Habían salido después del almuerzo con Silas a recoger hierba fresca para los conejos. Sus pasos los llevaron al borde de una colina hermosa llena de margaritas, abajo se veían las casitas de madera y piedra. Se escuchaba el rodar de las carretas, el cacareo de las gallinas y las risas de los niños jugando en el campo. —Sí, está igual a como lo recordaba, nunca lo olvidé como otras cosas —Silas miró con nostalgia hacia el horizonte, hacia el valle donde había nacido. Sus mejores memorias en las noches oscuras, en las torturas más horribles. —¿Has estado aquí? - le preguntó a Sigrid. Su mano tomaba suavemente la de ella, el fajo de hierbas en un morral a su espalda y la hoz en la otra mano libre. —Sí, aquí fue donde oculté al bebé, ¿recuerdas? El bebé que salvé cuando te conocí, el hijo de Drusilla —Sigrid se preguntó qué