200. ¿QUIÉN ERES?

SIGRID

Silas se tensó cuando me acerqué, su respiración se hizo más pesada y escuchaba el golpeteo acelerado de su corazón contra mi pecho.

Se quedó rígido entre mis manos que fueron a abrazar su espalda, mi cara se hundió en su cuello.

Su cabello cosquilleaba en mi nariz y ese delicioso aroma a cítricos que tenía su cuerpo, como un árbol de naranjas maduras.

Por alguna razón me entraron ansias de comerme unas jugosas naranjas.

— Solo unos segundos, tan solo fingimos Silas - le susurré algo preocupada.

—Mmm, más, bésame más… —mis gemidos vergonzosos hicieron eco en el silencio de la calle.

Diosa, agradecía lo oscuro porque yo misma me daba pena.

— Mmm tócame más ahí, más rápido… —gemí contra su cuello.

Creía que en cualquier instante Silas me empujaría para ahogarme, pero solo se quedó de pie, tranquilo, rígido, soportando mi agarre y mis gritos de becerra loca en su oído.

Pasos curiosos se acercaban a nosotros.

Vi unos basureros de metal cerca y los pateé con el pie mientras me
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