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Capítulo 4 – “Cuando sea grande, me casaré contigo”

Narrador *recuerdos*:

Alicia había sido llevada muy lejos de allí. Primero en coche, durante más de dos horas, hasta el aeropuerto y allí en un jet privado hasta su destino, a 4 horas.

Ella estaba aterrada, su padre había acabado de morir, aunque ella aún no lo sabía con certeza y su Nana querida había quedado muy atrás.

Durante el viaje se durmió varias veces, pero por lapsos muy cortos, ya que el sueño la vencía y el miedo no la dejaba en paz.

En el jet, la habían acomodado en el último asiento, cerca de la puerta de ingreso y, el hombre que se sentó junto a ella, no la dejaba levantar a menos que fuera para ir al baño, donde la acompañaba hasta puerta y la esperaba en el pasillo para volverla a su asiento al terminar.

En uno de los primeros asientos viajaba Luka, el hombre de los tatuajes que ella tanto temía. Él, de vez en cuando, volteaba la cabeza para observarla, entonces ella cerraba sus ojos apretándolos bien, para hacerse la dormida. Luka sabía que no lo estaba en realidad, pero no quería fastidiar a la niña más que lo imprescindible, ya que en la casa lo había hecho y mucho.

Podía ver que, por momentos, la niña lloraba, trataba de hacerlo en silencio, pero le era imposible. Luka sintió una gran pena por ella, pero lo hecho, hecho estaba.

Cuando el avión tocó tierra, él soltó un largo suspiro de alivio. Se puso de pie y se dirigió a la puerta de salida. En el último asiento se encontraba Alicia, el hombre que la acompañaba lo miró cuando él se detuvo.

- Señor Gentile, está dormida, ¿que se supone debo hacer?

- ¿Qué clase de pregunta es esa? - respondió irritado - la cargas y la llevas al coche

- ¿La cargo?

- ¡Tú debes ser un imbécil!, así que no te atrevas a tocarla - resopló - la cargaré yo. Tú ve delante para abrirme las puertas

El hombre salió corriendo del avión para acatar la orden de su jefe.

Luka quedó parado al lado de la niña por unos segundos, luego se inclinó y la tomó en brazos. Era tan liviana, tan pequeña y frágil. En ese momento dependía totalmente de él, y se sentía fatal, pues le había arrebatado su vida por completo.

Con suma delicadeza la llevó hasta el coche, procurando que no despertara. Se metió dentro y la acomodó en su regazo, cubriéndola con su chaqueta. Así viajaron hasta la casa. Ella se despertó un par de veces, pero, para sorpresa de Luka, no se asustó ni lloró, al contrario le sonrió y se acomodó para seguir durmiendo, acurrucada sobre él. Si bien a Luka no le gustaban los niños, y mucho menos las niñas, con Alicia no se sentía incómodo, suponía que era por el sentimiento de culpa que lo embargaba.

La niña sufría de espasmos, dado el largo tiempo que llevaba llorando. Así que la abrazaba fuerte y acariciaba su cabeza cuando eso ocurría.

El viaje desde el aeropuerto hasta la casa no fue muy largo, aunque a él le pareció una eternidad. Al llegar, el mismo hombre de traje le abrió la puerta para que pudiera bajar con la niña en sus brazos

- Bienvenido, Señor Gentile – le saludó una mujer que estaba parada en la puerta – Mi nombre es Mariela y seré la institutriz de la niña

- La niña tiene nombre, se llama Alicia y es mejor que se acostumbre a llamarla así o se las verá conmigo

- Como ordene, Señor – Luka no le respondió, solo frunció el ceño en un gesto claro de molestia – si me la entrega la llevaré a su dormitorio

- No, llevaré yo mismo. Solo guíeme hasta él

La mujer acachó la cabeza y se adelantó un par de pasos para que él la siguiera, mientras cargaba a la niña. Al llegar a la puerta del dormitorio se la abrió

- Aquí es

- Muy bien, de ahora en más yo me encargo

Entró a la habitación y con un pie pateó la puerta para cerrarla. Se acercó a la cama y, con sumo cuidado, la depositó en ella. Buscó un cobertor para ponerle por encima. La arropó y se recostó a su lado, pues los espasmos continuaban, acarició su cabello y besó su frente.

- Calma, Alicia, ahora ya estás a salvo, estas en casa.

Así permaneció por largo rato, hasta que los lapsos de calma eran más prolongados. La arropó un vez más y, poniéndose de pie, se dirigió a la puerta

- Gracias, señor de los tatuajes

Escuchó salir, de los labios de la niña, se detuvo y volteó a verla

- Es un placer, solo espero que algún día lo entiendas y me perdones – le respondió, ella seguía con los ojos cerrados

- ¡Claro que sí!, eres lindo – y sonrió, sin abrir sus ojos – cuando sea grande me casaré contigo

Luka levantó las cejas por es asombro, esa criatura lo había sorprendido con semejante declaración. Sonrió ampliamente

- Eso ya lo veremos

Y sacudiendo la cabeza, mientras seguía sonriendo, abandonó la habitación.

Aquella vez sería una de las pocas veces que la vería con el correr de los años

Luka *recuerdos*

Luego del desafortunado desenlace, en la misión cuando me llevé a la niña, había quedado por demás exhausto, aun así, no pude pegar un ojo en el avión, por más que lo intentara. Escuchar sollozar a la pequeña durante casi cuatro horas, me estaba destrozando los pocos nervios que me quedaban. Don Paolo había sido muy específico en que todo debía manejar con la mayor discreción posible, y el menor daño colateral factible. Pero el hombre no colaboró y terminó como terminó. Ahora yo tenía a una niña huérfana en mis brazos, tratando de reconfortarla de alguna manera, aunque no veo como podría hacerlo, siendo el responsable de su estado. No tenía idea de los planes que tenía el viejo para con ella, y eso me inquietaba un poco. Yo nunca había tenido escrúpulos ni mucho menos, pero esta mocosa me llenaba de ternura. Jamás, en todos los encargos que he cumplido, durante mi vida de pandillero y ahora de mafioso, se había visto involucrado un menor, menos una niña tan pequeña.

A nadie parecía importare, así que la llevé yo mismo hasta lo que sería, desde ese momento, su dormitorio. Una vez allí la puse sobre la cama y la tapé con una manta. Al arroparla, noté que temblaba y tenía espasmos, no eran de frío, eso lo sabía bien, así que me acosté a su lado, tratando de darle un poco de calor y contención. Acaricié su cabeza y besé su frente, como si con eso le demostrara que no estaba sola. Cuando dejó de temblar y su respiración se normalizó, me levanté y me dispuse a salir de la habitación, pero cuando llegué a la puerta la oí decirme

- Gracias, señor de los tatuajes

Me volteé para mirarla, pero ella no abría sus ojos, pero sí sonreía

- Es un placer, solo espero que algún día lo entiendas y me perdones – fui sincero en eso

- ¡Claro que sí!, eres lindo – y volvió a sonreír – cuando sea grande me casaré contigo

Me tomó por sorpresa semejante declaración, no pude hacer otra cosa más que sonreír, era una niña adorable, pero cuando tomara conciencia de lo que le había hecho me odiaría por el resto de su vida y con toda la razón del mundo. Así que levanté mis hombros y le respondí

- Eso ya lo veremos

Sin dar oportunidad a que la conversación siguiera, me retiré a toda prisa. Al llegar al piso de abajo me encontré con la Institutriz

- ¿Encontró todo en orden, el Señor?

- Si, está todo bien, pero la habitación es demasiado formal, ni bien Alicia se recupere del shock, quiero que le pregunte para redecorarla a su gusto, que se parezca más a un dormitorio infantil. Hable conmigo sobre los gastos para que le proporcione el dinero. Mañana le empezarán a llegar los primeros juguetes, pero debe mantenerme al tanto de sus gustos para poder complacerla, quiero que esté cómoda, muy cómoda

- Sí Señor, descuide…

- Esto es muy serio, Mariela, esa niña ha sufrido demasiado para la corta edad que tiene, no le pido que la llene de amor, pero sí de respeto y sea tolerante con ella, puede tener momentos difíciles.

- Como lo ordene – hizo una breve pausa – ¿cuándo volverá usted?

- Probablemente nunca – y ante su mirada de asombro, continué – pero me reportará a mi directamente, y todas las decisiones que tengan que ver con ella, solo yo las tomaré y se las informaré

Yo no tenía al más mínimo interés de interactuar con Alicia, ni ser parte de su crianza, como si fuera un familiar, pero sí me interesaba y mucho, que una niña que tenía todo para ser feliz, lo fuera, pese a lo que le había hecho. Cosa que me perseguirá por el resto de mi vida. Así que cuando salí de esa casa, procuré no volver a pisarla jamás.

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