Durante la primera hora de clase, Erik estaba prestando atención a lo que decía el profesor. El chico estaba sentado en la primera fila a la derecha, y Arthur curiosamente estaba detrás de él. Aprovechando que el profesor estaba de espaldas, es cuando Arthur comienza a tocar la espalda y la nuca de Erik, y él se estaba empezando a dar cuenta de lo que estaba haciendo su compañero. Y que por hacer eso, podía decirle a modo de regaño que dejara de toquetearle en público, aunque para su buena suerte, nadie les estaba mirando. Todos estaban prestando atención a la clase.
La clase culminó y finalmente ambos chicos se fueron a la biblioteca para tener uno de sus momentos más íntimos. En ese preciso instante, y como si fuera algo que fuera producto de la casualidad o del mismo destino, habían algunas personas en el lugar, adelantándose a los hechos previamente mencionados.
Arthur se sentía muy disgustado después de haberse dado cuenta, pero no quiso decir nada y le ofreció a Erik acompañarlo a dicho sitio anteriormente mencionado mientras él, con una sonrisa inocente en su rostro, comenzaba a buscar algunos libros mientras iba leyendo uno que el maestro les mandó previamente a leer.
—Veo que esté ambiente sí que me parece aburrido… realmente. —el chico miró los otros libros que adornaban la repisa y los estantes del lugar.
—Supongo que sí, ya que a ti nunca te han gustado los libros. —Erik sonrió. —Perdón, pero tenía que confesarlo con la más pura verdad. —Arthur comienza a reírse y Erik le sigue la corriente, sin quererlo, ambos chicos atrajeron la atención de otros compañeros.
—Vaya, vaya, vaya... pero si es la parejita de quién tanto han estado hablando. —bromeó Ernesto mientras miraba a lo lejos a ambos chicos y se iba acercando a ellos.
—¿No les ha bastado disimular lo que sienten uno por el otro? —Francois se acercó también y se unió para formar parte de la broma.
—No sé de qué estás hablando. —Thomas se levantó de su asiento, preparándose para defender y proteger a Erik. —Si hubiera tenido o pudiera tener la dichosa suerte de tener un romance, es muy probable de que sea con una de las chicas más guapas de la institución. —alardeó de esto después de ponerse frente a los chicos con la evidente intención de proteger y defender a Erik.
—Está bien, te creeré tu tonta y patética excusa de m****a porque me caes muy bien —Francois sonrió no muy convencido y decidió dejar a la pareja en paz.
Sus compañeros de clase, al parecer parecían estar disfrutando de molestarlos e incluso, de incomodarlos también. Ya que eso les dejaba en claro de que el dúo no estaba diciendo la verdad y el grupo usaba aquello como si de una excusa barata se tratara, ya que sólo eran cosas de jóvenes y que únicamente llegaban a ser nada más que simples e inocentes bromas.
Erik por otro lado, suspiró estando más tranquilo al respecto después de haber reaccionado con algo de temor. Intentaba mantenerse fuera de aquel retorcido y bizarro juego. Mientras tanto, continuaba haciendo lo que mejor se le daba hacer, y ésa era su actividad favorita. Después de haber estado aguantando unas cuantas clases y haberse aburrido por más de media hora.
Arthur ya comenzaba a sentirse un poco hastiado ante todo lo que estaba presenciando, su paciencia estaba llegando a su verdadero límite y eso no era nada bueno, y cuanto menos, agradable de ver.
Y para su fantástica buena suerte, tenía delante suyo a su compañero de clases a Erik, lo único que hacía para mantener su mente despejada de tanto “estrés”, fue tocando con la punta de su lápiz la nuca del joven. Erik podía sentir como la punta semi-puntiaguda del lápiz le causaba muchas cosquillas, era algo que realmente le causaba mucha confusión en un inicio, puesto a que no entendía la razón detrás de ese actuar tan inocente.
Después de que terminaran aquellas horas de clases, Arthur dirigió su vista hacia la ventana y apartó la punta del lápiz de la nuca de Erik. Ya que, justo en ese preciso momento, Ernesto se acercó hasta donde Erik estaba sentado para pedirle algo, fuera un favor u otra cosa no específica.
—Oye, Erik, —Ernesto lo llamó por su nombre. —¿tienes un momento? —le pregunta esto como para no ser considerado como una molestia como ya solía llegar a ser.
—¿Para molestarme como siempre? —bromeó Erik con una inocente sonrisa y Arthur estaba observando todo aquello.
—Podría molestarte luego, —Ernesto bromeó también, siguiéndole el juego. —pero necesito hablar contigo. —tras decir esto, le da un ligero golpecito en su hombro para animarlo a que le siguiera.
Arthur era quién podía meterse sin ser llamado a las conversaciones ajenas y sin sentirse culpable por esto, él podía descubrir detrás de todo aquello si la situación no escalaría a algo más. Pero como todo era algo más allá de lo casual y de puros favores escolares, no era nada más que eso. Arthur después de que la hora clase por fin había sido anunciada como finalizada, se prepara y se dispone la no muy convincente tarea de acechar, y tal vez de espiar, a Erik. Casi como si eso fuera una especie de obsesión para él. estaba
—Entonces… —Ernesto se acomodó la corbata de su uniforme escolar. —Cuento contigo, ¿verdad? —Erik asintió.
—Claro, desde luego que puedes hacerlo. —él parecía convencido casi en su totalidad pese a que no lo demostrara pero intentando mostrar su mejor sonrisa.
—¿Qué hacían, chicos? —Arthur aparece de la nada y se quedó detrás de Erik, sorprendiendo a ambos jóvenes de forma repentina.
—¡Agh! —exclamó exaltado Ernesto. —Tremendo maldito susto me acabas de dar, hijo de tu… bonita madre. —Ernesto con un tono enojado, le reclamó de manera sarcástica sin los ánimos de ofender a la madre de Arthur.
—Lo siento, es que me gusta el chisme… —vaciló justificando su respuesta y mirando a Erik con una media sonrisa. —Y más si no me llaman o ni llegó a formar parte de él. —se ríe.
—Vaya manera tan irónica tienes para decirlo. —Ernesto lo miraba con una notable molestia, como si no pudiera lidiar contra él. —Y yo que creía que tendrías que pedir permiso para hablar, aunque... de lo contrario no podrías decir mucho siquiera, o en todo caso, no sería bueno que debas abrir tu estúpida boca para decir algo. —suspiró disgustado después de soltar aquel brusco pero retador comentario.
Por más tenso que fuera el ambiente, Erik por primera vez se atrevió a interferir, poniendo a prueba a Arthur que lo miraba sorprendido y luego sonriendo como si le fuera o pareciera divertida la escena. Para la buena dicha de Arthur, ya el momento de despedirse era ahora. Por suerte era entendible, y hasta predecible, de lo que sucedía, Arthur intentaba no mostrarse celoso ante lo que pasaba entre sus dos compañeros de clases. Tal vez intentaba no mostrar ninguna demostración física de que realmente estaba celoso.
Al calmar las aguas, ya ambos se encontraban en la habitación, Arthur comenzó a intentar mantener la calma ante sus “celos”, pero Erik como lo conocía como si fuera su propia sombra, sólo logró sentarse en el sofá y esperar a que Arthur se calmara. Pero a pesar de eso, y de la situación, consiguió con éxito llamar su atención, haciendo un poco de trampa con los movimientos de sus piernas.
—Estoy pensando en cómo torturar a ese cabrón la próxima vez cuando tenga la oportunidad de estar a solas con él. —decía esto después de mirar lo que Erik estaba haciendo. soy el que forma parte de él,
—Oye, oye… —Erik se estaba riendo de lo que Arthur decía, le parecía chistoso pero raro al mismo tiempo. —Si haces eso, estarás en problemas. —acercó sus manos hacia los hombros de Arthur y consiguió calmarlo un poco más esta vez.
—Podría detenerme a mitad de la tortura si no te gusta, o si me pides que pare, con gusto lo haría. —Arthur le dedicó una sonrisa que mostraba su supuesto lado “inocente”. en este momento. —
—En realidad… —Erik acarició su nuca con un poco de incomodidad, claramente no me gustó el comentario que hizo Arthur. —Prefiero que no interfieras con él en alguna pelea o riña, no quiero ver cómo terminas peleando con alguien a puño limpio por simplemente sentir celos. —Arthur suspiró y decidió obedecerle, después de todo, Erik tenía razón.
Erik suspiró aliviado cuando sintió que por fin la situación estaba bajo control. Ese alivio le dió el siguiente beneficio, y ése se lo iba a obsequiar a su compañero Arthur, quién le esperaba estando acostado y que se sentía un poco impaciente en la cama. Ése momento mágico por fin les tocó a ambos y después de todo lo dicho, iban a disfrutarlo al máximo.
Arthur con suavidad, tomó el rostro de Erik con la palma abierta de su mano y comenzó a acariciarlo con suavidad y algo de cariño.
La tensión sexual que ambos compartían y mantenían era exquisita de ver. Arthur sacó de su bolsillo una cajetilla pequeña de mentas y en un par de segundos es cuando comienza a masticarla y con la ayuda de su saliva y su lengua fue cuando procedió a disolver ésta, de forma más rápida por toda su boca.
El tentador movimiento que hacía con su lengua le incitó a Erik a besar de forma lenta y cálida los labios del contrario. Quedando más que fascinado con la nueva sensación que había sentido, ya que fue catalogado como si estuviera comiendo un manjar tan exquisito como ningún otro.
Y gracias a esas manos ágiles que Arthur usaba y poseía, acarició el rostro de su interés romántico. Le manoseaba el cuello y el pecho de tal manera que sólo se oían gemidos ahogados y secos.
—Creo que… ahora ya sabes por qué te deseo tanto. —susurró de manera provocativa mientras se desnudaba y quedaba debajo de Erik.
—No puedo creer que con decir eso… ya me estés volviendo loco. —Erik estaba fascinado con el beso que Arthur le dió, el sabor fresco y mentolado lo hacía enloquecer casi que por completo.
—Ahora falta que lleguemos a la mejor parte. —dijo Arthur después de deslizarse por el cuerpo de Erik como si imitase el movimiento de una serpiente.
A medida de que sus rostros estaban cerca uno del otro, Arthur no perdió ni una de las tantas chances que sólo Erik le ofrecía. Fue un placer innegable de aceptar, y era tan excitante la situación en la que ambos estaban que fue imposible para ellos no poder, ni siquiera, detenerse.
Al estar bajo control y dominio de Arthur, Erik deja que su compañero le guíe entre más besos y caricias. De las cuales, ninguno de los dos quería dejar de lado ni siquiera por un momento. Erik ahora estaba debajo de Arthur y gracias a la fuerza de éste, él tenía sus manos hacia arriba. Era una escena erótica y romántica al mismo tiempo.
Y según las palabras de Arthur, no habían llegado todavía a la mejor parte, ya que según él; el hecho de que debiera o que tuviera que pedir permiso, no era su estilo.Comenzó a amanecer en ese momento y Arthur estaba con la mirada puesta sobre la ventana, estaba notando con un particular asombro lo que el cielo estaba haciendo. Y mientras estaba abrazado de Erik, fue donde el ambiente comenzó a convertirse lentamente en uno bastante romántico. Entre los besos y las suaves caricias que ambos chicos se daban entre ellos, fue justo cuando Arthur aprovechaba la oportunidad de acurrucarse en el regazo de Erik. Y de repente, un pequeño sonido proveniente de los labios de Erik, despertó y preocupó a Arthur.—¿Qué te ocurre? —Arthur le da suaves golpecitos en la mejilla, estaba intentando despertarlo, desafortunadamente sin éxito alguno. —Erik, por favor, respóndeme. —continuó dándole dichos golpecitos para reanimarlo. Arthur comenzaba a ver y notar que Erik no estaba cómodo con lo que acababa de pasar, y por supuesto que esto le dio a entender de qué debía hacer algo cuanto antes. De forma sabia, Erik aprendió a mantenerse a raya, consiguiendo convencerse a sí mismo de que nada estaba pasando, de manera exitosa logró disimular lo suficiente, pero esto no parecía convencer a Arthur. Aquello fue algo que tomó por sorpresa a Arzhel, debido a que él siendo un inexperto en temas de detectar las tensiones en el ambiente, no sabía si ayudar, interferir o dejarlo pasar. Tomó la última decisión, no sabía qué hacer y, de manera algo justa, prefirió y decidió no entrometerse. —Bueno, creo que a tu amigo no le agradó lo que acaba de suceder entre nosotros. —Arzhel miró a Arthur, quién se encoge de hombros, confundido por lo que acababa de pasar.CAPÍTULO 4. (PARTE 2)
Ser un heredero al trono, puede significar muchas cosas. Todas son igual de emocionantes hasta cierto punto. Poseer el título de heredero de la corona no es un documento legal que cualquiera sería inmoral para romperlo y quitarle dicho papel a alguien que, naturalmente se ganaba ese título por herencia familiar y no por un papel común y corriente. Eric estaba con ese título representativo, y por muy ortodoxo que eso fuera a ser. Esto apenas le daba cierta ventaja, además de poseer un privilegio que todo príncipe, y futuro rey, debía poseer. Sin embargo, se debía tener en cuenta el más mínimo detalle sobre la corona la cual él iba a heredar tarde o temprano. Ya que antes de poseerla, él debía de consumar su unión con alguna chica de su edad. De lo contrario, el título nunca podría llegar a obtenerlo así nada más. Aunque era una po
8:43 a.m.Era una temprana mañana del día nueve de abril, en la cual un joven hombre nacido y bautizado bajo el nombre de Eric, perteneciente a la prestigiosa y ostentosa familia Dellanor. Este joven dormía plácidamente como cualquier otro hombre joven de su edad. Sin embargo, por pertenecer a una familia popular en la enorme ciudad y capital de Francia, París; éste tenía que haberse despertado unas tres horas antes.—Mi señor, Eric, por décima vez se lo debo volver a repetir. —dijo la paciente y calmada voz de su fiel sirvienta Meredith. —Por favor ya despierte, su madre necesita verlo en la sala de estar en unos minutos. —continuó hablando pero el chico seguía sin ánimos de querer levantarse de la cama. En el interior de cada pasillo de la institución donde el príncipe se hacía notar con su presencia, miraba con una felicidad que nadie más entendía, excepto él y eso fue una pila de libros relacionado a su tema favorito.Aceptando y admitiendo para sí mismo su creciente amor y, también apreciación, notable afán por los libros es que todo aquello es que fue totalmente verdad. Erik con el permiso del bibliotecario, se llevó aproximadamente diez libros. Y esto, ya no era un secreto para nadie; a ese chico le encantaba leer.—Vaya, vaya… —su amigo se sorprendió al ver los libros que él muchacho tenía en un cajón. —No recuerdo que la maestra nos haya asignado ni pedido leer todo esto. —bromeó sarc&CAPÍTULO 2.