Sin darme cuenta, el reloj avanzó silencioso hasta las cinco de la tarde, la hora en la que Connor llegaría al taller. Por eso me sorprendí al verlo de pie a mi lado cuando di la vuelta para cambiar de herramienta.
—Hola, princesa. —Me saludó con una sonrisa que no podía crecer más.
—Hola, Connor —contesté con cautela y sin demostrar ninguna emoción, ni buena ni mala. La conmoción inicial por el asombro de su repentina aparición se había desvanecido; solo sentía inquietud, y no por él realmente sino por la reacción de Noah cuando lo viera.
—Te traje pretzels y rosquillas. ¿Te gusta el dulce? No te lo pregunté ese día. —Habló con nerviosismo mientras me tendía una bolsa de papel.
—Sí, gracias, me encanta el dulce. Te dije que mamá cocinaba tartas y brownies. &iq
Noah seguía sin revelar a dónde me llevaría esa noche, solo me dijo que usara algo cómodo y que me buscaría a las siete treinta. Entré a casa y saludé a papá con un sonoro beso. Le pregunté si tenía hambre y dijo que no, que Spencer le había llevado pan casero y jugo de zanahoria con naranja hacía media hora y que quedó satisfecho, mencionando además que la intrusa –como la bauticé a partir de entonces– era una excelente cocinera. Luché con la urgencia de girar los ojos y rechistar como una malcriada y simplemente sonreí. Odiaba que Noah tuviera razón, pero debía admitir que no exageraba cuando dijo que me comportaba como adolescente.A la hora puntual, bajé las escaleras y me encontré con mi atractivo novio en el último escalón. Me recibió de brazos abiertos y me dio un beso que deshizo mi
Cuando la canción terminó, Noah puso un suave beso en mis labios y me abrazó fuertemente, como nunca había hecho antes. Un sentimiento de pérdida se instaló en mi pecho, provocando que mi corazón latiera a un ritmo inquietante. Era ilógico sentirme así, lo que estaba pasando en ese momento era especial, precioso. Nos declaramos amor minutos antes, nos besamos con pasión… ¿por qué un abrazo me dejaría esa extraña emoción?—Quédate conmigo —susurró con súplica.Mi corazón dio un vuelco. ¿Qué estaba pasando con él? No lo podía entender. Parecía que el miedo corría por sus venas, un miedo que me trasmitió desde que me rodeó con sus brazos y que fue confirmado por su petición.—Estoy contigo, Noah. ¿A dónde podría i
No podía dejar de mirar el anillo que Noah puso en mi dedo, era simplemente perfecto.El primero en saber la noticia fue papá, lo llamé esa misma noche desde el teléfono del hotel, mi celular seguía siendo un objeto prohibido. Para mi sorpresa, papá lo supo antes que yo. Noah le había pedido mi mano mientras me vestía más temprano en mi habitación. Cris también lo sabía, ella fue quien ayudó a Noah a elegir la ropa que llevó para mí, pero se hizo la sorprendida cuando la llamé. Sus gritos fueron tan altos que tuve que apartar el teléfono de mi oído antes de sufrir un rompimiento de tímpano. Eso no la delató, ella actuaba así por naturalidad, fue su «sabía que dirías que sí» lo que lo hizo. Me gustó esa complicidad entre ellos, pero me recordó a Olive y su desaparición. Sin ella,
Más tarde, pedimos servicio a la habitación y desayunamos en la cama. Luego, bajamos a la piscina –que se encontraba inhóspita, por suerte–. Noah me sorprendió al sacar un sexy traje de baño negro de una pieza, con abertura a cada lado de la cintura en forma circular. Pensó en todo. Estuvimos una hora sumergidos debajo del agua, la mitad del tiempo nadando y la otra besándonos y jugueteando como adolescentes.Al regresar a la suite, llamé a papá y le pregunté si había tomado sus medicamentos. A veces, se los saltaba porque, según él, no los necesitaba. Pero sí que lo hacía. Él padecía artritis rematoide degenerativa y requería tratamiento permanente. Gracias a Dios, había respondido bien a los medicamentos y no se encontraba en etapa crónica, y esperaba que nunca cruzara ese umbral, pero no me gustaba descuidarlo. Me dijo que
Abrí los ojos entre la penumbra de mi habitación. Me había quedado dormida en mi cama y desperté en medio de la noche. El reloj marcaba las 20:03. ¡Estuve ausente por más de tres horas! Yo no era una persona que tomaba siestas, pero no era de extrañar que me quedara dormida. El cansancio acumulado y la discusión con Noah me dejaron vencida.Urgida por la necesidad de orinar, me levanté de la cama y caminé a oscuras hacia el baño. Una vez ahí, hallé el interruptor y encendí la luz. Me desabroché los jeans, los bajé por mis muslos y me senté en el sanitario, suspirando de alivio cuando mi vejiga quedó vacía. Estaba aseando mis manos en el lavabo, sintiéndome desdichada al ver el símbolo brillante en mi dedo –que horas antes me llenó de alegría– cuando escuché dos toques en mi puerta acompañados
Me desperté muy temprano en la mañana, antes de que el sol saliera. En realidad, no dormí mucho. Mis ojos estuvieron abiertos la mitad del tiempo; la otra mitad, los cerré, pero mi mente seguía activa. No era capaz de conciliar el sueño sin Noah estrechándome a su cuerpo. Era absurdo lo rápido que me acostumbré a él. Aunque no estaba sola, Cris durmió a mi lado, pero no era Noah.Aseé mis dientes y me vestí con mis clásicos jeans, botas y una camiseta marrón holgada cuello en “V”. Bajé las escaleras, haciendo el mínimo silencio, como una ladrona que teme ser pillada, y caminé con el mismo sigilo hacia la puerta trasera. Temía usar la frontal y que Noah pudiera verme. Era muy temprano, quizás no estaba despierto, pero quise ser precavida. Me subí a mi Ford y conduje en inquietante silencio hasta Gunnar´s.
Noah no se apareció por el taller esa tarde. No supe dónde estaba y seguí en la ignorancia cuando me fui a la cama para intentar dormir, fracasando como la noche anterior. Di tantas vueltas en el colchón que, de haber estado caminando, habría recorrido un kilómetro de distancia.Cansada de no poder conciliar el sueño, decidí bajar a la cocina por un vaso de leche y galletas Oreo. Para mi mala suerte, no había nada de eso. Las alacenas se encontraban casi vacías y la leche estaba rancia, culpa mía por no hacer mercado cuando debía.Mañana iré de compras y me aseguraré de tener tantas galletas que no tendré dónde guardarlas.Entre tanto buscar, encontré un empaque de palomitas, lo metí en el microondas y, cuando estuvieron listas, las puse en un bol de vidrio. Saqué una lata de Coca-Cola del refriger
Esa noche, cuando la reunión terminó y todos se fueron a sus casas, subí a mi habitación con Noah y, en silencio, hicimos el amor con deseo y pasión, de la forma en la que solo las personas que se aman son capaces de entregarse.El lunes en la mañana, me desperté bajo el cobijo de sus brazos. Acalorada pero feliz. Mi aire acondicionado se había averiado hacía mucho y no le di importancia. Pensé que era una forma de contribuir con la naturaleza y de bajar el consumo eléctrico, pero comenzaba a considerar que era hora de ir por uno nuevo.El Sol no se ponía aún, pero la alarma de mi celular anunció que era hora de despertarse. Zarandeé a Noah, que estaba dormido como tronco, hasta que abrió los párpados con pereza. Me había girado hacia él, de modo que tenía su rostro muy cerca del mío. Su boca curvó una sonrisa breve a