A las cinco treinta de la mañana, la alarma de mi reloj anunció con un sonido perturbador que era hora de levantarme. Pero no había podido dormir casi nada, apenas logré cerrar los ojos a las tres de la mañana, entre vuelta y vuelta, pensando en Noah y en todo lo que había pasado, y estaba cansada. Sin embargo, y pese a mis ganas de querer quedarme en cama todo el día, me levanté y me metí al baño para darme una ducha fría que me espabilara. No podía darme el lujo de faltar al taller, tenía varios autos en espera y no me gustaba quedarles mal a los clientes.
Media hora después, estaba vestida y lista para bajar a la cocina y preparar el desayuno. Haría huevos, tocino y pan tostado, comería con papá y me iría al trabajo, ese era mi plan, pero Noah tenía otros que incluyeron hot cakes bañados en miel de maple, jugo de naranja y fre
Sentí que la tierra debajo de mis pies temblaba y que en cualquier momento se abriría y me tragaría entera.¿Hija? ¿Tiene una hija? ¿Con quién? —Una hija —murmuré con desaliento, apoyando mis manos en el capó de mi auto—. ¿Y esa mujer es… su madre? —interrogué, sin ser capaz de mirarlo a los ojos.—No, su madre murió de forma repentina por un aneurisma hace menos de un mes. Ella era su mejor amiga —contestó con voz pausada y temerosa.Se acercó a mí y desplazó su mano por mi espalda hasta colocarla en mi cadera.Temblé, al mismo tiempo que una fuerte opresión aplastó mi pecho, cortándome el suministro de oxígeno. La sensación era abrumadora. Ni en mis más rebuscados pensamientos hubiera imaginado que su explicación incluiría
Conduje sin ningún rumbo establecido, sin fijarme mucho a dónde me dirigía. Estaba tan furiosa y dispersa que no era capaz de pensar con claridad. Las palabras de Noah zumbaban en mi cerebro como el resonar de una sirena policíaca. Me aturdía, volviéndome loca. ¡Tenía una hija! ¡Una hija adolescente! Y viviría con una mujer, una mujer que no era yo, una mujer sensual que compartiría cada noche su mismo techo, una mujer con la que había viajado de Tennessee de ida y vuelta, con la que había compartido las últimas noches, cuando yo me encontraba muerta de la angustia por él…—¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota! —golpeé el volante con la palma de las manos, descargando la furia que me estaba consumiendo el corazón.Me merezco esto. Es el jodido karma cobrando lo que le hice a Aarón. ¡Y vaya que se apresuró
Al mediodía, pedí comida china y comí con Cris en la oficina. No quería ir a casa y encontrarme con mi vecino del frente. El muy idiota no había intentado contactarme más, ni fue a buscarme en Gunnar´s en las horas transcurridas. Eso me tenía molesta e irritable; solo imaginaba lo que la morena pechugona y él podrían estar haciendo en su casa. ¡Me moría de celos!Cuando le conté a Cris lo que Noah me había dicho, se quedó pasmada por varios minutos, con la mandíbula abierta y los ojos desorbitados. «¡Una hija!», gritó cuando salió de su estupor, y a partir de ahí, comenzó a formular cada pregunta que se le vino a la mente. Algunas las pude responder, otras no, pero todas me agobiaron. Ella, al igual que yo, dedujo que la tal Spencer podía intentar meterse en la cama con Noah. Mi digestión se
Noah y yo salimos de la habitación tiempo después, no supe cuánto; estaba demasiado contenta como para que me importara algo más que lo que pasaba entre esas cuatro paredes. La última vez que mencioné algo nos estábamos besando ¿cierto? Bueno, terminamos haciendo el amor una vez más y fue igual o más sorprendente que las anteriores.La mirada que nos lanzó Cris cuando cruzamos la oficina decía «sé lo que hicieron» y me sonrojé como fresa madura. Noah ni se inmutó ni disimuló la sonrisa que cubría la mitad de su rostro. Hice al hombre feliz. Y él a mí.Sin perder más tiempo, nos fuimos al taller y trabajamos en una minivan hasta que el reloj marcó las seis. Esa vez, no tuve que esquivar la mirada ni mantener la distancia con Noah. Al contrario, me acerqué, rozándolo con cualquier estúpid
Mientras Cris se daba una ducha, le envié un mensaje a Connor diciéndole que me demoraría un poco; enseguida respondió que ya estaba esperándome en una mesa al fondo del bar, que le emocionaba saber que llegaría en cualquier momento. No respondí nada, no sabía qué decir. Entré a la habitación de Cris y busqué en el closet algo que pudiera ponerme. Faldas y vestidos quedaron descartados enseguida, no era algo que quisiera usar para mi reunión con Connor. Al final, me dejé mis jeans y elegí una blusa a cuadros manga larga para sustituir la blusa deportiva que llevaba puesta. Mi plan original era ducharme, pero el reloj marcaba las siete treinta y no quería demorar las cosas con Connor y llegar más tarde a casa. Le había dicho a Noah que estaría con Oli dos horas y quedarme más lo preocuparía.Hablando de Oli… ¿Qu&ea
Mi ritmo cardíaco se disparó en consecuencia.Connor tenía una capacidad increíble de infundirme temor, al punto de hacerme sentir pequeña e indefensa. ¿Por qué era así? ¿Por qué me minimizaba ante su presencia? Nunca antes me pasó, incluso con Noah y su intento de ser temible y despiadado en nuestro primer encuentro en aquel garaje.—¿Por qué estás aquí, Connor? ¿Te metiste en un lío? ¿Necesitas dinero?—¿Eso dijo Jace que vine a buscar? —contraatacó a la defensiva.—La verdad, sí. No es un secreto que mi padre te desprecia. —Lo miré a través del espejo.Su mandíbula se apretó, provocando que sus dientes chillaran, y su mirada se tornó más oscura y tenebrosa que antes. Ambos gestos enmarcaban una profunda ira, que sin duda iba dirig
Eran un poco más de las diez de la noche cuando regresé a casa. Noah me estaba esperando en la entrada, sentado en las escaleras. Solo unos minutos atrás, había dejado a Cris en su casa y tomado mi camioneta para ir a casa. Connor se bajó también en lo de Cris y dijo que iría caminando a su casa. El peso de la mentira se alojó en mi pecho, acelerando mis latidos. Aunque el hecho de ver a Noah también desataba una oleada de mi emoción incontrolable en todo mi cuerpo. Sentía que habían pasado días desde que nos despedimos.Me bajé de la camioneta y caminé a su encuentro, sonriendo. Gesto que se borró cuando él evitó mirarme. Mantuvo la cabeza baja y sus manos apretadas en puños sobre sus rodillas separadas.¡Oh, oh! Problemas en el paraíso. —¿Dónde estabas? —siseó cuando estuve
Spencer estaba delante de mí, sonriendo con sus rectos y perlados dientes y mirándome con sus ojos chocolate a través de risadas y perfectas pestañas. Se había maquillado ligeramente, marcando sus pómulos altos y haciendo lucir más carnosos sus labios con aquel brillo labial tono natural. Sus enormes pechos sobresalían en el escote que proveía la ajustada blusa de algodón negra que había elegido, y sus piernas parecían interminables en aquella falda de mezclilla. Yo vestía pantalones de chándal, una musculosa azul con un top blanco debajo, mi cabello sujeto en una cola de caballo y nada de maquillaje en el rostro. De pronto, la idea de ella yendo a casa para desayunar con nosotros no era tan atractiva como me pareció cuando Noah lo propuso. No me sentía cómoda con su presencia y lo más seguro era que terminaría con una indigestión. Pero ya estab