—Esto no puede seguir así señorita Hilton —espeta con firmeza el profesor Robert.
Un hombre de cuarenta años, alto, atleta, de cabello crespo Azabache. Imparte una de las materias que más me gustan; dibujo arquitectónico. Revisa a detalle cada una de las hojas marcadas con tinta roja en donde remarca mis errores en la última prueba de teoría. Me parece ilógico que todo el drama sea por una m*****a décima.
Comienzo a mover el pie izquierdo con impaciencia, haciendo un sonoro e irritable "tic" sobre el mármol blanco de su oficina. Levanta la mirada lanzándome una advertencia en silencio y dejo de hacerlo. Es mi profesor favorito, desde el inicio de clases en Lesley University, h**o una conexión entre los dos, de docente a alumna estrella ¿En qué momento pasamos a esto? Hasta hace apenas una semana mis calificaciones eran sobre +A, soy inteligente, no alardeo, estudié mucho, no entiendo qué pasó.
Tuerce la boca cuando repasa rápido la última hoja dejándola sobre su escritorio, junta sus manos y se inclina hacia adelante.
—Tenemos que arreglar esto —dice—. ¿Sabes lo que pasará con una mancha así en tu historial cuando busques trabajo?
Me indica que tome asiento, eso hago, los pliegues de mi falda se levantan mostrando mis muslos desnudos, no me doy cuenta de ello de no ser por sus ojos avellana que me dan aviso, bajo mi falda a su carraspeo.
—Como te mencionaba —continúa—. Eres la mejor alumna de mi clase, de la escuela, tienes o mejor dicho, tenías un historial implacable hasta ahora, Anastasia James te lleva la delantera.
«Esa m*****a zorra»
Anastasia James es una pelinegra con la que llevo haciendo competencia desde los cinco años, tipo si ella tenía una fiesta de pijamas, yo hacía la mejor superándola por mucho, uno de mis grandes defectos es que soy competitiva, es idiota, pero este hombre que me dobla la edad, me ha picado y ahora estoy interesada en hacer todo por volver a mi puesto de nerd estrella.
—¿Qué puedo hacer para subir de promedio? —inquiero.
No me gusta irme por las ramas, soy directa y honesta con lo que quiero. Un brillo de malicia destella de sus pupilas y se aclara la garganta recargando su espalda sobre el respaldo de su silla giratoria de cuero negro.
—Eres una chica inteligente, tienes el mundo a tus pies, lo mismo que hermosa —enfatiza dejándome con la boca abierta—. No le he entregado las calificaciones finales a la directora, por lo que se pueden hacer cambios a tiempo.
Una pequeña luz al final del túnel se me presenta, la puerta a una nueva oportunidad se abre y relajo los hombros.
—¿Qué tengo que hacer? —la pregunta brota con sofoco, repitiendo.
Sus ojos se clavan en los míos, me evalúa en silencio, emite un extraño y ronco sonido desde el fondo de su garganta.
—Si es un trabajo extra...
—Ven —demanda—. Acércate.
Frunzo el ceño, sin embargo, lo hago, de tres zancadas mermo el espacio que hay entre los dos. Lo miro y parece que ha retenido la respiración, estira su mano en mi dirección, toma la mía, su tacto me causa un escalofrío que recorre mi espina dorsal.
—Encuentro un tanto hostil esta situación —carraspeo apartando mi mano, pero de último momento lo impide ejerciendo fuerza en su agarre.
—Voy a ser directo —arguye.
Jala más y nuestros rostros quedan a pocos centímetros lanzando en mi interior todas las alarmas. Su aliento mentolado choca con furia contra mis labios y su loción costosa me pica la nariz.
—Podrías ser atenta y cariñosa con tu profesor favorito —musita con un deje de voz melosa—. Hacer algo por mí a cambio de devolverte el primer lugar.
Me congelo, algo en mi pecho se fractura, decepción, miedo, terror, todo se dirige como enorme bola de nieve a punto de aplastar mis creencias morales, dirige mi mano hacia su pecho y va guiándome hasta la bragueta de su pantalón vaquero color caqui.
—Me parece que esto se ha salido de contexto —recupero mi voz—. Le pido de favor que me suelte.
No lo hace, sus ojos se convierten en dos esferas llameantes que desatan la rabia mezclada con la lujuria y la lascivia con la que detalla mis piernas y mi pecho.
—Oh, no, no me equivoco —tira de mi brazo hasta que me estrecha contra su pecho, me acorrala—. Todos estos años me di cuenta de las señales, te gusto y tú me gustas.
«Maldito enfermo, jodida situación»
—No...
—Puedes tener todo, solo necesitas...
Me aparta y me relajo, se desabrocha el cinturón y saca su asqueroso pedazo de carne, el ácido estomacal se sube por mi garganta, tenso el cuerpo dejando que el enfado y la indignación, se apoderen de mí. No hay miedo, no me hago un ovillo, siempre le he dado cara a mis problemas, soy fuerte, lo he sido desde que mamá murió.
«Este viejo degenerado no me va a amenazar a mí, a Everly Hilton»
—Sabes qué hacer, nena —se agita.
Odio la palabra "nena"
—Por supuesto —afirmo con lentitud.
Dejo caer mi bolso al suelo, recojo mi cabello hacia un lado y me arrodillo frente a él sonriendo, aplicando un intenso coqueteo de miradas, me inclino hacia adelante metiendo mi mano en uno de los bolsillos de mi falda, alzo el mentón, su expresión es de mera demencia sexual, como el depravado que admira a su presa, el León a la gacela.
—Hazlo, Eve, hazlo —me incita.
«Odio que me digan Eve» asqueroso y repugnante.
Le regalo la última sonrisa que verá en mi rostro, porque de esta no sale, pienso decirle a papi para que lo meta a la cárcel, saliendo de aquí. Saco mi pequeño paralizador eléctrico; cortesía de mi Daddy el año pasado, y justo al ver que acerco mi boca a su miembro, le regalo un guiño.
—Que malo eres profesor —rio—. Que degenerado y estúpido me saliste.
Su rostro se queda en blanco asimilando mis palabras, demasiado tarde, porque dirijo el paralizador hacia su asqueroso y pequeño miembro, regalándole una descarga de electricidad que lo hace chillar como niña.
—¡Maldita hija de perra! —brama el hombre.
Me empuja y caigo de bruces, sin embargo, logro ponerme de pie observando con triunfo como se dobla del dolor al otro extremo del escritorio.
—¡Yo que tú recogía mis cosas y me preparaba para…!
—No profesor, yo que usted iba solicitando apoyo de un abogado, porque lo voy a acusar con mi Daddy y no vamos a parar hasta que pague por lo que me pidió hacer —le amenazo.
—Es tu palabra contra la mía —refuta.
—Exacto —apunto—. La palabra de un profesor divorciado y alcohólico, un simple docente, contra la hija de uno de los hombres más ricos y poderosos del país, una alumna ejemplar.
Su rostro palidece.
—Nos veremos en la corte, bastardo acosador —le enseño el dedo corazón y salgo enfurecida de su oficina.
Las clases habían terminado hace dos horas, subo a mi auto y piso el acelerador huyendo lo más rápido de ahí. Al llegar a casa siento que puedo volver a respirar, mi lugar seguro es donde esté mi padre, mi única familia. Entro, los hombres de seguridad realizan sus monótonos rondines alrededor de la mansión, pienso en subir a mi habitación, darme una larga ducha cuando un olor dulzón inunda mis fosas nasales.
—¡Acabas de hacer trampa, Zaid!
La exclamación de una voz femenina me frena al pisar los primeros peldaños de las escaleras.
—¡Soy el rey! —grita mi papá eufórico y...
Espera ¿eso que escucho es una risa? Un espasmo que se siente como una patada en el vientre, me acojona, desde que murió mamá de cáncer hace quince años, no he vuelto a escuchar su risa sincera, los recuerdos me hacen revivir momentos que prefiero dejar enterrados en el pasado, donde pertenecen, y a paso apresurado voy hasta la estancia principal.
—Pero yo soy tu reina.
El murmuro femenino al otro lado de la puerta me retiene la respiración, nubla mi vista y las mejillas me arden. Abro la puerta y...
—Joder —bufo.
Mi padre se aparta de la mujer que está abrazando, sus ojos, de un azul más intenso que los míos se abren como platos, no obstante mi atención no está en él, sino en la mujer de ojos azul celeste y cabello oscuro sentada sobre sus piernas, rodeando sus hombros con su brazo, la cercanía, el ambiente, la manera en la que se tocan... No soy idiota, sé desde ya, sé que son algo.
—Cariño —habla mi padre con un hilo de voz.
—¿Daddy? —murmuro con desconfianza.
No hace nada por quitarse a la mujer de encima, tampoco hago nada por echarla o portarme como una perra, aunque mi pulso se acelera, la boca se me seca, y solo puedo escuchar las últimas palabras que salen de la boca de papá:
—Cariño, tenemos que hablar.
«Oh, claro que sí, tenemos que hablar»
—Ella es Analy, una vieja amiga.
EVERLYSiento que este nuevo nivel de deseo me arrastra hasta una vorágine voraz cada que Bruno me toca como lo está haciendo. Sus manos recorren mis piernas desnudas, su tacto me resulta reconfortante y ansió por más.—¿Entonces esa señora es solo amiga de tu padre? —pregunta rodeando mi cintura y estrechándome más contra su cuerpo.Bruno Stevenson; un chico de veintitrés años, alto, fornido, pero delgado, cabello castaño oscuro, ojos grises, tez clara, mi pequeño gran secreto, mi amante, mi novio desde hace tiempo. ¿El problema? Que es hijo de Alex Stevenson, un empresario que hace competencia con mi padre, su rival. Era mayor que yo, pero eso no importa cuando las
Para cuando salimos de clases, me despido de Emma, ya que tenía una cita con otro de sus miles de ligues, camino hasta mi auto, me coloco el cinturón de seguridad, enciendo motores y estoy a nada de acelerar, cuando mi móvil suena, frunzo el ceño, veo la pantalla y respondo.—Papá —pongo el altavoz y lo conecto al sistema del auto mientras me pongo en marcha.—¿Cómo te fue, cariño? —inquiere en tono nervioso.—Bien, lo normal ¿sucede algo?—No, nada, solo quería saber cómo está mi princesa —la risa que brota de su garganta me sabe a preocupación.&mdash
KAVANHay pocas cosas que se conocen de mí, secretos que han permanecido enterrados en mi pasado y que si alguien tuviera la intención de abrir, traería el caos y la miseria a su vida, no soy un ángel o un alma humanitaria, tampoco creo en el Karma o por consecuencia en la suerte, aquí cada quien obtiene lo que trabaja, por lo que lucha, haciendo trampa o no, eso no le quita el mérito a quien se atrevió a hacer lo que otros por miedo dejaron de lado, ese soy yo, el hijo de puta que empezó desde abajo y que con esfuerzo está donde está.Tengo el mundo a mis pies al igual que las mujeres, me sobran, diversión no me falta, las entiendo, con mi 1.95 de estatura, cabello oscuro y ojos azul zafiro, es inevitable no caer ante mis encantos, no rendirme
NARRADOR OMNISCIENTEBajo las luces que iluminan la ciudad de Cambridge Massachusetts, las personas se alistan para la gran fiesta de graduación de los alumnos del Lesley University, y Everly Hilton no es la excepción, dentro de su enorme habitación en la mansión, pasa los dedos por cada uno de los vestidos colgados en lujosos ganchos, muchos de ellos incluso tienen la etiqueta puesta, jamás los ha usado, frunciendo el ceño no dejaba de pensar en las palabras que le había dicho su padre hace algunas noches.Estaba feliz, de eso no había duda alguna, sin embargo, la incertidumbre de vivir los nuevos cambios acompañándolo en el proceso, le ponían un poco nerviosa, deshaciéndose de los malos pensamientos que inundaban su mente, decidió dejar todo en segundo plano esta noche, la cual llevaba meses, no, años esperando, soñando, ajustó las tiras de su albornoz y espabilando se decidió por un vestido corto del diseñador Lou
El alma se le cayó a los pies al observar que estaba subiendo los peldaños de su casa, a esa hora los vigilantes estaban en descanso, por esa razón nadie lo había detenido, solo quedaban diez minutos para que los hombres contratados por su padre regresaran a sus puestos y lo vieran, desatando un problema con el que no quiere lidiar hoy.—¡Ni se te ocurra hacer una idiotez, Stevenson! —con una mirada se comunicó con Emma, quien entendió lo que quería, y era vigilar a su padre para que no saliera de su habitación y si lo hacía, retenerlo.—Muy tarde, estoy a punto de…—¡Voy a bajar, quédate quieto, hablemos, si tocas el timbre juro que voy a destruirte!Everly colgó enfadada, salió de su habitación echando chispas por los ojos, si había algo que detestaba Everly Hilton, era que la manipularan de cierto modo, por lo que abriendo la puerta principal de su casa, jaló del brazo a Bruno y lo arrastró hacia la cocina, donde no había nadie, cerró
EVERLYNunca he tenido la fortuna de conocer a una mujer tan agradable como está resultando ser Analy Griffin, llevamos poco más de media hora hablando y siento que ya la quiero, aunque no sea cierto, ya que necesitamos comenzar a convivir más, a mi padre se le ve contento y no paramos de reír juntos hasta que el padre de una de mis compañeras viene por él. Dejándonos solas. Sus ojos azules me detallan con cariño y le regalo una sonrisa.—Eres muy hermosa, Everly —menciona con encanto elegante.Mis mejillas se calientan y estoy segura de que se han teñido de rojo.—Tú también lo eres, ahora entiendo por qué mi papá canta hasta en la ducha.Suelta una risita que denota nerviosismo, luego revisa un mensaje de texto que le llaga y su felicidad se atenúa. Teclea rápido y molesta mete el móvil en el bolso—No debo preocuparme
Las dos salimos y mi padre parece estar tranquilo de vernos sonreír.—Daddy. Mis amigas y yo iremos al club Monster, me quedaré a dormir en casa de Emma.—Claro, cariño, solo no bebas más y cuídate, le diré a Richard que las lleve.—Gracias papi.Luego de despedirnos, Emma y yo por fin respiramos, Analy y mi padre se quedan atrás al tiempo que nosotros nos dirigimos con Kimberly, una compañera, al club.—La noche pinta bien, joder, tus tetas son grandiosas —añade Kimberly tocándomelas, desatando la risa que se me había acumulado.—Perra —río.No tardamos en llegar, nuestros compañeros nos saludan y la música se mezcla con los que asisten habitualmente, Kimberly se pierde entre la multitud y Emma me jala hacia la barra, en donde choco contra un tipo de traje, no me detengo a mirarlo, ya que enseguida mi móvil suena, estoy tan llena de euforia viendo como mi amiga coquetea con el de la barra, qu
EVERLYNo soy la niña buena, no soy la hija ejemplar de la que se espera que haga las cosas con cierta madurez, no soy la novia tierna e inocente, y de eso me doy cuenta en estos momentos, en los que la cabeza no deja de darme vueltas, no sé cómo m****a he llegado hasta esto pero ahora estoy enrollada con el tipo de ojos azules, el cual cabe destacar, se nota que es mayor que yo.Hemos entrado a su departamento, debo estar demente por haber aceptado venir con un desconocido, sin embargo, estoy tan enfadada que mando todo a la m****a y disfruto, mañana por la mañana ya habrá tiempo de arrepentimientos.—No es correcto —susurro al tiempo que besa mi cuello con pasión desenfrenada.—¿Y quién dijo que lo era?Me hace reír al tiempo que no me suelta, llevándome hacia lo que creo es su habitación, comienza a quitarse lo que trae puesto, le ayudo enredando mis dedos en su corbata