3. Capítulo

—Mi hermana era tan joven. No merecía irse de este mundo por ti; ella tenía muchas cosas por vivir y muchos momentos por escribir. Lamentablemente, se enamoró del hombre equivocado a una edad errónea y no pensó en las consecuencias de sus actos. Yo no llamaría a eso amor, fue algo pasajero y estúpido que la sentenció a la muerte. —Hizo una pausa para limpiarse las lágrimas. Hope sorbió por la nariz y la miró fijamente—. Solo tenía quince años cuando quedó embarazada de ti, y mi madre decía que podíamos hacer algo, que quizás yendo al doctor podríamos interrumpir el embarazo. Sin embargo, optar por un aborto en ese momento era ilegal y además estaba el riesgo de que al ser menor de edad, corriera peligro de muerte durante todo el proceso. Aún así, ya no se podía hacer nada, era demasiado tarde, puesto que el embarazo estaba un poco avanzado, casi tres meses.

Ella solo quería que terminara de hablar.

—No...

—Todos estábamos destrozados por la situación que mi hermana estaba enfrentando. No merecía estar en esa posición tan peligrosa, a pesar de que se había buscado esa consecuencia por su falta de precaución. No había pensado en las posibles consecuencias al dar muestra de su supuesto amor y ahora se encontraba condenada a vivir con un hijo a tan temprana edad. Sin embargo, la vida le tenía preparado otro destino, uno cruel y fulminante. Durante los primeros meses, todo parecía ir bien. Su barriga crecía de manera normal y acudíamos a las citas médicas para garantizar que el proceso se llevara sin ningún inconveniente. Cumplía con los chequeos y tomaba las medicinas recomendadas. Además, hacía ejercicio para mantenerse saludable. Mi madre estuvo pendiente en todo momento, asegurándose de que siguiera todas las indicaciones. Nunca cometió un error y estuvo cerca de ella, enseñándole todo lo que podía. Cuando llegó el día del parto, todos estábamos bastante nerviosos. Debido a su corta edad, se decidió que sería mejor realizarle una cesárea. Todos estábamos de acuerdo y confiábamos en que todo saldría bien. Pero, lamentablemente, nada ocurrió según lo planeado o lo que los médicos habían pronosticado. Era un martes por la noche y estábamos durmiendo. De repente, sus gritos nos despertaron a todos. El bebé decidió adelantarse y ella estaba prácticamente en trabajo de parto, había roto aguas y se retorcía de dolor en su cama, sintiendo una intensa molestia en todo su cuerpo.

—Oh por Dios —susurró la muchacha. No quería seguir escuchando esa historia con el típico final trágico, pero se sentía inducida a terminar de escuchar el relato oscuro de su tía.

—La desesperación de nuestra madre, la de todos nosotros como familia al verla tan destrozada que ni siquiera podía con lo que le estaba sucediendo. De hecho, ella siempre había sido la más protegida de mamá y la consentida, la que se enfermó más y todos esos detalles así. Eso hacía que lo que estaba viviendo en ese momento se volviera la situación más difícil de lo que podía ser.

La mujer dejó de caminar de un lado a otro y se sentó en el sofá vacío. Entrelazó las manos sobre su regazo y miró a su sobrina con sus profundos ojos. La sobrina estaba visiblemente afectada por lo ocurrido en el pasado, pero ahora, en el presente, podía experimentar el dolor de una forma más intensa, como si fuera algo completamente nuevo. Su corazón estaba apretado y tenía un nudo en la garganta que le dificultaba tragar con normalidad. Nunca había sentido un dolor tan intenso y se imaginaba toda la escena de lo que probablemente había sucedido con su verdadera madre. La culpa seguía aumentando a un nivel incontrolable, muy difícil de medir.

—¿Quién es mi padre? —preguntó, entre lágrimas, dándose cuenta de que el hombre al que había estado llamando "papá" todos esos años no era más que una mentira.

—No he terminado —dijo la mujer con dureza. Continuó con el relato y la joven no tuvo más opción que escuchar—. Mi pequeña hermana hizo todo lo que pudo esa noche, luchó y resistió con todas sus fuerzas hasta donde su cuerpo se lo permitió. Sin embargo, murió, tal vez un minuto después de que tú nacieras. Te miró y te sostuvo con la poca fuerza que le quedaba, y luego se fue. ¡Maldición! Se había ido de este mundo y todo fue por tu culpa.

—Lamento mucho lo que sucedió, pero no considero justo que me culpes por una situación que yo nunca quise y de la que ni siquiera estaba al tanto. No soy responsable de lo sucedido, también soy inocente en todo esto. No puedes simplemente odiarme por una cuestión en la que yo estoy involucrada, pero de la que no soy culpable —le dijo, mirándola directamente a los ojos, sintiéndose muy dolida por todo eso. No era culpable de lo ocurrido, de nada. Por mucho que la mujer se desahogara y le echara en cara todo lo contrario, ella sabía que era inocente.

—Para mí lo eres y siempre lo serás. Eres la única culpable de que mi hermana ya no esté en esta vida. Además, tú eras la única que debía irse de este mundo y no ella. ¿Ahora entiendes por qué no puedo quererte? Aún así, te he dado todo durante todo este tiempo: educación y una buena vida. No puedes quejarte. Pero ya no puedo más, no quiero seguir viéndote a los ojos porque cada vez que lo hago, la recuerdo. Es como si estuviera viendo a ella. Te pareces tanto y eso me afecta demasiado. No puedes seguir viviendo aquí. Lo siento mucho.

—¿Leonardo no es mi padre? Dímelo. Y no parece justo lo que estás haciendo. Yo no tengo la culpa de recordarte a mamá. En pocas palabras, me estás echando porque despierto un dolor en ti que no debería ser así. También eres mi familia, soy tu sobrina y nada lo va a cambiar —escupió desgarrada y se levantó, la otra la imitó.

—¿Cómo crees? Leonardo tampoco es tu verdadero padre. El infeliz que dejó embarazada a mi hermana desapareció como por arte de magia. Solo la usó, terminó cortando sus alas y la arrojó a la muerte. Solo fue un abusador y un maldito cobarde que no tuvo las agallas ni la valentía de aparecerse y responsabilizarse de lo que había hecho. Porque él también tenía que hacerse responsable de mi hermana y de su bebé, pero ni siquiera tuvo la intención de apoyarla durante el tiempo en que estaba embarazada. Y nada nos sorprendió, la verdad. ¿Qué podía esperarse de un hombre así? Claro que nada bueno.

Ante la admisión de su tía de que Leonardo no era su padre, no se sintió perpleja ni se dejó caer sobre el sofá impactada con sus palabras, puesto que ya era de esperar otra bomba que la dejara suspendida entre destrozos contundentes. Aún así, algo en sí estaba quebrando en su interior, dejando esos pequeños trozos de vidrio clavados en su piel y abriendo heridas que dolían y ardían y que no tenían cura, porque no existía ungüento que pudiera hacer sanar cada una de las heridas, menos cerrar las aberturas.

La amargura se mezcló con diversos sentimientos y rompió las emociones como si se tratara de un vaso de vidrio al borde de una mesa. Bueno, ella ya no se encontraba cercana al borde, sino peor aún, tirada en el suelo hecha añicos.

—Está bien, voy a recoger mis cosas y me voy a largar de aquí. Me voy a ir de tu vida para siempre y te juro que jamás voy a regresar a ti por nada del mundo. No quiero verte más nunca en mi vida. Te agradezco lo que hiciste, incluso si te viste forzada a actuar de buena manera, porque ya veo que no eres esa persona que todo este tiempo pensé. Eres mala, eres... Yo ni siquiera puedo pronunciar la palabra. Lo que sé es que no mereces que nadie te quiera porque tú ni siquiera sabes hacerlo y has te has atrevido a jugar con esos sentimientos todos estos años —hizo una pequeña pausa para tomar aire, lo necesitaba circular de nuevo en su sistema o perdería el habla, todo le dolía, absolutamente todo—. Espero que no te arrepientas de esta manera tan mala de actuar como lo haces porque no estoy dispuesta a perdonarte. Adiós, Marie.

Entonces se fue a su habitación caminando de forma brusca mientras avanzaba rápidamente en cada peldaño que conducía a su habitación. Nunca antes se le había hecho tan eterna la escalera camino arriba. Una vez que se encontró dentro de la recámara, empezó a buscar en su armario algunas cosas que iba a necesitar, como ropa. Le hubiera gustado no llevarse ni una sola prenda de lo que tenía allí, pues todo había sido comprado por ellos. Aún así, se iba a arrepentir luego porque no tenía nada, ni siquiera un centavo en el bolsillo para poder comer. No sabía incluso dónde iba a ir ahora que su tía la había echado de casa. Era insólito pensar que algo así podía pasarle, por eso no se había preocupado en guardar algo de su salario de la semana pasada, por lo que no contaba con nada ni con nadie. Estaba perdida.

No pudo evitar ponerse a llorar mientras hacía una valija grande y la llenaba con su ropa. Las lágrimas salían ferozmente y rodaban sobre sus mejillas, impactando en una caída fría sobre la tela de alguna camisa o vestido que ni siquiera se preocupaba en doblar porque tampoco tenía ganas de hacerlo. Solo quería irse de allí, no verles la cara a esos dos. No importaba que no tuviera un rumbo fijo. Ya vería qué hacer, probablemente le tocaría recurrir a una amiga, que sí tenía. Además, era millonaria. Pero le daba vergüenza ir hacia Alicia y pedirle ayuda. Era algo descabellado ir hacia ella y decirle si podía quedarse en su casa. Además, estaba el hecho de que ella vivía con su padre, que era un hombre bastante adinerado y algo serio. La verdad no estaba segura de nada.

No tenía muchas opciones, simplemente era algo que debía hacer sí o sí. Quizás lo mejor era conversar con ella y plantearle un préstamo. Se le caía la cara de vergüenza y se imaginaba viviendo junto a ese hombre que le había parecido bastante guapo la primera vez que lo vio. No podía imaginarse estar tan cerca suyo en esa hermosa mansión a la que había ido varias veces y de la que quedó enamorada no solo por sus alrededores, que parecían de un palacio real, sino por ese dueño que durante la fiesta número 18 de su mejor amiga se le había quedado mirando de una forma extraña. Ahora que lo pensaba, no parecía buena idea pedir o solicitar alojamiento allí.

Ya no sabía qué hacer. Debía ir a algún sitio, jamás quedarse como si fuera una vagabunda en la calle, cosa que, solo de pensarlo, le causaba un escalofrío en todo el cuerpo y miedo a pasar alguna desgracia.

Suspiró hondo. Si la vida le tiraba esta bola curva, ella lanzaría más fuerte. Todo ahora era difícil y extraño, un giro drástico que aceptaría con optimismo.

Sí, por supuesto que hablaría con Alicia, o quizá lo mejor era llamar a Ashton...

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