En el trayecto hacia el supermercado, mi padre nos pregunta por la tarde en la playa:
- ¿Qué tal ha estado esa primera vez en la playa, Arturo? – lo mira por el retrovisor, yo voy sentada junto a él -.
-Mu-muy bien, señor – lo ha pillado desprevenido, de seguro -.
-Ja ja ja, probablemente sepa más de ti de lo que pensabas. Tu padre y yo hablamos mucho de ustedes – nos guiña un ojo -.
-Supongo que no le dijiste nada vergonzoso de mí – le digo con el ceño fruncido -.
-Claro que no, tú no tienes nada que pueda avergonzarte, ¿o sí? – me dice levantando ambas cejas, pero sin apartar la vista del camino -.
-Espero que todo ya se lo haya contado a Arturo, no quiero que después se te escape algo y quede como payaso – me cruzo de brazos y miro por la ventana, ya pasamos la comisaría, estamos a una cuadra del supermercado -.
-Eso, Arturo, es como mi niña se enoja. Se le pasa pidiendo disculpas, aunque tengas razón, o con un rico chocolate – se ríe y Arturo me mira, me doy cuenta por el reflejo de la ventana -.
-No creo que tus vergüenzas sean peor que las mías… dudo que se te rompiera el pantalón en plena clase de educación física – lo miro con la boca abierta, a punto de reír. El se encoge de hombros y todos nos reímos -.
-Sí, eso les sucede a los hombres cuando crecen e insisten en ponerse la misma ropa – dice mi papá muy divertido -. Yo crecí en los últimos meses – se golpea la barriga -, un día me senté en mi escritorio y se me rompió el pantalón – se ríe muy fuerte, mientras busca dónde estacionar -. Tu papá me ayudó a engraparlo, para poder salir a cambiarme.
Nosotros no podemos sino reír de tal anécdota. Así es mi padre, sabe romper el hielo burlándose de él mismo. No le tiene miedo al escarnio público por sus despistes y torpezas.
Cuando detiene el auto, bajamos e ingresamos. Hemos tenido que estacionar en la calle, porque al interior está lleno de autos. Por eso y porque no encontramos un carrito, sabemos que hay muchas personas dentro. Esperamos un momento cerca de las cajas, hasta que una persona libera un carrito.
Al adentrarnos por los pasillos, hay tanta gente, que mi padre me sigue con dificultad ya que él lleva el carrito y no lo cederá, Arturo va de la mano conmigo. Cuando llegamos al pasillo de la harina, Arturo me mira preguntando que hacemos ahí.
- A mí me gusta preparar la masa, la que venden envasada es muy mala y se rompe cuando se reseca.
- Pues me sorprendes, quiero aprender porque tampoco me gusta mucho y se me da bien la cocina.
- Toma nota, es muy sencilla.
Y saca su celular para escribir los ingredientes, como cualquier niño aplicado en la escuela. Además de la harina, buscamos levadura, miel y una rica salsa de tomates. Voy consultando con mi padre si tiene esos ingredientes en casa, pero sólo tiene aceite de oliva y sal. Aprovecho de comprar otras cosas, porque no iré a comer fuera cada día, eso es muy caro y prefiero mil veces mi comida.
Suena el celular de Arturo, es su padre que lo llama para decirle que lo esperará fuera del supermercado. Compramos todos los ingredientes que nos gustan: tomate, queso, champiñones, aceitunas, jamón y otras cosas más. Pizza casera, sin restricción de ingredientes. Pagamos y Arturo nos ayuda a guardar las cosas en el auto.
Se despide de nosotros, me da un beso rápido mientras mi padre se sube al auto y se va caminando hasta donde su padre le ha dicho que esperaba. Me subo adelante, con mi padre y nos vamos a casa de una vez.
Lamento que Arturo se perdiera el proceso, estaba entusiasmado por aprender esta receta, pero su padre lo llevó a casa a bañarse y cambiarse de ropa. Yo haré lo mismo después que deje leudando la masa. Mi padre se encargará de ayudar con la preparación de los demás ingredientes para que yo pueda prepararme tranquila para nuestra cena.
Mientras estoy en la ducha escucho que mi padre se ríe, asumo que ya llegaron nuestros invitados así que me apresuro. Que bueno que se me ocurrió llevar mi ropa para vestirme ahí, de esa manera lo haré más rápido.
Me seco el cabello sólo un poco, para que no humedezca mi ropa, y salgo nerviosa. Supongo que el padre de Arturo ya lo sabe, no quisiera sentirme mimada, con la reacción de mi padre fue suficiente. Al entrar en la sala sólo está sentado el señor Joaquín, en la cocina están Arturo y mi padre, mientras uno ralla el queso, el otro corta los chorizos.
- Estella, que gusto verte otra vez - el señor González se pone de pie para saludarme con un beso en la mejilla y me da también un abrazo -. Me alegra tanto que estés con mi hijo, tu padre me ha dicho lo especial que eres… como mi hijo.
- Gracias, es un gran chico. No es tan difícil quererlo - OK, no sé de dónde salió eso, miro a Arturo y me sonríe mientras sigue con un trozo de queso en la mano -.
Veo que los tomates ya están pelados y cortados, probablemente mi cara se ve del mismo color. Reviso la masa y ya está lista, así que manos a la obra, así me distraigo de mis palabras.
Arturo me pregunta cómo la he hecho, le explico paso a paso y se da cuenta que es muy sencillo, anota todo eso en su teléfono. Lo invito a tocar la masa, que está muy suave, se acerca y me dice en un susurro:
- Tus labios son igual de suaves, pero más dulces.
Un escalofrío me recorre la espalda, miro a mi padre que está hablando sobre trabajo con el señor González.
-Esa equivocación me va a costar dos días de trabajo, por lo menos… no sé por qué no llamaron antes de hacerlo – tiene el ceño fruncido y se nota muy molesto. El señor González solo se encoge de hombros, también parece preocupado -.
- No te pongas nerviosa – me dice Arturo, obligándome a apartar la atención de nuestros padres -, debes acostumbrarte a que te diga cosas lindas, estás con un romántico de corazón.
- Puedo darme cuenta de eso. Tal vez cometí un error... - al ver su cara de espanto, me río y le digo rápidamente -. Claro que no, sólo evita hacerlo frente a nuestros padres, por favor.
- De acuerdo, trataré de contenerme. Pero sabes lo que sucede cuando algo se acumula, ¿verdad?
-Cuando estemos solos, puedo tolerar todo el romanticismo que quieras – le sonrío y su mirada divertida hace que mi corazón salte de emoción. Es un ángel y es para mí -. Hasta yo podría serlo también.
Ríe negando con la cabeza ante mis palabras y siento que me derrito. Mejor me voy a preparar la placa del horno y lo enciendo, ahora viene la parte que me gusta, estirar la masa para hacer esta maravilla culinaria.
La pongo unos minutos al horno, con un poco de salsa de tomate sobre ella, luego la saco para poner todos los demás ingredientes. Arturo está super emocionado ayudando, se dedica a colocar los ingredientes de forma ordenada. Se ofrece él a poner las pizzas en el horno y me sirve un vaso de jugo.
Nuestros padres están ahora hablando en la terraza, y no los culpo. Con el horno encendido la casa se va vuelto una especie de horno para humanos, bebo feliz el jugo que mi pololo me ha servido… ay, en mi mente se escucha tan lindo “mi pololo”.
Cuando por fin están listas, las llevamos a la mesa donde ya se encuentran acomodados nuestros padres, al menos ya dejaron de hablar del trabajo y ahora se entretienen hablando de fútbol. Reparto un trozo generoso para cada uno y empezamos a comer.
El último en terminar es el señor González, menos mal que he preparado dos pizzas, al final nos hemos comido media pizza cada uno, pero el tamaño es de la placa de horno, así que es como una pizza familiar de una tienda famosa para cada uno… demasiada pizza, lo sé. Ha sido muy grato compartir con ellos, es primera vez que invitamos gente a la casa, y resultan ser mi pololo y su padre.
Entre toda la conversación, hemos llegado a nuestra naciente relación, y como menores de edad nos han puesto límites, sobre todo, desde el uso del teléfono hasta no quedarnos solos en la casa de ninguno. Mientras nuestros padres estén en el trabajo prometimos reunirnos en cualquier lugar extremadamente público. Esa es la preocupación del señor González sobre ese asunto, lo tranquilicé un poco:
- Señor González, créame, debe estar tranquilo. ¿Ha visto a los descarados de nuestra edad? Incluso en los lugares con más gente, hacen cosas bastante desagradables – pongo cara de asco, recordando algunas cosas desagradables que me ha tocado ver -. Para su tranquilidad me crio mi abuela materna, bien pudo ser monja o general en su vida pasada.
- Eso es cierto, Joaquín - me apoya muy calmado mi padre, creo que hasta divertido de su amigo-. Mi niña ha sido criada con un recelo extremo. Si puse los límites de teléfono es porque hoy le regalé su primer teléfono en la vida, ¿no te lo comenté cuando me ayudaste?
- La verdad, no - me mira como si fuera de otro mundo -. Creo que me quedo un poco más tranquilo.
- Papá, si dudabas de tu hijo – agrega Arturo, poniendo sus manos sobre las mías -, en Estella puedes tener toda la confianza que necesites.
Guau, por primera vez veo tanta confianza depositada en mí. Mi abuela no me tiene mucha y no la culpo. Una vez creyó que lo estaba haciendo bien pero su única hija la defraudó.
Luego de todos los sermones, más por parte del señor González, mi padre lo invita a la terraza otra vez. Arturo se queda conmigo para ayudarme a limpiar.
- Una de mis especialidades es lavar platos - lo miro incrédula, a qué chico de dieciséis años le gusta lavar platos -. Y no se me caen.
Suelto una carcajada, probablemente lo está haciendo para quedar bien, pero en la conversación de nuestros padres, alcanzo a escuchar al suyo:
- Es tan raro este chico, le encanta lavar platos. En la casa de su mamá se los pelea con la empleada.
Pues, bien, entre raros nos entendemos. Mientras yo limpio los restos, él los apila de forma muy ordenada y los pone en el fregadero. Guardo la bebida y los ingredientes que nos quedaron en el refrigerador, mañana haré algo rico con todo esto para el almuerzo. Mi padre ya vuelve a trabajar, así que empezamos con nuestra rutina.
Mientras me quedo sola por las mañanas, duermo un poco más y luego limpio la casa, a pesar de que a él no le gusta porque son mis vacaciones. Pero no puedo no hacer nada. Después le cocino algo rico, generalmente compramos los ingredientes el día antes, así era desde que mi abuela sólo viajaba para dejarme aquí y después se devolvía a Santiago. Supongo que no cambiará mucho, pero si podré salir sola a hacer las compras si faltara algo. Además, tengo a mi chico, con el que puedo quedar de vez en cuando en las mañanas.
Ya casi cumplo los diecisiete, el siguiente mes será mi cumpleaños y será diferente a todos los demás. Al parecer tendré más invitados que mi padre y mi abuela.
Cuando terminamos con la cocina, me abraza y me mira feliz. Se tiene que encorvar un poco para poder besarme, es tan dulce que haga eso. Una vez vi a un chico tratando de levantar a su enamorada para besarla, no me gustaba la idea de que eso me sucediera, es casi humillante. Estoy loca, lo sé...
Me toma la mano y nos unimos a la conversación.
- ¿Ya terminaste de lavar? - pregunta burlón el padre de Arturo -.
- Si, era muy poco.
- Mi suegra te amaría - dice mi padre. ¡Rayos, mi nana! Al ver mi cara, se ríe -. No sabe nada y prefiero que no se entere por un tiempo, si crees que te dará un sermón, a mí me va a tocar peor.
- Bruno, gracias por todo, pero ya nos tenemos que ir – dice el señor González -. Es tarde y mañana hay que trabajar.
- Me parece que el tiempo ha volado, estuvo todo muy agradable – dice mi padre, muy relajado -. Supongo que esto se repetirá más de lo que esperamos.
- Claro que sí - le estrecha la mano a mi padre -. Estella, eres una jovencita muy especial. No cambies.
Recibo un abrazo muy efusivo de su parte y alcanzo a ver la sonrisa de Arturo. Sabe que no estoy acostumbrada a estas muestras de cariño tan repentinas y seguidas.
- Ya papá, vamos. El señor Díaz y Estella deben estar cansados - se acerca y me abraza -.
- Dale un beso muchacho, como macho despidiendo a su dama. Yo no me voy a espantar.
- No quería faltarle el respeto – los dos estamos de color escarlata -.
- Para nada, es normal – mueve sus manos -. Yo sé lo que es pasar por eso, créeme, algún día te contaré y me entenderás.
Sonríe tímido y me besa. Si él no se siente incómodo con esto, yo me siento así por los dos. Pero sé a qué se refiere mi padre. Mientras estábamos solos, me dijo que quería que aprovechara el destello del primer amor lo más que pudiera, porque una vez que me vaya ya no será lo mismo. Y yo ruego que esta vez mi padre no tenga razón, que se equivoque tremendamente.
Los despedimos desde la puerta y ellos se van. Le doy las buenas noches a mi padre y me voy a mi habitación, estoy muy cansada, pero feliz. Este ha sido un día hermoso, es algo que no me esperaba, mucho menos en el primer día de llegada.
Mientras me pongo el pijama, pienso en que esto será eterno, que el próximo año volveré y así será cada verano. Si sobrevivimos la universidad, esto puede llegar a más. O mejor aún, podemos estudiar en la misma universidad, así la distancia ya no sería un problema.
¡Hey, espera!, me digo de pronto. Recién lo conoces, no puedes hacerte planes de vida con alguien que con suerte sabes que le gusta la pizza y lavar platos. Ni siquiera sabes si quiere estudiar en la universidad en realidad, no sabes si esto seguirá lo que queda de vacaciones.
Acostada en mi cama, me abrazo y me digo que, estando sola, puedo pensar y desear lo que sea, porque me hace feliz. Por primera vez soy feliz desde otro punto de vista y me gusta. No sabía que podía experimentar esto y se siente fabuloso, mi padre se lo ocultará a mi nana unos días, lo que me deja más tranquila de seguir feliz y soñando, despierta o dormida no importa, puedo soñar con un amor de verano o un amor para toda la vida. En mi mente y en mi corazón no existen límites.
Siento muy temprano a mi padre prepararse para ir a trabajar. Con dificultad abro los ojos y veo que ya hay claridad a través de las cortinas de mi habitación. Me levanto para asegurarme de que tome un desayuno decente, no solo una taza de café. Se ríe cuando me paro con las manos en la cintura al pillarlo infraganti con su desayuno austero y humeante. Le preparo unos huevos y tostadas muy rápido, me sirvo un vaso de leche y me siento junto a él. Yo estoy acostumbrada a comer temprano, por lo que hacer esto no es para nada un sacrificio.Tras despedirme de él, por su petición insistente, vuelvo a la cama. Intento dormir
Es mi primer fin de semana aquí, como mi padre no debe ir a trabajar, aprovecho para levantarme tarde.Piringa me ronronea en la oreja, buscando que le acaricie la barriga. Pero yo me encuentro totalmente absorta en el libro de Dan Brown, mi padre ya no me pregunta por qué leo dos o tres libros a la vez y cómo hago para no confundir las historias. Pues, de la misma manera que puedo estudiar siete u ocho asignaturas en el colegio, sin confundir los contenidos.No me imagino respondiendo con una fórmula de la fuerza centrípeta a un ejercicio de estequiometría.Escucho el mensaje entrante en mi teléfono y veo que es Arturo.Arturo: Buenos días, preciosa.¿Cómo dormiste?Yo: Buenos días, hermoso. Dormí muy bien, gracias. ¿Y tú?Arturo: Yo muy bien, soñé contigo. Te veía vestida de p
Tras casi dos semanas de haber llegado aquí y de mi pololeo con Arturo, me encuentro con un dilema enorme. Y es que nada es para siempre.Ya falta poco para que Arturo se vaya de regreso a Chañaral con su madre, ella vuelve de su visita a casa de sus padres en dos días, y la parte más dura para ambos es que ella ha estado renuente a nuestra relación, dice que somos muy jóvenes y que no tenemos experiencia.En una semana cumpliré los 17 años y Arturo los cumple el próximo mes. Entonces, no sé a qué se refiere con lo de muy jóvenes, sin experiencia eso es obvio, pero hay chicos más jóvenes que nosotros y ya están a punto de casarse.No es que yo quiera llegar a eso, pero es un pololeo y que ella ve mal por todos lados.Y para hacerlo más terrible aún, ella quiere llegar aquí de su viaje, con la intención de llevarse a Artu
Estoy helada, no puedo creer que mi padre recibiera una carta de mi madre y no me dijera. Ni siquiera la ha abierto.Me tiro de rodillas al suelo, no sé qué hacer. Con el sobre en mis manos aún, las lágrimas brotan sin que pueda hacer algo para detenerlas.Podría abrirla y leer que dice, ¿me recordará? ¿Le preguntará a mi padre por mí?Decido dejarla donde estaba, con el cable de celular arriba. Cuando me pregunte por él, voy a decirle que lo dejé en su cajón. Quiero ver hasta dónde llegará a mentirme, nunca creí que esto pasaría.Me pongo de pie y me voy al baño, me lavo la cara y salgo a la terraza para tomar aire, con mi teléfono en la mano, le escribo a Arturo:Yo: "Necesito verte, ahora, por favor. No puedo esperar hasta la tarde."La respuesta es inmediata:Arturo: "Qué te pasa
No lo puedo creer, esta breve carta es demasiado reveladora. Es por esto por lo que nadie me dijo nada. Y, mi pobre padre, sí tenía familia, pero ¿por qué la perdió? Me pongo de pie y lo abrazo fuertemente.- Debió ser un infierno para ti todos estos años, papi – me siento a su lado y me sonríe casi sin ganas -.- Sólo al principio – se mira las manos -. El primer año fue el más duro - le tomo la mano para que sienta mi apoyo -. Pero mi amor por ti apagó todo ese dolor.- Sólo te puedo decir... – se me quiebra la voz ante esta verdad que me ha llegado de frente -. Gracias, padre, porque ahora me doy cuenta de que no necesité a una mamá, menos una como ella.- Hija, lo más sano es perdonar, si no te volverás como tu abuela.- ¿Y que tiene eso de malo? – me mira sorprendido -. No es tan terrible, al men
Me despierto por el calor, es sofocante. Estoy tapada completamente, algo que no suelo hacer a menudo. Seguro que en la madrugada hizo frío. Veo la hora, ya son las 10:17, hora de desayunar y de comenzar la limpieza que quedó pendiente. Afortunadamente no es mucho, así que tendré tiempo de preparar algo delicioso.Mi padre está tomando su infusión de limón y jengibre, dice que le ayuda a despertar mejor que un café. Creo que probaré su teoría, me sonríe y me dice que hay tostadas, mermelada y jamón. Me río, porque soy yo la encargada de las compras.Me siento a su lado y baja la Tablet, seguro leía el diario.- No hagas planes para hoy, tendremos una invitada - lo miro sorprendida, ¿una invitada? -.- Eh... había invitado a Arturo y su padre a almorzar – le digo con vergüenza -. Lo siento.- Pues te toca cocinar para cinco - se
Apenas conseguí comer algo, el conocer a la madre de Arturo me tiene bastante mal. Esla primera vez que una persona me da miedo, y ni siquiera la conozco. Le dije a mipadre y se ofreció a estar conmigo, incluso me dijo si quería invitar a Camila, para quetuviera todo el apoyo del mundo. Me pareció muy lindo, pero la verdad es que tengo atodos estos hombres de mi lado. Arturo me prometió que no dejaría que me tratara mal,lo que aprecio bastante, pero me da miedo que llegue a hacerlo, nunca he tenido que pasarpor la aprobación de alguien… Ay, como extraño en este momento mi vida lejos detodo esto.
Ha pasado casi una semana desde el lío con la madre de Arturo. Ya que se está quedando con nosotros, supadre sólo ha llamado, tiene miedo de que encuentren a Arturo.Al parecer, la bruja se lo quierellevar por otras razones. Resulta que el padre de Arturo es dueño de 20% de la empresafamiliar de sus suegros, que se dedica a la minería. Graciela quiere tener a Arturo como intercambio, así ella leentrega la custodia al señor González a cambio de ese porcentaje.Y, pues sí, Arturo es condenadamente millonario.Su madre lo quiere sólo por dinero, el accionista con el que se involucró tiene el 30%,así que todo se resume a dinero.La bruja quiere el porcentaje que su padre le entregó al señor González cuando se casaron y así poder irse de Chañaral. Pero a pesar de eso, Arturo está tranquilo. Me está ayu