NARRADOR Victoria soportaba un dolor muy desconocido para ella. Caminaba por entre el bosque, sin rumbo fijo, con la mente nublada, algo en ella se agitaba de forma dolorosa, al igual que su cuerpo. No sabe cuánto tiempo había pasado, pero seguía caminando con la mano en el pecho, tratando de aliviar el dolor en su pecho. Después de un rato caminar por aquella vía sola, logró ver los faros de un auto que se acercaban lentamente. Cayó de rodillas al suelo, sintiendo como el oxígeno escapaba de sus pulmones, puntos negros comenzaron a danzar en sus ojos y estos estaban por cerrarse. El auto se detuvo al frente, Victoria trato de tapar la luz de los faros para ver más allá de ella. Un hombre se bajó del auto y se arrodilló ante ella, levantando su cabeza por la barbilla. Allí supo quién era, su adorado hermano mayor. —Mira nada más lo que el destino puso en mi camino, en realidad no, tenemos hombres en todas partes. —Si vas a matarme solo hazlo. La respiración de Victoria e
VICTORIA Siento mi cara hinchada y el dolor en mi pierna está haciéndose molesto. El frío parece querer matarme y sé que no soportaré mucho más despierta. Volteo a ver por la ventana, las luces de la calle que alumbran esta vía sola y vacía. ¡Perdón, madre, traté de mantenerme a salvo, pero pronto estaré contigo! Volteo de nuevo al frente y observo como unas luces a la distancia vienen en nuestra dirección. Talvez debería intentar estrellar el carro contra ese y salir de esto, pero con lo débil que estoy estos hombres me controlaran antes que eso. De pronto, unas luces se aproximan desde el lado izquierdo y cuando volteo, este impacta directo contra nosotros. Rufus trata de mantener el control, pero el carro que viene al frente vuelve a impactarnos y eso fue todo lo que supe antes de que la oscuridad me llevara. ***** Me despierto, pero no puedo abrir los ojos, trato de escuchar lo que me rodea y no hay nada. Siento algo en el brazo, parece una aguja. Me fuerzo a a
VICTORIA Bajo con cuidado hasta el pequeño filo de la pared, una puntada en la pierna vendada me hace detenerme un segundo. Debo llegar a las escaleras de escape, pero no sé como lo haré. Con cuidado, sigo avanzando, agarrándome fuerte de las rejas de las ventanas. Llego hasta la escalera de escape y me quedo ahí un rato pasando el dolor de mi pierna. Debo avanzar, no puedo quedarme. Aprieto los dientes del dolor al bajar escalón por escalón, son demasiadas escaleras, solo espero no caerme y ya no la contaré. Al llegar abajo, me detengo solo un momento, el dolor me está matando y el sudor frío corre por mi espalda. Unos gritos llaman mi atención y al ver hacia arriba, están los hombres esos mirando por la ventana. Tomo aire y comienzo a correr como puedo, salgo a la calle y las miradas curiosas caen en mí, sé que estoy llamando demasiado mi atención con mi cara, pero no puedo hacer más. Debo escapar de ellos, a como de lugar, irme lejos, necesito escapar de todo esto. *****
LUCIEN Me aferro a ella como si pudiera irse en cualquier momento, extrañaba tanto su olor, su presencia. Clavo mi nariz en su cabello embriagándome con su delicioso olor, mis dedos se aferran a su pequeño cuerpo y mi piel se eriza por el contacto. ¡¡Mía!! Un suave gruñido escapa de mi pecho, pegando más su pequeño cuerpo al mío. ¡Ya estás conmigo pequeña, prometo que arreglaré todo esto! Llegamos a una mansión fuertemente custodiada por mis hombres, estamos aquí de paso en lo que podamos volver a la manada. La levanto con cuidado para no lastimar más su pierna y salgo con ella, llevándola adentro. La dejo con cuidado en la cama y le arranco el vestido que trae. Odio ese olor en ella, no sé quién sea, pero es obvio que estaba dejando un mensaje claro al impregnar su olor en esa prenda. Pues ella es mía y solo mi olor es el que puede llevar. Voy al baño y regreso con una pequeña toalla para pasarla por su cuerpo, la limpio con cuidado y coloco una sábana sobre ell
VICTORIA —No... no te atreves a acercarte a mí. Retroceso hasta que choco con el cristal que nos divide de la ducha, su cuerpo se alza sobre el mío, posando sus manos a cada lado de mi cabeza. —Eres muy rebelde Victoria, puedo con eso. Baja sus manos, deslizándola por mi cuerpo sobre la tela. Toma el borde de la bata y de un tirón la saca de mi cuerpo. Cubro mis pechos ante él, respirando, agitada y con mi cuerpo temblando a más no poder.¿Qué es lo que pretende?, me rechazó, jamás olvidaré eso, no olvidaré el enorme dolor que causó en mi cuerpo.—No tienes derecho sobre mi Lucien, lo perdiste cuando me rechazaste.Sentí que su cuerpo se puso rígido y luego sus ojos encontraron los míos.Me aparté de él y entré a la ducha abriendo el agua, lo único que me quedaba era la diminuta prenda que apenas cubría mi zona íntima.La puerta volvió a abrirse y unos fuertes brazos comenzaron a envolverme desde atrás.—Lo siento Victoria, yo... me arrepentí, apenas lo hice, intenté buscarte d
NARRADOR En una noche fría y lluviosa, donde los rayos cruzaban el cielo y la lluvia arreciaba. Se podía escuchar los gritos de una mujer en una pequeña casa. Los gritos de la Reina Luna, llenaban la pequeña habitación mientras doncellas corrían de un lado a otro con paños ensangrentados. —Mi Reina, ya falta poco, solo, puje un poco más. La Luna de la pequeña manada donde se encontraba, la animaba para seguir, pero en su ser estaba escondida la envidia y la venganza. Afuera, el Rey junto con un puñado de sus hombres se mantenían al frente, ajeno a lo que ocurría dentro la pequeña casa de la manada donde su esposa estaba dando a luz. Los ojos dorados de su lobo se mantenían al frente, donde se podían oír los gruñidos de los lobos. Un rayo cruzó el cielo seguido de un estruendoso trueno. Los llantos fuertes y persistentes de un bebé llenaron el aire de la pequeña habitación. Las doncellas sacaron al bebé de la habitación, dejando a su Luna con la Reina, que se encontraba débil
NARRADORVictoria corrió hasta su madre, llorando y suplicando a quien la escuchara, que la salvara.—Mama... mama... dime qué hago, por favor.Ailena alzó su mano temblorosa para acariciar la mejilla de su hija.La sangre salía sin parar de sus heridas.Un charco de sangre ya se encontraba a su alrededor, su vida se estaba escapando en solo segundos a manos de su propio compañero.—Hija... debes ser... debes ser fuerte... dame... dame tu cuchillo.Victoria rápidamente lo sacó y se le entregó.—Extiende... tu mano y... y también descubre al... al pequeño.Ella lo hizo, mirando como su madre hacía un corte en su mano.Limpió su sangre con la muselina del pequeño y tomó la sangre de su hija en sus manos.Pasándola por la carita del bebé, asegurándose de que la sangre entrara en su pequeña boca.Su mano cayó con fuerza al suelo, sus fuerzas la estaban abandonando al igual que su vida.—Mamá, por favor, no me dejes, no sé qué debo hacer, por favor.—Victoria... ahora debes... ser fuerte..
VICTORIA Abro mis ojos encontrándome con el cielorraso blanco sobre mi cabeza. Mi respiración está acelerada y el sudor cubre mi cuerpo. Aún puedo sentir en mi piel, el miedo y la angustia de aquella pesadilla que parece no querer desaparecer en los últimos años. Cierro los ojos tomando una gran bocanada de aire antes de soltarlo e intentar levantarme. La puerta es abierta estrepitosamente, haciéndome saltar, mirando como el pequeño tornado viene a mí corriendo. —Mamiiiii, ya estás despierta, te hice el desayuno. —Déjame adivinar... leche y cereal. —¿Tuviste una pesadilla otra vez mami? Como mentirle a un pequeño que tiene un montón de rarezas especiales. Entre ellas; la capacidad de saber cuando su madre le miente. —Estás sudada mami y el calor desapareció de tu cuerpo, déjame calentarte. Envolví mis brazos alrededor de él, sintiendo el abrazo de oso que me da. Su calor se aferra a mí, haciéndome sentir serena y en completa paz. —Listo, ahora a desayunar. Y