La joven correspondió en su interior, ya todo se movía y el nerviosismo potente al saber que Asthon estaba en la mansión le arremolinó el pecho. ¿Y si se lo encontraba cuando atravesara el pasillo? Quería que la viera, que viera cómo estaba, así irreconocible, lo admitía. Pero al mismo tiempo, sentía ansiedad por dejarse ver así, más mujer, por así decirlo. —¿Se puede saber en qué estás pensando? Te has quedado de pronto en otra dimensión —expresó la muchacha mientras ponía una mano frente a su cara para que reaccionara. Parecía que un ovni la había raptado de la tierra. Batió la cabeza frenéticamente y sonrió para disimular que no estaba pensando en su padre. —No, bueno mejor me voy a mi habitación, tengo que recoger la bolsa para meter mi teléfono y un polvo compacto. Por un momento, la muchacha creyó que su amiga se iba a poner a llorar, a pesar de que no lo hizo, se notaba que estaba a punto de quebrarse. Y la rodeó con fuerza, expresándole al oído que su padre sí la amaba tant
Nunca antes había bebido tanto, sin contar que ella misma decía aborrecer el alcohol; pero ahora llevaba en su conteo mental más de cinco copas de champagne y no se arrepentía de cada sorbo. Tampoco se preocupaba mucho en seguir sumando más, puesto que no había indicios en su sistema de algún mareo u otro síntoma provocado por la ebriedad. Eso no significaba que iba a ponerse borracha esa noche, pero podía estar tranquila de que no iba a caerse con esos altos tacones debido a la inestabilidad. Un hombre joven se le acercó, ya veía las intenciones de un coqueteo que, de seguro, iba a ignorar. —¿Por qué estás tan sola? ¿No te apetece bailar esta pieza conmigo? —le expresó abiertamente y ya se quedó un poco sorprendida, no sabía bailar, ni siquiera con un milagro. Se le daba fatal, tenía dos pies izquierdos. —No, pero igual muchísimas gracias, así como estoy me encuentro perfectamente bien. Al decir esas palabras, el hombre repasó descaradamente de arriba hacia abajo y deslizó una sonr
Bufó. De pronto se puso a mirar a su alrededor, solo estaban ellos dos afuera. Lejos de los invitados. —No hay nadie por aquí, solo nosotros. —de nuevo miró, para comprobarlo, en efecto así era. —¿Y qué con eso? No soy un loco, no te voy a hacer algo, solo platicamos. Pero podemos volver si eso deseas. —le dejó saber, en ningún momento pronunció que era un loco. Se aproximó a ella y llevó un mechón de su pelo tras su oreja, el acto dulce, le provocó a la joven el delirio contundente, y se sentía con alas volando hacia el cielo tras sentir su roce mágico, qué había durado tan poco, pero se sintió eterno. La verdad es que el magnate la volvía loca, solo que tirarse a los brazos de esa locura no se veía correcto y nunca lo sería, aún así, ambos se quedaron viendo a los ojos como un par de enamorados que no sé decían nada, pues sus ojos fijamente clavados en la profundidad mutua, ya lo decían todo. —¿Qué estamos haciendo? —soltó mientras se perdía cada vez más en sus ojos azulados y él
El beso comenzó siendo suave y ligero, para pasar a un nivel en el que se rompieron todas las reglas y volvieron a conocerse sus lenguas, jugueteando entre sí y acoplando a la perfección en una danza que, con el paso de los segundos, se convirtió en una batalla frenética; ninguno era capaz de separarse. Incluso dejaron de buscar el aire que tanto exigían sus pulmones para seguir unidos de manera tan íntima y pasional. Era obvio que las cosas marchaban hacia ese camino en el que arder ya no era una opción, sino un privilegio y una consecuencia de aquel grado tan elevado. La muchacha tuvo que enredar sus manos detrás de su nuca y empujarlo más hacia ella para profundizar el beso, que, con el paso de los segundos, se volvió exigente y vehemente. Los dos estaban perdidos en la locura y no les importaba ser vistos por algún tercero. En ese momento, ni siquiera pensar en su amiga que estaba tan cerca de ellos (pero que no podía verlos) los detuvo; necesitaban consumir lo que sentían. Era a
Al final, asintió con la cabeza y se dejó guiar por él, quien ya tiraba de su mano para conducirla al interior de la mansión. Sin embargo, una vez que llegaron al interior, tuvieron que ser más discretos al actuar y caminar, actuando como si fueran solo un par de conocidos y no dos amantes a punto de consumir todo eso que ardía en sus pieles. Dentro de la mansión, el magnate tuvo que detenerse en uno que otro momento para saludar a un par de conocidos, y se le veía un tanto frustrado e impaciente. La muchacha también atravesó aquel salón por su cuenta, sin dejar de verlo, pero en un momento dado lo perdió de vista y bufó. En ese instante, apareció su amiga, quien sonreía y la abrazó por los hombros, atrayéndola hacia ella. Ya no veía a Salvatore, quien probablemente se habría ido con algún conocido para platicar. Solo lo suponía sin asegurarlo. —Oye, cómo la estás pasando —dijo, pareciendo estar un poco ebria—. Todo está bastante genial, por lo menos yo estoy muy cómoda con este ambi
—Papá sea donde estés, quiero que sepas que Salvatore y yo estamos juntos... salimos y no había tenido el valor de decirte porque no encontraba la forma de decírtelo, y sabía que te ibas a oponer a lo que tenemos... —hizo una pausa para alzar la copa y darle un sorbo, todos seguían con la mirada cada cosa que hacía. Algunas mujeres murmuraron entre sí, decían que era una vergüenza lo que hacía la jovencita, otros parecían inexpresivos. El caso es que Asthon estaba quedando muy mal por culpa de su propia hija —. Yo de verdad lo amo y quiero estar con él y pasar el resto de mi vida con ese hombre qué es el amor de mi vida. Lo siento mucho pero tenía que decírtelo. Y ustedes todos los que me están mirando de esa forma como si fuera un bicho raro, quizás no me entienden porque nunca se han enamorado de esa persona idónea. Y para colmo dejó caer la copa que sostenía en la mano causando un ruido fuerte cuando la misma impactó y se volvió añicos sobre el suelo. La sorpresa entre los presente
—Se ha dormido, si vas a hablar con ella, lo mejor es que sea mañana —le suplicó. —No tenía intenciones de hacerlo hoy, todo esto es una... —No digas algo de lo que luego puedas arrepentirte —aconsejó. —No sé qué decir. Nunca imaginé que mi abogado, en quien confío y le he dado mi confianza por años, se estuviera acostando con mi propia hija, en mi m*****a cara. ¿Cómo pude ser tan ciego? —frunció el ceño. —Alicia es mi amiga y tu hija, déjala, está enamorada y ya no es una niña, tú lo has dicho. Déjala ser feliz. Si bien no te lo dijo, comprende que tenía miedo y hoy ha sido una estupidez del alcohol. —¿Tú lo sabías? —Hace poco lo supe también. De hecho, me lo dijo hoy —admitió, omitiendo el hecho de que se había enterado mucho antes por andar husmeando. —¿Me estás diciendo la verdad? No creo que, siendo tan cercana a ti, te lo ocultara como a mí. —Por supuesto que te estoy diciendo la verdad. No sabía nada de la relación que mantienen Alicia y Salvatore, me enteré hoy. Sin emb
El deseo era implacable y las ganas de entregarse por completo en aquella habitación eran desenfrenadas. La emoción florecía de una forma que no podía entender, ya tenía la presión alta, ya no sabía qué hacer entre tanta pasión y admiraba la dedicación con la que actuaba el magnate; se tomaba su tiempo haciendo del preámbulo la antesala que también podía disfrutar. La joven quería más de lo que ya tenía, no era suficiente aunque ya pronunciaba su nombre disfrutando y exigía repetidas veces que su boca no parara de recorrerla como lo estaba haciendo en ese momento. Era increíble cómo otra persona podía encender tanto a otra y ella fue testigo de eso; podía sentir la temperatura subiendo sin parar a un nivel febril que la llevó a perder la noción y sentirse cada vez más cerca del cielo. Él le susurró palabras sucias al oído, lo cual la encendió aún más. Se sentía prendida de los pies a la cabeza. Ya sentía su centro húmedo pidiendo el toqueteo, en medio de la bruma recordó esa noche en