Capítulo 43

Sentí que la tierra debajo de mis pies temblaba y que en cualquier momento se abriría y me tragaría entera.

¿Hija? ¿Tiene una hija? ¿Con quién?

—Una hija —murmuré con desaliento, apoyando mis manos en el capó de mi auto—. ¿Y esa mujer es… su madre? —interrogué, sin ser capaz de mirarlo a los ojos.

—No, su madre murió de forma repentina por un aneurisma hace menos de un mes. Ella era su mejor amiga —contestó con voz pausada y temerosa.

Se acercó a mí y desplazó su mano por mi espalda hasta colocarla en mi cadera.

Temblé, al mismo tiempo que una fuerte opresión aplastó mi pecho, cortándome el suministro de oxígeno. La sensación era abrumadora. Ni en mis más rebuscados pensamientos hubiera imaginado que su explicación incluiría

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