SIGRID—No es necesario que me pongas los zapatos, Silas, yo lo hago —le quité los botines de la mano y me los calcé yo sola. La verdad es que tener a una persona siempre a mi alrededor ayudándome en todo, me daba algo de jaqueca. Solo que su presencia silenciosa no me molestaba, se lo permitía, pero algo me decía que ahora mismo vendrían las tormentas. —Mi señora, iré rápido a mi habitación a cambiarme, el traje azul que mandó a confeccionar para mí ¿le parece adecuado? —se levantó de repente con premura— Mejor lo pruebo y usted me dice… —Espera, Silas —lo detuve cuando ya había girado su espalda— No es necesario que te cambies, no irás conmigo a la fiesta. Miré a su ancha espalda rígida, se quedó en silencio sin voltearse, pero yo podía sentirlo, el torbellino de sentimientos que se movían en su interior. —Es peligroso, pueden reconocerte, no sé si Lucrecia… —¿Es por mi apariencia horrenda? —se giró de repente, apreté los puños al ver la desolación en ese ojo dorado. —No,
SIGRIDCada vez la idea de llevarlo al futuro se hacía más fuerte, ¿pero cómo lo haría? —Volveré, solo obedece, sé bueno y te recompensaré —lo solté al fin, agregando también un soborno. Me dolió ver la rojez en su barbilla, quería curarlo, pero no podía ceder ahora o mis propias palabras no tendrían sentido. Di la espalda y me marché de la habitación tirando la puerta. Me quedé de pie en el rellano unos segundos, agarrando el picaporte. Lo podía sentir desde el otro lado, parecía llamarme a gritos en silencio. Cerré los ojos y me puse la máscara de Electra.Hoy era un día demasiado escabroso e importante, que no podía fallar. Antes de bajar las escaleras, igual aseguré con un hechizo simple la puerta y el cuarto en general, sabría si alguien entró o salió.Si Silas me desobedecía, me enteraría, si alguien más entraba aquí, también lo sabría. *****—Señorita Electra —el mayordomo me puso la pesada capa sobre los hombros para despedirme en la puerta de entrada. Salí entonces a
SIGRID—Por supuesto, su señoría, si me acompaña en el trayecto a la mansión, la verdad es que estoy algo enojada todavía —le respondí siguiendo todos estos tontos protocolos.Me ayudó a subir, a los ojos de los demás, parecía un acto cordial, solo una disculpa. La puerta se cerró, la cortinilla se bajó y el carruaje emprendió camino colina arriba, hasta los terrenos de la mansión. En cuanto estuvimos sin testigos, el ambiente afable, se volvió hostil y frío.—Yo fui quien envió la misiva personalmente, la familia De la Croix no fue invitada a esta celebración —me aclaró y asombrándome un poco, pero luego agregó:— La lista de invitados estaba a cargo de la familia Silver, que es aliada de mi familia.Aaahhh, ya entendí. Por mucho que pretendiéramos,De la Croix y los Silver éramos rivales, dos poderosas familias de hechiceras. Morgana y Lucrecia, no eran muy amiguitas que digamos.—Y entonces, ¿qué hago exactamente aquí, Sr. Vlad? —le pregunté sumida en la curiosidad por saber de
SILAS¡BAM! La puerta se abrió de golpe y entró una mujer de cabello largo y negro con la traidora. La reconocía, creo… como muchos de mis recuerdos fragmentados, no sabía decirlo a ciencia cierta. Igual no me podía dejar ver; si ella me reconocía, pondría en peligro a mi señora, así que me escondí en las penumbras del balcón, espiándola a través de la ranura de la puerta. —¡Busca bien por todos lados, tenemos que encontrar alguna evidencia sólida para Morgana, porque si me equivoco en esto, Electra va a rebanar mi cuello! Le ordenaba a la chica y comenzaron a revisar las cosas de mi señora: la cómoda, las mesitas, el guardarropa, nada se salvó. Iba a por todas, pero no pudo hallar nada. Cada vez que pasaban cerca del balcón, me sumergía en las sombras que emanaban de esta maldición. He tenido tiempo para explorarme, ahora que mi vida no solo consistía en sobrevivir. En mis momentos a solas, he intentado aceptar quién soy y convivir con este monstruo en mi interior, era el mom
SILASMi ojo picaba y dolía, no lo detuve, la magia volvió a brotar de mi cuerpo y una bruma oscura a llenar la noche. —¡Rápido, cierren las puertas, es orden de la jefa, ciérrenla ya! —¡Maldición, qué es esta niebla, no veo nada! ¡Alfred, Alfred…! —No te muevas o caerás al foso, espera no veo nada. —¡Aahahhh!En medio de las exclamaciones y de los engranajes del cierre girando, se escuchó el relincho de un caballo. Saltó justo a punto de cerrarse las dos enormes puertas de madera. ¡BAM! El ruido sordo se escuchó a nuestra espalda al quedar clausurado el feudo De la Croix. Me aferré jadeando y sudando, con todos los músculos en tensión y acostado por completo sobre el lomo del hermoso caballo azabache, avanzando veloces hacia la oscuridad y la protección del bosque. Seguía usando esta magia para ocultarme de las brujas, a pesar del daño que le estaba haciendo a mi cuerpo. Mis venas, a punto de explotar, las sentía hinchándose y ennegreciéndose como las redes de una araña. E
SIGRIDAsí llamaron a la larga tarima donde luchaban las candidatas, mientras Alessandre miraba, bien aburrido, sobre un asiento en lo alto de las escaleras.—¡La ganadora es Amelandra Grumon! —vitorearon a una pelirroja toda orgullosa y dándole miraditas coquetas al tío abuelo. La verdad, todo esto me parecía tan ridículo.—¡Próximas concursantes Petra Sole y Electra De la Croix! —bueno, llegó el momento de sacar toda esta frustración. Subí por las escalerillas de madera y me paré en mi punta, ella en la otra, su risita de suficiencia me tenía harta.El domo de cristal que protegía el resto de la sala de los hechizos empezó a subir y cerrarse sobre nuestras cabezas.—¡Que comience la pelea! —apenas dieron la orden de salida, se abalanzó sobre mí como una hiena. Comenzamos a luchar cuerpo a cuerpo, patada, esquiva, puñetazo, esquiva... Me giré zafándome de un agarre y le asenté un codazo demoledor en las costillas que escuché traquear.Así de cerca, esta mujer no era mi contrincan
SIGRID Salí debajo de sus pies, del suelo del bosque que aún quedaba, la poderosa ilusión de Electra, todo en este terreno lo controlaba ella. Agarré su cabello por detrás exponiendo su cuello, sus piernas en cuclillas hicieron por levantarse y atacarme, las tormentas regresaban, pero mi mano implacable se bajó directo a su garganta y pasé el filo de izquierda a derecha. Profundo y mortal, salpicando la sangre sobre el cuerpo falso que yacía frente a Petra y yo había creado en el aire, convirtiendo la falda del vestido en una marioneta de intercambio. A la vez, aprovechando la bruma que los cegó, me escondí bajo la tierra hechizada, cerca de la muñeca que imitaba mi cuerpo, emboscándola, esperando como un depredador a la presa. Ella se tragó toda esta ilusión, la mayoría se la creyeron, tenía que admitir que este hechizo de Electra era bien retorcido y muy ingenioso. Di la vuelta a su cuerpo de rodillas, temblando, deseaba ver sus ojos. Ahora sí que estaba en pánico, ahora
SIGRIDSe levantó de su posición inclinada, con la ceja arqueada y me miró de arriba abajo, hubiese jurado que hasta con asco.—Puedes dormir tranquila, no tengo ni pizca de interés en ti —por la forma tan directa y sabiendo de su futuro, estuve más convencida.—¿Trajiste lo que quiero? —le pregunté y lo vi como sacó al fin de su bolsillo, las runas que necesitaba para armar el artefacto, de hecho, lo tenía todo, solo me faltaba eso.—Aquí están tus perlas —le dije quitándome el collar que llevaba al cuello y donde tuve la previsión de esconderlas antes de la pelea.— A la cuenta de tres hacemos el intercambio.Él asintió acercándose paso a paso.—Una… dos… —miraba fijamente a su mano, esperaba que no me jugara ningún truco— ¡Tres!Le arrebaté el plano de runas mientras él tomaba con rapidez las perlas. Ambos suspiramos logrando nuestros objetivos.—Me visto y me voy, un placer hacer negocios contigo —le dije, la verdad, no creía que él pudiese ayudarme mucho con mi misión.No me gus