Hoy llega mi padre, son casi las nueve de la mañana y con mi nana ya tenemos la casa limpia. Ahora me dirijo a comprar el pan, porque no nos ha dado tiempo de prepararlo nosotras mismas. Y es que muy rara vez compramos ese rico manjar, mi nana hace un pan de muerte, seguro que mi papá hará un puchero por eso.
Cuando voy llegando de regreso a la casa, veo que un taxi se para frente a la puerta y que mi padre se baja de el. Corro para abrazarlo, pillándolo de sorpresa. Me abraza y me levanta en el aire, giramos riendo porque desde el verano que no nos veíamos.
-Estás bella, hija mía – me dice dejándome en el suelo -. Cada día más grande y hermosa.
-Papi – lo vuelvo a abrazar, me acurruco en su pecho -. Que bueno que pudiste venir para navidad, ¿cómo estuvo el viaje?
-La verdad, no tengo idea – me aparto de él y lo miro divertida -. Me dormí a penas me pidieron los datos a la altura del aeropuerto de Caldera y me desperté cuando el auxiliar me dijo que estábamos llegando al terminal – larga una carcajada, tocándose la prominente barriga que le estaba saliendo. Seguro que ya está comiendo chatarra otra vez -.
-Ay, papi, que eres gracioso. Vamos, el señor espera.
-Oh, sí. Discúlpeme – saca su billetera y le paga -. Yo bajo mi equipaje, gracias.
Saca su bolso del maletero y me toma de la mano. Ante la sorpresa de mi nana, que se acerca a saludarlo. Yo le quito el bolso a mi padre, para que pueda saludar sin problemas a mi nana y aprovecho de llevarlo a su habitación.
-Señora María, gracias por recibirme en esta fecha.
-No seas tonto, hombre. Esta casa es tuya, la compraste para nosotras ¿o no? – le dice mi nana mientras se sujeta de su brazo y lo lleva hasta la mesa, donde lo espera el desayuno -. Yo debería estar agradecida contigo.
-Quedemos en que los dos estamos agradecidos, usted cuida a mi niña…
Y no sigo escuchando, porque sé lo que se viene. Cada vez que se encuentran, empiezan a hablar de la bendición que he sido y que ambos están orgullosos de la mujer en la que me estoy convirtiendo.
Cuando me reúno con ellos nuevamente, mi padre se está riendo con mi nana por algo que le pasó al bajar del bus.
-Entonces, tuve que correr atrás de la señora, porque no iba a usar un vestido para la cena de navidad – y suelta una carcajada -.
-¿Otra vez te cambiaron el equipaje? Ay papi, siempre te pasa lo mismo.
-Por eso, a penas me lo entregan lo reviso. Soy hombre que aprendo rápido – me guiña un ojo y yo le sonrío. Tal vez esa es la razón de que siga solo, después de tanto años -.
-Bueno, voy por el agua caliente y a preparar los huevos.
-Yo voy nana, no se preocupe.
Ambos me miran con una sonrisa y yo me pierdo en la cocina. Me encanta estar aquí, será porque la mayoría de las cosas importantes de la vida las he aprendido aquí. Todo gracias a mi nana.
Pero sigo molesta por ese viaje al que no me llevará.
Dejo el termo en la mesa de la cocina, busco los huevos en el refrigerador y los preparo como a mi papá le gusta que se los prepare: revueltos, dejando que se cocine primero la clara y reventando las yemas al final, para que no queden tan secos.
Al terminar, dejo el sartén sobre una tabla y me llevo ambas cosas, el agua y los huevos, uno en cada mano. Al verme, mi padre se para rápidamente para ayudarme.
-Hija, ¿no te duelen las manos por venir así?
-Te he criado una niña fuerte – se adelanta mi nana -. No tiene miedo a la cocina, no se queja de limpiar ni mucho menos de que las cosas le pesan. No es que la obligara, ella sola ha tomado esas determinaciones.
-No me gusta sentir que no hago nada – mi nana me mira, porque nunca he dicho la razón de ser así. Luego de dejar ambas cosas sobre la mesa, tomo asiento al lado de mi padre -. Ustedes han sacrificado mucho por mí, me dan más de lo que necesito y estas son formas de retribuir eso.
-Pero mi niña, no debes sentirte así – mi padre me mira, también sorprendido -. Lo hacemos porque te amamos. El que estés sana, que te vaya bien en tus estudios…
-Ser agradecida está bien – dice mi nana, interrumpiendo a mi papá, él solo ríe -. Pero no debes decir que no haces nada. Cuando tu padre me pidió cuidarte – me dice mientras vierte el agua en cada taza -, tú me salvaste del dolor que llevaba por tanto tiempo después de perder a tu abuelo.
Eso es una total revelación, hasta para mi padre. Nos quedamos mirando a mi nana con los ojos muy abiertos, mientras ella distribuye las tazas a cada uno. Esta mujer también ha sufrido pérdidas, antes de que yo tuviera la mía.
-Pero ya pasó – dice firme -. Lo que importa es que ahora estamos bien, mi nieta crece siendo una buena persona y mi yerno resultó ser un hombre magnífico.
Mi padre se sonroja un poco, en silencio cada uno coge un pan y nos vamos tomando el turno de poner huevo en él.
Comenzamos a hablar de mis notas, de lo que se viene el próximo año, que será mi último curso y de lo que me gustaría hacer.
Como ellos están tan preocupados y hablan de los gastos del colegio, de la casa y de lo que podría ser la universidad, levanto mi mano. Los dos se ríen.
-No tienes que levantar la mano para hablar, hija. Dinos…
-Creo que deberías estar tranquilo, si lo que te preocupa es el pago de la universidad. Postularé a todas las becas que pueda, si es necesario al crédito estatal también, para que pueda pagarlo después.
-No, eso sí que no – me dice dejando su pan al lado y tomando mi mano -. Las becas, está bien, te las mereces por ser buena estudiante. Pero el crédito, no. Ningún estudiante de tu nivel merece endeudarse para estudiar una carrera decente.
-Pero, papi…
-Además, no es necesario – me da un golpecito en la mano y sigue con su pan -. Mi trabajo me da para todos los gastos que eso conlleve, incluso si te vas fuera de Santiago.
-Ah, no. Eso sí que no – dice mi nana -. Ella se puede ir a Copiapó o estudia aquí.
-Pero suegra…
-No, Bruno. Esta niña no se queda sola, hasta que salga de la universidad. En Copiapó no hay problema, porque puede viajar desde Caldera todos los días. Aquí, tiene su casa y cerca hay varias universidades buenas, incluso campus de las estatales.
Ella mira su taza, momento que mi padre aprovecha para guiñarme un ojo y yo sonrío. Seguro que ya tiene un plan para esto. No me voy a preocupar de eso ahora, tal vez a mediados del próximo año pueda tener mejores opciones y más claras.
-Me deben un desayuno con pan amasado – dice, mientras acerca su taza para beber – yo me río, porque se había demorado en decirnos eso -.
Cuando terminamos de desayunar, nos ponemos de pie y llevamos todo a la cocina. Mi nana manda a mi padre a descansar un poco, así que no tiene opción. Yo me dedico a lavar y ordenar la cocina, para que al momento de preparar el almuerzo no tengamos tropiezos.
Tras un rato, mi padre aparece, mientras con mi nana cortamos vegetales. Se sienta y hablamos de lo que será la cena de navidad de mañana.
Él mismo va haciendo una lista de ingredientes, tanto para mañana como para el día siguiente, para luego ir a comprarlos, esto porque los días 25 de diciembre los supermercados no abren. Nos reímos de anécdotas de su trabajo, nos cuenta de un compañero nuevo que ha llegado y de lo bien que se llevan, ya que ambos son solos.
Me pongo de pie, mientras mi nana le pregunta sobre ese hombre. Yo voy al baño y cuando vuelvo ellos están hablando de si será pollo o carne lo que estará en la mesa durante la cena navideña.
Nos proponemos ir todos juntos a comprar, luego del almuerzo. Mi padre ordena la mesa, mi nana termina algunos detalles del almuerzo y yo dejo los platos juntos al lado de la cocina.
Voy al jardín a buscar algo de menta, para preparar una infusión de menta y limón para acompañar nuestra comida. Al verme con las hojas, mi padre me dice:
-Compré menta, para tenerte en casa cuando vayas de visita.
-Gracias papi, supongo que es un enorme esfuerzo para ti.
-Tengo alarma en el teléfono, me avisa que debo regarla – y se ríe -. De otra forma no podría hacerlo.
Sonrío y me pongo a realizar la tarea de lavar las hojas de menta, las pongo en una taza, le dejo caer un poco de agua caliente sobre estas y tapo el recipiente con un plato. Al cabo de un minuto, la cocina tiene la mezcla del aroma de un rico charquicán (comida de las favoritas de mi padre) y de menta fresca.
-Amo esta cocina – dice mi padre -. Hace mucho que no como comida de verdad.
-No se nota – le digo tocando su barriga. Él solo se ríe y nos contagia -.
Me dan ganas de decirle que siempre puede quedarse aquí, que no tiene que irse. Pero sé que donde trabaja está bien, allí lleva años, ahora es jefe y su trabajo está bien valorado. Nunca entenderé por qué tuvo que irse de aquí para trabajar, si podía haberlo hecho en cualquier parte de Santiago.
Una vez que está todo listo, nos sentamos a la mesa y comemos en silencio un momento, mi padre es de disfrutar la comida que normalmente no come.
Lo observo unos segundos y veo que la edad ya se le está notando, a veces me da miedo perder a este hombre, que ha hecho de todo para que no me falte nada y que me ha dado su amor incondicional.
Cuanto te quiero papi, pero aun así quisiera ir al sur con mi nana, porque siento que debo ir allí.
Hoy ya es 24 de diciembre de 2014.Tengo trece navidades sin mi madre, sin saber de ella. Ni un llamado, ni una carta, ni un presente. Cada año, en esta fecha sobre todo, pienso en ella. Pero este año, me toca pasarlo con mi padre luego de tres navidades separados por su trabajo. Eso quita de mi cabeza cualquier pena que pudiera tener, aunque no viva conmigo, este hombre vale por los dos.Me arreglo el vestido rojo que mi nana ha hecho para mí. Tiene un corte princesa, con mangas hasta el codo, un escote cuadrado y unas flores burdeo bordadas a mano en la parte inferior. Es que ella es la mejor en estas cosas, en realidad lo es en todo.Me miro al espejo, soy una chica normal. Delgada, pero sin un cuerpo espectacular. No podría ser modelo jamás. Mi cabello es el típico, nada extraordinario y mis ojos de color marrón oscuro. Mi piel es blanca, creo que demasiado, esa es la razón de que deba usar protector so
Todas mis cosas están arregladas, he estado una semana preparando mis maletas, para que nada de lo necesario se me quede. Al fin ha llegado el momento de volver a esa ciudad, aburrida y llena de gente.Cerca de las cuatro y media de la tarde, mi nana me dice que ya es hora de irnos al terminal. Faltan tres horas, pero ella quiere llegar con tiempo, no sé para qué. Cada año es exactamente lo mismo.Llama un taxi, mientras yo saco mis pertenencias a la sala. Maleta, mochila y un reproductor mp3, mi chaqueta para la bajada en Caldera y la mejor sonrisa que puedo tener.No ha habido día en que mi nana no me diga lo necesario que es que ella viaje a ver a su hermana y que yo pase tiempo a solas con mi padre, que ya estoy grande y que puedo viajar sola, etc. Y sigue sin entender que soy como ella, no estoy de acuerdo.El taxi toca la bocina, tomo mis cosas y las saco a la calle. El chofer se baja para meterlas en el maletero y
Abro los ojos cuando el auxiliar del bus me toca el hombro y me dice que ya pasamos el peaje. Le doy las gracias, pero pudo despertarme a la altura del aeropuerto, son unos quince minutos más de sueño. Me doy cuenta que no tengo acompañante y el asiento del frente está libre, le pregunto si me puedo cambiar allí y me dice que no hay problema.Me acomodo en el asiento y me arreglo el pelo, saco de mi mochila la chaqueta, seguro que hace frío igual que siempre. Muchos creen que, por ser el norte, en verano, no hace frío. Se equivocan, las mañanas son muy heladas, a veces con niebla, mejor dicho,camanchaca, asíle llaman acá. Tras pasar el aeropuerto, me quedo atenta al camino, una de las cosas que me gusta de este trayecto es la animita que le hicieron a la Difunta Correa.Algo de lo que me contó mi padre de esa historia me fascinó. Se trata de una mujer argentina, que
Es lo único que me faltaba, es como que quiero empezar a arrepentirme de haberle dicho que sí. Mi padre y sus ganas de ayudar a todos, pero no sé qué tanto hablo si yo soy igual.Me miro al espejo para ver cómo estoy, pero después pienso que no voy a ver a nadie importante para mí, así que me da lo mismo. Además, aunque quisiera, no podría mejorar mucho mi aspecto- ¿Lista? - me pregunta curioso cuando subo al auto -.- No lo creo, pero vamos – él sólo se ríe, de mí, por supuesto -.- Antes de irnos, te tengo otro regalo - saca una caja -. Hablé con tu abuela, está de acuerdo con esto porque eres responsable, seria y pasaste a cuarto medio.Abro el paquetito y hay un teléfono, grande. Jamás había tenido teléfono personal, mi nana nunca quiso que tuviera uno.- Papi, yo... no sé
Nos despedimos de mi padre en el estacionamiento y caminamos lentamente hacia la playa. Lo llevo por el camino largo, que sería rodeando la Estación de Caldera. Un hermoso edificio de la década de 1850, donde llegaban las cargas desde Copiapó con el mineral de Chañarcillo, de hecho la ciudad en esa época se llamaba La Caldera, debido a que funcionaba como fundición del mineral que traía la locomotora.Una vez que estaba procesado el mineral, era cargado en los barcos y transportado a diferentes destinos.Hoy es un hermoso edificio de color verde, que fue remodelado unos años atrás. Antes de eso, era un edificio viejo de adobe y madera, que se caía a pedazos. Ahora funciona como centro cultural y alberga un museo paleontológico. Sí, puedes ver fósiles de verdad y otras que son réplicas. Pero no de dinosaurios.- ¿Has entrado? – me pregunt
No sé cuánto debiera durar un beso, sólo sé que para mí fue maravilloso, largo, suave. Mucho mejor de lo que creí que sería.Cuando nos separamos, nos miramos y puedo sentir que floto enunanube, de pronto recuerdo que estamos en un lugar público, la gente pasa alrededor, pero eso ahora mismo no me importa.Me toma las manos y pone su frente contra la mía. Sólo ahora me doy cuenta de que estoy parada un peldaño más arriba que él, por eso quedamos casi a la misma altura. Es más alto que yo, sólo ahora me percato de eso y es porque nada de eso importa. Recuerdo que alguna vez dije que nunca estaría con alguien más alto que yo, porque no quería parecer llavero a su lado.Pero, aquí estoy, junto a un chico hermoso, con ojos dorados al sol, que ahora están cerrados saboreando el momento.Al cabo de unos minutos,
Al llegar a la playa, buscamos rápidamente un lugar donde instalar nuestras cosas. Optamos por un lugar cerca del agua, en caso de que tengamos que salir rápido.Mi ritual es ponerme protector primero, esperar treinta minutos y luego meterme al agua. Afortunadamente, mi necesidad de esconderme de mi padre me adelantó el paso del protector y no necesitamos esperar tanto. Pero hoy lo cambié, porque era la primera vez para Arturo en el mar, el pobre estaba tan ansioso que casi se mete con zapatos y todo.- Hey, la idea es que tengas ropa con la que devolverte a casa – señalo sus pies -. Mojar tus zapatillas en el mar puede ser un terrible error.- Lo sé, es que siempre quise hacer esto y siento que ya no puedo esperar – se me encoge el corazón, porque se ve totalmente adorable -.- Pues, primero las zapatillas, la polera y todo objeto valioso en tus bolsillos. ¿Sabías que los tel&eacu
En el trayecto hacia el supermercado, mi padre nos pregunta por la tarde en la playa:- ¿Qué tal ha estado esa primera vez en la playa, Arturo? – lo mira por el retrovisor, yo voy sentada junto a él -.-Mu-muy bien, señor – lo ha pillado desprevenido, de seguro -.-Ja ja ja, probablemente sepa más de ti de lo que pensabas. Tu padre y yo hablamos mucho de ustedes – nos guiña un ojo -.-Supongo que no le dijiste nada vergonzoso de mí – le digo con el ceño fruncido -.-Claro que no, tú no tienes nada que pueda avergonzarte, ¿o sí? – me dice levantando ambas cejas, pero sin apartar la vista del camino -.-Espero que todo ya se lo haya contado a Arturo, no quiero que después se te escape algo y quede como payaso – me cruzo de brazos y miro por la ventana, ya pasamos la comisaría, estamos a una cuadra del supermercado -.