Volvemos al castillo, le pido a Rhett que no me pregunte más sobre mi problema y extrañamente me hace caso, al llegar se va a hablar con su madre.Camino por el jardín, ha empezado a hacer frío, pienso en las palabras de Lucielle, no he podido dejar de pensar en eso, se repiten una y otra vez en mi cabeza. En unos días es el cumpleaños del rey, camino hasta donde William me espera en el campo de tiro. —Reina, buenos días ¿cómo amaneces? —No me digas así, ya lo hablamos. —Te diré como quiera, hoy haremos algo distinto, dispararás desde allá —Señala una torre. —Tienes que aprender a disparar desde lo alto, vamos. —William, no creo que pueda. —Suficiente con el no puedo, ya me cansé de oírlo todos los días, vamos —Me regaña. Subimos hasta la torre puedo observar un muñeco con un corazón pintado en el pecho, miro mal a William. —¿Es enserio? —Sí, Make no quiso hacerlo así y sinceramente yo tampoco. —No estamos siendo nada discretos con las prácticas ¿no te parece
—Rhett— Observo a los tres llegar, vienen riendo y empujándose entre ellos, me miran, se detienen en seco, intercambian miradas y hacen una reverencia. —¿Quién de ustedes me va a explicar? Los miro, William y Vince están cubiertos de sangre y tierra, Erys viene con la trenza despeinada, la falda del vestido rota, cubierta de lodo, tiene un rasguño en la cara, lo cual solo me hace enojar aún más. —¿Qué te pasó en la cara? Erys aprieta los labios y se cubre la mejilla. —¡¿Qué están esperando?! ¡Contéstenme! William le da un codazo a Vince, quien se lo da a Erys, se lo regresa y Vince a William. —Trajimos pieles, he mejorado mucho mi tiro —Erys habla al fin. —Mandaremos hacer abrigos, podemos encargarte uno a ti también —William dice. —¡¿Y con permiso de quién se llevan a mi mujer a quien sabe dónde?! —Fuimos al bosque —Erys dice con naturalidad. —¿Y por qué llegan hasta hora? ¡Ya se que se largaron a Butler! El capataz me dijo que los escucho hablando —les g
Entro a mi habitación, estoy enojada, tengo ganas de matar al imbécil de Rhett, nunca había sentido tanta rabia, la puerta se abre y vuelve a azotarse. Rhett me da la vuelta, está enojado, pero sinceramente no me importa, me agarra el cuello, volteo la cara cuando intenta besarme, me besa la mejilla y la mandíbula, saco la daga que William me regaló esta mañana y se la pongo en el cuello, sonríe. —¿La besaste? Me toma la mano y se entierra más la daga en la garganta.Cada día está más loco. —Esto que sientes, es lo que yo siento cada que otro te mira y te desea, ahora entiendes porque los quiero muertos, hoy casi matas a Agnes, ya me entiendes. —Yo no quería matarla a ella, no podría importarme menos, te quiero matar a ti. Me pega a él sin importarle que la daga lo lastime, me besa. —No la bese, tampoco iba a hacerlo. —No te creo. —Yo solo quiero besarte a ti, todo el tiempo, solo morirá por ti. Suelto una risa y me separo de él, tiene un rasguño en el cuello.
Rhett se separa un poco de mí, no puedo verlo y eso solo me asusta, me aferro a sus brazos, para saber que sigue aquí. —¿Confías en mí? —Sí, ¿no me lo dirás? —Es algo complicado, sabía que ibas a preguntar pero no se cómo decírtelo, sin que me mires diferente. —No lo haré, Rhett no creo que haya algo que pueda hacer que te vea diferente. —Recargo la cabeza entre su pecho y abdomen que es donde me llega por la diferencia de altura. —El solía pegarle a mi madre, crecí viendo como la golpeaba, en una ocasión pensé que estaba muerta, la dejo en el suelo ensangrentada y no se movía, fue cuando alguien le surgió que consiguiera concubinas para él y dejó de hacerlo con tanta frecuencia, yo era un niño cuando me dijo que me “iba a mostrar el valor de un hombre” »Me apuntó con la espalda y la enterró en mi cara, “¿qué es un rey sin cicatrices?” fue lo que me dijo, antes de marcharse. Me quedo callada, solo lo abrazo con un poco más de fuerza. —Fue entonces que mi madre qu
Rhett mueve una de las paredes de su habitación, enciende un quinqué, entramos por los pasadizos, me pego a su cuerpo abrazándolo por la cintura. —Erys, relájate, si me abrazas así no podré avanzar. —No quiero perderme —Lo aprieto con más fuerza. —No lo harás, te lo prometo, dame la mano. Lo hago y entrelaza nuestros dedos. —Necesito que te aprendas el camino, es el recorrido que harás. Caminamos un poco el quinqué alumbra muy poco, escucho un crujido extraño y vuelvo a pegarme al cuerpo de Rhett, se ríe. —Creo que eso fue una rata. —Dijiste que no había ratas en el castillo. —Dentro de este, Erys necesito que dejes de estar pegada a mi, no estas poniendo atención al camino. Suelta mi agarre, cambia nuestras posiciones, quedando él a mi espalda, me pasa el quinqué y me abraza por los hombros. —Hubieras hecho esto desde el principio. —Te guiare. —No me pierdas y tampoco me sueltes. —No lo haré. Me indica el camino, presto toda la atención en espec
Mi padre me arroja al suelo haciéndome caer boca arriba, escucho el grito de mis hermanas cuando el azote golpea mi espalda, una y otra vez, aprieto la mandíbula, tragándome el llanto. —¡Estás m*****a, no sé qué hicimos para merecer esto! —grita tomándome por el cuello, clavando sus ojos llenos de ira en mi. —Papá yo… —¡Callate, no podrás casarte, ni siquiera puedo venderte cual yegua, porque no eres una verdadera hembra! —grita en mi cara. Su palma se impacta con mi cara, abriéndome el labio, saboreo mi propia sangre, me toma por el cabello y me lleva arrastras afuera. —Un mes más Erys, te doy una luna más para que sangres, si no lo haces, yo mismo te mataré. Cierra la puerta de la casa, me quedo en el suelo, me limpio la sangre de la cara, la espalda me quema, pero no puedo hacer nada, me acuesto en la entrada, abrazando mis rodillas y me duermo, cuando amanece, es mi madre quien me recoge, me prepara un baño caliente y limpia mis heridas, no me dirige la palabra, no suele h
Mia me lleva a la planta alta de la casa, hay mujeres por todos lados, me miran y me sonríen, me lleva a un cuarto, donde hay tres mujeres rubias, un montón de ropa y un espejo gigante de cuerpo completo. —Ella es Lily. —Encantada de conocerte. —Ellas son, Daisy y Dalia. —Me señala a cada una. —Son mellizas y dos de mis más queridos retoños. Ambas me sonríen, les devuelvo la sonrisa con timidez. —Tu a partir de ahora te llamarás Camelia, ¿entendido? —Sí, Mía. —Serás la sensación, ya lo verás, ahora desnúdate. —¿Qué? -digo asustada. —Tranquila, solo es para ver que estés en perfecta calidad. —No creo que disfrutes lo que veras. —Me sincero. Alza una ceja, me desata el vestido y lo jala para que caiga sobre mis pies. –¡Por amor a los Dioses! ¿Quién te hizo esto? Mira las cicatrices de mi espalda y brazos, aunque puede que las recientes se curen, aún así tengo marcas blancas permanentes, tengo moretones en los brazos y en las piernas. —Tu padre no recib
UN AÑO DESPUÉS… La Camelia Roja así me llaman, todos los de aquí dicen que los hipnotizo, que mi baile podría revivir a los muertos y calmar a las bestias, me ofrecen montones de dinero solo por una noche conmigo, pero cuando me niego dicen que es parte de mi encanto. La Camelia Roja. La Flor besada por el fuego. Eso soy, después de decenas de noches bailando, la sangre se me hizo fría, la piel se me hizo dura, tanto como el hierro, montones de manos me tocan cada noche, pero no las siento, cada noche, ojos lujuriosos me miran y cada noche, me permito volver al bosque, solo en pensamientos, no soy consciente de sus ojos, de sus manos, de sus gritos y aplausos. —Mi dulce Camelia, otra vez, fuiste una completa Diosa. —Mía me sonríe dándome una bolsa de tela con mi paga. —Sorpréndete cuando lo haga mal —le sonrió de lado. Mía me da una parte de mis ganancias, pero solo me sirven para comprar más vestuarios, ropa, comida y cosas personales, no puedo escaparme, siempre hay v