Bufó. De pronto se puso a mirar a su alrededor, solo estaban ellos dos afuera. Lejos de los invitados. —No hay nadie por aquí, solo nosotros. —de nuevo miró, para comprobarlo, en efecto así era. —¿Y qué con eso? No soy un loco, no te voy a hacer algo, solo platicamos. Pero podemos volver si eso deseas. —le dejó saber, en ningún momento pronunció que era un loco. Se aproximó a ella y llevó un mechón de su pelo tras su oreja, el acto dulce, le provocó a la joven el delirio contundente, y se sentía con alas volando hacia el cielo tras sentir su roce mágico, qué había durado tan poco, pero se sintió eterno. La verdad es que el magnate la volvía loca, solo que tirarse a los brazos de esa locura no se veía correcto y nunca lo sería, aún así, ambos se quedaron viendo a los ojos como un par de enamorados que no sé decían nada, pues sus ojos fijamente clavados en la profundidad mutua, ya lo decían todo. —¿Qué estamos haciendo? —soltó mientras se perdía cada vez más en sus ojos azulados y él
El beso comenzó siendo suave y ligero, para pasar a un nivel en el que se rompieron todas las reglas y volvieron a conocerse sus lenguas, jugueteando entre sí y acoplando a la perfección en una danza que, con el paso de los segundos, se convirtió en una batalla frenética; ninguno era capaz de separarse. Incluso dejaron de buscar el aire que tanto exigían sus pulmones para seguir unidos de manera tan íntima y pasional. Era obvio que las cosas marchaban hacia ese camino en el que arder ya no era una opción, sino un privilegio y una consecuencia de aquel grado tan elevado. La muchacha tuvo que enredar sus manos detrás de su nuca y empujarlo más hacia ella para profundizar el beso, que, con el paso de los segundos, se volvió exigente y vehemente. Los dos estaban perdidos en la locura y no les importaba ser vistos por algún tercero. En ese momento, ni siquiera pensar en su amiga que estaba tan cerca de ellos (pero que no podía verlos) los detuvo; necesitaban consumir lo que sentían. Era a
Al final, asintió con la cabeza y se dejó guiar por él, quien ya tiraba de su mano para conducirla al interior de la mansión. Sin embargo, una vez que llegaron al interior, tuvieron que ser más discretos al actuar y caminar, actuando como si fueran solo un par de conocidos y no dos amantes a punto de consumir todo eso que ardía en sus pieles. Dentro de la mansión, el magnate tuvo que detenerse en uno que otro momento para saludar a un par de conocidos, y se le veía un tanto frustrado e impaciente. La muchacha también atravesó aquel salón por su cuenta, sin dejar de verlo, pero en un momento dado lo perdió de vista y bufó. En ese instante, apareció su amiga, quien sonreía y la abrazó por los hombros, atrayéndola hacia ella. Ya no veía a Salvatore, quien probablemente se habría ido con algún conocido para platicar. Solo lo suponía sin asegurarlo. —Oye, cómo la estás pasando —dijo, pareciendo estar un poco ebria—. Todo está bastante genial, por lo menos yo estoy muy cómoda con este ambi
—Papá sea donde estés, quiero que sepas que Salvatore y yo estamos juntos... salimos y no había tenido el valor de decirte porque no encontraba la forma de decírtelo, y sabía que te ibas a oponer a lo que tenemos... —hizo una pausa para alzar la copa y darle un sorbo, todos seguían con la mirada cada cosa que hacía. Algunas mujeres murmuraron entre sí, decían que era una vergüenza lo que hacía la jovencita, otros parecían inexpresivos. El caso es que Asthon estaba quedando muy mal por culpa de su propia hija —. Yo de verdad lo amo y quiero estar con él y pasar el resto de mi vida con ese hombre qué es el amor de mi vida. Lo siento mucho pero tenía que decírtelo. Y ustedes todos los que me están mirando de esa forma como si fuera un bicho raro, quizás no me entienden porque nunca se han enamorado de esa persona idónea. Y para colmo dejó caer la copa que sostenía en la mano causando un ruido fuerte cuando la misma impactó y se volvió añicos sobre el suelo. La sorpresa entre los presente
—Se ha dormido, si vas a hablar con ella, lo mejor es que sea mañana —le suplicó. —No tenía intenciones de hacerlo hoy, todo esto es una... —No digas algo de lo que luego puedas arrepentirte —aconsejó. —No sé qué decir. Nunca imaginé que mi abogado, en quien confío y le he dado mi confianza por años, se estuviera acostando con mi propia hija, en mi m*****a cara. ¿Cómo pude ser tan ciego? —frunció el ceño. —Alicia es mi amiga y tu hija, déjala, está enamorada y ya no es una niña, tú lo has dicho. Déjala ser feliz. Si bien no te lo dijo, comprende que tenía miedo y hoy ha sido una estupidez del alcohol. —¿Tú lo sabías? —Hace poco lo supe también. De hecho, me lo dijo hoy —admitió, omitiendo el hecho de que se había enterado mucho antes por andar husmeando. —¿Me estás diciendo la verdad? No creo que, siendo tan cercana a ti, te lo ocultara como a mí. —Por supuesto que te estoy diciendo la verdad. No sabía nada de la relación que mantienen Alicia y Salvatore, me enteré hoy. Sin emb
El deseo era implacable y las ganas de entregarse por completo en aquella habitación eran desenfrenadas. La emoción florecía de una forma que no podía entender, ya tenía la presión alta, ya no sabía qué hacer entre tanta pasión y admiraba la dedicación con la que actuaba el magnate; se tomaba su tiempo haciendo del preámbulo la antesala que también podía disfrutar. La joven quería más de lo que ya tenía, no era suficiente aunque ya pronunciaba su nombre disfrutando y exigía repetidas veces que su boca no parara de recorrerla como lo estaba haciendo en ese momento. Era increíble cómo otra persona podía encender tanto a otra y ella fue testigo de eso; podía sentir la temperatura subiendo sin parar a un nivel febril que la llevó a perder la noción y sentirse cada vez más cerca del cielo. Él le susurró palabras sucias al oído, lo cual la encendió aún más. Se sentía prendida de los pies a la cabeza. Ya sentía su centro húmedo pidiendo el toqueteo, en medio de la bruma recordó esa noche en
—Sé lo que estás pensando y no debes preocuparte por Alicia, aún sigue durmiendo profundamente. Pero creo que si quieres ayudarla, podrías dejarle una pastilla para el dolor de cabeza en su mesita de noche. No puedo quedarme más tiempo, el tiempo apremia y debo estar temprano en la compañía, me ha surgido una reunión de improviso, pero voy a tratar de llegar temprano hoy para estar presente en la cena. —Está bien, te deseo un feliz día y después de arreglarme un poco, dejaré la pastilla para Alicia. ¿Puedo...? —De acuerdo, pero puedes usar mi baño. No tengo ningún inconveniente. O si prefieres, puedes irte a tu habitación y cubrirte con la sábana. —Dios mío, debo de verme espantosa. No me mires, tengo todo el maquillaje corrido y... —Ni siquiera así dejas de ser la mujer más hermosa que he visto en mi vida. —aseguró, haciendo que ardiera como un volcán. —No creo que sea cierto, pero te agradezco el cumplido y el intento de aminorar la vergüenza. Por último, antes de irse al traba
Después de media hora en el local, se marcharon tras abordar un taxi que las llevó directamente a la mansión. Carolina se encontraba en la cocina junto a su compañera, haciendo algo demasiado delicioso. El olor invadía su sistema, ya que lo que habían comido en la cafetería no fue suficiente. Hope miró a su amiga de forma extraña, ya que parecía tener un hambre inacabable. Ella también tenía un poco de apetito, pero la forma en que Alicia le decía a Carolina que le diera comida sonó exigente, como si no hubiera comido nada. Las alarmas sonaron en su cabeza cuando Alicia mencionó que se le antojaba un enorme pastel de chocolate. —¿Estás bien? —le preguntó mientras le tocaba el hombro. Alicia asintió con la cabeza. —Nunca me he sentido mejor. Hope decidió no darle mucha importancia a la actitud de su amiga, que ya se disponía a reunir los ingredientes en la isla de la cocina para preparar ella misma el pastel, ya que Carolina se encontraba ocupada preparando el almuerzo. Decidió ayud