Spencer estaba delante de mí, sonriendo con sus rectos y perlados dientes y mirándome con sus ojos chocolate a través de risadas y perfectas pestañas. Se había maquillado ligeramente, marcando sus pómulos altos y haciendo lucir más carnosos sus labios con aquel brillo labial tono natural. Sus enormes pechos sobresalían en el escote que proveía la ajustada blusa de algodón negra que había elegido, y sus piernas parecían interminables en aquella falda de mezclilla. Yo vestía pantalones de chándal, una musculosa azul con un top blanco debajo, mi cabello sujeto en una cola de caballo y nada de maquillaje en el rostro. De pronto, la idea de ella yendo a casa para desayunar con nosotros no era tan atractiva como me pareció cuando Noah lo propuso. No me sentía cómoda con su presencia y lo más seguro era que terminaría con una indigestión. Pero ya estab
Me quité las bragas y el sostén y los puse sobre el lavabo. Noah caminó hacia mí y tomó uno de mis pechos con su mano, pasando el pulgar por mi pezón erecto, que a su toque se puso más duro. Su boca se encargó del otro, succionándolo con hambre y mordisqueando la cima después. Todo lo que hacía se reflejaba en la parte baja de mi pelvis, que palpitaba ansiosa por ser llenada por su hombría.—¿Vas a ser una chica buena? ¿No vas a gritar?Asentí.—Date la vuelta y sujétate del lavabo.Cuando lo hice, Noah separó mis piernas y acarició mis glúteos con movimientos circulares. Repitió la acción una, dos, tres veces…, para luego explorar la parte más sensible de mi cuerpo, haciéndome temblar de puro placer. Con su mano libre, acunó mi pecho, rozando la punta con su pulgar una y
Ese día en la tarde, decidí que era momento de comunicarme con Connor. Ya lo había ignorado lo suficiente y sabía que la paciencia no era una virtud que él poseyera. Noah no estaba saltando de emoción por eso, pero debía apoyarme, no tenía más opción. Le escribí un mensaje diciéndole que había encontrado un auto para él y que, si era posible, se acercara al taller a las cinco para que lo viera.Su respuesta no tardó en aparecer.«¡Sí! Estaré ahí a la hora puntual, princesa».Cuando le informé a Noah que Connor había confirmado que estaría en Gunnar´s a las cinco, dio media vuelta y salió del taller, enojado. No lo seguí, era mejor no estar cerca de él cuando estaba furioso. Y si lo hacía, terminaríamos discutiendo y no tenía ganas de pelear.Las
Sin darme cuenta, el reloj avanzó silencioso hasta las cinco de la tarde, la hora en la que Connor llegaría al taller. Por eso me sorprendí al verlo de pie a mi lado cuando di la vuelta para cambiar de herramienta.—Hola, princesa. —Me saludó con una sonrisa que no podía crecer más.—Hola, Connor —contesté con cautela y sin demostrar ninguna emoción, ni buena ni mala. La conmoción inicial por el asombro de su repentina aparición se había desvanecido; solo sentía inquietud, y no por él realmente sino por la reacción de Noah cuando lo viera.—Te traje pretzels y rosquillas. ¿Te gusta el dulce? No te lo pregunté ese día. —Habló con nerviosismo mientras me tendía una bolsa de papel.—Sí, gracias, me encanta el dulce. Te dije que mamá cocinaba tartas y brownies. &iq
Noah seguía sin revelar a dónde me llevaría esa noche, solo me dijo que usara algo cómodo y que me buscaría a las siete treinta. Entré a casa y saludé a papá con un sonoro beso. Le pregunté si tenía hambre y dijo que no, que Spencer le había llevado pan casero y jugo de zanahoria con naranja hacía media hora y que quedó satisfecho, mencionando además que la intrusa –como la bauticé a partir de entonces– era una excelente cocinera. Luché con la urgencia de girar los ojos y rechistar como una malcriada y simplemente sonreí. Odiaba que Noah tuviera razón, pero debía admitir que no exageraba cuando dijo que me comportaba como adolescente.A la hora puntual, bajé las escaleras y me encontré con mi atractivo novio en el último escalón. Me recibió de brazos abiertos y me dio un beso que deshizo mi
Cuando la canción terminó, Noah puso un suave beso en mis labios y me abrazó fuertemente, como nunca había hecho antes. Un sentimiento de pérdida se instaló en mi pecho, provocando que mi corazón latiera a un ritmo inquietante. Era ilógico sentirme así, lo que estaba pasando en ese momento era especial, precioso. Nos declaramos amor minutos antes, nos besamos con pasión… ¿por qué un abrazo me dejaría esa extraña emoción?—Quédate conmigo —susurró con súplica.Mi corazón dio un vuelco. ¿Qué estaba pasando con él? No lo podía entender. Parecía que el miedo corría por sus venas, un miedo que me trasmitió desde que me rodeó con sus brazos y que fue confirmado por su petición.—Estoy contigo, Noah. ¿A dónde podría i
No podía dejar de mirar el anillo que Noah puso en mi dedo, era simplemente perfecto.El primero en saber la noticia fue papá, lo llamé esa misma noche desde el teléfono del hotel, mi celular seguía siendo un objeto prohibido. Para mi sorpresa, papá lo supo antes que yo. Noah le había pedido mi mano mientras me vestía más temprano en mi habitación. Cris también lo sabía, ella fue quien ayudó a Noah a elegir la ropa que llevó para mí, pero se hizo la sorprendida cuando la llamé. Sus gritos fueron tan altos que tuve que apartar el teléfono de mi oído antes de sufrir un rompimiento de tímpano. Eso no la delató, ella actuaba así por naturalidad, fue su «sabía que dirías que sí» lo que lo hizo. Me gustó esa complicidad entre ellos, pero me recordó a Olive y su desaparición. Sin ella,
Más tarde, pedimos servicio a la habitación y desayunamos en la cama. Luego, bajamos a la piscina –que se encontraba inhóspita, por suerte–. Noah me sorprendió al sacar un sexy traje de baño negro de una pieza, con abertura a cada lado de la cintura en forma circular. Pensó en todo. Estuvimos una hora sumergidos debajo del agua, la mitad del tiempo nadando y la otra besándonos y jugueteando como adolescentes.Al regresar a la suite, llamé a papá y le pregunté si había tomado sus medicamentos. A veces, se los saltaba porque, según él, no los necesitaba. Pero sí que lo hacía. Él padecía artritis rematoide degenerativa y requería tratamiento permanente. Gracias a Dios, había respondido bien a los medicamentos y no se encontraba en etapa crónica, y esperaba que nunca cruzara ese umbral, pero no me gustaba descuidarlo. Me dijo que
Abrí los ojos entre la penumbra de mi habitación. Me había quedado dormida en mi cama y desperté en medio de la noche. El reloj marcaba las 20:03. ¡Estuve ausente por más de tres horas! Yo no era una persona que tomaba siestas, pero no era de extrañar que me quedara dormida. El cansancio acumulado y la discusión con Noah me dejaron vencida.Urgida por la necesidad de orinar, me levanté de la cama y caminé a oscuras hacia el baño. Una vez ahí, hallé el interruptor y encendí la luz. Me desabroché los jeans, los bajé por mis muslos y me senté en el sanitario, suspirando de alivio cuando mi vejiga quedó vacía. Estaba aseando mis manos en el lavabo, sintiéndome desdichada al ver el símbolo brillante en mi dedo –que horas antes me llenó de alegría– cuando escuché dos toques en mi puerta acompañados