CAPÍTULO 2.

En el interior de cada pasillo de la institución donde el príncipe se hacía notar con su presencia, miraba con una felicidad que nadie más entendía, excepto él y eso fue una pila de libros relacionado a su tema favorito.

Aceptando y admitiendo para sí mismo su creciente amor y, también apreciación, notable afán por los libros es que todo aquello es que fue totalmente verdad. Erik con el permiso del bibliotecario, se llevó aproximadamente diez libros. Y esto, ya no era un secreto para nadie; a ese chico le encantaba leer.

—Vaya, vaya… —su amigo se sorprendió al ver los libros que él muchacho tenía en un cajón. —No recuerdo que la maestra nos haya asignado ni pedido leer todo esto. —bromeó sarcásticamente después de ver uno de ellos y observar de manera detallada la portada solamente.

—Y yo no recuerdo haberte conocido con un libro leído por ti o que hayas agarrado alguno con tus propias manos. —le arrebató el libro de las manos para guardarlo en su respectivo lugar. —No me parece justo que no te interese o que no siquiera estés leyendo uno de éstos clásicos. —al señalarlo, procedió a limpiarlo un poco para quitarle algunos pequeños pero visibles restos de polvo que aún tenía.

—Son libros viejos, Erik, no me llaman mucho la atención. —se encogió de hombros y mostró una sonrisa después de explicarlo. —Pero por lo que veo y noto, puedo ver que a ti sí que te gustan. —se sentó a su lado y sólo observó los otros nueve que el chico tenía guardado en el cajón. —¿Hablaste con el bibliotecario sobre eso? Ya sabes que si algo les llega a suceder a ésos libros, correrás con un terrible castigo y deberás buscar la forma de pagarlos. —dijo con un evidente y notorio aire de preocupación.

—Sí, y también le pedí permiso para leerlos fuera de la biblioteca sólo por esta vez. —le respondió Erik después de revisar y cerciorarse que todos los diez libros estuvieran igual de limpios.

El muchacho era cuidadoso y hábil con los libros y cualquier otro material que no fuera suyo. A pesar de que tenía la corona puesta sobre su cabeza, y su cara era conocida por pertenecer a una familia de clase alta y ser muy famosa, debía mantenerse bajo perfil. Aunque a veces, siempre terminaba siendo observado por muchos ojos curiosos que lo ponían bastante incómodo.

Erik continuó con su lectura mientras Arthur estaba mirando hacia la ventana del recinto. Era una vista hermosa que daba directo hacia el jardín, y allí, el chico de cabellos marrones, comenzó a suspirar.

—¿Podemos irnos? —Arthur parecía estar totalmente aburrido. —Este ambiente ya me está pareciendo muy aburrido. —suspira de nuevo el chico y Erik levantó la mirada después de observar e intercambiar una sonrisa que daba a entender lo que realmente estaría por pasar.

A pesar de que Arthur decía que era aburrido, Erik no se rió en lo absoluto, tampoco hizo otra cosa más que guardar el libro, y decidió seguirlo. Ambos chicos eran muy unidos en ciertas cosas y a pesar de sus diferencias, fue increíble la química que ambos mantenían, y que era muy fuerte.

Podría ser más que simple casualidad, pero él transmitió una vibra bastante curiosa y algo notable. Y eso ya le parecía un poco raro, aunque sí le haya extrañado.

—¿Puedo saber por qué estamos en tu habitación, Art? —la pregunta que realizó Erik daba a entender la visible emoción que Arthur sentía en ese momento por la emoción.

—Creo que eso es… porque necesitábamos la mayor privacidad posible. —Arthur se lo aclaró de manera sincera y casi automática después de dirigirse hacia la puerta y cerrarla con llave, dejando ésta sobre la cerradura. —¿Sabes qué es la privacidad, o lo qué significa que la tengamos en un momento tan esperado, así como éste, cierto? —Erik asintió, comprendiendo de la mejor manera a lo qué Arthur se refería con una pequeña sonrisa.

Y es que al tratarse de ser supuestamente un juego de adultos, Erik no se negó a lo que Arthur quería hacer. Ya que, más bien, a él le agradaba que hiciera eso. Erik parecía estar atento a cada movimiento que llegara a hacer Arthur, y eso lo ponía en un estado de completa tranquilidad. Ya que no parecía estar levantando ni siquiera un dedo para protestar o confesar que no tenía ganas o que simplemente, no quería hacerlo.

Hasta que su compañero, lo hizo bajar bruscamente de su pequeña nube.

—No quiero contártelo todavía. —dijo acercándose a su amigo y tras haber acercado sus manos, comenzó a acariciar sus hombros.

—Si es un secreto que deseas contarme, —le siguió el juego. —puedes decirme, no se lo diré a nadie. —Erik usaba a su favor su seguridad en sí mismo para convencer a Arthur, y éste con una sonrisa le comienza a tocar con suavidad su rostro.

Entre ellos dos, solo hubo lo que se consideraría como una química caliente y resistente. Poco o nada se sabía de su “amistad”. Lo cierto es que ése ambiente de  poco espacio que estaba dividiéndose entre ellos dos era sofocante.

Erik miraba a Arthur, y Arthur miraba a Erik. Y ambos se miraban entre sí.

Dos ojos puestos en Arthur y dos ojos puestos en Erik.

Se habían demorado un poco en entender lo que ambos querían hacer, pero Erik no paraba de mirar a Arthur con confusión y una nerviosa sonrisa. Y Arthur no dejaba de mirarlo con intenciones subidas de tono. Lo que imaginaba en su mente era algo erótico.

Tras estar intercambiando sonidos de risas nerviosas, Arthur comienza a acercarse a los labios de Eric. Más allá de sentir sólo nervios que otra cosa, su líbido por primera vez comienza a estar presente en el acto y, lo consigue a la primera. Dejar de dudar y cierra los ojos, confía en su amigo y deja que su primer beso sea mágico, erótico y apasionado. Las manos de Arthur se fueron rápidamente hacia él rostro de Eric y entre el ligero tambaleo, emoción y deseo; lo acorraló contra la pared.

Y así estuvieron por ese pequeño lapso de tiempo que parecía no detenerse, la chispa que todavía estaba esparcida en cada rincón de la habitación, era muy ardiente; pero ellos no querían terminar con un simple beso que les excitaba de manera simple con nada más que experimentado, Eric se esforzaba por mantenerse lo más relajado posible, pero Arthur con una fuerza y ganas que sólo él mismo entendía y qué ya sabía de dónde las estaba sacando. Llevó a Eric a la cama y comenzó a besarlo con más comodidad, libertad, y también pasión.

Todo aquello se sentía como el más inocente y a la vez erótico disfrute que ambos chicos ya comenzaban a poner en práctica el cómo mantenerse en silencio en ésas cuatro paredes y ellos ya lo estaban logrando, manteniéndose en un completo silencio a sí mismos.

—¿Qué estamos haciendo, Arthur? —el joven lo miró y sin darle tiempo para que hablara, le dió otro beso en los labios y luego responde.

—Lo que yo estoy haciendo… es una demostración de todo lo que siento por ti y del cuál, jamás me atreví a contarte. —su voz casi ni se escuchaba con claridad, puesto a qué estaba susurrando con tanto secretismo que ya ahora entendió el truco que tenía que hacer para continuar con su próxima jugada.

Las mejillas de Erik se tiñeron de un ligero tono color rosa a partir de ése momento y con una sonrisa, tomó de la mano a Arthur, éste comenzó a besarlo de nuevo, yendo ahora en dirección a su cuello y marcándolo como si quisiera o deseara que Erik fuera suyo y de nadie más, con los suaves besos que él le plasmaba.

No podía mantenerse tranquilo ni por un segundo, ni siquiera quiso o trató de contenerse. Pero al menos, ya estaba seguro de lo que tanto deseaba hacer.

—¿Estás seguro de que quieres que hagamos esto? —Eric estaba tan nervioso que su corazón no dejaba de latir con tanta fuerza, haciendo que su nerviosismo comenzará a verse reflejado en los ojos de Arthur.

—Lo siento. —Arthur con sumo cuidado y gentileza, acarició sus mejillas. —No quería llegar a hacer esto tan rápido, perdóname. —inclinó su cabeza hacia el torso de Erik y comenzó a llorar de forma casi frenética, como si hubiera presenciado la más desastrosa y terrible escena de un crimen.

—Oye, tranquilo. —Erik lo tranquilizó con un fuerte abrazo a modo de consuelo. —No es tu culpa, sólo me tomó por sorpresa lo que ibas hacer, no te miento. —le susurró suavemente esas palabras en su oído. —Pero creo que para la próxima vez… lo haremos mejor, no te preocupes. —le da un beso a su cabeza y luego a su frente y Arthur levantó la mirada como si fuera un cachorrito.

—De acuerdo. —se dan un último beso y ambos se ponen de pie.

A pesar de que ya estaban a punto de cometer un acto sexual en aquellas cuatro paredes, Arthur sabía que si llegaban a meterse en problemas, tanto él como Erik tendrían que pagar una enorme cantidad de dinero. O, peor aún; tener que afrontar las consecuencias y ser expulsados de la institución, y que para eso, nada ni nadie les ofrecería prioridad alguna de arreglar o remediar las cosas por culpa de sus “cuestionables” acciones.

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